lunes, 26 de octubre de 2015

TELVA BELLEZA: EL ENEMIGO ESTÁ EN CASA


Tu quoque Brute?[1]

Desde hace años dice el pueblo que las mujeres andan revueltas. Y como en estos lares presumimos de vivir en una democracia, parece que al pueblo nadie puede llevarle la contraria sin arriesgarse a recibir una justa coñeja. En todo lo que el pueblo dice siempre lleva la razón de su lado. Y esa compañía resulta demoledora. Aunque sean, sobre todo, los hombres quienes repitan la frase en cuestión como uno de esos lugares tan gratos y comunes al género masculino, las mujeres no les van a la zaga, aunque no la pronuncien tan a menudo y aunque, cuando lo hagan añadan a la sentencia un incontestable, nuestros motivos tendremos. Así que algo de muy cierto debe haber en todo esto.

Porque el caso es que, por uno u otro motivo, y con las necesarias matizaciones al margen, parece que, por una vez, todos y todas estaríamos más o menos de acuerdo. Y la frasecita se ha quedado en nuestros días como un remedo tan categórico como “el más vale pájaro en mano que…”. Y no continúo.

Porque los que me conocen ya saben que a mí el refranero me produce urticaria. O echaros un vistazo, por si os apetece conocer mis argumentos, a la entrada aquélla que subí a este mismo blog (lavueltaylatuerca.blogspot.com) en abril de 2013. Y ahí os daréis cuenta además que este blog es, precisamente, eso: una de esas “matizaciones al margen” a las que aludía en el párrafo precedente.

Porque hoy ando entretenido con la portada del número de Otoño-Invierno 2015 de la revista TELVA BELLEZA, un reconocido icono del universo femenino. Y me detengo un segundo, no, dos, no, … ¡un minuto! Porque la portada merece la pena. La reproduzco aquí abajo para que el que lea esto pueda emitir su pertinente juicio.


Yo estoy dispuesto a rebatir cualquier opinión en contra. Porque la modelo de la portada del TELVA BELLEZA del número de Otoño-Invierno 2015 es un reclamo a la felicidad. La chica se mordisquea o se acaricia los labios con el dedo índice. Y te mira, ¡Y cómo! Como si esperara paciente a que le dijeras algo que le va a divertir, algo que ella sabe muy bien que es una piadosa mentira y que tú, sin embargo, esperas que no sepa que lo es y esperas, por el contrario, que se la trague o que te haga pensar a ti que se la ha tragado.

Y mientras, te observa. Sus ojos te desafían divertidos. Te proponen un juego; un juego al que a ti te apetece jugar. ¡Por supuesto! Y todo el tiempo que haga falta. Infinito. Infinitamente. O hasta que uno de los dos se dé por vencido. O hasta que haya que irse a la cama. Y empezar a darle vueltas a la cabeza… E imaginar que mañana, con dos c…, te despides del trabajo, saqueas la entidad bancaria de la vuelta de la esquina a punta de pistola de `pega sin que se note, y te fugas con ella, con esa mirada segura y desafiante hasta cualquier isla paradisíaca donde el móvil sea un artilugio tan extraño como un bolígrafo para un Neandertal.

Y tuerzo la hoja, la portada del TELVA BELLEZA, del número de Otoño-Invierno de 2015 y busco el nombre de la modelo entre la lista de directores, subdirectores, redactores, maquetadotes, colaboradores, técnicos de fotomecánica, secretarias, archiveros, coordinadores, grafistas y… su puta madre, ¡Y no la localizo! ¡¡TELVA BELLEZA, ese icono del imaginario femenino, ni tan siquiera la cita, se olvida de ella, pasa de largo sobre su nombre y apellido, sobre esa mujer que ha ilustrado su portada de Otoño-Invierno de 2015 y que le habrá hecho vender ¿cuántos ejemplares?!! ¿Cómo no van a estar todas las mujeres revueltas! ¡El enemigo se les ha metido en su propia casa!

