martes, 17 de mayo de 2016

26-J: LA SOBERANÍA POPULAR Y LA ABSTENCIÓN OBLIGADA

Dicen que la Campaña electoral ya ha comenzado. Por segunda vez en los últimos seis meses. Pero también dicen que la soberanía reside en el  pueblo. Y si esto segundo es así y nos lo creemos, deberíamos actuar en consecuencia sino la frase será agua de borrajas, otro de esos lugares comunes que todo el mundo cacarea y sobre los que nadie esté ni medianamente convencido. Luego mejor haríamos en olvidarnos de ello y apuntarnos a otra consigna, porque como bien decía Groucho Marx, soy hombre de principios pero si no le gustan éstos también tengo otros.

Aunque si realmente nos creemos que la soberanía reside en el pueblo, y que esta frase lejos de ser un camelo constituye la piedra angular sobre la que descansa nuestro Gobierno, deberíamos aplicarla concienzudamente y hasta sus últimas consecuencias. Pero, ¿cómo se come esto? Vayamos por partes.

Que la soberanía reside en el pueblo tendría su primera aplicación en el sistema electoral. Y así en España, por ejemplo, y ya que además es lo que nos toca más a mano, las Elecciones Generales, de donde salen los componentes de las dos principales Cámaras del país, el Congreso y el Senado, se realizan cada cuatro años y mediante ellas el pueblo ejerce su soberanía. Vota libremente y decide con su voto quién quiere que, durante los próximos cuatro años, le vaya a gobernar. Y esto es sagrado. Y sobre esto no creo que haya muchas voces discordantes. Estamos de acuerdo, ¿verdad?
 

Pero aunque a simple oído todos parecen decir que sí luego con las manos en la masa, con los pies sobre la tierra, bajados al terreno que dibuja la más cruda realidad, la “sagrada” afirmación no parece tenerlas todas consigo. Y por ahí nos empiezan a venir los problemas y los punzantes quebraderos de cabeza. Como por ejemplo, estas jaquecas o, más bien, lodos en los que andamos metidos desde la celebración de las últimas Elecciones Generales o, más en concreto, desde que el recuento de votos de tales Elecciones arrojó el resultado que arrojó, y que al decir de muchos concienzudos analistas hacen que el país sea, mal que nos pese, ingobernable y que, de esta forma, nos veamos abocados a una repetición electoral si es que queremos sacar nuestros zapatos de este paralizante lodazal.

Pero, ¿es cierto todo esto? En parte, sí. No lo voy a negar. Es indiscutible que los resultados y consecuencias de las Elecciones Generales de 2015 nos han llevado a carecer, por vez primera en nuestra historia reciente, de un gobierno en condiciones que nos gobierne, tal y como era nuestra pretensión allá por el mes de diciembre, la pretensión del pueblo soberano, no lo olvidemos. Y como consecuencia de ello se extiende y se enquista, como mal menor, la pretensión de repetir las elecciones.

Pero yo aquí levantaría la mano, me planto y me apeo del carro. Yo me niego a repetir nada. La repetición de las Elecciones sería asumir que el pueblo, que los ciudadanos nos hemos equivocado y que, entonces, los políticos amablemente (sic) nos conceden una segunda oportunidad. Y no, esa rueda de molino yo, por lo menos, no me la trago ni con bicarbonato.

Porque yo, el pueblo soberano, ya voté una vez. Y los resultados fueron los que el pueblo soberano y yo quisimos. Los recuerdo por si acaso, PP, 123 escaños; PSOE, 90; Podemos, 69 y C´s, 40; y podríamos seguir pero estos son los principales protagonistas y nada más lejos de mi intención que aburrir más de la cuenta a los ya de por sí sufridos lectores. Y que nadie nos venga con la monserga de que éstos son unos resultados imposibles de manejar, que la mayoría absoluta son 176 escaños, y que cómo coño se puede alcanzar semejante cantidad de escaños. A lo que yo, como representante del pueblo soberano que soy, y ni más ni menos cualificado que cualquier otro, me lavo las manos y digo ÉSE NO ES MI PROBLEMA.

