domingo, 8 de octubre de 2023

KAFKA EN LA ORILLA O LA MÚSICA PELIGROSA

En este blog me he referido múltiples veces a eso que llamo música peligrosa. El término no es enteramente de mi propiedad (yo que casi nada tengo). Quizá la primera vez que oí hablar de ella fuera en boca de Juan Querol, uno de los actores que participaron en el rodaje de mi ópera prima o Lo mejor de cada casa (Una semana en el parque).

Juan, creo recordar, tocaba la guitarra y no dejaba pasar un fin de semana sin asistir a uno o dos conciertos. Y el lunes, cuando se incorporaba al rodaje, yo siempre le preguntaba por los conciertos a los que había asistido. Y él muy serio solía decirme, nada, Toni, no te has perdido nada. Y cerraba la conversación apuntando un definitivo, nada de peligro.

Sí, aquéllas fueron las primeras veces que oía a alguien hablar sobre la música peligrosa. Yo sabía muy bien a qué se refería con ello el bueno de Juan (desde aquí un saludazo), aunque no acertara a describirlo con palabras. Hasta ayer mismo cuando terminé de leer la (decepcionante) novela de Haruki Murakami (Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023) Kafka en la orilla. Sí, quizá el título sea lo mejor de ella. Sí, el título y la definición de música peligrosa que dicta en la página 481 en la edición de Tusquets que yo he estado manejando. Escribe Murakami sobre el impresionante temazo de John Coltrane, My Favorite Things, y trascribo, Aquella música (My Favorite Things, claro) paciente y reiterativa va haciendo, poco a poco, que la realidad se desmorone y la va reconstruyendo de forma diferente. Desprende un hinóptico olor a peligro.

Of course, el paréntesis y el subrayado son cosa mía, el resto se lo debo al escritor japonés. Él habría depositado en mi cabeza toda una definición de lo que una música, realmente peligrosa, debe poseer en el encadenado de sus notas y acordes. Porque la música peligrosa se disfruta, pero a costa de pagar, en muchas ocasiones, un alto peaje, ya que después de haberla escuchado, posiblemente, ya no vuelvas a ser el mismo: la realidad, en la que vives tan confortablemente, se desmorona y, en su lugar, se va reconstruyendo esa misma realidad pero de una forma diametralmente diferente. Y esto, en muchas ocasiones, nos coge desprevenidos, nos rompe los esquemas con los que tan habituados estamos y nos lo cambia por otros distintos, y sin que nada podamos hacer por evitarlo. Es una experiencia ciertamente peligrosa pero es una experiencia que nos hechiza y a la que no queremos dar la espalda.

Por eso, la música peligrosa será siempre eterna, y nunca pasa de moda porque no entiende de modas, suena al margen de ellas y conttiene esa maravillosa capacidad de cambiarnos, de no ser siempre los mismos siendo siempre los mismos, de pensar que hemos descubierto un nuevo y virgen (para nosotros) territorio que se extiende ante nuestros ojos, abierto y ofreciéndonos infnitas posibilidades desconocidas hasta ahora, hasta que esa nota del piano de McCoy (más peligroso que un piel roja, y por seguir con My Favorite Things) nos ha encendido esa bombillita que estaba apagada.

PD,- Por supuesto que todo esto que refiero a la música, igualmente sucede con determinados libros, determinadas películas, cuadros, esculturas, o etc. 


 

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