jueves, 27 de junio de 2019

POESÍA A RAS DE TIERRA. UNA CHARLA AD HOC

Con las variantes a las que mi horrible memoria me obligó, esta fue la conferencia que impartí en la Librería Cámara de Bilbao, el pasado 19 de junio con motivo de la presentación de mi poemario PÓRTATE BIEN AUNQUE SEA ABURRIDO (Huerga & Fierro editores).

Yo ya había hecho antes mis pinitos con la poesía. Nada serio, pero siempre me había gustado: Miguel Hernández, Cernuda, Neruda, José Hierro, y tantos otros. Y como siempre me pasa, aquello que me gusta quiero hacerlo yo o, por lo menos, probar. Así me pasó con el cine, y rodé y ruedo mis cortometrajes, e incluso realicé una película, Lo mejor de cada casa, de la que, quizás, alguno os acordéis porque todavía me paran de vez en cuando por la calle, y me preguntan por ella, por dónde pueden encontrarla o cómo pueden verla. Y esto es una gozada que no tiene precio. Y lo mismo me pasó con el ensayo. Y ahí están, todavía dando guerra, Divino tesoro o el más reciente y arduo Cállate la boca. O el sueño de ser algún día director de orquesta.

Pero reconozco que la poesía es algo especial. Siempre he pensado que un país sin poetas y sin poesía es un país a medias (y luego trataré de explicar por qué), un país que no puede merecer mucho la pena. Porque, desde los lejanos tiempos de Homero, en la Antigua Grecia, el poeta siempre colocaba a sus lectores en contacto con unos mundos que estaban más allá de sus propias miradas, de sus propias experiencias, y cuyas acciones les habían precedido y que, por lo mismo, podrían servirles de ejemplos a seguir… o no; y esto es, porque la trascendencia siempre habría sido algo inherente al sentir poético.

Aunque quizás, por esto mismo, hoy en día la poesía provoca más rechazo que nunca. Lo trascendente no casa bien con este mundo nuestro tan pragmático, tan de plazos cortos, y donde la “muerte de Dios”, el principal baluarte de esa trascendencia, ya es toda una realidad desde que lo proclamara Nietzsche a finales del siglo XIX.

Por eso creo que sin trascendencia nos quedamos a medias y la poesía no iba ser menos. Estoy seguro  que la poesía sin trascendencia no es realmente poesía sino un arte cojo y de muy corto recorrido, y por todo ello cuando cumplí mis 50 años, y mezclando mis gustos poéticos con esta trascendencia que yo pensaba tan necesaria y que pretendía rescatar modestísimamente, me enfrasqué en escribir este libro que hoy os presento, PÓRTATE BIEN AUNQUE SEA ABURRIDO, intentando además quitar razones a todos aquellos buenos amigos y lectores que cuando les comentaba que andaba enfrascado en la redacción de un poemario me contestaban enseguida, ¡pero Toni, ¿qué haces? A la poesía no la entiende ni dios; la poesía es un coñazo!

Así que en estas me encontraba queriendo ser trascendente pero, obviamente, no un coñazo, cuando me encontré con un poeta chileno, Jorge Tellier un excelente poema suyo: El día del fin del mundo. Os lo leo y os cuento…

 
El día del fin del mundo

será limpio y ordenado

como el cuaderno

del mejor alumno.

El borracho del pueblo

dormirá en una zanja,

el tren expreso pasará

sin detenerse en la estación

y la banda del regimiento

ensayará infinitamente

la marcha que toca hace veinte años en la plaza.

Sólo que algunos niños

dejarán sus volantines enredados

en los alambres telefónicos

para volver llorando a sus casas

sin saber qué decir a sus madres,

y yo grabaré mis iniciales

en la corteza de un tilo

pensando que eso no sirve para nada.

Los evangélicos saldrán a cantar

a las esquinas sus himnos de costumbre.

La anciana loca paseará con quitasol.

Y yo diré ‘El mundo no puede terminar

porque las palomas y los gorriones

siguen peleando por la avena en el patio‘.

 
Y es que en estos versos de Jorge Tellier vi una posible solución al problema que me había planteado al escribir poesía; éste de ser trascendente, pero no un coñazo. E inventé una posible descripción para lo que poéticamente yo quería hacer, y que Jorge Tellier me había inspirado: escribir una POESÍA A RAS DE TIERRA; una poesía que tomara su estilo, sus temas, que nos hablara, desde la más pura cotidianidad, desde las pequeñas cosas que nos ocurren a cada uno de nosotros cada día, nada más levantarnos de la cama y asomar la cabeza por la ventana.

