martes, 24 de marzo de 2020

COVID-19: RECETA PARA SALIR AIROSOS DE UNA PANDEMIA


Después de dos semanas de encierro (y no precisamente de San Fermín), y a punto de empezar los segundos 15, ya vale. Así que echemos en un vaso un poco de eso que podríamos llamar “creernos los mejores”. Loquillo ya nos dijo que lo fuimos, y no tenemos porqué pensar que no seguimos siéndolo. Luego al vaso Cuando fuimos los mejores.
 
 
Después escanciar en él algunas migajas de “creernos los más valientes”; herederos directos de Curzio, aquel romano al que durante los primeros años de la República le pidieron que se precipitara en el enorme abismo que se había abierto en el centro del Foro, ya que el oráculo había declarado que para que éste se cerrara sería necesario tirar en él aquello que tuvieran de más valor. Cuando Curzio se arrojó al abismo, el abismo se cerró detrás de él. O sea Curzio y revolver.
 

Y, por último, creer que venceremos: Nessum Dorma, Puccini. Y volver a revolver, y todo pa´dentro, de un buen trago.
 
 
Y ya veréis cómo vencemos a esta jodida pandemia; y a todo lo que se nos ponga por delante. ¡Promesa de Loquillo, de Curzio, de Pavarotti, y de un blogero-confinado!
Leer más...

jueves, 19 de marzo de 2020

COVID-19: REPARTAMOS EL BOTÍN

Si por algo se caracteriza este sistema capitalistas en el que andamos tan imbuidos es por haber desarrollado un increíble, el cual me sigue anonadando, mecanismo para generar riqueza, ya que no solamente se forra cuando las circunstancias son favorables para el ser humano sino, incluso, cuando le resultan más desfavorables. Y esto que me resulta tan increíble creo que, al mismo tiempo, serán el pistolero que acabe con su vida y el sepulturero que cave su tumba y allane, después, la tierra, como si aquí no hubiera pasado nadie ni nada.

Pero mientras esto sucede en un futuro más o menos remoto y, por si alguien albergara dudas sobre lo que acabo de escribir, le citaría un par de ejemplos de esos negocios más perniciosos para la humanidad pero más lucrativos para las arcas del mencionado sistema; estos serían, las guerras y las drogas. Sí, porque a cuantas más personas infecten y maten, más bolsillos se inflarán con los suculentos (y no declarados, por supuesto) beneficios que de ellos se extraerán.

Por eso ahora que, desgraciadamente, andamos revueltos con uno de esos perniciosos negocios para la humanidad, como es este Covid-19, que no nos tiemble el pulso a la hora de buscar (porque los hay) no ya culpables sino empresas, corporaciones e individuos que, sin hacer nada constitutivo de delito, van a enriquecerse y multiplicar por 19 (por elegir un número al azar) sus cuentas de resultados.
 
Porque a todos nos puede venir a la cabeza que si nos encerramos y nos mantenemos en casa, obedeciendo las oportunas recomendaciones de los mandamases, las empresas relacionadas con el “funcionamiento” de los hogares van a estar frotándose las manos como el tío Gilito. Y me estaría refiriendo, por el evidente incremento de su consumo "casero", y pesar de la caída en los sectores industriales, a la luz (cfr,- Iberdrola), al agua y a la basura (cfr,- Ayuntamientos varios), al gas (cfr,- Naturgas), a la comida, envases, a las empresas de envasado, a los cientos de canales existentes de televisión en abierto (cfr,- TVE) y cerrado: plataformas digitales (cfr,- HBO), farmacéuticas, farmacias, skypes a tutiplén, empresas de fabricación de mascarillas, de colchones y somieres, de telefonía (todo pitxitxi comunica), y esto sin contar con los laboratorios y empresas coaligadas que descubran la vacuna milagrosa,... Y no continuo por no aburrir al personal.

Pero os aseguro que todas estas empresas y muchas más que, por los caracteres de sus negocios y los productos que fabrican o suministran a la población, van a ver durante estos funestos días incrementados sus volúmenes de facturación y, por consiguiente (a nada que los sepan manejar e invertir), sus curvas de beneficio irán hacia arriba.
 