Una verdadera lástima, sí. Casi una calamidad. Cuando el ninguneo, cuando el sopapo en el amor propio viene de tu propia mano. Cuando no se le reconocen a uno, a ella en este caso, en realidad a todas las mujeres que salen retratadas en las páginas del TELVA BELEZA, los méritos indiscutibles de un trabajo muy bien hecho. ¿TANTO COSTARÁ, ME PREGUNTO, INCLUIR, Y HACER DE PASO JUSTICIA, UN PIE DE FOTO CON SUS NOMBRES?

Pero yo continúo con esos ojos que me miran desde el Otoño-Invierno 2015. Y no, nada hay, no busques, ni una miserable pista que me oriente sobre tu nombre. Sí, porque a menudo para deshacer los desaguisados y las discriminaciones conviene también que echemos un vistazo a nuestro propio colectivo discriminado. Y ni lo dudes. Porque seguro que ya has roto más de un plato. Nosotros los hombres también hacemos lo que hacemos. Burradas, muchas veces. No lo niego. Pero tampoco vosotras debierais iros de rositas. TELVA BELLEZA, en ese número de Otoño-Invierno 2015 te ha enseñado muy bien cómo se las gasta. ¡Ni una diminuta referencia te ha dedicado para sacarte del fatal anonimato! Porque, no te engañes, ser anónima es el primer paso, el primer y firme paso que antecede a cualquier prejuicio bien orquestado. Y os la hacen a todas vosotras, anónimas, y a ti, desconocida a mi pesar, que ojala mañana a estas horas hayas aceptado mi propuesta y estés a mi lado en esa isla donde los teléfonos no existen todavía.




[1] El famoso ¿Tú también Bruto? que le espetaba Julio César a Bruto cuando descubría que éste, al que quería como a un hijo, formaba parte de la caterva que le estaba matando. Y es que, según lo que expongo, también TELVA BELLEZA, detrás de su lujosa e inofensiva presentación, se estaría revolviendo contra sus propias “hijas” o modelos.
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sábado, 17 de octubre de 2015

JOKIN ALTUNA: YOU´RE A BIG BOY NOW

Escribí esta carta a los amigos/as de Aspe, la empresa de pelota. Siempre me han contestado. Siempre una palmadita en el hombro. Siempre, unas pocas palabras. Pero esta vez, ni “mu”. Y de momento no tengo ni la menor idea de a qué obedece ese silencio. Tampoco es que moleste mucho. Sería como pretender que todas mis ocurrencias encontraran respuesta. Y no es eso. Tampoco voy de tan “servido” por la vida. Simplemente si me acuerdo, y veo a alguno de sus directivos por cualquier frontón, se lo preguntaré. Y a ver lo que dice.

Pero si en la carta (que incluyo abajo) me refería a Jokin Altuna exclamando eufórico “¡ha nacido una estrella!", lo que aconteció ayer en Donosti no hace sino reafirmarme en lo escrito. Jokin es ya una de las estrellas de los programas de pelota. Ganó 22-14 en la liguilla de Cuartos de Final del 4 ½ al otro gallito de las jóvenes camadas pelotatzales, al mismo Iñaki Artola que le había derrotado en la Final de Promoción el año pasado. Así que el enfrentamiento olía a deliciosa revancha.

Y Jokin empezó muy bien: 10-3. Pero Artola se recompuso y puso brillantemente en el marcador los cartones en 13-14. Y además parecía que las cosas en su sitio. Y sin embargo, cuando peor pintaban las cartas, cuando hacía tiempo que no tocaba un comodín, Jokin sacó fuerzas de flaqueza, dicen, y visto y no visto: 22-14. Si eso no es una estrella que baje Dios y nos enseñe lo que es sacando alguna que lleve por los bolsillos.

Y con lo que empezaba sigo. Ahí os va la carta, aunque antes el temazo original (nada de covers) de Bob Dylan, y que recomiendo escuchar como banda sonora del presente artículo, You´re a Big Girl Now, cuyo título espero que no necesite traducción, ¡cambiando por supuesto, Girl por Boy! en homenaje a Jokin. Y la carta, después de la paradita dylaniana (al txoko, claro):


“Queridos amigos/as, dos cosas, nada más.
Primera cosa. Quisiera pensar que, a pesar de todas las precauciones a las que su edad, 19 años, nos pudieran llevar a tener en cuenta, ¡ha nacido una estrella! Detalle del que siempre habría que congratularse porque por muchas que veamos brillar en el cielo, durante las noches claras de verano, no hay tantas como parecen, y menos aún que hagan las paraditas tal y como Jokin Altuna se las saca de la manga o… de la mano ya que estaríamos hablando de pelota.

