sábado, 7 de noviembre de 2015

ALFONSO BASTERRA: EL VEREDICTO Y UN BORRADOR DE VERSOS




Ni es puro ni tiene sangre azul,

pero va a pasar en las mazmorras del delito

tantos años como su mente sea capaz de recordar,

casi tantos como Dumas imaginó

a su Edmundo Nantes aplastado contra las piedras y húmedos rincones

de una celda francesa,

greñudo y asalvajado,

sin voz ni perdones,

sin un ápice de alma de hombre.

Así lo ha decidido un tribunal popular.

Y pienso que eso de tribunal-popular

es como hablar de una sinagoga nacionalsolicialista,

Porque popular es una fiesta

a la luz de la luna,

popular es un carrera de diez kilómetros,

o una marcha,

o el tradicional partidito entre solteros y casados,

o la subida al monte ése que queda justo ahí,

a la vuelta de casa.

Pero un tribunal…

Un tribunal habla

y te corta las alas,

y el aire,

y tras dictar su anónimo veredicto

impone a tus idas y venidas

un antes y un salvaje después,

el más impertinente empujón,

el fuera de aquí más obsceno

e irreversible.

Y no me gusta.

No me gusta que detrás de lo popular

se esconda la inmundicia,

aquello para lo que hay personas instruidas

que saben

que conocen

que han estudiado

para bregar con esas ingratas tareas.

Y que por eso visten de negro.

Y dejemos a lo popular.

No le sustraigamos de sus risas,

de sus aromas a paella,

a fogatas,

a chiringuito,

a verbenas,

a kalimotxo,

a besos con quince años.

Sí, puede que a Alfonso se le haya torcido el camino

y la cabeza.

Puede que pensara

en lo que nunca debe pensarse

y se creyera un Basterra

que no hubiera compartido

ni mis pizarras, ni mis pasillos, ni mi colegio.

Y puede, entonces, que se lo haya merecido.

Pero nunca se habrá merecido esto.

Estoy seguro.

Lo popular no se abraza

con la desgracia.

No se entiende

con lo irremediable.

En su lugar lo popular me venda los ojos

y coloca un garrote a mi lado;

sí, también lo hace.

Pero luego nos arrima a donde cuelgan bolsas

repletas de arena o de los ansiados caramelos.

Y, a ciegas, tengo que acertar.

Y a veces lo hago y a veces no.

Y me cubro de confeti

o con lluvia sabrosa de dulces de colores.

Pero en cualquiera de los casos

siempre estoy vivo.



[1] Alfonso Basterra, compañero de la promoción del ´83 en el Colegio de los PPJJ de Bilbao, fue encontrado el 29 de octubre de 2015 culpable, junto a su ex mujer de la muerte de su hija de 12 años, por un tribunal popular. 

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