viernes, 24 de noviembre de 2017

BLACK FRIDAY

 
Como parece que hoy va a ser el Black Friday, el invento ese que la industria americana se ha sacado de la manga para vender más y más, y como a mí desde Bilbao este Black Friday me da por donde siempre me han dado las cosas que me interesan cerocoma, pero como a pesar de todo ello sigo reconociendo en la cultura yanqui más de un mérito que debería a muchos a animarnos a mirarnos en su espejo, sobre todo, en ese increíble sentido de comunidad que aún hoy continúan teniendo, como si la herencia de aquellos primeros Padres Fundadores de la Nación que arribaron a las que hoy son costas neoyorkinas, en el MayFlower y otros pasajes semejantes, inserto estos dos temazos del país de las Barras y Estrellas: el Black Market, de los Weather Report, con su connotación de "mercado negro", para quien quiera entenderlo, y el Friday On My Mind, del inolvidable Bowie, y compongamos, mezclando ambos títulos, nuestro muy particular y original Black Friday que espero que poco, o nada, tenga que ver con el que estos "capitales" americanos, tan derrochadores ellos, quieren convencernos a todos para que andemos de jauja, gastando pasta y pasta a lo tonto, incluso aquella de la que nuestros bolsillos no han visto ni la sombra.

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sábado, 11 de noviembre de 2017

CHIQUITO, SÓLO TU NOMBRE ERA PEQUEÑO

 
Estaba, más o menos, cantado. La muerte le andaba rondando desde hacía unos días, y ésta rara vez desafina. En cuanto te echa el ojo encima, te quita el corazón. Todo lo que tienes y todo lo que podrías tener, como diría el inolvidable William Munny de Sin perdón.

Así que esta mañana me despertado con la muerte del GRAN Chiquito de la Calzada. Para mí, el último gran humorista que ha rondado por este país de marras. con un sentido del humor, original, irreverente, surrealista por momentos, y que no desmerecería al lado de las mejores páginas de Miguel Mihura o Carlos Arniches.

Pero la muerte se lo tenía pedido, y cuando la maldita se encapricha con alguien hay que joderse. Ahí será nada el cachondeo que se pueda montar a partir de ahora en los Cielos, con sus andares y sus tonadillas flamencas. Mientras nosotros, aquí abajo, nos quedaremos con su recuerdo y sus chistes emitidos por televisión y hoy al alcance de todos en YouTube. Será casi igual, pero eso: casi.

Y puestos a elegir uno, vuelvo a quedarme (no me gusta repetirme, pero ese chiste es una debilidad) con el mítico, sí, mítico chiste del burro. Lo metí en su día como la 9ª pastilla contra la depresión, aunque bien podría ser la única porque, estoy seguro de que con ella valdría y sobraría para que muchas consultas de psiquiatría cerraran sus puertas por "cese del negocio".

Hace un rato se lo contaba a uno de mis mejores amigos y me daba la razón. Y añadía, y sin canutos, Toni. Touché. Porque, sin duda, sin canutos todo tiene doble mérito.
DEP.
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domingo, 5 de noviembre de 2017

DÓNDE ESTÁ LA CASA DE MI AMIGO

Para Manu Abans

Yo a Abbas Kiarostami no le conocía personalmente, pero voy a hacer como que sí, porque algunos artistas, y Kiarostami era uno de ellos, no te dan la mano para que les puedas tratar de “tú” sino que, en su lugar, hacen películas, por ejemplo como Abbas, y a través de ellas los que disfrutamos de la suerte de verlas, nos vamos sintiendo cercanos al hombre que las ha rodado, familiarizándonos con él, al extremo de que al tercer o cuarto visionado de alguna de sus películas, ya nos sentimos como en casa, con arrestos suficientes para tutearle (aunque no nos oiga directamente), y adjudicarle, sin temor a equivocarnos, un puesto “entre los nuestros”.

O esto es, más  menos, lo que me ha ido pasando a mí con Kiarostami. Primero con A través de los olivos, su sexta película (si no cuento mal), allá por 1994, después, y sin orden cronológico, con El sabor de las cerezas que le consagró en 1997 con la Palma de Oro en Cannes, pero después, y ya ganándose un particular huequecito (del que va a costar sacarle) en mi particular lista de filias cinematográficas, y más aún, humanas, con su inolvidable Dónde está la casa de mi amigo, en 1987 (por lo que esta casa cumple este año 30 años), y con su secuela, cinco más tarde, Y la vida continua, ya en 1992.

Y como esta increíble facultad que atesora el cine de Kiarostami hace que me sienta tan cercano a él como a mi querido tío Kote, su nombre de pila Abbas siempre me recordará a otro gran amigo, y al que uno de sus mejores amigos, llamaba cariñosamente Abans, porque éste era su apellido.

Así que Abbas y Abans. Uno, el amigo desconocido, murió en 2016; el otro, el amigo conocido un poco antes. Y los dos prematuramente. Siempre ocurre lo mismo con los amigos de verdad. A Abans le di la mano muchas veces, trabajé y compartí con él muchos tragos y ratos divertidos. A Abbas no le di la mano nunca, nunca trabajé con él, nunca nos bebimos un vinito juntos y nunca llegamos a hablarnos. Pero vi sus películas. En especial Dónde está la casa de mi amigo que es como ese apretón de manos que nunca nos dimos, como ese currelo en el que nunca nos enfrascamos, como esa ronda que nunca nos bebimos o esa amistosa charla que nunca compartimos, pero, aun y así, el más entrañable abrazo que se ha podido tejer con celuloide.

