sábado, 27 de julio de 2019

LOS COEN BROTHERS, CLINT EASTWOOD Y ALLAN DWAN

Corren malos tiempos para la lírica, de acuerdo. Y para los maestros: Allan Dwan, por ejemplo, ¿quién se acuerda de él? Era un director de cine canadiense, nacido en Toronto en 1885 y muerto en Los Ángeles en 1981: o sea, que nació mudo; esto es, que sus primeros trabajos (1916-1925) los realizó durante la época silente del cinematógrafo; y murió hablando; esto es, que sus últimas películas (1929-1957) fueron ya rodadas bajo los estigmas del cine sonoro.

Por todo ello, para una parte de la crítica cinematográfica más sesuda y original (sic), Allan Dwan formará siempre parte de ese exclusivo grupo de primitivos (quizás como King Vidor): realizadores a caballo entre dos maneras de entender el cine y que, ya durante su periplo sonoro, nunca abandonarán (¿podrían haberlo hecho realmente?) sus formas y maneras silentes: ese ir al grano, a lo esencial de cada giro argumental, de cada secuencia que caracteriza las mejores películas mudas y que a mí, por lo menos, siempre me ha recordado la increíble lucidez y rapidez con la que los compositores de Ópera saben plantear las tramas de sus mejores obras.
 
Pero hoy, o en esta apresurada entrada (¿cuál no lo es?), quisiera llamar la atención, aparte de sobre la longevidad del director, ¡casi 100 años!, aparte de su retirada oficial del cine con “apenas” 72 años y víctima, sin duda, sobre esas nuevas maneras de entender el cine, que empezaron a extenderse por un Hollywood golpeado en su más firme línea de flotación por el moderno fenómeno televisivo, y que retirarían sin contemplaciones a estos gloriosos primitivos al desván de los trastos viejos. Porque sin salirnos de los ya mencionados, ahí tendríamos a Allan Dwan poniendo fin a su carrera en 1957 con Al borde del río, o al propio King Vidor en 1959 con Salomón y la reina de Saba.
 

 Pero además, y en el caso del director canadiense tendríamos en dos de sus últimas películas, concretamente, en sus excelentes, y proyectadas por televisión haciendo honor a su “primitivismo”: una, Filón de plata (1954), a las 11 de la mañana, entre semana, en la 2 de TVE; la otra, Ligeramente escarlata (1956), de madrugada, a las 3 o 4, en Antena3- ¡no vaya a ser que las vea alguien! Pero las dos con inequívocos rasgos y antecedentes, sobre todo en lo que respecta a sus tramas y a la caracterización de sus personajes principales, interpretados, curiosamente (¿o no?) por el mismo actor, el pétreo John Payne, con dos de mis películas modernas favoritas como son Sin perdón (1992), de Clint Eastwood y Muerte entre las flores (1990), de los Coen Bros. Y ahí os irían los siguientes enlaces para abrir boca:
 

Porque afirmar y mantener que los William Munny de Sin perdón o el Tom de Muerte entre las flores están ya prefigurados y anunciados en los personajes que interpreta el mismo John Payne en las dos películas mencionadas de Dwan es algo que siempre me ha llamado la atención, y sus coincidencias no deberían caer en saco roto. Para eso estamos aquí…

 
 
Porque aparte de representar la enésima prueba de que los americanos, residentes en Hollywood, son los mejores espectadores de cine del mundo, algo que nunca me cansaré de repetir- para hacer buen cine hay que ver, entre otras cosas, mucho cine-, es también el más meridiano ejemplo de cómo lo primitivo puede (¡y debe!) estrechase la mano con lo moderno y producir entre ambos dos obras maestras como Sin perdón o Muerte entre las flores.
 

¿Por qué no es el John Payne de Filón de plata un alter ego del Clint Eastwood de Sin perdón?, ¿no se presentan sus personajes, al principio de ambas películas, dedicados a lo que podríamos llamar tareas del hogar, uno de ellos a punto de casarse y el otro cuidando de su miserable granja de cerdos, escondiendo detrás de estas apacibles y actuales circunstancias, un pasado que para nada fue apacible y en donde, los dos, se manejaban como dos de los más habilidosos y terribles pistoleros del Far West?, ¿y no van a ser, precisamente, esos modi de la pacífica (sic) sociedad que les rodea los que consigan sacar a la luz aquello a lo que ambos hombres habían decidido renunciar y que, sin embargo y mal que les pese, vuelve a aflorar, y a apoderarse de ellos?

