jueves, 22 de febrero de 2024

¡SUDEMOS TINTA CHINA!


He tardado en descifrar lo que quería decir. Y aún no estoy seguro de haberlo conseguido, pero el tiempo pasa y no quiero que pase demasiado. Así que allá voy aunque las cosas no pinten todavía demasiado claras. Así que con mallas, pero sin red. Porque el pasado 2 de febrero del presente año asistí a uno de los conciertos de abono de nuestra Orquesta Sinfónica de Bilbao, la BOS, mi querida orquesta, porque yo soy de Bilbao, como mi, no menos querido, Athletic.

El concierto, a priori- luego también lo fue a posteriori- tenía muy buena pinta. En la 1ª parte, el Concierto para orquesta de Witold Lutoslawski, una bonita y espectacular pieza de un coompositor desconocido, o casi desconocido para el gran público y que, por ello, siempre que tengo ocasión, me apunto. Para que, más que nada, los programadores de la Temporada no nos acusen de clasicorros, de amarrategis, y de que en cuanto programan algo diferente a los Beethoven, Mozart, Brahms o Dvorak, por citar sólo unos ejemplos-ejemplarizantes, el patio de butacas luce más vacío que una playa durante un día de tormenta. Luego, ¿Lutoslawsli? OK, contad conmigo.

Pero después, y ya metidos en la 2ª parte del concierto, escuchamos el alucinante, porque a veces parece que no tiene ni pies ni cabeza, y que es una pura virguería al alcance de unos pocos elegidos, Concierto nº3 para piano de Serguei Rachmaninov, en las manos de un tal Martín García García, del por las Notas al Programa, supe que había nacido en Gijón en 1996. O sea, un chiquillo de 26 años, como tantos otros y otras que parecen haberse adueñado de las listas de éxitos musicales, de libros más vendidos, de los conciertos más multitudinarios, de las portadas de revistas, de las millonarias entradas, y visitas a sus sitios web, de los canales más frecuentados en YouTube, de l@s influencers más influyentes (y valga la redundancia), de todo, en definitiva, lo que se cuece por la calle o se comenta en las Redes.

Aunque a lo que voy: este Martín no figura, precisamente, en esa lista. Seguramente le conozcan sus padres, sus amiguetes, su novia (si es que la tiene), y algún que otro compañero de fatigas pianísticas que, como él, habrá pasado más tiempo encerrado en su habitación practicando escalas y escalas que en una discoteca a la búsqueda de una rubia que me haga caso. Pero, más tarde, leyendo su apabullante curriculum fue cómo me vino a la cabeza la idea de la presente entrada.

Considerado uno de los pianistas con mayor proyección internacional, Martín ha ofrecido durante 2023 alrededor de 80 conciertos por todo el mundo (¡casi un concierto cada 3 días!), en Corea, México, Brasil, Japón, Estados Unidos, Canadá, Polonia, Italia, España, Portugal o (¡ufff!) Luxemburgo, actuando junto a prestigiosas orquestas como la NHK Symphony Orchestra, la Seoul Philarmonic Orchestra, Hamburg Symphoniker, Warssaw Philarmonic Orchestra, Lithuanian National Symphony Orchestra o la Orquesta de Brasilia.

Ya durante 2022, Martín había realizado más de 70 actuaciones en América, Asia y Europa, con hitos como su debut en el Carnegie Hall de Nueva York o su existosa gira por Japón, con 25.000 espectadores en sus 14 actuaciones, incluyendo en ellas al mítico Suntoy Hall de Tokyo, o el mismo Auditorio Nacional de Madrid.

Y reconocimientos no le han faltado. En 2021, Primer Premio en el Cleveland International Piano Competition. O el 3º puesto en el International Chopin Piano Competition, el certamen pianístico más importante del panorama musical, y en el que además fue galardonado con el Premio Especial de la Orquesta Nacional Filarmónica de Varsovia a la mejor itnerpretación de un concierto.. También Martín ha recibido críticas muy positivas y elogiosas de grandes maestros como Vladimir Krainev, Dimitri Alexeev, Arcadi Volodos, Dimitri Bashkirov, Joaquín Achúcarro o la misma Tatiana Copeland, ¡sobrina de Serguei Rachmaninov!

Graduado en la prestigiosa Escuela Superior de Música Reina Sofía, Martín estudió ¡durante una década! con Galina Egulazarova, recibiendo de manos de Su Majestad la Reina Doña Sofía la Mención de Alumno más Sobresaliente de su cátedra. Es también Máster en Piano por la Mannes School Music de Nueva York, donde durante 3 años estudió con el prestigioso pianista Jerome Rose.