Sí estas cosas debían de ser el meollo de la cuestión, el argumento de una poesía que, de esta manera, debía ser también poesía narrativa, una poesía que contara cosas, aquello que vivimos y de lo que vivimos diariamente porque los relatos sí que entendemos, y creía que esto podía librarme del peligro de resultar un coñazo, porque la Poesía a ras de tierra, o este PÓRTATE BIEN… por extensión, sería una poesía que se lee, que cuenta…¡y que se entiende!, porque hablaría de cosas que a todos nos han ocurrido alguna vez, o que entran dentro de lo posible que nos ocurran.

Y entonces a partir de ese entendimiento podríamos dar el siguiente paso, un paso que muchas veces nos sorprende porque, de repente, una idea, esa idea cotidiana, ese verso, esa poesía nos emociona. Y esto, la emoción ya resulta  trascendente. Es como aquello que escribía Quevedo hablando de todos nosotros, y que tantas veces hemos escuchado, lo de somos polvo, pero polvo enamorado. Es decir algo tan cotidiano como el polvo, pero al mismo tiempo, algo tan trascendental como estar enamorado, algo para lo que nos cuesta encontrar palabras exactas para definirlo, porque sí, porque está más allá de una simple explicación, porque ni es pragmático, ni intrascendente, ni individual, porque a todos nos atañe, a todos nosotros nos afecta; porque es, sin duda, el amor un universal.

Por eso la universalidad, esta trascendencia obra el milagro y hace que todos tengamos algo en común, que todos seamos parte de algo que sí, que nos trasciende, y que todos juntos, a partir de ahí, nos guste o no, estemos embarcados en un mismo barco, al que podríamos llamar “VIDA HUMANA”; cada uno jugando un papel distinto, pero todos iguales; cada uno, capitán, contramaestre, fogonero, vigía o, incluso, polizonte pero todos, seres humanos. Y esto que parece una tontada es lo que nos debe hacer, entre otras  muchas cosas, solidarios, lo que debe hacer que nos pre-ocupemos por los demás, que sintamos que en este mundo nadie puede ir a su bola, y quien insistiera en esta postura sería invitado, amablemente, a tomar un bote y dejar el barco en el que vamos todos los demás. Y él a flotar a la deriva, tan a gusto, en solitario, hasta que las fuerzas le aguanten. Y que sea por mucho tiempo porque desear, no deseamos solidariamente mal para nadie. Porque si de algo estoy convencido es que el arte, y la poesía por inclusión, si deben servir para algo, es para hacernos mejores, mejores viajeros.
 

Por eso, con mis 50 años encima, comprado el pasaje y subido a este barco al que he llamado VIDA HUMANA me puse a escribir PÓRTATE BIEN… dentro de ese programa genérico al que aludía como Poesía a ras de tierra, y por eso me convencí de que los temas de los poemas serían los argumentos que tendría más a mano, los más cotidianos, los que todos conocemos. Por ejemplo, ese amigo al que hace años que no veía y que un día, sin previo aviso, se presentó en mi casa y me contó que había estado muy jodido y que acababa de salir del hospital. Cuando entonces escribí Una forma poética de pasar por la vida, que más o menos viene a decir que…

 
Ayer por la tarde vino a casa

el Casero Comunista.

Viví con él cinco años.

No, tal vez fueron cuatro.

O cuatro y medio. No lo sé.

Pero fueron los justos y suficientes.

Yo fui su Primer Inquilino.

Y nos hicimos amigos.

Y de esos que duran

más que los años y los números.

Tocó el timbre y entró como siempre.

Como si la casa fuese suya. Y con más kilos

aunque no estropeado.

Acababa de salir del Hospital

después de quince días ingresado,

después de haber tonteado con las enfermeras

y después de haberse puesto el hígado

en condiciones de cruzar las calles.

Hacía mucho que no hablábamos.

Y mucho más que no nos veíamos.

Me contó que su hijo ya ha cumplido los doce.

(Yo le calculaba siete como mucho).

Y que apunta maneras pegándole a la raqueta.

Gana con cierta facilidad a jugadores que ya tienen catorce.

¡A ver si al final me retiro por algún lado!,

me dijo. Y entonces nos reímos y le miré.

No había cambiado demasiado.

Porque yo también habré cambiado.

Y los cambios nos hacen soñar

que seguimos siendo los mismos.

Por su parte, idéntica seriedad.

Como si todo fuera una cuestión de vida o muerte.