Por eso propongo, desde aquí, que ya que desde los gobiernos se apela a la solidaridad, a quedarnos TODOS en casa para evitar innecesarios contagios y la propagación del dichoso Covid-19, se apele también a TODAS esas empresas que van a lucrarse, más de la cuenta, a que repartan el botín y efectúen un pago al Estado (en el que estamos TODOS) en concepto, digamos de Beneficios por Covid-19, de un razonable porcentaje de esos beneficios imprevistos; que, más tarde, el susodicho Estado lo podrá repartir entre TODAS aquellas empresas que no han resultado tan afortunadas ante la aparición del virus, y entre TODAS aquellas personas para las que Covid-19 ha sido algo más, o, mucho más que un extraño nombre asociado a un número y con vagas reminiscencias a la mascota que Mariscal creó para los JJOO de Barcelona 92 (curioso que las jóvenes redes sociales no hayan hecho en sus gracietas alusión a este "parecido razonable"; sin duda que su memoria es todavía de muy juvenil y corto recorrido).

Pero mientras tanto nosotros, a lo nuestro: solidarios, sí; pero solidarios TODOS y con TODO, sin que nadie se vaya de rositas y con la cartera bien forrada por la desgracia.



Leer más...

domingo, 15 de marzo de 2020

COVID-19: NO ME HAGAN CORRILLOS, SEÑORES


A ver si al final, después de tantos cachondeos, ellos tenían razón. Porque ellos son aquellos hombres con sotana que dirigían el colegio y que se paseaban vigilantes, con las manos entrelazadas en la espalda, por el patio de recreo mientras nosotros, la chavalería más o menos educada, más o menos gamberra, disfrutábamos entre clase y clase de media horita para estirar las piernas y dar alguna que otra patada al balón de turno.

Porque se trataba de eso: de chutar lo que fuera, de estar ocupados y no de brazos cruzados haciendo corrillos. Sí, eso no. O mejor dicho, eso nunca. Así que en cuanto tres o cuatro rebeldes nos juntábamos en una esquina para, apenas, charlar surgía la autoritaria voz del alzacuello de la sotana, no me hagan corrillos, señores, y el grupito en cuestión, los tres o cuatro o cinco a despedigarse al momento, a aislarse en una unidad, o en una pareja a lo sumo, que no molestara a esos señores del crucifijo.

Aunque yo siempre me preguntaba, y lo he seguido haciendo durante bastantes años, ¿qué podía molestar que unos inocentes amiguetes estuvieran charlando durante los recreos en lugar de estar pegando balonazos a una pelota que, además, nada les había hecho?

Y durante esos días, es curioso, durante estos días del Covi-19 me parece haber hallado, por fin, sino la respuesta (ésta me la venía oliendo desde ya algún tiempo), sí la confirmación de la mencionada respuesta. El problema, la molestia, ¡el peligro! Eran los corrillos; los corrillos en sí. O sea, el número de personas que se juntaban. Porque si uno andaba solo por el patio, se le dejaba en paz. O a lo sumo se le preguntaba después si le ocurría algo, pero con tanto interés por posterior respuesta como por el clima que hace en Laponia durante el mes de febrero. Y si eran dos los que pateaban juntos el patio, a respirar tranquilos. Serían dos buenos amigos. (Aún no se conocían, o se preferían desconocer, las virtudes del mariconeo). Ya con tres, los problemas empezaban a aparecer. Y con cuatro, crecían. ¡Y no digamos con cinco! Porque durante una dictadura (y Franco, durante 40 años, fue un dictador con todas las de la ley, aunque sin la ley principal que es la que dictamos todos nosotros con nuestros pareceres) los corrrillos suponían, o se quería creer que suponían, una amenaza. Cuatro o cinco hablando juntos sólo podían estar tramando algo. Y algo malo, por supuesto. Algo que suponía, o podría suponer a buen seguro, una amenaza para todo el  resto de cabezas bien pensantes, las que asomaban por encima de los alzacuellos y las otras que pudiera haber.

Así que a disolver los corrillos. ¡Piratas avizor! A hacer que esos 5 (apelotonados) se conviertan, por arte del grito, en 1, 1, 1, 1 y 1 (separados, aislados). Y así que ahora vuelvo a recordar esos tiempos de los recreos, de los curas y de los corrillos. Cuando escucho esas advertencias de las Autoridades (sin alzacuellos) porque evitemos juntarnos, ¡evitemos los corrillos!, y nos quedemos solitos en casa; o en cualquier sitio, ¡pero solos! Nada de cines, discotecas, bares, ni museos, ni nada que pueda suponer la formación de esos corrillos. Así que, después de todo, quizás aquellos jesuitas tuvieran razón, y en los corrillos que se formaban espontáneamente durante las horas del recreo en los patios estuviese la raíz de los problemas, la raíz de la rápida difusión y contagio de este maldito Covid-19 que ahora nos está tocando padecer.
 
