sábado, 7 de enero de 2017

CINE ESPAÑOL: ENTRE LA PENA Y LA NADA YO TAMBIÉN ELIJO LA PENA


Entre la pena y la nada elijo la pena, es una de mis frases favoritas, para qué voy a negarlo, y para qué voy a negar también que William Faulkner, su autor, es uno de mis escritores de cabecera (otro sería el gran Stevenson, por supuesto), y que Las palmeras salvajes, la novela donde figura esa frase, fue en su día uno de los hitos que me marcaron como lector y ser humano.

Dicho lo cual apunto a que si la frase me ha vuelto a la cabeza estos días lo ha hecho a cuenta de las sesiones que la “2” dedica diariamente a rescatar la Historia de nuestro cine, un ejercicio tan de agradecer como demoledor (últimas entregas: El triangulito, Stico), de tragar saliva y, en la mayoría de los casos, de vergüenza ajena (¡de dónde venimos!, ¡qué país era éste!) y, también, de las próximas entregas de premios a al Cine Español, heredero de aquel (no olvidemos este detalle para ser justos en su valoración), que tendrán lugar durante las semanas venideras: esos Forqué, Feroz, Goya y algunos otros que seguro que ahora me dejo en el tintero o en el desván de mi maltrecha memoria.

Y claro el motivo de que Faulkner y su bonita frase de Las palmeras salvajes me ronde la cabeza no podría ser otro que la necesidad que tengo de reconocer que si el Cine Español no es hoy gran cosa y es lo que es, lo es, y en gran medida (aunque nos parezca una verdad de Perogrullo), porque nunca ha sido gran cosas, porque si realmente algo ha sido, ha sido casi la nada o una nada con honrosas y multimencionadas excepciones (las Viridiana, los Verdugos, los Plácidos, los Espíritus de la colmena, y para qué seguir) que hacen que esa nada brille todavía con mayor esplendor. Esto es lo que hubo y lo que hay.

Por esto me acuerdo de Faulkner, de sus Palmeras salvajes y de su pena, y reconozco, agachando la cabeza, que igual que él anunciaba que entre la pena y la nada elegía la pena, yo también me quedo con ella. ¡Qué remedio! ¡La nada, como a Faulkner, me aterra, me asusta demasiado! Y con la pena, por el contrario, podré un año más sentarme frente al televisor y leer todas las noticias que se correspondan con los susodichos premios Forqué, Feroz y Goyas y aquellos otros de los que ahora, mientras escribo estas atrompicadas líneas, no me acuerdo.

La nada haría que, en su vacío, no existieran estos Premios ni que hubiera en la prensa una raquítica línea que leer sobre nuestro cine. Con la pena, sin embargo, puedo consolarme y creer que todo esto es transitorio, y que, de igual forma, que yo desde el suelo aún soy capaz de levantarme, el Cine Español no tiene porqué ser menos, y también él algún día se levantará ante el asombro (¡tenían aquellas semillas una calidad tan venenosa y lamentable!) de propios y extraños.

 

 

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