Y sin perder la compostura,

la juerga, el desmadre más sano e inoportuno

(de ahí que se me haya ocurrido eso del Casero Comunista),

asoma detrás de su pose regia.

Aunque a mí no me engaña.

Fueron cuatro años y medio.

Pero fueron muchos años.

Con los veinte en los bolsillos

cada año que se añade da para mucho.

Y nosotros no aprendimos a desaprovecharlos.

Pudimos haber estado la tarde entera charlando.

Y la noche. Hasta que se hiciera la mañana

como tantas veces se nos hizo

hace… ¡cuánto tiempo!

Pero en los ratos que nos pisábamos las palabras,

cuando las frases se quedaban colgando

a medias y la conversación crecía

describiendo los disparates que habíamos cometido,

ese mismo tiempo se comprimía e inconscientemente

descubríamos que las agujas de todos los relojes

se habían detenido

para mirarnos y escuchar

a dos amigos que podrían contarse sin parar

a tomarse un respiro.

Luego, al final de la visita, nos separamos.

Tenía que visitar a un tío,

de más de ochenta años,

que acababa de quedarse viudo.

Iba a hacerle la cena. El Casero

sigue siendo un cocinero de primera.

Y nos despedimos con un abrazo.

Más sincero yo no sabría darlo. Lo juro.

Y quedamos en volver a vernos.



Y cenar los cuatro.

Él y yo y nuestras respectivas, Gema y Paula.

Y estoy planeando decirle a Paula que prepare

un rape al horno con patatas panaderas.

Quizás tengamos que regarlo

con agua destilada. Por lo del hígado del Casero.

Pero, ¡qué coño! La salud ante todo.

Ya nos la maltratamos bastante en su momento.

Y, ¡ojo!, no me arrepiento. Aunque no repito.

Además sólo el rape de Paula ya es de cinco estrellas.

Y con patatas panaderas.

Lo borda.

 
Y trato de contarlo con esa necesaria y trascendente emoción porque a todos nos ha podido ocurrir algo similar. Y en esto consistiría la Poesía a ras de tierra: algo simple pero endemoniadamete complicado de hacer. Y lo digo por experiencia ahora que lo he hecho. Pero éste ya es un problema del que escribe. Nosotros, y ahora me cambio de lado, somos, más bien, lectores. Y esto es más sencillo. Jorge Tellier, por ejemplo, también nos habla en su poema sobre él mismo, sobre una experiencia que él ha vivido, Jorge Tellier nos hablaba sobre Jorge. Aquél sería su yo poético e intransferible, pero al mismo tiempo, al hablarnos a ras de tierra, cotidianamente, al hacer que le entendamos, que nos emocionemos, trasciende la línea del suelo, los huesos y la carne de Jorge, y nos habla sobre todos, sobre todos nosotros; esto es, sobre algo que a todos nos atañe y nos incumbe, seamos CAPITANES, CONTRAMAESTRES, GRUMETES, POLIZONES A BORDO DE LA VIDA HUMANA, DE ESTE BARCO EN EL TODOS NAVEGAMOS. 

Y así yo mismo, con este poemario que hoy os presento aquí, en la entrañable, por muchos motivos, LIBRERÍA CÁMARA[1], con este PÓRTATE BIEN AUNQUE SEA ABURRIDO no he querido hacer otra cosa: apuntarme, como el más humilde secretario, a este gran consejo de la Poesía a ras de tierra donde también podemos codearnos con Ernesto Cardenal, o Gil de Biedma o Walt Whitman o al mismísimo Pasolini, entre otros. Todos ellos, una compañía como difícilmente podríamos encontrar y que nunca nos dejará en la estacada. Porque son ELLOS SÍ pero, al mismo tiempo, al hacer que sus versos pierdan ese sesgo de anecdoticidad y se trascendentalicen, consiguen que NOSOTROS, que les leemos, nos sintamos cómplices de sus experiencias, que podamos subirnos a ese mismo barco “trascendente”, a la VIDA HUMANA que ponen a nuestra disposición y dejar, con ello, la tierra firme, pero intrascendente, repleta de chascarrrillos, eslóganes, ocurrencias que no nos llevan a ningún lado pero de donde habríamos partido sí, aunque para aspirar a algo más, a algo más trascendente, y que no nos dé miedo decirlo, porque ningún otro ser vivo de los que pueblan este Planeta, puede presumir de serlo.

Eta eskerrik asko, por venir y aguantarme…



[1] Cuando se me preguntaba de niño qué quería ser de mayor, si médico o abogado o ingeniero, yo siempre contestaba “ser el dueño de una librería como Cámara”.


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