Porque Jokin ha ganado su primer torneo importante, la Feria de San Mateo 2015, después de derrotar a la pareja formada por Irujo y Merino 21-22, y de hacer después lo mismo en la Final contra Urruti, que probó y muy bien como ¡zaguero!, y al que una vez llamé Campeón con asterisco; en lo que, desgraciadamente, la temporada estival me ha dado la razón o ¿ha habido en los últimos años un Campeón del Manomanista que no se haya subido a lo más alto del podium en alguna de las Ferias de Verano? Eso: un Campeón* que jugó en San Mateo con Olaizola y a los que Jokin junto con David Merino venció por idéntico y mínimo margen: 21-22.

Fueron dos partidos tremendos y memorables. Con un chaval que lo da todo. Con unas ganas de triunfar y de entusiasmar a la afición que se le escapan por ese cuerpo aún casi adolescente pero que atesora más malicia en sus golpes que el más curtido villano del Far West, que el Jack Palance de Raíces profundas, por ejemplo.

Aunque el punto sobre el que quisiera hacer especial hincapié es que el tanto definitivo de la Final, con el marcador 21-21, se jugó con el material, la pelota que escogió Aimar ya que él efectuaba el saque y que, a pesar de ello, Jokin ejecutó la Final con un magistral golpe, una volea desde el 3 ½ a la que apenas si le faltaron dos pelos para hacer sonar la txapa. Y eso creo que es de un mérito tremendo porque si nos fijamos bien cuando Jokin juega con su material, y eso hace que los tantos sean rápidos, eléctricos y se resuelvan en un plis-plas, su estrella luce en todo su esplendor y el respetable se cansa de aplaudir puesto en pie; pero, sin embargo, cuando es el contrario el que pone sus pelotas en juego consigue que Jokin se sienta más desplazado en el juego. Esas pelotas no corren tanto y ¡cómo cuesta moverlas! Y es entonces cuando los 19 años de Jokin y sus músculos y fibras aún de niño, livianos se quejan. Y se queda viendo cómo el mazacote en cuestión le pasa por encima, y si lo golpea siente que el mazacote apenas se mueve como si sus manos en lugar de imprimir más velocidad amortiguaran la carrera y la velocidad del cuero. Y entonces los tantos se ralentizan y la chispa y los 19 años se quedan como el pez sobre la piedra del estanque, añorando el momento de volver al agua o de volverse al cestaño y sacar de él su pelota. Por eso decía que hacer subir a su marcador el cartón 22 , y hacerlo como lo hizo, fue para enmarcar.

Con la pelota de Aimar. Porque además el fabuloso delantero de Goizueta se le resistía. A Irujo, el otro genio en esto del “frontón a mano”, le va más el cuerpo a cuerpo, es más alocado, entra en la refriega sin importarle el número de heridos que llenen los hospitales de campaña. Pero esto a Jokin le va. Le va la marcha de Juan. ¿Cómo no iba a ser así con 19 años? Por eso ya le ha ganado varias veces.

Pero con Aimar es diferente. Aimar es como un francotirador que espera su momento en lo alto del edificio por donde sabe que, tarde o temprano, pasará su víctima. Y no tiene prisa. Y si cae la noche, se abrocha la cazadora y a esperar más todavía. Con un cafecito bien cargado para combatir el relente de la madrugada. Para no dejar que su alma de killer cicatrice y se enfríe. Y por eso cuando parece que los partidos no le van de cara, que pintan bastos, Aimar no se altera, espera su momento y entonces se gira y lentamente saca y soba como si de una bolita mágica se tratara ese mazacote, ese leño que sólo él y sus facultades prodigiosas saben, ¡y cómo!, mover. El mismo material que Jokin siente que se le incrusta en las tripas. Con el que a Jokin le duele hasta respirar.

