sábado, 26 de marzo de 2022

LAS MARGARITAS Y EL LOCTITE: SOBRE EL CINE CLÁSICO

El otro día vi y disfruté con Las margaritas (1966), de Vera Chitilova. Comparado con el adocenado e inofensivo cine con el que “disfrutamos” hoy en día esta película checa me parece diferente, valiente y a por todas. No me extraña, según me contaron, que su directora estuviera castigada sin ponerse detrás de una cámara durante un par de lustros o que la Unión Soviética invadiera Checoslovaquia dos años más tarde.

Cierto que las cosas no pintaban bien para los soviets. Tras la muerte de Stalin, el grito de asfixia de Hungría, y los JJOO de Melbourne (1956) donde rusos y húngaros se pegaron en la piscina durante el más sangriento partido de waterpolo que se haya celebrado nunca. Intentar para ello ver el impresionante docu Freedom´s Fury. No tiene desperdicio. O el cine sin concesiones de Jancsó. Muy cerquita estuvo la Escuela de Cine de Lodz y Polanski, y sus locos y primerizos cortometrajes, y El cuchillo sobre el agua, y lo que vino después o el impresionante influjo que ejerció, y que aún hoy en día ejerce, el fantástico cine de animación de Zbyniewski o del más clásico, pero no menor, Jiri Trinka.

¡Sí, el Este de Europa era un hervidero de talentos y de ganas de levantar el dedo y decir, ¡aquí estamos nosotros después de tanto tiempo de ostracismo!  Y posiblemente algunos pensaron que, tras la muerte de Stalin, aquello se había salido de madre. Luego no debería extrañarnos  que las tanquetas rusas salieran a dar, cada cierto tiempo, una vueltilla para intentar re-colocar las cosas en su sitio; es decir, sobre los mullidos bigotes del añorado (sic)  Stalin. Ya dejamos anotado que Checoslovaquia no se libró de esos poblados y peligrosos bigotes.

Pero es que con Las margaritas hasta el cine clásico saltaba en pedazos. Viéndola soñaba con cierto aroma al cine de Kubrick (cfr,- el lujoso comedor que las dos rebeldes hermanas destrozan), al aire fresco de las gamberradas de Richard Lester con los Beatles, ¡a Pippy Calzarlargas!, con la que, incluso, alguna de las protagonistas guardaba un indudable parecido, como me sugirió un atento espectador. Sí, todo aquello de planteamiento-nudo-desenlace, a la basura. Y a cerrar la bolsa.

Sólo que no todo puede ser.  Porque dentro de la narrativa clásica se incluye la duración de la película. El esquema planteamiento-nudo-desenlace marca unos tiempos. Y los espectadores, advertidos, sabemos por donde andamos. Si por el principio, si por la mitad, o si la película está terminando porque esto que estamos viendo me huele que forma parte del desenlace.

Pero si la narrativa clásica descansa en el fondo del retrete, ¿adónde podemos los espectadores sujetarnos? ¿Cuál es el planteamiento?, ¿cuál es el nudo?, ¿cuál es el desenlace?; en definitiva, ¿cuándo termina esto? Porque Las margaritas, por ejemplo, apenas dura 75 minutos, pero ¿por qué no dura dos horas o tres o quince minutos? Posiblemente con el cine, y con el arte no narrativo, haya que dejarse llevar, apagar los móviles más que nunca y olvidarnos del reloj. Como si estuviéramos de vacaciones. Porque, quizás, sea éste en el fondo el objetivo del arte no narrativo. Romper con las obligaciones, con las reglas, hacerlas desaparecer, para así poder movernos a nuestras anchas, para así poder visionar Las margaritas y si estamos cansados o con “mono”, salir del cine y echarnos un cigarrito, y volver a entrar (si es que entramos) cuando nos apetezca. Nada demasiado trascendental nos habremos perdido entre calada y calada.

Sólo que yo sigo pegado al arte clásico. Con Loctite. Han sido muchos años de adocenamiento. Necesito saber cuándo esto que estoy viendo / escuchando va a terminar. Necesito la cuenta atrás que Fritz Lang inventó en La mujer en la luna, allá por el año 28. Porque si esperamos el lanzamiento del cohete contando 1, 2,3, 4, 5, 6… nos podemos eternizar: ¿cuándo acaba este rollo? Pero con 5, 4, 3, 2, 1, 0, todo está más claro. Ya sé por dónde ando. Más tranquilo. Y con el arte y el cine no narrativo, y con Las margaritas, más despistado y perdido. Aunque también lo sé: ése es tu problema, que me diría la buena de Chitilova. O sea que, si no me despego, peor para mí.
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miércoles, 23 de marzo de 2022

ELFMAN & SAINT-SAËNS & MORRICONE: MÁS PARECIDOS RAZONABLES


¿Estoy volviéndome loco con esto de los “parecidos razonables” o no rezuma el famoso tema principal de Eduardo Manostijeras, compuesto por Danny Elfman, evidentes similitudes con la 7ª pieza, o el Animal´s Carnaval Aquarium, dicho sea en inglés, del espléndido El carnaval de los animales, dicho sea en castellano castizo, creado por el músico francés Camille Saint-Saëns en ¡1886!?