Yo, y el pueblo soberano, ya votamos una vez. Lo repito. Y los resultados fueron los que fueron. Y ahora debéis ser vosotros, los políticos, los encargados de llevar nuestras soberanas conclusiones a la práctica, los encargados de arremangarse y ponerse manos a la obra para que estos resultados, no lo olvidemos, los sagrados resultados de la soberanía popular sean lo que deben ser: efectivos y reales.

Porque el país no es, ni mucho menos, ingobernable. Me niego a creerlo. Me niego a asumir que cuando introduje la papeleta en la urna aquella mañana del 2OD no estaba en mis cabales, que estaba equivocado, metiendo la pata hasta el zanco. Con eso no estoy dispuesto a transigir. Yo hice bien mi cometido y no metí el pie en ningún socavón.

Y como a terco no me gana casi nadie voy a demostrarlo. Con los resultados electorales del 20D, en la mano, el país claro que es gobernable. El PP como partido más votado debería formar gobierno. El pueblo soberano así lo dictaminó. Y también dictaminó que no lo hiciera en solitario porque para eso nuestra voluntad popular y soberana fue que no contara con una mayoría absoluta. Y por lo tanto que tuviera que buscarse la vida, que se acercara al segundo partido más votado, que por algo fue el segundo y se merece, por lo tanto, esa distinción, buscando los apoyos suficientes y necesarios para armar ese gobierno estable que cualquier ciudadano en sus cabales deseamos tener. Y así, PP (123)+PSOE (90) = 213 escaños: mayoría absoluta. Y asunto arreglado.

¿Fácil? Nadie ha dicho que lo sea. PERO ES LO QUE EL PUEBLO SOBERANO HA DECIDIDO CON SUS VOTOS. Luego si esta soberanía popular es cierta, y no un camelo, los políticos, como encargados de llevarla a buen puerto, deben hacer lo posible e imposible por conseguirlo, por conseguir la tan ansiada estabilidad gubernamental. Porque, repito, el pueblo es soberano. Y deberíamos reafirmarnos en nuestras posiciones: NOSOTROS HICIMOS BIEN NUESTRO TRABAJO, luego ahora haced vosotros bien el vuestro.
 

Pero dice Rajoy, con Sánchez no hay forma de ponerse de acuerdo. Y Sánchez dice,… más o menos lo mismo. Y lo intenta por otro lado. Pero también “agua”. Y de ahí todos quietos. Nadie se menea. Luego a repetir la consulta. Pues no. Yo no repito nada. Continúo negándome. Si Rajoy y Sánchez no se ponen de acuerdo, como fue nuestra voluntad el 20D, que se levanten de la mesa y que vengan otros dos. O por lo menos otro nuevo. Y si estos tampoco, que vengan otros dos. Y así hasta que se pongan de acuerdo. Porque me temo que, como ocurre en muchas ocasiones, las diferencias son diferencias más de índole personal que de cualquier otra cosa; cuestiones que atañen a los egos personales; de creerse el fideo más importante que la sopa. Y no. Y por eso mismo podemos estar seguros de poder hallar entre tantos afiliados dos representantes, uno del PP y otro del PSOE que acuerden y nos estabilicen el país. Y punto.

¿Ingobernable? ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de gobernar? De partidos, del PP y del PSOE, de sopas y nunca de fideos; estos serían, personas físicas e individuales. Que por aquí sí que vienen los problemas encadenados, las rencillas, el éste no me cae muy allá, el aquel estúpido, el usted no es decente (que es de donde me temo que empezó todo este maremagno, ¿se acuerdan ustedes?).

Y termino y para terminar propondría una historia. Quizás un exabrupto, una boutade, una exageración o una idiotez. Todo dependerá de quien haya llegado hasta aquí y lo lea. Y supongamos que después del 20D y con los mismos resultados que arrojaron entonces las urnas, Rajoy hubiese convocado a Sánchez para abrir las negociaciones y formar un gobierno estable. Supongamos también que, tras unos primeros y tensos tiras y aflojas, la comunicación entre ambos líderes hubiera ido tomando unos derroteros, más o menos, esperanzadores. Pero supongamos (Dios no lo quiera, obviamente, pero quizás sí, quizás sea ésta sea una “estúpida” historia) que, entre tanto, durante un desgraciado sábado por la noche, después de salir de una cenota con viejos amigos registradores, Rajoy, algo achispado, hubiera cogido imprudentemente el coche y en uno de los pasos de cebra del Paseo de la Castellana hubiera atropellado a la mujer de Pedro Sánchez que, en ese momento, caminaba en compañía de una amiga, ocasionándole, a cuenta del violento topetazo, un coma irreversible.

