Me la planteé hace meses, la pregunta, quiero decir, coincidiendo con la polémica que se entabló a cuenta de la publicación, sí o no, de la novela de Luisge Martín que iba a titularse El odio, porque ahora parece que no se v a titular de ninguna manera, ni va a tener páginas, ni será nunca una novela publicada.
Y a decir verdad poco me importa. El odio no va conmigo. No lo echaré de menos. Ni a él ni a la novela de Luisge. Yo tiro hacia otro lado. Y me vendría entonces a la memoria A sangre fría, la excelente novela de Truman Capote con la que comparte la premisa inicial de un brutal asesinaro. Pero A sangre fría sí que fue publicada, y con elogiosas críticas y ventas millonarias. Y me pregunto entonces: ¿dónde está, realmente, la diferencia? La diferencia que media entre el exhaustivo trabajo de campo que llevó a cabo Truman para redactar su novela y el, posiblemente menor, de Luisge. Pero Luisge no tendría en ese punto del todo la culpa. Porque hoy en día me temo que las cosas o se hacen rápidamente o no se hacen. Así que a la pregunta habría que buscarle la respuesta de marras por otra parte.
Así que decido retirarme, por ejemplo, a un remoto Reino de Oz y desde allí formular la pregunta con otras palabras: ¿y si, por una casualidad, El odio hubiera recibido, como obra literaria, elogios unánimes por parte de la crítica más sesuda y especializada?, ¿qué habría pasado en ese caso? Porque quisera creer que es la calidad la que decide, en última instancia, la suerte de nuestros manuscritos. Quisiera creer que Anagrama, la editorial que se planteaba publicar El odio, habría decidido posponer sine die su publicación ante las demoladoras críticas que habrían recibido sus impresentables páginas. Así todos podríamos poner el grito en el cielo y decir, ¡de buenas nos hemos librado!
Pero con estas reflexiones me temo que continuaría ocupando un pisito alquilado en el mencionado Reino de Oz y que, en realidad, el único motivo solvente para que El odio fuera a parar al cesto de la basura fue que la población bien educada y amaestrada decidió con los ojos cerrados que Luisge se pasaba de la raya dando líneas y párrafos a semejante y doloroso dramón- el padre que mata a sus dos hijos, por si alguien necesita hacer memoria.

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