domingo, 27 de abril de 2014

VINCE CARTER, Y QUIÉN DA MÁS

Sinceramente pienso que la máxima expresión del deporte, el deporte en estado puro, al máximo nivel, tensión y concentración se da en los play-offs de la NBA. Y si me apretaran las clavijas para que diga más, añadiría, en los play-offs de la NBA en algunas de las eliminatorias de primera ronda cuando después de la (a menudo) rutinaria temporada regular los jugadores, por fin, compiten a cara perro, cuando ya no se permiten "coger prisioneros" y cada balón puede suponer un triunfo o una derrota que ya no tiene vuelta atrás.

Y para muestra un botón o el triple de Vince Carter en el último segundo del 3º partido de la eliminatoria entre los Mavericks de Dallas y los Spurs de San Antonio, que daba la segunda victoria in extemis a los primeros. Y a disfrutar, ¡coño!, que no todo es fútbol:

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martes, 22 de abril de 2014

CAÑETE, Y ELENA EN LA LUNA DE VALENCIA(NO)


Cañete, y Elena en la luna de Valencia(no)

No quisiera pecar de plomazo ni que alguien me acusara de ser como el viejo Paco Umbral que, en aquel memorable programa de televisión, clamaba a voz en grito, ¡yo he venido aquí para hablar de mi libro!, pero es en este caso mi libro, mi último libro sí, el que nos va a dar unas curiosas orientaciones que nos explican no ya lo que pasa sino lo que va a pasar en un futuro próximo.

Luego, animo a los buenos lectores a que se acerquen a una librería y compren o encarguen Divino Tesoro. Casi un ensayo contra la juventud, el libro que este menda escribió hace un `año y pico y podrán, entonces, arroparse en la túnica y con los saberes del mejor de los pitonisos y acertar, sin necesidad alguna de hacer ningún paripé, ni de aprender a volar en una escoba al modo del cargante Harry Potter  o de frotar zalameramente cualquier bolita en la que no se ve más que la cara de uno mismo achinando los ojos y mirando el cristal, con los pronósticos sobre las próximas Elecciones Europeas.

Lo cual me ha llegado a la cabeza desde el mismo momento en que el Partido Popular ha designado como candidato a las mencionadas elecciones al Parlamento de Bruselas al señor Arias Cañete, el único que garantiza una victoria segura, una victoria que se producirá, seguramente, por un margen mayor que el que la señora Valenciano (la otra candidata, la del Partido Socialista) pudiera imaginar en sus peores pesadillas. Porque Elena está en la luna de Valencia(no). Y nosotros estamos aquí para ayudarle, con nuestras tretas de escribientes, a bajar de tan decepcionante satélite.

Y sería éste un momento ideal  para sacar a relucir esa pataleta umbraliana de “pero yo he venido aquí a hablar de mi libro” y colocar mi sobado ejemplar de Divino Tesoro encima del atril y enredar entre sus páginas buscando esas referencias a los tiempos juveniles que nos están tocando (mal)vivir, a los tiempos ADSL, donde todo ocurre muy, muy deprisa, y donde a la solidez decimonónica le ha sucedido la liquidez más sangrienta y veinteañera (por lo del siglo XX, y XXI por extensión), fluida, escurridiza y puñetera (¿o no tenemos muchas veces la sensación, ¡maldita sea!, de que las cosas se nos escurren entre los dedos por mucho que queremos retenerlas?), donde los valores que más cotizan en el parqué bursátil de nuestros modus vivendi son aquellos adscritos a la juventud, como lo pueden ser la informalidad, la velocidad, la improvisación, la agilidad (física, y mental por supuesto), la insustancialidad sí, la frivolidad también y… ¡la belleza, claro que sí!

Y con esta última nos quedamos por ahora. Porque la belleza preconiza y exalta un mundo, un reino en concreto, el reino, el reinado de la imagen, de la apariencia, de aquello que parece-ser muy por encima de lo que es. Y entonces ya podríamos ir intuyendo adónde estamos pretendiendo ir a parar desde el principio de estas líneas, y con tan largo (¿demasiado? Lo siento) preámbulo, con las Elecciones Europeas, con la señora Valenciano y su luna, y con el señor Arias Cañete.