Por eso el chaval no había ganado al becadero, al francotirador. El de Goizueta se le resistía. Hasta la final matea. Por eso cuando Jokin enganchó la volea con la pelota pesada de Aimar e hizo el tanto 22 salté de la butaca. Porque la primera vez, el primer gran torneo, siempre tiene un regusto especial. Sabes que has asistido a un instante que tardarás en olvidar porque instantes como esos tardarán en repetirse. Así que, ¡enhorabuena, campeón!

Con lo que voy ya a la segunda y última cosa al hilo de esta memorable final. Al dichoso y eternamente controvertido asunto del material. Y lo he puesto antes o ¿no ganó Jokin el partido jugando con la pelota que Aimar había escogido como la más conveniente para él? ¡Por eso no le demos tantas vueltas al tema de las pelotas! Aunque nos baile el agua y nos sirva para llenar muchas páginas en los periódicos. O reconozcamos que la polémica nos pone.


Y viendo los partidos de Jokin contra Juan y Aimar  se me ha ocurrido preguntarme, ¿no vendría a ser el material en los partidos de pelota, y salvando todas las distancias que se quieran salvar, como las diferentes superficies sobre las que los tenistas disputan sus partidos? El material rocoso, pesado, con poca salida como la tierra batida de Roland Garros, y más rocoso, pesado y con menos salida aún, como la tierra batida de Montecarlo, al nivel del mar, al ladito de la playa y con una humedad que te invitaría a calzarte una gabardina aún en pleno mediodía.

Y por otra parte, el material liviano, rápido y con una salida del frontis como perdigones que disparara una escopeta como la hierba de Wimbledon. Y los tenistas saben lo que hay y nadie se queja. lo que hay en el cesto. Y así también deberán saber si les resultara más o menos fácil ganar el partido. Y no quejarse tanto. ¿O le hemos oído alguna vez a Federer decir que en Montecarlo ¡no se puede jugar al tenis!? Sería ridículo. Simplemente a él, por sus características y las características de la arcilla de Montecarlo, le costará más ganar en la Costa Azul.

Y así debe ser. Y los pelotaris, lo mismo. Después de la elección de los miércoles o jueves también ellos saben, más o menos.

Y pasa lo que ha pasado hasta hoy: que en Montecarlo, o con ese material, el gran Roger nunca ha ganado. Pero nadie se rasga las vestiduras. Un mes más tarde le llega Wimbledon. Y con ese material él ya ha ganado en Londres 7 veces. Más que nadie.

Por eso pienso, y lo propongo también, como anexo a estas (siempre largas: así me salen) líneas, ¿por qué no enseñamos a los aficionados y a los que pretenden serlo las características de cada frontón donde se juegan los partidos, porque éste es un frontón pesado, un Montecarlo para entendernos tenísticamente, un frontón con poca salida, donde la pelota bota poco y con menos rapidez, donde desde los cuadros largos la devolución de la pelota cuesta un mundo…; en definitiva de qué forma va a contribuir ese frontón al partido, beneficiando de esta o de aquella manera a uno u otro pelotari? Y hacer lo mismo con el cestaño y su gramaje. Yo creo que con ello todos saldremos beneficiados y entenderemos un poco mejor los entresijos de este inagotable deporte.”
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miércoles, 14 de octubre de 2015

MUNDIAL DE RUGBY 2015: ¡QUÉ GOZADA!


El Campeonato del Mundo de Rugby 2015 empezó el 18 de septiembre y desde entonces estoy flipando…

con la afluencia a los estadios. Al término de la fase de grupos el total de espectadores asciende casi a ¡2000.000! de personas. Y, por ejemplo, el Irlanda vs. Rumania fue presenciado en un Wembley abarrotado por 90.000 espectadores.


Con la ceremonia de los himnos que antecede a cada partido. Ver a los 30 jugadores abrazados sobre el césped mientras se escuchan las notas de los himnos nacionales es en sí mismo un espectáculo. A mí, por lo menos, la carne se me pone a menudo de gallina, y a algunos jugadores los ojos les brillan con las lágrimas. Y el partido aún no ha comenzado.