Entonces claro, las negociaciones entre Rajoy y Sánchez podrían entrar en un comprensible colapso. Y quizás se rompieran definitivamente. Los psicólogos habrían aconsejado, con atinado criterio, a Sánchez evitar la presencia de Rajoy, no volverle a ver ni tan siquiera de reojo.

Y, ¿qué pasa entonces?, ¿el país se habría hecho ingobernable por las comprensibles diferencias personales que habrían surgido entre los representantes de los dos partidos ganadores de las Elecciones? Y creo sinceramente que nadie contestaría que sí a semejante pregunta sino que, por comprensible incapacidad de uno o de los dos candidatos,  se acudiría a otro o a otros dos representantes de esos mismos partidos para que finalizaran las negociaciones que los primeros ya habrían comenzado a construir porque la soberanía reside en el pueblo. Y el pueblo ya habló. Y nos guste o no se le debe obedecer contra viento y marea, contra huracanes y tsunamis. Porque para eso es soberano. Y lo que deposita en las urnas es ley. Y la ley, muchas veces, es dura. Y para muchos, ingrata. Pero nos guste o no, les guste o no a los políticos, de momento así son las cosas. Y todos debemos ser consecuentes con ellas.

Por todo ello en estas nuevas elecciones abogo por la abstención o por la única alternativa que salvaría los muebles en las circunstancias en que nos encontramos: que los incompetentes políticos que no han sabido qué hacer con aquello que el pueblo soberano decidió en primera instancia, aquel ya lejano 20D, agachen las orejas, hagan mutis por el foro, nos ofrezcan su irrenunciable y feliz dimisión y que se dejen de nuevos pactos (Unidos Podemos) que no ocultan sino los mismos programas y las mismas caras de siempre. Y que después asomen otras, nuevas de verdad, que en las papeletas de las nuevas elecciones el pueblo soberano lea otros nombres. Pero, lo sé, quizás esto sea otra manera de pedir que del olmo broten deliciosas peras.
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domingo, 8 de mayo de 2016

OLAIZOLA, ¿EL GIGANTE SE TAMBALEA?

Aimar Olaizola no ganará este año el Manomanista. Ni tan siquiera jugará las semifinales. Y yo he esperado unos días a que el suelo se calme, a que pudiera seguir sosteniéndome sobre la maderas de mi casa. Porque aseguran que cuando un gigante, aunque éste mida 1,83 lo que no es mucho para un gigante, se tambalea, la tierra tiembla. Y lo he comprobado. Es cierto.

El pasado sábado 30 de abril el gigante Aimar Olaizola sufrió la que, posiblemente, haya sido su derrota más dolorosa en los casi 20 años que lleva batiéndose el cobre por todos los frontones de Euskadi y alrededores. Esa tarde el joven (aún no ha cumplido 20 años) pelotari de Arana, Iker Iribarría le apeó del Campeonato Manomanista derrotándole 22-14. Fue la suya una victoria incontestable. Y la derrota de Aimar, una derrota sin paliativos, una cruenta bofetada que no tuvo la más mínima réplica. El campeonísimo, ¿o cómo habría que llamar a un portentoso y gigantesco pelotari, uno de los más grandes, que atesora las txapelas del Manomanista de 2005, 2007, 2012 y 2013, del 41/2 de 2002, 2004, 2005, 2008, 2011, 2012 y 2013, y del Campeonato de Parejas de 2008, 2011 y 2016: ¡14 txapelas, en total!?, claudicó en el Labrit, sacudió sorprendido la cabeza, y después de felicitar al vencedor, se retiró tambaleándose (anímicamente, claro) al túnel de vestuarios.