¿O nos ha enseñado ya Nicolás Maquiavelo que la política es el verdadero reino de las apariencias, donde importaría muchísimo más lo que parece que lo que es, que en el fondo, y me refiero a eso último, no le importaría a casi nadie porque casi nadie lo ve? O sea que, según esta teoría, y que en mi Divino Tesoro he tratado de explicar y de llegar hasta las últimas raíces o razones que la sustentan o motivan, la apariencia y la política son más que primos hermanos, hermanos de sangre que no remiten tanto a hermanos del mismo padre y madre sino a algo mucho más en serio: a esos pactos que tantas veces hemos visto sellares en las películas de gansters con un abrazo efusivo o un violento besazo en las mejillas, o en los westerns cuando el piel roja y el trampero de turno sellan su alianza marcándose las muñecas a cuchillo y juntando las carnes, después, con un movimiento en círculo que hace que la sangre se mezcle, se detenga y pegue una relación que ya será por siempre jamás, eterna. Sí, a estas hermandades aludo cuando de política y de imagen hablo. O cuando veo a Cañete en los pasillos del Congreso o perorando desde las tribunas del hemiciclo de los leones. Cuando la señora Valenciano también debería saber lo que va a pasar. Y, desgraciadamente, nos tememos que no tiene ni la menor idea. Por eso titulamos estas líneas con lo de la luna de Valencia(no). Pero para eso estaríamos nosotros. Para bajarle del guindo (y, ahora y sin que sirva de precedente, nada que ver con el otro ministro). Y se lo decimos que para eso nos hemos puesto ya el traje de Rappel, tenemos bajo el brazo el imprescindible, sí, Divino Tesoro y no cualquier vulgar libraco magia-borras.

Pero, ¿qué es lo que va a pasar? Pues que la señora Valenciano habrá deseado no haberse presentado jamás a estas dichosas Elecciones Europeas de 2014. Que a partir del 25 de mayo cualquiera que le menciona la palabra “Europa” recibirá por sus partes el mayor de los desplantes (y perdón por el pareado pero éste me gusta), cuando no un certero puntapié en la espinilla. Que de “Europa” ni hablar del peluquín. Y que de esta forma El rapto de Europa se habrá convertido para ella en su lienzo de cabecera; en ese cuadro que podrá pasarse años y años mirando y escrutando por si alguna de las claves de su debacle electoral estuviera pintada en algún rincón de la majestuosa pintura de Rembrandt..

Pero no Elena, no. Rembrandt te puede enseñar muchas cosas pero nada de lo que ahora te arruga (¡y cómo!) la almohada. Y te lo decimos con todo el cariño que los/las que no-se-enteran-de-casi-nada nos inspiran. Acércate a cualquier librería y compra o encarga Divino Tesoro. Casi un ensayo contra la juventud, de un tal Toni Garzón Abad, y sabrás el porqué de ese monumental tortazo electoral que, además, no tendría ninguna relación (¡y hete aquí lo más cachondo de tema!) con tu manera, o la de tu partido, de plantear la campaña, ni con tus actitudes como política. Porque el motivo, y lo suelto ya, es que tu contrincante con el que has osado, con un arrojo e imprudencia digna de mejor causa, enfrentarte no es, no ha sido Arias Cañete sino el mismísimo… ¡Papá Nöel o Santa Claus! Y eso Elena es casi pecado. ¡Ensañarse, discutir con la mismísima Navidad! Como el matar a un ruiseñor que apuntillaba el magnífico Gregory Peck, o el Aticus Finch de aquella preciosa película. Matar a un ruiseñor, o faltar o perorar contra Papá Nöel o Santa Claus. ¿O no te has dado “cuen” (que diría el gran Chiquito), Elena, que los rasgos de Cañete son, o mejor aún: parecen, la viva imagen de esos entrañables y sagrados personajes que cada año llenan los hogares de millones de niños con millones de regalos sin pedir nada a cambio? Por eso, por no enterarte, por no haber visto en el rostro de tu contrincante, las dulces y radiantes facciones de Papá Nöel o Santa Claus las urnas te han castigado.

Lo que, insisto, y no hace falta que continúes llorando, no te hubiera pasado si hubieras comprado mi Divino Tesoro porque lo hubieras entendido perfectamente, porque parecer Papá Nöel o Santa Claus, parecer una bondadosíma persona, parecer incapaz de causar cualquier mal a un semejante, parecer en definitiva Papá Nöel o Santa Claus es muchísimo más decisivo que serlo de verdad.  Y, quizás entonces, hubieras presentado la dimisión antes de que el primer europeo madrugador hubiera depositado su papeleta (con el nombre de Papá Nöel o Santa Claus o, perdón, Arias Cañete) en la urna correspondiente.

