martes, 31 de diciembre de 2019

LO MEJOR DEL 2019 HAN SIDO ELLAS

Sí, ellas, porque si me preguntara por el acontecimiento deportivo más reseñable de este año que ya, ya se termina, igual dudaría; pero si ese mismo alguien preguntón me apremiara, yo le preguntaría a su vez si podría quedarme con dos, y si el preguntón de turno me contestara que sí, ya no me comería tanto el tarro y diría que con la final de Wimbledon y la final de la Copa del Mundo de Rugby. Y creo que sin dudar.

La primera de ellas la jugaron durante casi 5 increíbles horas (en concreto, durante 4 horas y 57 minutos exactamente) Federer y Djokovic y la otra durante una hora y media (80 minutos reglamentados, OK), igualmente memorable, Inglaterra y Sudáfrica. Y la primera la ganó Djokovic. Y la segunda, Sudáfrica (12-32). Pero no mentiría si añadiera que eso de ganar o perder no debería tener demasiada importancia en estas excelsas circunstancias, aunque el bueno de Di Stéfano, QEPD, nunca estará de acuerdo conmigo.
 

Cierto es también que yo hubiera preferido que Federer hubiera ganado su 9º Wimbledon, pero qué se la va a hacer. Dice un manido proverbio que lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible. Porque, de hecho, es casi imposible jugar mejor de lo que lo hizo el suizo durante esas casi cinco horas de partidazo. Incluso dispuso de dos match balls. Una de ellas, incluso, con su servicio, creo recordar (y si no que alguien, ese alguien preguntón por ejemplo, me corrija). Pero ni aún así. Nada de nada. Y es que a Roger, que nunca se ha caracterizado ni por su sangre fría ni por su saber lidiar como se debe con los puntos decisivos de un partido, volvió a encogérsele el brazo. Le sucedía con 23 años. Y ahora, con 38, el músculo se le agarrota igual, aunque multiplicado por 2. Pero ésa fue la enseñanza que extraje del partidazo. Y comparad si no las estadísticas de la final…
 
DJOKOVIC                                     FEDERER



10

Saques directos

26

9

Dobles faltas

6

61 %

% de primer servicio

65 %

74 %

Gana % en el primer servicio

78 %

56 %

Gana % en el segundo servicio

56 %

3/8

Puntos de break

7/13

3

Tiebreaks ganados

0

64

Puntos de recepción ganados

79

204

Puntos ganados

218

32

Juegos ganados

36

3

Máximo juegos seguidos ganados

4

7

Máximo puntos seguidos ganados

8

140

Puntos de servicio ganados

139

26

Juegos de servicio ganados

29

… pero cuando a uno le tiembla el pulso en las situaciones más comprometidas de la vida o de un partidazo, por genética o capricho divino, según vaya cumpliendo años, según vaya ganando en experiencia, el pulso le temblará más y más, contraviniendo al sentido común y a la propia experiencia, como si ésta no contase para muchísimas cosas pero no para esto de controlar el “parkinson”. Curioso y paradójico pero, creedme, tan cierto como que la Tierra da vueltas. Yo, que siempre he llevado el tema de los exámenes y las charlas, por ejemplo, peor que horrible, a medida que me voy haciendo viejo, ¡hostias!, lo llevo peor. Y si antes un par de sumiales me bastaban para pasar el mal trago, hoy ya ni con dos cajas. Así que he decidido que, en esas ocasiones, mejor me aguanto y trago saliva hasta atragantarme. Lo paso fatal, y hasta que el cuerpo, o la cabeza en este caso, me diga, basta, Toni.

Luego la final de Wimbledon 2019 me enseñó eso. Que no estoy sólo en el mundo de los “cagaos”, y que si has nacido con marcadas tendencias hacia el “cague”, morirás con esas mismas tendencias elevadas a la potencia que se te ocurra o que te marquen los años. Pero eso sí: la final fue inolvidable: inolvidablemente injusta. Federer ganó a Djokovic en todos los apartados del juego menos en el más importante: en el marcador. Y esto es algo que puede y suele ocurrir en otros deportes pero, muy raramente, en el tenis.


1

Novak Đoković

7-7

1

7-7

4

13-7


2

Roger Federer

6-5

6

6-4

6

12-3

Aunque hasta en eso, podríamos añadir, que Federer es único porque perdió siendo el mejor en la majestuosa pista Central de Wimbledon donde, por cierto, se acabó con el 13-12 del 5º set con los interminables y absurdos sets sin tie-breaks (cualquier cosa, y cualquier partido- de tenis- no iba a ser menos, debemos saber cuándo se va a acabar).

¿Y 2020? Puede ser… Puede que repita. Y puede que no repita. Pero pase lo que pase estemos atentos porque seguro que Roger nos enseñará algo nuevo y útil. Es lo que tienen los maestros: que aunque se lo propongan nunca pueden dejar de enseñar. Y sin desperdicio.

Y ahora, respecto a la otra final qué decir. Que Sudáfrica es un fantástico equipo. Que Inglaterra venía de derrotar a los todopoderosos All Blacks en las semifinales y parecía que, por fin, la Copa Ellis estaba a su alcance pero no, este año tampoco, este año les vuelve tocar esperar, porque si por algo guardaré esta final en mi memoria deportiva 2019 es por ver jugar a un equipo al rugby como 15 ángeles catxotas; un equipo que fue Sudáfrica, los del appartheid, los de Nelson Mandela, los del 5º pino por aquello de las distancias kilométrica que nos separan de ellos, los que nos repiten que en este mundo nunca hay que darse por vencidos, que la victoria siempre puede sonreírnos y hacer que la derrota sea un símbolo de la injusticia y que las finales, como decía Di Stéfano, no estén para jugarlas, sino para ganarlas. Pero para ganarlas bien. Y en eso Sudáfrica estuvo bien sobrada de talento. El rubio, pequeño y explosivo Fat de Klerk, el almirante, el último en abandonar el navío en caso de zozobra, Handré Pollard, el diabólico extremo y las piernas más veloces del universo rugby, Cheslin Kolbe, el señor al que sólo cabe tratarle de “usted” (por la cuenta que te trae), Eben Etzebeth… y así hasta que el talento se nos salga por las orejas.


Claro que su entrenador también responde al nombre de Rassie Erasmus y, tal vez, por no desmerecer de su apellido, no se canse tampoco de enseñar. Y nosotros, de aprender con él.

Sí, creo que en 2019 me quedaré con estas dos finales. Y me imagino que me quedaré con ellas durante mucho tiempo… Mientras pueda y me tenga salud.

¡¡¡FELIZ AÑO!!!
 

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