Allí el gigante se sentaría en el banco, frente a las duchas, y repasaría, seguramente, el partido recién finalizado. Sí, había recibido una paliza en toda regla. Y no tanto por el resultado final (habría cosechado anteriormente resultados más abultados en contra) sino por las casi nulas posibilidades de triunfo que presentó a lo largo del encuentro. Y esto sí que le habrá cogido desprevenido. Porque si por algo se ha distinguido Aimar a lo largo de su carrera es por ese espíritu de “donde pongo el ojo pongo la bala”, tan arraigado al sobrenombre por el se conoce, el Becadero de Goizueta, por ese carácter de killer que le ha hecho ser un deportista tan singular como el “1”, admirado y temido, a partes iguales, en todos los frontones donde se ha presentado a jugar a mano. Y en los vestuarios del Labrit, mientras el killer no encontraba aún consuelo ni respuesta a lo que acababa de ocurrirle, la tierra empezó a moverse. Es lo que sucede cuando un gigante se tambalea. Aunque sólo mida un metro ochenta y tres.

Pero, ¿tan fuera de pronósticos ha sido lo ocurrido ese 30 de abril en Pamplona? Y quizás, si fuéramos cuidadosos con nuestras respuestas y repasáramos alguno de los últimos partidos de Aimar, pudiéramos deducir que lo que parecía imposible, no sólo, es posible sino que entra con todas las garantías “dentro de los pronósticos”.

A mí, y ya sé que es muy fácil escribirlo ahora, después de la hecatombe del 30 de abril, pero a mí, decía, la mosca ya me empezó a zumbar los oídos el 4 de mayo de 2014. Hace 2 años. Aquel día se jugaba en el Frontón Bizkaia la Final del Campeonato de Parejas, Olaizola y Aretxabaleta contra Irujo y Barriola. Resultado final, 22-13 a favor de Irujo pero lo que más llamó mi atención fue la desidia que mostró Aimar durante el partido, como si su irrenunciable espíritu de killer se hubiera tomado unas inesperadas vacaciones. Pero como el mejor escribano hace un borrón y todos somos humanos pensé que a un mal día cualquiera tiene derecho.

Pero en Donosti, apenas un mes después, Retejí Bi le eliminó del Manomanista 2014 con un contundente 22-11. E Irujo le ganaba la Final del 41/2 en Bilbao, el 14 de diciembre, por un más que ajustado 22-17. Pero el killer seguía de vacaciones. Y las yugulares de sus víctimas, sanas y salvas.

Y el 2015 no empezó con mejores augurios para el bueno de Aimar. El Campeonato de Parejas lo disputa con Beroiz y ¡no pasan de la liguilla de cuartos de final! El emergente Urrutikpetxea le gana la final del Manomaniista en Bilbao, 22-17 y en el 41/2 vuelve a perder contra Irujo, el 15 de noviembre de 2015, 22-6. Otro severo correctivo.

Y, por fin, 2016. Aimar gana con Urrutikoetxea el Campeonato de Parejas derrotando a Rezusta e Irujo, que tuvo que retirarse por lesión en uno de sus dedos, cuando el marcador les favorecía 16-10. Todo parece haber vuelto a su sitio. Aimar , en lo más alto del podio y con la txapela sobre su cabeza. Ha disputado un campeonato más que solvente y se dispone, con la 14ª txapela en el zurrón y con la moral recuperada, a afrontar el Manomanista. Mientras nadie parece querer reparar en el papel que Urrutikoetxea ha jugado en la consecución del Campeonato. Cierto es que ha disputado el Parejas ocupando los cuadros largos del frontón pero el gerriko colorado que distingue al vigente Campeón del Manomanista parece que le da alas. Juega y se mueve por el frontón como los ángeles. Maneja los ritmos del partido a su antojo. Sabe acortar el frontón situándose al borde del cuadro 4 y enseñar toda suerte de sotamanos, aires y boleas que imprimen a los tantos una velocidad endiablada. De esta forma, sin duda, es más fácil jugar y… rematar. Seguro que Aimar lo sabe.

Y por eso el 30 de abril de 2016, cuando debuta en la edición del Manomanista de este año, ¡jugando él solo!, sabe que la prueba va a ser de fuego. Frente a él Iribarría, que viene de sacar, literalmente, a pelotazos al otrora prometedor Juanarena, ¡22-2! Y el killer no está acompañado. Tiene 36 años (hace 37 en noviembre). A lo largo de su carrera ha pasado a muchos jóvenes por su rodillo particular. Pero ahora lleva tiempo, sí, desde aquel 4 de mayo de 2014, según mis cuentas, moviéndose en la cuerda floja. Puede que lo que pasó el sábado 30 de abril no se lo esperaba nadie, ¿o sÍ lo esperábamos, aunque nos dolía dar crédito a nuestras sospechas? Y, como algunas películas del no tan Far West deberían habernos enseñado siempre llega por el fondo de la calle algún joven pistolero más rápido que el gigante, aún con su metro ochenta y tres, pero cansado killer, que aguarda confiado en su despacho bajo sus bien ganadas y gloriosas 14 txapelas…

Y la pregunta se impone. ¿qué hará ahora el gigante después de que la tierra haya temblado también bajo sus pies?