 
Con el respecto que todos, entrenadores y jugadores, muestran hacia las decisiones arbitrales que son comunicadas para todos a través de los micrófonos que llevan puestos sobre sus camisetas. El yes, sir, pronunciado por muchos jugadores después de escuchar los avisos, y a veces, las reprimendas del árbitro no me dejan lugar a la duda de que este deporte es algo muy especial; sí, entre caballeros anda el juego.

Con los sofisticados medios con los que cuenta el árbitro para decidir sobre una determinado lance del juego. La repetición de la jugada, desde múltiples ángulos, usando el zoom digital si fuera preciso, y viéndose todo ello a través de las pantallas de vídeo instaladas en el campo y sin que las aficiones ni nadie se vuelva loco con ello, no me parece sino el mejor ejemplo de civismo y del uso de la ciencia para, lejos de menoscabar, reafirmar la autoridad del árbitro que se hace así más justo y respetado.

Con el ambientazo multicolor con el que las diferentes aficiones están poblando las gradas de los estadios. El buen rollo, la diversión, las ¡cañas de cerveza!, los disfraces y trajes típicos del país con los que aficionados asisten a los encuentros, hacen que los partidos sean mucho más que un partido.

 
Con la humilde selección japonesa que, perdiendo por tres puntos (29-32) contra la poderosa Sudáfrica, renuncia en el último segundo a un golpe de castigo que le hubiera dado un increíble empate, y prefiere jugárselo todo a una carta. Lanza el balón a touch y después obtiene el ensayo posiblemente más famoso en las Copas del Mundo de Rugby. Resultado final: 32-34.
 
 
Con el terrible choque entre Inglaterra y Gales que terminó con el triunfo de los segundos, en un partido memorable. Y que hizo que, finalmente, Inglaterra tras su derrota frente a Australia quedara eliminada de su Mundial. Primera vez que esto sucedía: que el organizador quedara fuera del torneo en la Fase de Grupos.

Con las hakas de los impresionantes All Blacks, el equipazo de Nueva Zelanda, y las otras danzas guerreras que los equipos del Pacífico, Fiji, Samoa, Tonga, bailan antes del kick-off frente a sus rivales tratando con sus gritos y cánticos de amedrentarles antes de que el oval se ponga en juego.

Con la exquisita deportividad de los contendientes, que al finalizar los partidos, y sea cual fuere el resultado, se dan la enhorabuena, se estrechan las manos y hacen mutua y consecutivamente el pasillo a los rivales. Ni un mal gesto en estos colosos de más de 100kilos de carne engrasada para luchar y ganar.

Y todo esto ha ocurrido sólo hasta el domingo pasado cuando finalizó la primera fase, la fase de Grupos. Pero a partir del sábado, los cuartos de final, ya a partido único: Nueva Zelanda-Francia, Irlanda-Argentina, Sudáfrica-Gales, Australia-Escocia. Me froto las manos. ¡Qué gozada!

 
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MARTÍN OLMOS, PREMIO EUSKADI DE LITERATURA EN CASTELLANO 2015


A decir verdad no tengo nada en contra de él. Salvo que no me gusta cómo escribe. Lo cual no es demasiado trágico y menos aún viniendo de quien viene; es decir, viniendo de mí. Salvo que el aludido se tome su talento demasiado en serio. Tan en serio que pretendiera reclamar para aquello que redacta una elogiosa unanimidad que me parecería, en estos tiempos que corren, de una ingenuidad, ésta sí, ciertamente preocupante. Además yo no cuento con seguidores suficientes como para temer que las opiniones del que esto suscribe vayan a extenderse como la pólvora y desembocar en un desatinado escrache o en una pila de llamadas o cartas al director que colapsen la centralita del periódico o los ordenadores de la Sección ad hoc.
 

Porque el aludido y lo que voy a decir, lo voy a decir sobre él, sobre Martín Olmos, colaborador habitual de El Correo, el diario estrella de nuestra cornisa cantábrica, al que conozco desde hace años (compartimos en diferentes cursos muchos años en los Jesuitas de Bilbao, además de tener algún que otro buen amigo en común- y escribo esto para que nadie piense que existe alguna afrenta personal que dispare mis opiniones) acaba de ganar el Premio de Euskadi de Literatura en lengua castellana por su colección de crónicas negras reunidas en el libro Escrito sobre negro. Estos son los hechos, señor juez. Y a partir de aquí, lo que me ha hecho encender el ordenador y clicar el icono de Word.