Y posiblemente alguno de aquellos curas, con las manos aún entrelazadas en su espalda y haciendo girar todavía sus pulgares en característico molinillo, pueda pensar en todo esto y esboce, entonces, una sardónica sonrisita. ¿Veis cómo teníamos razón?, podría preguntarnos todo arrogante… Pero sin reparar en que el tiro les ha salido por la culata y que los lugares de culto, y las Iglesias de todo el país también han echado la persiana durante estos días. Porque sin que la gente pueda juntarse, sin que puedan hacer corrillos, el Planeta entero bien que puede permanecer cerrado a cal y canto. Para satisfacción de los Franco de turno que tan bien parecen pasárselo viendo sólo su careto en un espejo.
Leer más...

viernes, 13 de marzo de 2020

COVID-19: SOBRE QUEDARSE EN CASA

La mayor parte de los problemas del ser human provienen de no saber quedarse en casa
(Solía escribir el columnista Manuel Alcántara)

No quiero hablar del Coronavirus de marras, que bastante turre nos está dando y, desgraciadamente, más que nos puede dar. ¿O si quiero hablar, y mucho? Porque, por ejemplo, sobre el reciente consejo de las autoridades sanitarias y políticas de meternos y no salir de casa salvo para hacer las cosas que obligadamente tengamos que hacer, sí que me gustaría poner unos puntitos sobre las “íes”; sobre todo para aquellos/as que entienden que eso supone el mayor castigo que uno/a puede recibir: ¡no salir de casa!, ¡Dios mío, menudo coñazo! Porque entonces aparecería yo, y ¡ta-tachan!, les hablaría que también, bien quietecitos y en casa, te puedes dedicar a muchas tareas útiles y en las que, a menudo, ni hemos reparado.

Por eso, digo yo, me ha venido a la cabeza el caso de mi admirado Robert Louis Stevenson, hombre enfermizo donde los haya habido, y al que el maltrecho estado de sus pulmones,  que acabaría con su vida a los 43 años, obligó a pasar gran parte de su infancia postrado en la cama.

Pero eso, y es “eso” sí lo que me interesa, lejos de amilanarle o deprimirle le sirvió, sin duda, para formarse como hombre y como escritor, para desarrollar una finísima y particular sensibilidad hacia todas las cosas y seres que pueblan esta Vida, ahora con mayúsculas, y que plasmaría en muchas novelas, ensayos y relatos imperecederos, y en algunos poemas, como éste que aquí os dejo y que, cada vez, que lo releo me es imposible evitar que un nudo me atasque la garganta.

Así que si hay que quedarse en casa, en casa  nos quedaremos. Pero sin perder el tiempo, no, que a esto ni las autoridades políticas ni sanitarias ni nadie en este vírico mundo nos puede obligar.

Los horizontes de mi colcha
 en traducción de Txaro Santoro y José María Álvarez

Cuando enfermo en mi cama yacía

disfrutaba con dos almohadas para mi cabeza,

y mis juguetes estaban junto a mí

manteniéndome alegre todo el día.

Algunas veces durante largo tiempo

contemplaba a mis soldaditos de plomo marchar

con sus uniformes de mil colores avanzando

sobre las colinas de las sábanas

y algunas veces enviaba mis barcos

arriba y abajo sobre las mantas;

o imaginaba árboles y casas

que por doquier se levantaban.

Yo era el gigante grande e inmóvil,

sentado sobre la montaña de mi almohada

y ante mí se extendían, hondonadas y valles,

los horizontes del mundo de mi colcha.
Leer más...

sábado, 7 de marzo de 2020

44 MARAVILLOSOS DÍAS

 Artículo publicado, con pequeñas variaciones, en el deportivo digital de El desmarque de Bizkaia

Decía, más o menos y si la memoria no me falla, aquel incombustible diplomático que fue Charles-Maurice de Talleyrand, o Talleyrand a secas, que quien no ha vivido los años previos a una revolución, no puede comprender lo que es la dulzura del vivir. Y a mí, después de asistir ayer a la clasificación de nuestro glorioso Athletic para la Final de Copa, me vino enseguida la sentencia a la cabeza. Sólo que cambiando las palabras necesarias para que la frase pudiera ser pronunciada como sigue (y con el beneplácito de Talleyrand, allá donde esté ahora), quien no haya vivido los días previos a una Final de Copa del Athletic, no puede comprender lo que es la dulzura de vivir.