Por eso cuando me acuerdo de uno me acuerdo del otro, y esa es una magnífica señal que me habla de dos hombres como la copa de un pino. Del uno lo sé a ciencia cierta porque le traté, del otro lo sospecho y apuesto, por sus películas, a que no me equivoco: Dónde está la casa de mi amigo, 30 años después, me lo confirma cada vez que la echo un vistazo. QDEP. Los dos. Estén ahora sus casas donde estén.
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miércoles, 1 de noviembre de 2017

POR DIOS Y POR TODOS LOS SANTOS

Escribo esto para la festividad del 1 de noviembre, Todos los Santos, y creo que fue hace 10 días, sobre el 20 de octubre o por ahí, pero lo que leí, fuera cuando fuera, me dejó perplejo y, ¿por qué no decirlo?... acojonado.


Un turista de 52 años había fallecido mientras contemplaba los interiores de la Santa Croce, la bonita iglesia florentina, al desprenderse de sus cimientos una piedra que fue a estrellarse fatalmente contra su cabeza. Cuando las asistencias se personaron en el templo para socorrerle ya no había nada que hacer. La muerte había sido casi instantánea.

Y enseguida a la perplejidad y al acojono que me produjo la noticia vino a añadírsele una perpleja, y acojonada también, reflexión personal porque algunos, entre los que insistimos en creer en Dios o, al menos, en que Algo que nos trasciende y que se encuentra más allá de todas estas circunstancias temporales que nos rodean y con las que, ¡maldito remedio!, no nos queda más opciones que convivir, existe y… puede, no sé cómo, vernos por aquí abajo.

Y asumo, ya desde que las películas de Bergman me lo enseñaron, en que este Dios, desde que Eva mordisqueó la manzana del Árbol de la Ciencia, no aparece por ningún lado, no nos habla y  guarda, erre que erre, un completo silencio. Pero es que además, como si su mutismo e invisibilidad Le parecieran poca cosa, muchos de los consecuentes de sus comportamientos, ¡tiene que ser Él!, nos dejan con la boca abierta en un sentido (asombro) o en otro (desconcierto y estupefacción). Sí, y eso ya me cuesta más. Aunque también intento asumirlo poco a poco. A regañadientes…

Porque cuando leo noticias como ésa sobre la desgraciada muerte del turista que había ido a la Santa Croce a visitar a Dios ¡a su propia casa! (Dios tiene varias distribuidas por el mundo y la Santa Croce es una de ellas), a rendirle sus más humildes y amables respetos, y al que lejos de honrarle con su presencia (sería demasiado pedir, lo sé), permite directamente o le arroja un ladrillazo a la cabeza (sin mediar palabra, como siempre), que se ha desprendido de las vigas de su casa, causándole la muerte, me parece, por decir algo, una de esas bromas macabras sobre las que ese personaje de Hitchcock (eso sí, ¡más cine!) decía que, por un lado, tiene gracia, aunque por el otro, maldita la gracia que tiene.

Sí, porque este Dios, ¿qué demonios es? A su Hijo nunca se le vio reír en los 33 años que nos cuentan los Evangelios. Y a Él menos todavía. De hecho la risa ha sido anatema para la comunidad católica hasta hace bien poco; un rictus más propio del Ángel Caído, del Diablo que siempre andaría riéndose por cualquier cosa. De hecho a los sacerdotes no se les ha permitido asistir a funciones de teatro y otros espectáculos de feria hasta antesdeayer.

Entonces, a lo que voy: si la piedra de la Santa Croce no se desprendió para servir de hazmerreír en cualquier fiesta celestial,  entonces, ¿qué pasa? ¿Que este Dios es un cachondo?, ¿un descerebrado con mucho talento?, ¿y que, a pesar de que se diga lo contrario, nos toma a todos nosotros, sus criaturas, hombres y mujeres, por el pito de un sereno, su entretenimiento favorito?
 
¿O acaso la piedra se cayó sola y solo porque la argamasa que la sostenía al techo se secó y dejó de servir como argamasa, y el turista se plantó justo debajo de su trayectoria porque en algún sitio tenía que estar, y entonces todo coincidió para desgracia del hombre y de sus familiares y amigos más cercanos?

Y así, ¿todo ocurre porque sí?

Entonces, tal vez, los que creamos algo en Algo, tengamos que admitir que ese Algo, ¡y todas las demás cosas detrás de Ello!, también podrían ser porque sí. Y no darle más vueltas. Y si no, ¿por qué se me ha ocurrido precisamente a mí esta entrada en este blog? Pues porque sí, y punto pelota.  

Quizás sólo apostillaría un detallito al hilo de lo que llevo escrito, que este mundo me coge siempre desprevenido, y que apenas si acierto a retirarle una esquina de la tapa sin poder, o sin atreverme, a retirarla por completo, porque seguramente, como escribe el poeta y como yo repito muchas veces, For us there is only the tryng./The rest is no our business.

Sí eso: para nosotros, levantar la esquina de la tapa; lo demás, lo que contiene realmente el frasco, no es asunto nuestro. Y, ahora sí, por Todos los Santos amén y punto pelota.
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