jueves, 10 de marzo de 2022

UCRANIA, MON AMOUR

 Si sobre Ucrania no he escrito nada todavía en este blog, como algunos colegas me reclaman (y no sin razón), es porque primeramente la guerra me pilla lejos, a pesar del “bombardeo” selectivo, constante  y pacífico que sufrimos nosotros los espectadores a través de los medios de comunicación, y seguidamente porque tengo la impresión de que se nos oculta algo. Y de que este “algo” irá asomando su rostro poco a poco, haciendo, entonces sí, que nuestras opiniones tengan mayores visos de seriedad.

Porque si no hay “algo” la cosa es  fácil de explicar, que no de entender. Uno de esos rusos “echaos pa´lante”, de los que hay mogollón (la rasca que pega por esos lares no te permite tomarte las cosas a la ligera y menos aún tumbarte la bartola después de comer), pero este del que voy a hablar, éste en concreto,, Vladimir Putin casi venerado/temido en toda Rusia y con los mecanismos del poder y de la destrucción nuclear en la punta de sus dedos parece haberse pasado, esta vez, de la raya e invadido Ucrania apelando a la razón y al tamaño de sus huevos.

Esto es lo que hay. Y sobre esto, ¿qué puedo decir? Pues que estoy en contra, por supuesto, y a favor de que Putin sea destituido antes hoy que mañana si es que, resuelto este conflicto con Ucrania, no quisiéramos vernos envueltos en otro nuevo próximamente, como leíamos en los cartones finales que anunciaban el estreno de alguna gran película. Pero Ucrania no es ningún decorado ni esto, aunque lo veamos por la tele,  no es tampoco una película, por mucho que Putin sí que parezca haberse dado una vuelta  por el Actor´s Studio.

Y aparte de esto, poquito más. Carguemos nuestras bocas con los insultos más sonados que pudieran ocurrírsenos, caguémonos en Rusia a 10 grados bajo cero o mejor que esto: movamos el culo, cojamos el coche y acerquémonos hasta la frontera de Ucrania con Polonia. Lo digo por ejemplo y porque allí nos consta que están llegando oleadas de refugiados con poco más que lo puesto. Hablemos con ellos, démosles un cafecito y unas galletas y mantas limpias y, todavía mejor, invitemos a 3 o 4 de ellos a subirse al coche y a hacer el viaje de vuelta con nosotros, charlando para hacerlo más entretenido y llevadero, y porque además estos ucranianos hablan el español como si de sobrinos de Lope de Vega se trataran; esto y lo del hombre ese con 71 años que harto de estarse en casa vegetando y aburrido, enganchó un arma y salió a la calle para juntarse con los rebeldes y luchar contra cualquier ruso que se le pusiera por delante es, sin duda, lo que hasta ahora más me ha llamado la atención de este conflicto. Como veis bastante normalito y hasta pelín frívolo, lo reconozco.

¡Pero ésas sí que son pelotas, y no las de tenis, ni las de Putin! Las pelotas de esos partisanos de Leonard Cohen o de esos imprescindibles de los que nos hablaba Bertolt Brecht cuando decía aquello que nunca deberíamos olvidar,

Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.

Pero hay quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

Y que, añado yo de rebotillo, siempre aparecen cuando uno menos se lo espera. Porque el ser humano es impredecible. Para lo bueno… y lo malo, ésa es la puñeta. 

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