sábado, 7 de marzo de 2020

44 MARAVILLOSOS DÍAS

 Artículo publicado, con pequeñas variaciones, en el deportivo digital de El desmarque de Bizkaia

Decía, más o menos y si la memoria no me falla, aquel incombustible diplomático que fue Charles-Maurice de Talleyrand, o Talleyrand a secas, que quien no ha vivido los años previos a una revolución, no puede comprender lo que es la dulzura del vivir. Y a mí, después de asistir ayer a la clasificación de nuestro glorioso Athletic para la Final de Copa, me vino enseguida la sentencia a la cabeza. Sólo que cambiando las palabras necesarias para que la frase pudiera ser pronunciada como sigue (y con el beneplácito de Talleyrand, allá donde esté ahora), quien no haya vivido los días previos a una Final de Copa del Athletic, no puede comprender lo que es la dulzura de vivir.

Porque estos 44 días (o más; que el coronavirus nos deje trankis), que faltan hasta la celebración de la Final en el estadio de La Cartuja de Sevilla, van a ser inolvidables para muchos de nosotros, y en su discurrir podremos saborear, sin duda, lo que es esa dulzura del vivir, algo que, desgraciadamente, siempre está al alcance de muy pocos afortunados.


Porque en este país superar las semifinales de la Copa del Rey de fútbol tiene estas cosas. Que desde que el equipo en cuestión supera la eliminatoria hasta que disputa la finalísima suele transcurrir un considerable periodo de tiempo, que este año 2020, y si no he contado mal o no se me han trabado los dedos, serán 44 días (o más), ¡casi mes y medio! (o más) donde aparcaremos muchas de nuestras pesadas y cotidianas preocupaciones y se apoderará de nosotros una suerte de impaciencia, de ilusión, de ganas porque el Día llegue, y de que llegue cuanto antes aunque a los días nadie les podrá quitar ni una de sus 24 horas, ni al mes ninguno de sus 31 días.

¿Porque de qué trata esa dulzura del vivir, de la que hablaba el sabio Talleyrand, sino desear, anhelar, aguardar algo con tanta impaciencia como los niños esperan al Olentxero o a la Noche de Reyes teniendo, a veces, la sensación de que ese momento nunca va a llegar o de que se perderá, en un desgraciado descuido, entre cualquiera de los días que tejen una semana?

Aunque, según vamos haciéndonos mayores, ya adivinamos que eso de que los días no lleguen o de que desaparezcan por arte del birlibirloque nunca va a ocurrir; o sea que esa tarde, la que sea, nuestro Athletic pisará el césped sevillano, o el que sea, para disputar su Final. Pero hasta entonces ¡cuánto tiempo, sí! Pero ¡qué dulce espera, también! Porque tendremos que organizar el desembarco en Sevilla, concertar el viaje, si lo hacemos en avión, en coche o en tren, si lo hacemos con mengano o fulano o en cuadrilla o con la novia o la mujer, si bajaremos al Sur para ver el partido a secas o aprovecharemos y nos quedaremos por ahí unos cuantos díitas (¿nos darán permiso en el currelo?), si podremos alojarnos en Sevilla sin hacerle un roto al bolsillo o si habrá que conformarse y dormir en algún lugar cercano.

Y ¡hablaremos también del partido, cómo no!, que además de una finalísima es un derby contra la Real. Y se discutirá por todas las esquinas sobre si los donostiarras son más equipo que nuestro Athletic, pero si nosotros tenemos más experiencia y, sobre todo, un once más armado y al que cuesta hacerle un gol más que desmoralizar a Rafa Nadal. Y hablaremos también sobre si es preferible una defensa de 5, o de 4, sobre si Aduriz debe jugar desde el principio o si Garitazo debe guardárselo en el banquillo como un mago se guarda sus mejores cartas en la manga del traje, para sacarlo cuando el partido ya esté maduro y pueda actuar como revulsivo letal contra sus compatriotas. Y alguno dirá, ¡si la Real nos gana no sacaremos la Gabarra pero yo me tiro a la ría porque… no sé nadar! Y otro le contestará, ¡no te alarmes, a la 5ª la vencida! Porque sí, porque ya llevamos 4 finales de Copa perdidas, desde que derrotamos al BarÇa 1-0 en aquel bendito año 84. O sea que ya toca.

Y hablaremos de muchas más cosas. Que si puede la Gabarra flotar. Que si el campo duro y las gradas alejadas del campo de La Cartuja, si jugamos por fin en Sevilla, favorecen a uno u otro equipo. Que si la Real terminará pagando su bisoñez en estas lides. Y hablaremos atropelladamente. Casi sin esperar a que nadie nos conteste. Sí, durante estos 44 días todos aprenderemos a hablar por los codos. Del 11 inicial y del 11 final. Con esas ganas de que el Día llegue por fin, y de que todavía no, no llega, como si por unas horas nos hubiéramos cambiado de domicilio y todos estuviéramos viviendo en Villar del Río, aquel pueblecito del Bienvenido Mr. Marshall, de Berlanga, donde sus habitantes se mordían las uñas esperando que los americanos hicieran acto de presencia en sus calles repartiendo dólares a diestro y siniestro. Y todos soñando con lo que harían después

Sí, a todo esto creo que es a lo que Talleyrand se refería cuando hablaba de la dulzura de vivir, de los días previos a una revolución o… a una Final de Copa de nuestro Athletic. Y por todo esto, y 44 días antes de la Final y de todo lo que en ella pueda pasar, yo escribiría,  eskerrik  asko, Athletic, bihotz bihotzetik!
 

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