Martín había iniciado sus estudios de piano ¡a los 5 años! con los profesores Natalia Mazoun e Ilya Goldfarb. Y antes de soplar las 12 velas ya había sido distinguido en numerosos concursos como el Piano Junior de Barcelona, el Piano Junior de Antón García Abril en Teruel, el Premio Santa Cecilia en Segovia, el Ciudad de San Sebastián, el Rotary International en Msocú o el Concurso de Juventudes Musicalres de España...     

¡Alto ahí, ufff,... ¿alguien da más?! Seguro que sí, pero seguro también, que no le conoce ni dios. Porque en estos días, que nos han tocado vivir, y en estos territorios (comanches) del Arte aún más, no hay nada como ser capaz de escribir tu curriculum en una sola línea, para saltar a la fama de la noche a la mañana, y sin más merecimientos que ése: un breve curriculum que pueda leerse en no más de 10 segundo. Sí, a mayor "cortedad" mayores posibilidades de que el éxito llame a tu puerta (sic).

Claro, por eso a Martín no le conoce de Dios. Su curriculum se dilata durante varios folios, por sus exhaustas noches en vela, por sus inmensos esfuerzos, por su obsesiva dedicación. Pero, ¡eso no cuenta!, parece que oímos por ahí. ¡Eso no tiene mérito! Y es que, por lo visto, tocar bien el piano después de haber aporreado sus teclas durante más de 4 lustros es lo menos que se le podría pedir a Martín. Todo lo que no fuera eso, parece que nos animaría a recomendar a Martín la visita a un buen logopeda. Y si para muestra quisiéramos un botón, ahí tendríamos a CTangana, otro ejemplo-aunque-éste-no-precisamente-ejemplarizante, el cual sin haberse asomado a un Conservatorio más que para resguardarse de un chaparrón, se ha forrado, se está forrando, peta sus multitudinarios conciertos, el éxito le sube hasta la coronilla, canta a dúo  con Shakira (¿y tú, Martín, con quién cantas a dúo?) y en las Redes Sociales sus "like" se cuentan por millones de pulgares apuntando al techo.

Sí, en estos tiempos que corren que se las pelan, parece que dedicarle 25 años al estudio del piano es estar 25 años haciendo el tonto. Porque sobre todas las cosas, sólo cuenta el triunfo, pero el triunfo a toda hostia, el triunfo más indocumentado y menos sufrido; si no, no tiene mérito, y el triunfo no te lo mereces. Y así acabamos con los sufridos (¡ay, pobres, que no se enteran!) empollones que, si no lo recordamos mal, nunca se habrían comido una rosca y nadie les llamaba para salir de juerga un sábado por la tarde. ¡Claro, estarán estudiando a tope para examen de dentro de... 3 semanas!

Sí, no sólo soplan malos tiempos para la lírica, sino también para todo aquello que huela a sudor, a esfuerzo. O se triunfa en, pongamos, una semana o dos, a lo sumo, o mejor lo dejamos y pasamos a otra cosa que "se nos dé mejor". Incidir y reincidir en el esfuerzo y el fracaso es, sin duda, una triste actitud para hacérsela mirar. El triunfo, rapidito- como lo son estos tiempos en los que se quiere triunfar- o para ti la perra gorda. Siempre entre afines anda el juego.

Pero entonces nos quedamos sin Martín y la alcinante versión del Concierto nº3 para piano de Rachmanikvov que nos ofreció en el Palacio Euskalduna de Bilbao aquel bendito 2 de febrero. Claro, si ya lo habríamos escrito antes, si a Martín no le cnnoce ni Dios pero, ¿por qué, entonces, no le damos la vuelta a la tortilla, y hacemos, o la Prensa hace-¡sí, el 4º poder!- que Martín García García sea más (re)conocido?, ¿por qué ese 4º poder no da cuenta de sus excelencias e hitos, aunque sea (habría que entenderlo) con una pequeña reseña, un pequeño faldón, una pequeña entrevista y, después poco a poco... Sí, un grano no hace granero, pero ayuda, coño.

¡Entonces Almas de la Prensa, por favor, ayuda: más Martín, y menos CTangana! No midamos todo según el rasero del vil metal. Porque, entonces, la espectacularidad nos ganará por la mano. Y la honda reflexión o los 15 o 20 años de sesuda dedicación al piano, otro ejemplo sí, resultarán menos espectaculares que una sombrilla de playa. Justo lo contrario que la ocurrencia, que aquel éxito de la noche al día del antes hablábamos. Y tal vez con ello consigamos que estos tiempos nuestros no vayan tan rápidos que nos pasen por encima, y que experimenten una abrupta desaceleración en la que puedan brotar, crecer y cundir la calma, la paciencia, la reflexión y donde, entonces, el prolongado esfuerzo se valore y recompense en los mismos- ¡sí, en los mismos, no pedimos más!- términos que el fogonazo del genio,


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