 

      

 
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miércoles, 4 de mayo de 2016

LOS WARRIORS, A SIMPLE VISTA

El 73-9 de los Warriors en esta Temporada Regular 2015/2016 de la NBA nos ha tocado la fibra. Ahí es nada derrocar el récord de 72-10 que tenían los Bulls de Jordan y que muchos creíamos que sería un registro que perduraría ad infinitum. Pues ad infinitum han sido apenas 20 años porque en el Olimpo del Baloncesto ha hecho acto de presencia otro equipo, de la Bahía de San Francisco para más señas, que se autoproclaman guerreros o warriors en la jerga de Shakespeare (¡salud por su 4º Centenario!); un equipo especial, de esos que surgen cada cierto tiempo, un número de años indeterminado, y a los que se reconoce a simple vista.

Su serie contra los Blazers de Lillard empezó el domingo. ¿Notarán estos guerreros la  baja de Curry? Me temo que no y la verdad es que tampoco me importa demasiado. Porque ganen o pierdan las semifinales, para mí serán siempre uno de esos equipos especiales, uno de esos equipos que se forman cada muchos años. Y sin que nadie acierte a decir cómo ni porqué. Pero a los que siempre se les reconoce a simple vista.
 

Y si para muestra vale un botón me remonto al 3º cuarto del 4º partido de su serie contra los Rockets. No faltaba ni un segundo para el descanso, el marcador estaba empatado, creo que a 59, y Curry sufre un desafortunado resbalón. Resultado: esguince de rodilla y baja para la segunda parte y para unos cuantos partidos más si los Warriors superaban la eliminatoria contra Houston, cosa que en ese momento estaba por ver.

Y con estos antecedentes se inició el 3º cuarto, y los Warriors sin su estrella le endosaron ¡41 puntos! a los Rockets y el partido finiquitado. ¿Fue aquello un homenaje que los guerreros brindaron a su jefe maltrecho?, ¿fue un puñetazo en el parqué del Toyota Center, un grito de rabia, “un aquí estamos aunque nos falte él”? Fue un espectáculo increíble. Movían el balón a una velocidad de vértigo. Los triples llovían desde todas partes. Y todos contribuían al espectáculo. A los Rockets sólo les faltaba sacar sus cámaras fotográficas e inmortalizar la paliza.

 
Al final de esos mágicos 12 minutos, 41-20. Y aunque faltara el último cuarto la eliminatoria ya estaba 3-1. sólo me hizo falta verlos jugar durante esos 12 minutos para darme cuenta de que, lleguen o no lleguen, ganen o pierdan las finales de este año, son estoa Warriors un equipo especial, un equipo para la Historia, incluso al margen de su 73-9, un equipo, que yo recuerde, a la altura de unos pocos, de los Lakers de Magic o los Celtics de Bird, o los Pistons de Dumars, Thomas o del “gusano”, o los Bulls de Jordan y por encima (y que me perdonen sus aficionados) de aquellos Rockets de Olajuwon o de los Lakers de Kobe y Shaquille o de los Heat de LeBron o, incluso, de los Spurs de Duncan, Ginobilli y Cía. Éstos fueron muy buenos equipos; seguramente excelentes, pero nunca “especiales” como lo fueron los otros y como lo son estos Warriors.
 
Y basta con verlos jugar. No es necesario haber estudiado, ni ser experto en defensas al hombre o en zonas 2-3. No es necesario recurrir a pizarras ni a ningún otro tipo de jama-cocos. Basta con verlos jugar. A simple vista. Sólo con eso nos damos cuenta de lo fácil que para ellos resulta hacer posible lo que para muchos es imposible.
 
¡Alucinantes y divinos!
 
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