Aunque, aún así y con todo, justo es reconocer que no has tenido muy buena suerte, Elena. Porque de todas las imágenes que un candidato puede atribuirse o parecer ser, sin duda, que la de Papá Nöel o Santa Claus es de las más demoledoras e invencibles. Fíjate, Elena, que Papá Nöel o Santa son la viva imagen o apariencia de todo lo bueno que puede encontrarse en este mundo de marras, de la bondad por encima de todo, de la sinceridad, de los Buenos Hombres con súper mayúsculas. Y contra esto, ¿qué se podría haber hecho? Poco, o cruzarse de brazos, Elena. Y no gastar los zapatos con tantas idas y venidas, por ciudades y pueblos, ni secar la saliva con el más ingenioso y acertado de los mítines que se convertirá, ante la aparición de Cañete o Papá o Santa, en una auténtica ignominia, en una patética prédica en el desierto (del Sinaí, por ejemplo, ya que todo esto tiene un indudable trasfondo religioso).

Claro, Elena. Y todavía habría más. Y ya que estamos te lo soltaríamos todo. Y luego pediríamos disculpas si es preciso. Porque quédate con que la imagen o la apariencia del avieso Cañete (porque no dudamos que todo esto no responde a la casualidad sino a algún sesudo Gabinete de Imagen) no concuerda ni tan siquiera con la de Melchor o Gaspar (Baltasar es negro) o la de dos Reyes Magos que, al fin y al cabo, vendrían de demasiado lejos, del quinto pino y que, además, en la Europa del Norte (la que “¡cuen!”) no pintan mucho. Y the last but not the least, que el (a)parecer encarnado en un solo rey haría de él, de Cañete, un rey mago algo hippie, un rey mago por libre, a su aire, demasiado solo, demasiado menor, demasiado poco rey-y-mago, sin sus dos compañeros de viaje y de fatigas.

Claro, Elena, la jugarreta de Cañete o Papá Nöel o Santa Claus ha sido perfecta. Inmejorable. Ahora lo sabes. Papá Nöel o Santa Claus son quienes cumplen todos los años con los más deseos de todos los niños europeos. ¿Y qué son los votantes cuando deslizan sus votos en las urnas sino niños que, en el fondo, sueñan con que Papá Nöel o Santa Claus existan de verdad, que los sacos tanto de uno como del otro vengan hasta los topes repletos con los mejores regalos, con la llamada que les ofrece un trabajo, con los intereses hipotecarios que meten un bajón de aúpa, con la subida de las pensiones y la, merecida (porque, ¿quién no se habría portado como un santo?), bajada de impuestos? Tantas cosas y tantos deseos que no entrarían ni en cien cartas, pero que quizás sí lo hacen en una papeleta de voto que vendría a ser, entonces, como el resumen de lo que esas cien cartas contendrían.

Por eso, un último consejo, y éste iría para el señor Cañete. Arias, no malgastes tu tiempo recorriendo la piel de toro divulgando tus mensajes o tu programa electoral. No seas tan prosaico. Eres Papá Nöel o Santa Claus. Asume tu parecido y siéntate, como Dios manda, en el Sillón Real, en las puertas de cada uno de los Cortes Ingleses que hay en España, con un par de pajes a derecha e izquierda. Y no digas ni “mú”. Sólo deja que los votantes se acerquen a ti y te pidan sus deseos más confesables o inconfesables, y que tus pajes tomen nota de todo. Tú sólo mueve la cabeza, comprensivo. El votante se retirará con una “sonrisón” de oreja a oreja sabiendo que Papá Nöel o Santa Claus, o el candidato Arias Cañete hará todo lo humana y/o divinamente posible porque esos deseos se hagan realidad. Que por algo es Papá Nöel o SantaClaus o el candidato Arias Cañete.

Y a ti, Elena, ¿qué?, ¿qué podemos decirte? Pues que compres mi Divino Tesoro. Casi un ensayo contra la juventud. Porque así te enterarás de algunas cosas importantes. Y entre ellas, de porqué te has dado la castaña que te has dado en las Elecciones Europeas. Y, además, porque yo he venido aquí para hablar de mi libro.