Quizás demasiadas preguntas, o demasiado largas pero, sin duda, que las respuestas a todas ellas es un rotundo SÍ. John Payne, al final de Filón de plata, pierde la paciencia y ajusta las cuentas con esa sociedad tan sonriente y cínica como la que forman sus vecinos de Silver Lode, y abandona su entrañable (sic) pueblecito, eso sí, sin la oscuridad demoníaca que sigue a Clint Eastwood en Sin perdón pero, y esto sí que sí, para no regresar a él nunca más. Porque, sin duda, una vez destapado el tarro de “lo siniestro”, “lo sublime” no puede ya ser lo mismo para nadie. Y que Eugenio Trías me perdone la alusión al título de su magnífico ensayo.

Y en cuanto a Ligeramente escarlata y Muerte entre las flores, ¿qué decir? Pues más de lo mismo. Primitivamente modernos. O, ¿no sería su John Payne un indiscutible antecedente del Gabriel Byrne- Tom de la segunda?, ¿no simula John Payne, al igual que Gabriel Byrne pasarse a la banda enemiga con el único objetivo de desmantelarla y salvar así la vida de su jefe y amigo- Leo, aun a costa de perder en el envite a su auténtico amor, llámese ésta Rhonda Fleming en Ligeramente escarlata, o Marcia Gay Harden en Muerte entre las flores?
 
Primitivos, sí; chochos y caducos, ni por el forro.
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viernes, 5 de julio de 2019

LA INVESTIDURA SIN PROBLEMAS: EL PUEBLO ES SOBERANO

 Quizás esté ya medio loco, o loco entero, ¿quién sabe? (como dice la increíble canción de Jimmy Hendrix- ésta sí que tiene también peligro, y ahí abajo os dejo el enlace en vivo), pero yo creo que ya va siendo hora de que alguien diga lo que voy a decir yo en las líneas siguientes. Porque a mí el tema de las últimas Elecciones Generales celebradas en España en abril de este año, y los consiguientes, y al parecer, irresolubles problemas para que sus resultados den lugar c una investidura del Presidente como Dios manda, y a un nuevo Gobierno, como también Dios manda, no me parecen en absoluto complicados.
 

Sí, ¡los cojones!, podría soltarme cualquiera con un poco de mala leche. Pero yo le pediría, ante todo, calma, que se tomara unos minutos y leyera lo que voy a poner aquí debajo, y que después me suelte lo que le parezca, que yo ya habría cumplido con mi cívico deber de informar al respetable que quiera oírme y me habría quedado ya tan ancho como unas pascuas.

Porque vamos a ver, en una democracia como la nuestra, y según dice no sé qué artículo de nuestra Constitución, ¿dónde reside la soberanía? En el pueblo, ¿no?.Por eso hablamos de soberanía popular. Y el pueblo, ¿qué dice? El pueblo, sí, dice muchas cosas. Algunas con sentido y otras sin él, PERO cada cuatro años (más o menos) el pueblo no sólo dice sino que habla, y habla en las urnas, durante la celebración  de las consiguientes Elecciones. En éstas el pueblo habla y es soberano. En las urnas, y en el escrutinio de los votos que emite y deposita en ellas, reside la auténtica y democráticamente sagrada voluntad popular y, tirada por ella, la soberanía popular; esto es, el pueblo es democrática y electoralmente soberano.

Entonces me pregunto yo, poniendo cara de bobo, ¿dónde está el problema? El pueblo ha dictado sentencia. Y los resultados electorales son su sentencia. Ahora sólo falta que los políticos y líderes de turno sepan leer dicha sentencia. Sepan… y quieran, porque para mí lo que el pueblo, que es soberano, no lo olvidemos, quiere está más clarinete que el agua destilada.

O repasemos, si no, los resultados de las Elecciones del 28 de abril: 1º PSOE: escaños, 123; votos totales, 7.480.755; porcentaje, 28,68%; 2º PP: escaños, 66; votos, 4.356.023; porcentaje, 16,70%; 3º CIUDADANOS, escaños, 57; votos, 4.136.600; porcentaje, 15,86%; 4º UNIDAS PODEMOS, escaños, 42; votos, 3.732.929; porcentaje, 14,31%... y no sigo por no alargarme y porque para lo que pretendo decir me basta con los datos expuestos hasta ahora, sin menosprecio alguno (¡faltaría más!) para los no citados.