Aunque, antes, a modo de prólogo apuntaría, para abrir boca, que no me parece muy afortunada que la elección del ganador de dicho Premio haya ido a parar a un libro que reúne 40 relatos seleccionados (me supongo) por el propio Martín entre los casi 200 que ya ha publicado en el periódico. Y es que (me supongo) el colaborador-periodista habría escrito sus crónicas con el loable propósito de verlas simplemente publicadas (condición imprescindible para optar al mencionado Premio), lo que no respondería sino al también muy loable (¡faltaría más!) propósito de ganarse un sueldo digno. Pero a lo que vamos. Y esto ya me mosquea. Porque honestamente pienso que del Premio deberían estar descartados, por una pura cuestión ética, todos aquellos libros que no hayan sido escritos expresa y exclusivamente para ser publicados.

Porque, ¿qué tal si el año que vienen, y por no salirme de El Correo y sus colaboradores, optan al Premio Roberto Moso con sus artículos escritos en euskera, u Óscar Cubillo con otra colección de sus amenas críticas a los conciertos musicales que podemos escuchar en la Villa y en sus alrededores, o el mismísimo, y siempre brillante, César Coca con una cuidada selección de sus artículos culturales? Sí claro yo no soy colaborador de nada y me siento como un desgraciado y apaleado escritor. Porque parece que al que ya tiene una taza, ¡toma!, otra taza. Y al que no tiene ninguna, pues nada, que siga así: volcándose sobre los labios la cafetera hirviendo para beberse el café. No, no creo que es justo. Es como premiar al ganador. Y estoy convencido de ello y dispuesto a discutirlo con quien tenga ganas. ¿O que se publiquen acaso algunas de las entradas de mi blog, las mejores de todas, y así aspirar un buen año al Premio de marras? Pero no. Lo que no me gusta en los demás, tampoco me gusta para mí.

Y reconozco que sobre todo lo que llevo escrito Martín no tiene culpa alguna. Si una Editorial se animó y le publicó su colección de crónicas negras, y si las bases de los Premios Euskadi la admiten como candidata al premio, y si un jurado elegido a tal efecto le adjudica (y creo que lo ha hecho, además, unánimemente) el Premio, sólo me queda tenderle la mano y felicitar sinceramente a Martín. Y alegrarme, sí, alegrarme por esos 18.000 euracos que engordarán su cuenta corriente, aparte de lo que El Correo ya le habrá ingresado por esas mismas 40 crónicas. ¡A ver si al final esto de escribir va a resultar un chollazo! ¡A ver si va a cumplirse aquel bonito sueño del gran Ramón Barea que en un hipotético, idílico y huxleyano mundo respondía al hijo que le anunciaba que quería ser actor, sí, me alegro de que, por fin, quieras sentar la cabeza.

Pero vuelvo a Martín. Y me alejo de los Cerros de Úbeda. Porque en todo esto hay una cosa verdaderamente preocupante. Y la ponía arriba, en la primera línea. Y no tiene un remedio sencillo. Y me habla del lamentable estado de nuestras cosas. Y es que pienso (lamentablemente) que Martín es un escritor que deja bastante que desear. En sus crónicas se recoge, perfectamente, y a mi modesto entender, aquello que alguna vez he dado en llamar, tal y como menciona otro escritor de cuyo nombre sigo sin acordarme (lo juro), el efecto sonajero.

