El otro día volví al Guggenheim para ver y disfrutar con la exposición de Joana Vasconcelos
que, además, lleva por título I´m Your Mirror, con el que parafrasea la inolvidable (para muchos, entre los que me cuento)
canción que Nico interpreta en el primer disco de la Velvet Underground
(os incluyo el vídeo aquí abajo para que se os haga más amena la lectura de estas líneas).
La exposición merece la pena.
Y bastante. Vasconcelos es una de esas artistas de “gran tamaño” que no deja
indiferente a nadie. Además sus obras, multidisciplinares, invitan a que el
público no pase de largo frente a ellas sino que participe en/con las obras,
con una conexión con el mundo actual que nos rodea, que hace que el paseo por
las salas donde se exponen, sea una bellísima versión sobre cualquiera de los
aburridísimos telediarios que se cuelan a diario en nuestras casas. Vaya, que
aprendo más de esta vida viendo, por ejemplo, la obra que Joana realiza sobre
la decapitación de una mujer con burka que escuchando las clásicas peroratas de
Ana Blanco sobre los disturbios de Siria.
Incluso, y no voy a destripar
más propuestas, puede asistirse a una encomiable, y más que saludable y
recomendable, confraternización entre sexos disfrutando en los exteriores del
museo del gran anillo que Joana realiza con embellecedores de neumáticos de
coches (el hombre y el automóvil) y coronado por un diamante realizado con
platos de cocina (la mujer y la cuisine)
y, sobre todo ya en el interior, de los dos inodoros de pared (elementos, ni
que decir tiene, adscritos a la sexualidad masculina) recubiertos y
embellecidos con piezas de ganchillo (arte en el que las mujeres son,
tradicionalmente, maestras). Incluso con estos inodoros el homenaje a la Fuente
de Duchamp, pionera del ready-made y
padre del arte más vanguardista, me parece un precioso y atinado detalle en
estos tiempos que corren que se las pelan y hacen que nos volvamos tan
olvidadizos.
Y, por último, un pensamiento,
¿un deseo marciano?, que me asaltó a la salida de la exposición, y con el me
hago eco de una idea que tiene un buen amigo poco marciano: ¿y si Vasconcelos y, por ejemplo, Barceló
fueran compatriotas, y si España se olvidara de mirar tanto hacia arriba, hacia
Europa quiero decir, y concentrara su atención en Portugal, en ese país que tiene
ahí al lado y con el que sí le unen muchas más cosas y años de común
convivencia, y juntos se centraran en construir una verdadera Península
Ibérica, donde se bailara la jota, se cantara fado, se leyera a Pessoa, se
viera el cine de Buñuel y de Miguel Gomes, se disfrutara con las playas de El
Algarve o con las de Caños de Meca, se comiera una exquisita merluza a la
ondarresa o un delicioso bacalao dorado?, ¿o tantas diferencias hay entre las
costas de Finisterre y los atajos que bordean Oporto o el tranvía que recorre
renqueante las angostas y enrevesadas calles de Lisboa?...
Bueno, pero paro ya, y os
dejo con Nico y la Velvet.
Lo prometido siempre ha sido deuda:
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