martes, 26 de septiembre de 2017

CATALUNYA, DIVAGANDO A TOPE

Que allá por donde ande, que me perdone Fidel,-
 
Divago y afirmo que nunca se construyó en país serio en manga corta.

Para eso, para construir el dichoso país, hace falta justo lo contrario: una buena txupa, calzar zapatos de abrigo y si es necesario, por los vientos y la nieve, llevar las orejas y la cabeza gozosamente cubiertas con una gorrita de cuero.

De esta forma nos aproximaremos más a los rusos y a todos esos habitantes de la extinta URSS. Esta gente sí que se las gasta gordas. No van de broma. Ni se les ocurre. Estar a 10º bajo cero, a la intemperie, con un frío que pela, en la céntrica Plaza de la Independencia, por ejemplo, en Ucrania, protestando y diciendo la de dios-es-cristo contra el régimen de quien toque, no es asunto para tomárselo a chirigota.

La rasca, y el pueblo ruso sabe de eso un rato largo, convierte a cualquier arenga en algo mucho más serio, en una cuestión, en muchos desgraciados momentos, de vida o muerte. Con el frío todos nos atrevemos a más. Aunque sea por el noble y humano motivo de entrar en calor.

Napoleón sufrió en sus propias carnes esta seriedad del pueblo ruso aterido por unas temperaturas glaciales. Y a Hitler le pasaría años después más de lo mismo. El pueblo ruso es mucho pueblo. Basta echar un vistazo a su historia reciente y pasada para echarnos a temblar aunque, en nuestro caso, estemos tostándonos en una playita del Mediterráneo. ¿O tendríamos que echar mano del Euromaidán o aquellas violentas proclamas que, entre noviembre de 2013 y febrero de 2014, tuvieron lugar contra el gobierno de Yanukóvich, contra el acuerdo con la Federación Rusa, que movilizó a miles de ucranianos en la Plaza de la Independencia de Kiev, todos-los-días, bajo un frío que pelaba la pana (aquí abajo os dejo como homenaje a aquellos sufridos manifestantes la Batalla en el hielo orquestada por Prokofiev para la película Alexander Nevski, de Eisenstein: ¿bromas?, las justas) y que, al final, se resolvieron, ¡cómo no!, con la destitución de Yanukóvich por la Rada Suprema, y el establecimiento de un gobierno interino a cargo de Oleksandr Turchínov. Sí, con el frío, con los alientos y gritos ahumados por el vaho las cosas se resuelven más seriamente, sin duda.
 
 

Y a esto es a lo que voy. Las protestas que llevamos sufriendo de estos catalanes a 20, 22º de media durante los últimos meses no me parecen serias, ni realmente peligrosas; un incordio, sí, pero un incordio a lo sumo, un incordio que está llenando los telediarios patrios con demasiada insistencia, poniéndonos un dolor de cabeza que para qué nos contamos. Pero repito, incordio, porque cuando los manifestantes desfilan en bermudas, manga corta, nikis a tutiplén, chancletas y bajo un solete súper a gusto podría asegurar que nada de fuste va a salir de todo ello.

La Primavera Árabe, aunque con burkas y paños hasta los tobillos enarbolando los puños a más de 30º, sería otro triste y palmario ejemplo de que las revoluciones y los termómetros disparados hacia arriba siempre andarán reñidos.

Es lo que tienen los calores y las temperaturas hawaianas, que si invitan a la seriedad lo hacen siempre hacia una seriedad entre comillas, una seriedad ma non troppo: el buen tiempo es capaz de relativizar, incluso, cualquier cuestión de vida o muerte; y si a todo esto le añadiéramos, como es el caso de esta Catalunya, los sones del más puro cachondeo o de la rumba de Peret (aquel bailongo Barcelona es poderosa, Barcelona tiene poder, ¿os acordáis también?- las distancias con la música de Alexander Nevski son tan evidentes),
 

el despiporre estará servido más temprano que tarde, el chiringuito se colapsará hasta los topes, guiris y playas llenas de chavales y chavalas de bandera (y no roja, precisamente), pero de país, de construir un País En Serio que nadie pretenda venir a hablarme.
 
… y así pasará el último rasgueo y giro hortera de la guitarra rumbera y todos, más o menos, nos iremos olvidando de estos revueltos tiempos de independencia. Los calores lo hacen posible. Con ellos los vehementes e insistentes esfuerzos que estas ocasiones requieren no son muy bien venidos y admitamos, además, que la manga corta, que tanto se agradece con esos bochornos, tiene siempre una pésima memoria.

¿Apostamos algo?

PS,- El otro día leí que Antonio Banderas decía que lo de Catalunya le recordaba a una película de Berlanga; ciertamente, ¿habría algo más contrario al cine de Berlanga que el cine ruso?

 

 

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