Porque vamos a ver, vamos a leer los resultados de la voluntad popular, lo que la soberanía popular ha querido decir con sus papeletas y que parece que nadie está dispuesto a hacerle el más mínimo o puto caso. Aunque aquí estoy yo, y el guante que lo lanzo por si alguien se anima a recogerlo y a solucionar semejante disparate y caos en el que país parece estar sumido post-electoralmente….

Pues, ¿qué ha dijo el pueblo soberano en la convocatoria electoral del 28A? Porque yo leo los resultados y no veo las complicaciones por ningún lado. Se me tachará de ingenuo pero la verdad es que no las veo ni con prismáticos. Porque el pueblo soberano ha dictado que el PSOE es el partido ganador de las Elecciones del 28A, pero que no gana con una mayoría suficiente que le permita formar gobierno en solitario (ya se sabe, sobre los 350 escaños que conforman el Hemiciclo, se necesitan, las matemáticas mandan ahora, 176- la mitad más uno, sí- para lograr esa mayoría).

Luego si se quiere un gobierno estable debería ser al PSOE, como partido ganador, al que le toca buscar alianzas que le permitan alcanzar esa estabilidad gubernamental tan necesaria para que el pueblo navegue viento en popa y a toda vela y tranquilidad. Porque para esto fuimos todos a votar, ¿o no? Y así lo hicimos y así se lo hacemos saber a quien quiera oírnos. Porque incluso hemos pensado en esa posibilidad con nuestros votos. Sí, ¿o acaso no le dimos al PSOE únicamente 123 escaños, a todas luces insuficientes? Porque está claro que queríamos al PSOE al frente del gobierno, pero con ¡alianzas!
 
¿Y dónde tendría que buscarlas? Y tampoco habría de qué preocuparse ni  echarse las manos a la cabeza temiendo no sé qué contratiempo porque también en eso el pueblo soberano ha pensado al votar. Y le dio el 2º lugar al PP con 66 escaños. así que el PP tendría todo el derecho a arrogarse el papel de aliado. Luego la alianza de marras, el pueblo soberano, nosotros también la hemos puesto sobre el tapete: PSOE + PP ó 123 escaños + 66; o sea = 189. ¡Bingo! ¡Mayoría absoluta! ¡Y punto pelota! ¡A obedecer los dos! Ésta es la decisión que ha tomado el pueblo tras las consulta del 28A. ¿Que a eso se le llama "gobierno de coalición"? Pues que se le llame como se quiera, y al que dé la gana que lo enrienda. El pueblo es soberano, ¿o no lo es, y todo es de boquilla? Porque si es cierto eso y es soberano, PSOE y PP manos a la obra. ¡Al cuarto! ¡Y a no salir hasta que hayan llegado a un acuerdo de gobernabilidad! ¿Hasta que las legañas les sirvan para atarse los zapatos! Porque ésa es su obligación como los dos partidos ganadores de las elecciones pero sin mayoría. Porque eso es lo que la soberanía popular ha decidido. Y ella manda. Y los problemas se acabaron. Y los dimes y diretes. Y que soy o dejo de ser. ¡Y que nadie nos aburra por más tiempo, por favor! O por lo menos que no lo hagan durante los próximos 4 años. Después, tras esos 48 meses ya se verá. Habrá nuevas elecciones, y el pueblo (se supone que continuará siendo soberano) decidirá con sus votos si aprueba o descalifica ese gobierno PSOE + PP. Pero de momento, trankis. Eso ya será parte de otra historia. Pero que nadie se equivoque. El pueblo soberano votó con más de dos dedos de frente. Y con los resultados de los comicios del 28A, la formación de un gobierno estable (como he tratado de demostrar) está ahí, al alcance de la mano. Otra cosa es que los políticos de turno quieran o no tenderla o, mejor dicho, que los políticos de turno escuchen de verdad y se plieguen a la voluntad popular; y reconozcan que la s-o-b-e-r-a-n-í-a que ostenta no es una palabra cualquiera formada por 9 letras al buen tun-tun.
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