¿Y en qué consiste este efecto sonajero?... Y nada que ver con el efecto mariposa o con cualquier otro efecto. Porque este efecto es, en realidad, un defecto muy gordo, casi una enfermedad para la que no siempre se encuentra tratamiento; un virus que afecta al escritor enamorado de su propia escritura, de su propio estilo; un sonajero que entretiene y fija la atención del niño pero que, al fin y al cabo, y por mucho que haga que el niño se calle y deje de berrear, no deja de ser un simple sonajero. Y Martín, a la crónica que El Correo le publicó y (me supongo) le pagó el domingo posterior a la entrega de los Premios Euskadi, tituló El rédito del héroe y empieza, Patrick Floyd Garret, que le dicen Juan el Largo, culmina la timba palmando y se le arisca la madre y se pone reñidor. Protesta el trago porque dice que aposenta zurrapa y lo ordena de vuelta y el mesero le pone otro colando el whisky con un tamiz. ¡Toma ya! Me imagino los ojos saltones de Martín brillando como dos monedas de oro y embebido en su ingenio y genialidad (sic).

Y no quisiera sacar yo a nadie, y menos a Martín que seguro que está tan a gusto recopilando tantos textos geniales, de ese gozoso estado en el que el efecto sonajero imbuye a los que lo practican. Los más afamados novelistas de nuestra posguerra son adalides de esta sonora forma de narrar. Y me meto con Cela (¿hay algún Premio Nóbel más sobrevalorado que el del vecino gallego de Padrón?), con Martín Santos y su mediocre Tiempo de silencio, con Delibes “el cazador” y con tantos otros que nos han puesto nuestras cabezas de estudiantes y de lectores como un enorme cesto con tantísimas muestras de indiscutible (¿?) erudición y talento para buscar las palabras más rebuscadas y juntarlas luego en una pirueta lingüística que haría las delicias de Pinito  del Oro.
 
Y eso no es todo, porque hasta aquí el efecto sonajero no sería sino una figura de estilo con sus detractores y defensores. Que para gustos no hay nada escrito. Pero, ¿qué es lo que ocurre con este efecto sonajero que sí debe ser puesto en cuarentena- ya dije que era una enfermedad? Porque detrás de su apabullante riqueza léxica descubro una fragante y dolorosa insuficiencia. Pues esa misma riqueza, en y con su soberbia semántica, se olvida del fondo de la cuestión. De los personajes. Y esto ya no es un leve resfriado. Esto es grave. Y precisa cama y reposo. Con el sonajero prima la forma. La forma es la única que campa (a sus anchas) entre las líneas de estas novelas, de estas crónicas sonajeras. Y cuando el fondo se esfuerza e intenta asoma su nariz al texto y pide educadamente permiso para participar de la fiesta narrativa, la Forma se pone mayúscula, le arrea un espléndido puntapié y cierra la puerta con un portazo. Y así Ella se queda sola. Pero no sólo es Ella quien se queda sola. El Autor también se ha quedado solo. También el que se cree tan mayúsculo y autosuficiente en su engreimiento como la Forma que surge de su talento, está solo. Y me pregunto, ¿dónde están el Fondo, los Personajes de carne y hueso y también con mayúsculas? Y sin duda que con estos Autores, con Martín Olmos por ejemplo, hay que buscarlos detrás de la puerta y del portazo porque la Forma (ese personal estilo de barroquismo, entre lo culto y lo lumpen que declaraba el Jurado para justificar el Premio a Martín- véase que el otro Martín, el Martín Santos del Tiempo de silencio no le andaba a la zaga: ¡¿¡tan poco habremos avanzado en tantos años?!) les ha dejado fuera, proscritos bajo sus barrocas pisadas entre lo culto y lo lumpen. O para que se me entienda, y volviendo a Martín, y en concreto, a El rédito del héroe que nos está sirviendo como ejemplo: Pat Floyd Garrett, que le dicen Juan el Largo, ha sido engullido por Martín Olmos, que le dicen Goma de Borrar. Por lo de su cabeza despejada, y que Martín me perdone por el chiste fácil, pero no lo he podido resistir. Las cañas corren de mi cuenta. Buen rollo.
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lunes, 5 de octubre de 2015

ANDRÉS MONTES & WALT WHITMAN: "SI LO INTENTAS ES MUY FÁCIL"


 
El 16 de octubre se cumplirán 6 años de la muerte, del comentarista deportivo Andrés Montes. Y ahora vamos a echarle más de menos. A recordar alguna de sus famosas muletillas de las que muchos periodistas siguen echando mano sin citar, desagradecidos, la fuente de la que proceden, como si les hubieran llovido del cielo. Los “jugones”, los “tiqui-taca” y etc. siguen estando en boca de muchos de estos locutores que no harían mal en reconocer y soltar, de vez en cuando, algún que otro recuerdo a la fuente original que no es el cielo precisamente, aunque Andrés seguro que les está vigilando desde allí.