Y prestemos atención ya que el tan celebrado Danny Elfman no es la primera vez que aparece en esta sección de parecidos razonables (ver la entrada en este mismo blog del 9 de noviembre de 2015, Danny Elfman y Berlioz, parecidos razonables; sí, Berlioz, otro músico francés del XIX).

¡Pero no pasa nada! Tan solo reconocer cómo la cultura musical del sr. Elfman le ha servido para subirse a uno de los más altos escalafones en este noble arte de componer bandas sonoras para el cine. Y que además cunda su ejemplo, porque insisto, reconocer las semejanzas entre dos excelentes creaciones no resta un ápice de talento ni de mérito a aquel que “copia”; en este caso, el músico estadounidense sino al contrario: pienso que es una de las más saludables muestras de cómo acumular sabiduría (musical, aquí y ahora) para después aplicarla felizmente cuando la ocasión se presente. Y en esto los norteamericanos (también lo he comentado en este mismo blog alguna vez), cineastas, músicos, pintores, etc. son maestros indiscutibles y envidiables. Seguro que Tim Burton está de acuerdo y daría a Elfman, después de escuchar su partitura, la más cálida y emocionante enhorabuena.

Pero, como siempre, vosotros diréis.

Eduardo Manostijeras
 

 Animal´s Carnaval Aquarium
 
 
 PS,- Y algún otro día hablaré de Donald Trump y de Pedro Sánchez. Y más en serio, de Leonard (Cohen) y de Perico (Fernández). Lo prometo. QEPD.

PS(2),- Y en el colmo de los colmos el otro día escuché la música de los créditos iniciales de Días del cielo, la segunda película que Terence Malick dirigió, y cuya lamentable banda sonora firma el repetitivo, cargante y, por lo visto, vaguete Morricone que para esos créditos iniciales no se come ni un poquitín el tarro y recurre sin cortarse ni un pelo al mismo Aquarium de Saint-Säens, sin venir a cuento y solo porque "hace bonito": ¡jetas tendremos toda la vida! Luego se quejaba de que no le dieran el Oscar.




   
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jueves, 10 de marzo de 2022

UCRANIA, MON AMOUR

 Si sobre Ucrania no he escrito nada todavía en este blog, como algunos colegas me reclaman (y no sin razón), es porque primeramente la guerra me pilla lejos, a pesar del “bombardeo” selectivo, constante  y pacífico que sufrimos nosotros los espectadores a través de los medios de comunicación, y seguidamente porque tengo la impresión de que se nos oculta algo. Y de que este “algo” irá asomando su rostro poco a poco, haciendo, entonces sí, que nuestras opiniones tengan mayores visos de seriedad.

Porque si no hay “algo” la cosa es  fácil de explicar, que no de entender. Uno de esos rusos “echaos pa´lante”, de los que hay mogollón (la rasca que pega por esos lares no te permite tomarte las cosas a la ligera y menos aún tumbarte la bartola después de comer), pero este del que voy a hablar, éste en concreto,, Vladimir Putin casi venerado/temido en toda Rusia y con los mecanismos del poder y de la destrucción nuclear en la punta de sus dedos parece haberse pasado, esta vez, de la raya e invadido Ucrania apelando a la razón y al tamaño de sus huevos.

Esto es lo que hay. Y sobre esto, ¿qué puedo decir? Pues que estoy en contra, por supuesto, y a favor de que Putin sea destituido antes hoy que mañana si es que, resuelto este conflicto con Ucrania, no quisiéramos vernos envueltos en otro nuevo próximamente, como leíamos en los cartones finales que anunciaban el estreno de alguna gran película. Pero Ucrania no es ningún decorado ni esto, aunque lo veamos por la tele,  no es tampoco una película, por mucho que Putin sí que parezca haberse dado una vuelta  por el Actor´s Studio.

Y aparte de esto, poquito más. Carguemos nuestras bocas con los insultos más sonados que pudieran ocurrírsenos, caguémonos en Rusia a 10 grados bajo cero o mejor que esto: movamos el culo, cojamos el coche y acerquémonos hasta la frontera de Ucrania con Polonia. Lo digo por ejemplo y porque allí nos consta que están llegando oleadas de refugiados con poco más que lo puesto. Hablemos con ellos, démosles un cafecito y unas galletas y mantas limpias y, todavía mejor, invitemos a 3 o 4 de ellos a subirse al coche y a hacer el viaje de vuelta con nosotros, charlando para hacerlo más entretenido y llevadero, y porque además estos ucranianos hablan el español como si de sobrinos de Lope de Vega se trataran; esto y lo del hombre ese con 71 años que harto de estarse en casa vegetando y aburrido, enganchó un arma y salió a la calle para juntarse con los rebeldes y luchar contra cualquier ruso que se le pusiera por delante es, sin duda, lo que hasta ahora más me ha llamado la atención de este conflicto. Como veis bastante normalito y hasta pelín frívolo, lo reconozco.

¡Pero ésas sí que son pelotas, y no las de tenis, ni las de Putin! Las pelotas de esos partisanos de Leonard Cohen o de esos imprescindibles de los que nos hablaba Bertolt Brecht cuando decía aquello que nunca deberíamos olvidar,

Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.

Pero hay quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

Y que, añado yo de rebotillo, siempre aparecen cuando uno menos se lo espera. Porque el ser humano es impredecible. Para lo bueno… y lo malo, ésa es la puñeta. 
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