Porque estos 44 días (o más; que el coronavirus nos deje trankis), que faltan hasta la celebración de la Final en el estadio de La Cartuja de Sevilla, van a ser inolvidables para muchos de nosotros, y en su discurrir podremos saborear, sin duda, lo que es esa dulzura del vivir, algo que, desgraciadamente, siempre está al alcance de muy pocos afortunados.


Porque en este país superar las semifinales de la Copa del Rey de fútbol tiene estas cosas. Que desde que el equipo en cuestión supera la eliminatoria hasta que disputa la finalísima suele transcurrir un considerable periodo de tiempo, que este año 2020, y si no he contado mal o no se me han trabado los dedos, serán 44 días (o más), ¡casi mes y medio! (o más) donde aparcaremos muchas de nuestras pesadas y cotidianas preocupaciones y se apoderará de nosotros una suerte de impaciencia, de ilusión, de ganas porque el Día llegue, y de que llegue cuanto antes aunque a los días nadie les podrá quitar ni una de sus 24 horas, ni al mes ninguno de sus 31 días.

¿Porque de qué trata esa dulzura del vivir, de la que hablaba el sabio Talleyrand, sino desear, anhelar, aguardar algo con tanta impaciencia como los niños esperan al Olentxero o a la Noche de Reyes teniendo, a veces, la sensación de que ese momento nunca va a llegar o de que se perderá, en un desgraciado descuido, entre cualquiera de los días que tejen una semana?

Aunque, según vamos haciéndonos mayores, ya adivinamos que eso de que los días no lleguen o de que desaparezcan por arte del birlibirloque nunca va a ocurrir; o sea que esa tarde, la que sea, nuestro Athletic pisará el césped sevillano, o el que sea, para disputar su Final. Pero hasta entonces ¡cuánto tiempo, sí! Pero ¡qué dulce espera, también! Porque tendremos que organizar el desembarco en Sevilla, concertar el viaje, si lo hacemos en avión, en coche o en tren, si lo hacemos con mengano o fulano o en cuadrilla o con la novia o la mujer, si bajaremos al Sur para ver el partido a secas o aprovecharemos y nos quedaremos por ahí unos cuantos díitas (¿nos darán permiso en el currelo?), si podremos alojarnos en Sevilla sin hacerle un roto al bolsillo o si habrá que conformarse y dormir en algún lugar cercano.

Y ¡hablaremos también del partido, cómo no!, que además de una finalísima es un derby contra la Real. Y se discutirá por todas las esquinas sobre si los donostiarras son más equipo que nuestro Athletic, pero si nosotros tenemos más experiencia y, sobre todo, un once más armado y al que cuesta hacerle un gol más que desmoralizar a Rafa Nadal. Y hablaremos también sobre si es preferible una defensa de 5, o de 4, sobre si Aduriz debe jugar desde el principio o si Garitazo debe guardárselo en el banquillo como un mago se guarda sus mejores cartas en la manga del traje, para sacarlo cuando el partido ya esté maduro y pueda actuar como revulsivo letal contra sus compatriotas. Y alguno dirá, ¡si la Real nos gana no sacaremos la Gabarra pero yo me tiro a la ría porque… no sé nadar! Y otro le contestará, ¡no te alarmes, a la 5ª la vencida! Porque sí, porque ya llevamos 4 finales de Copa perdidas, desde que derrotamos al BarÇa 1-0 en aquel bendito año 84. O sea que ya toca.

Y hablaremos de muchas más cosas. Que si puede la Gabarra flotar. Que si el campo duro y las gradas alejadas del campo de La Cartuja, si jugamos por fin en Sevilla, favorecen a uno u otro equipo. Que si la Real terminará pagando su bisoñez en estas lides. Y hablaremos atropelladamente. Casi sin esperar a que nadie nos conteste. Sí, durante estos 44 días todos aprenderemos a hablar por los codos. Del 11 inicial y del 11 final. Con esas ganas de que el Día llegue por fin, y de que todavía no, no llega, como si por unas horas nos hubiéramos cambiado de domicilio y todos estuviéramos viviendo en Villar del Río, aquel pueblecito del Bienvenido Mr. Marshall, de Berlanga, donde sus habitantes se mordían las uñas esperando que los americanos hicieran acto de presencia en sus calles repartiendo dólares a diestro y siniestro. Y todos soñando con lo que harían después

Sí, a todo esto creo que es a lo que Talleyrand se refería cuando hablaba de la dulzura de vivir, de los días previos a una revolución o… a una Final de Copa de nuestro Athletic. Y por todo esto, y 44 días antes de la Final y de todo lo que en ella pueda pasar, yo escribiría,  eskerrik  asko, Athletic, bihotz bihotzetik!
 

Leer más...