Pero nosotros le recordamos en este sexto aniversario y le citamos al ruedo con una de sus más célebres frases. Aquélla que dice y canta (si nos acompaña el soniquete con que Andrés la pronunciaba): si lo intentas es muy fácil. Y como ando estos días liado con un empacho de Walt Whitman, con sus Hojas de hierba, y he llegado justo hoy a la bonita En este momento, anhelante y pensativo, el recuerdo de Andrés se me ha hecho presente por partida triple: por la fecha, por la muletilla y por el poema en cuestión. Y he juntado las tres veces. Y he pensado que si Andrés fue un gran cronista deportivo, con un estilo inconfundible e inimitable, un renovador en su faceta del lenguaje como pocos hay y ha habido, Walt Whitman no le queda a la zaga, un poeta de los que tampoco el mundo produce sino uno o dos en cada siglo. Como para que nosotros, humildes y mortales humanos de andar por casa en zapatillas, reparemos en ellos, en Andrés y en Walt, sin tantas dificultades. Porque si alguien me pregunta por estos renovadores, y querría saber a qué demonios me refiero con eso de la “grandeza” y de lo “inimitable” no se me ocurriría otro argumento que hacer hincapié en que la obra y legado de estos cronistas, poetas y también novelistas, músicos, pintores y escultores y arquitectos, y mucho más allá de su contrastada originalidad y calidad, construyen con su ingenio un universo sin precedentes donde cabe acomodar todas las cosas de este mundo. Porque más que personas, son modos de ser. Y Andrés es uno de esos, de los más inolvidables.

Como también les pasa a Faulkner, al Proust de En busca del tiempo perdido, a Miguel Ángel o Leonardo, al Beethoven de la 9ª Sinfonía o del 5º Concierto para piano, a Frank Gehry, a Picasso, a Kandinski, a Mahler y al Visconti de Rocco, al Tarkovski de Andrei Rublov o al Fellini de El Casanova, o al Lou Reed del Rock n´Roll Animal. Y cada uno en lo suyo. Y en su género. Y con su genialidad. Pero yo, aquí y ahora, me detendría y volvería a Whitman. Porque si lo intentas y consigues creer en aquello que el poeta americano nos escribe en el poema que he citado arriba y con el que termino más abajo, quizás cualquiera de nosotros pudiera aportar un minúsculo pero valiosísimo granito de arena para que la cordura, en estos tiempos de zozobras y calamidades, no siga empeñada en abandonar este planeta a los mandos de la más supersónica de las naves espaciales. Sí, Andrés. Tú nos lo enseñaste: es muy fácil. Y en este momento anhelante y pensativo, me ayuda. Y con el verso te recuerdo. Después de 6 añazos. ¡Sí, ya han pasado 6 desde que el “gran jugón” nos dejó aquella triste mañana del 16 de octubre con la sonrisa congelada en los labios!... ¡Cómo pasa el tiempo, joder! Por eso me doy prisa, y abro la página de Whitman y leo en voz alta…
 
En este momento anhelante y pensativo, sentado a solas

me parece que hay otros hombres, anhelantes y

pensativos;

me parece que puedo tender la mirada y verlos en Alemania,

Italia, Francia y España,

o lejos, muy lejos, en China, o en Rusia o Japón, hablando otros

dialectos;

y me parece que, si conociera a esos hombres, me sentiría tan

unido a ellos como a los de mi propia tierra.

Oh, sé que seríamos hermanos y amantes;

sé que sería feliz con ellos.

Y sigo pensando más que nunca en Andrés canturreando y sin dejar de animarnos con su muletilla, si lo intentas es muy fácil…. Por eso, ¿qué tal si nos ponemos manos a la obra, le hacemos caso y lo intentamos de verdad? Andrés nos lo agradecería. Seguro.
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