 

 
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JAVI IBARRTEXE, RESQUIESCAT IN PACEM

Este artículo fue publicado en el diario Gara, el 21 de abril de 2014

SE FUE EL PRODUCTOR DE CINE JAVI IBARRETXE, UNO DE LOS NUESTROS

Hablé con él hace unos días. Por teléfono. Pero no me acuerdo hace cuántos días exactamente. Qué más da. El caso es que le encontré animado. Hasta excesivamente animado para lo que llevaba encima. Porque ya estaba tocado. Muy tocado. Pero Javi era así. Siempre positivo, nunca negativo, que diría aquel entrenador del Barcelona que se llama (sí, éste todavía se llama) Louis Van Gaal. Y me habló, entonces, de que estaba enfrascado, no, enfrascadísimo (porque Javi sólo entendía las cosas enfebrecidamente) con la filosofía hindú, con el Vendanta y todos esos lúcidos pensamientos que nos hablan de que la vida siempre lleva a la muerte consigo como un perrito al que arrastrara con una, más o menos larga o más o menos vistosa, correa. O que la vida y la muerte son como las dos caras de un mismo espejo. Que la una sin la otra son más falsas que una moneda de cuatro euros. Luego, en este sentido, tendremos que tomárnoslo con calma. Javi ha dado una vuelta y se nos ha marchado al otro lado del espejo y como a él le habría gustado hacerlo: con una sonrisa y, con una mosca detrás de la oreja o con esa innata curiosidad suya por saber qué coño es lo que (me) va a pasar a partir de ahora.

Pero nosotros, los que seguimos en este lado del espejo vamos a echarle de menos. Javi Ibarretxe se nos ha adelantado. El muy puñetero. Personas como él no abundan por estos lares y en estos tiempos. No les puede despachar así como así. Y sé que suena a frase hecha. A topicazo. A lo que se suele comentar en estas ocasiones. Pero en esta ocasión es cierto. Y ya sé que más de uno me dirá que esta réplica es también un topicazo. Pero qué le vamos a hacer. No pienso discutirlo ni volverme loco con una discusión que no va a llevarme a más sitio que a perder el tiempo. Así que lo repetiré, me quedaré tan ancho y continúo: no vamos a encontrarnos a personas como Javi Ibarretxe frecuentemente. Y eso las hace, sin duda, especiales. Y es que son diferentes. A veces creo que, en cierta manera, son unos solitarios. Pero de esos solitarios poblados, de los que nos habla Gilles Deleuze. Que vienen a ser todo lo contrario que esos marginales o freakis que tan de moda parecen estar hoy en día, y a los que tanto padecemos cuando encendemos la tv. Como una patada en los c… Pero es que éstos siempre serán solitarios a pelo. Cuentan sus andanzas que sólo a ellos interesan; sus grandes secretos (sic) que, en realidad, sólo invitan al bostezo más placentero y despreocupado. Porque el freaki estará siempre solo. Y está a gusto así. Nunca podrá estar con nadie más aparte de con él mismo, por supuesto. Incapaz de interactuar con otras personas, incapaz de hacer piña. Y en esa lamentable soledad acabará perdiéndose un día en el inmenso agujero negro donde ni estará el eco para contestar a su “¡socorro!”

Y si me meto con todo esto es porque Javi era, justo, justo, todo lo contrario. Un solitario poblado, le llamaba antes. Uno de esos (pocos) que teniendo su propia forma de ver y afrontar la vida o las películas, en su caso, no renuncia a encontrarse, a mezclarse con los demás para poder extraer de esa conjunción, de ese encuentro o encontronazo algo nuevo, algo que no será ya ni de él ni del otro con el chocó sino que será otra movida; una movie u otra película, por ejemplo. Y, por eso, se encontró con ¡Sabotaje!, su loca sátira sobre las guerras napoleónicas o con Un mundo casi perfecto, su ya última suspiro cinematográfico.

¡Claro que a Javi el cine le apasionaba! Cómo no iba a gustarle a él al que le gustaba disertar, enredar, subir, bajar, entrometerse, negociar, hablar, y todo con la innegociable condición de estar siempre para atrás y para adelante, y nunca sentado más que en una sala a oscuras donde se proyectara sobre una pantalla una película; y, si era de las suyas, mejor todavía. Y con sus hermanos hizo unas cuantas de ésas. Ellos, sí, que le echarán de menos. Un poco más. La hostia. Y desde aquí un súper abrazo a todos. A Santi, el músico. A Esteban, el director de la función. A Josemi, el escritor. Sí, alguien dijo de ellos una vez que eran como los Hermanos Marx del cine vasco. Así que hoy se nos ha muerto uno de ellos, uno de los Hermanos. Posiblemente ése que nunca se estaba quieto, el que se tomaba o se “fumaba” la vida a bocanadas, como un puro que, ¡maldita sea!, siempre termina consumiéndose.   

 
      
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