Y termino el año. Y si
entendemos bien las consignas de Kubrick y Ernesto Cardenal expuestas en la
entrada del 8 de diciembre Stanley Kubrick
y Ernesto Cardenal chocan esos cinco, habrá que colegir que universo =
danza (sí, la misma dantza de la
bonita película de Telmo Esnal), o sea, que mientras el universo exista, la
danza, la música también existirán, y esto debería incluir al tango. Luego habría
que rectificar el apocalíptico titular EL TANGO HA MUERTO, con el que tan
alegremente me hice eco del fallecimiento de Bernardo Bertolucci (el 26N), porque el
tango continuará vivito y coleando mientras este universo, en perpetua
expansión, siga cubriendo nuestras cabezas…
Lo que bien mirado tampoco debiera
extrañarnos mucho, porque El último tango
en París continúa siendo una película de-moda, una obra de actualidad como lo
es todo aquello que ha devenido clásico y que trate de algo infinito, de la
unión eterna, por ejemplo, de la pareja, del 1+1 igual a 1, y más aún, con la
ambición psicoanalítica con la que Bertolucci aborda el tema. Y con apenas 30
años, como los casi-30 con los que también Coppola rodaba, por aquellas mismas
fechas, su Padrino. ¡Ésos, digo yo,
son 30 años bien aprovechados! Y lo escribo mirando, bien de frente, a los
30añeros que en la actualidad pululan a nuestros alrededores, más despistados y
pretenciosos de lo que nunca los “viejales de turno” pudiéramos haber imaginado.
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Así, el apartamento (vacío) del
Tango vendría a simbolizar ese mundo
primigenio del ser humano, ese mundo anterior al mundo civilizado: el útero
materno. No es casualidad que el hombre y la joven accedan, por primera vez, a
sus cuatro paredes y suelo desnudos tras ascender directa y verticalmente a su
interior desde la cápsula-ascensor que se sitúa en el centro del portal.
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Por eso, después del tango, a
la película, y a Paul y Jean con ella, sólo le queda la muerte. Paul persigue
hasta su casa a Jean y allí ella le dispara con un revólver (el que éste sea la
pistola de su padre muerto, y el que Paul se haya colocado, previamente, sobre
su cabeza el quepis que el padre usaba cuando vivía y guerreaba, no dejan de
ser otra de esas secuelas psicoanalíticas tan caras a Bertolucci). Paul
avanzará hasta el balcón y allí se derrumba en el suelo, arrullado, sí, arrullado como un recién nacido que
nunca debió salir de aquel apartamento primigenio, que nunca debió… ¿nacer?
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Aunque, por lo que nos cuenta
Bertolucci con su Tango, éste sea un
deseo imposible. Sí, la civilización, como un caníbal insaciable e inevitable,
siempre terminará ganando la partida contra la frágil inocencia primigenia.
Y Jean, mientras Paul yace
muerto, no dejará de repetir como una letanía la falsa historia con la que,
posiblemente, se defenderá cuando la
Policía la interrogue (cito de memoria): no le conozco…, empezó a seguirme de repente…, no le conozco…, entró en
mi casa…, yo tengo un revólver de mi padre…, no le conozco… ¿Querrá Bertolucci
significar con esto, colocado en el final del Tango, el triunfo de la ficción, más allá de cualquier mundo
primigenio y/o convencional? Sí, si alguien me pidiera una opinión yo
contestaría que sí y me quedaría con la ficción pura y dura. Creo, incluso, que
es lo que a Bertolucci, como cineasta y como artista, más le debe interesar.
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(…)
(PAUL EN EL APARTAMENTO, EN EL MUNDO
PRIMIGENIO)
Feto libre, feliz como pez, en el líquido amniótico,
flotabas sin orillas, sin tropezar con límites,
pero al ir creciendo te vas sintiendo en un encierro,
el vasto océano queda hecho una estrecha cueva,
donde se choca con paredes que rechazan,
el cuerpo se dobla cuanto puede, se enrolla, se
acurruca,
bajo el oleaje que lo mece y lo mece más y más,
ya no se nada en un agua tranquila,
el último mes es el de las mareas más fuertes, las
olas
son ya tempestad, algo que te ahoga, te hunde hacia
abajo,
aterrado te acurrucas más, el agua te arroja ¿adónde? (PAUL EN EL EXTERIOR DEL APARTAMENTO, EN EL
MUNDO CIVILIZADO) A la boca de la muerte,
adonde ya no hay agua, ya no hay cueva, sólo el vacío,
el caos, la nada, el frío de afuera,
se ha salido a la luz.
Se es libre. Pero ya no como pez. (PAUL MUERTO EN EL BALCÓN DE JEAN) Enrollado todavía,
acurrucado, los ojos cerrados, deseando volver
a las ciegas profundidades donde se estaba metido.
Pero no será tu último llanto ni tu última muerte
porque hay más nacimientos. Todo crecimiento
es doloroso, porque el crecimiento es nacimiento
y por lo tanto muerte, y por lo tanto llanto.
Aprenderás también que toda muerte es nacimiento,
y que el hombre tiene que nacer y nacer
hasta ser el hombre completo.
Y saldrás de este cosmos para nacer en otro.
¡¡Ah, sí, y ya puestos que no se me olvide:
FELIZ NAVIDAD Y AÑO!!