miércoles, 23 de diciembre de 2015

NEXUS 6 & WALT WHITMAN, PARECIDOS RAZONABLES Y... ¡FELICES FIESTAS!

Como sigo con las Hojas de hierba, de Walt Whitman, y como sigo flipando con su poesía ya que me encuentro en sus versos con todo el imaginario al completo que conforma lo que hoy conocemos por los EEUU hasta el punto de que me pregunto, ¿qué fueron antes, los EEUU o la poesía de Whitman?, meto otra cuñita de mis parecidos razonables; esto es, el paralelismo entre ¡el mítico diálogo final de Rutger Hauer en Blade Runner, fechado en 1982, y unos versos de Whitman contenidos en Redobles de tambor y fechados no más allá de 1890!: hasta ahí llega el genio del poeta de Manhattan.

Ya que si leídos los dos fragmentos no existen entre ellos parecidos más que razonables, un mismo “aire” y ritmo que baje Dios y dirima la discusión.
 

Luego vamos con ellos. Primero, el archifamoso, y original ma non troppo (ahora lo sé), monólogo de Nexus 6 en la película de Ridley Scott y que casi todos sabemos de memoria:

Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad?
Eso es lo que significa ser esclavo.

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais.

Atacar naves en llamas más allá de Orión.
he visto Rayos C brillar en la oscuridad,
cerca de la Puerta de
Tannhäuser.

Todos esos momentos se perderán en el tiempo,
como lágrimas en la lluvia.

Es hora de morir.

Y ahora los versos de Whitman, no tan archifamosos pero más originales, contenidos en la parte I de Abandonad, oh, días, vuestros abismos insondables, poema incluido en los mencionados Redobles de tambor y, por ende, en sus también mencionadas Hojas de hierba:

 
(…) he recorrido los bosques del norte, he

visto precipitarse el Niágara,

he viajado por las praderas y dormido en su seno, he cruzado

las Nevadas, he cruzado las mesetas,

he subido a las cumbres rocosas que jalonan el Pacífico, me he

adentrado en el mar,

he navegado con tormenta, y he renacido gracias a la tormenta,

he contemplado con alegría las fauces amenazantes de las olas

y observado sus crestas blancas elevarse, presurosas, encrespadas,

he oído arreciar el viento, he visto negros nubarrones,

he visto, desde abajo, lo que surgía y se elevaba, (¡oh, qué soberbio!, ¡oh, indómito como mi corazón, y poderoso!),

he oído, luego del relámpago, el continuo bramar del trueno,

he distinguido a las hilachas del relámpago perseguirse por el

cielo, repentinas y veloces, en medio del estruendo,

todo esto, y cosas semejantes, he visto, alborozado, asombrado, pero también pensativo e imperioso (…).
 
Pues eso, parecidos más que razonables. Y ya que estamos...
 
 
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miércoles, 16 de diciembre de 2015

BLANCA, PERDÓNALES PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN



Que el mundo del entretenimiento es algo muy serio tendría que ser una cuestión sobre la que nadie en su sano juicio debería albergar la más mínima duda. Si el mundo del entretenimiento genera, en la actualidad, las ingentes cantidades de dinero que genera, la seriedad es algo que le vendrá por añadidura. Con el dinero nunca se ha jugado. Y hoy, imbuidos en este universo globalizado y capitalista, menos que nunca. Pero sentencias como ésta, como todas las que se incluyen en el refranero, tiene una parte de incuestionable verdad, y una segunda parte de irrefutable camelo.

Con el dinero claro que se juega. La descomunal industria que aglutina a todos esos productos relacionados con el merchandising en cualquiera de las versiones lúdicas, música, cine, deportes, comics, etc…, que se nos pudiera ocurrir citar no debería dejarnos lugar a las mínimas dudas. Es más, podríamos asegurar que sin dinero no se juega. Como si este mundo en el que estamos, nos guste o no, metidos hasta el pescuezo sólo fuera sólo el reducido hall que precede al más gigantesco de los casinos.

Pero tan cierto como que es esto, que con el dinero se juega, es también la afirmación contraria: con el dinero no se juega. Y es en este sí o no es donde el mundo del entretenimiento y del espectáculo ha ubicado su residencia habitual, y donde podemos observar alguna de esas humillantes y sangrantes bofetadas que nuestros semejantes se empeñan en atizarnos.

Y ya estaríamos hablando del mundo en su más absoluta generalidad dado que habríamos llegado a esa orilla donde el mundo, como nos cuenta el filósofo francés Guy Debord, o es un mundo entretenido o un mundo espectacular o no es mundo ni es nada. O sea que los coñazos y el aburrimiento no cuentan para él. Y eso lo vemos a diario en la prensa, en las televisiones, en Internet o en cualquier medio de comunicación… que se aprecie y se precie (sic).

El entretenimiento, lo espectacular pasa y entra con una vistosa reverencia en nuestras retinas. Lo sesudo, lo discurrido, las vueltas de tuerca, los tres pies del gato no entran nunca y se desvían a los oscuros entresijos de la mente y del pensamiento donde terminan más solos que la una; otra de las modalidades, no por menos mencionada y reconocida menos discriminatoria, de esta dictadura del ojo en la que andamos viviendo presos; ¡encadenados con pestañas! ¡Ja!

Porque entonces el mundo del entretenimiento ya puede pasearse frente a nosotros como si desfilara por la más glamorosa pasarela, enseñándonos el trasero y el escote, pero en las antípodas de cualquier juicio crítico que no pueda medirse en estrictos términos económicos, de pérdidas y ganancias y olvidarnos, de este modo, de los otros aspectos más orientados hacia el respeto, la ética y la moralidad que son, mal que les pese a muchos, los caracteres que nos diferencian del resto de seres que pueblan este reino animal, y nos hacen ser lo que somos: seres-humanos.

Aunque si volviéramos la mirada al mundo del entretenimiento deberíamos reconocer y entender que con estos mimbres respetables, éticos y morales la barcaza que pudiéramos construir se nos iría a pique con la olita más raquítica. Hasta aquí hemos llegado. Pero no habría que olvidar que este mundo espectacular entretiene, sí, pero entretiene con el trabajo de unos seres que son humanos y en el que, por lo tanto, el respeto, la ética, la moralidad deben caber y tener su sitio. No dejarles jamás, ni en las peores circunstancias, sin su correspondiente butaca, ya que hablaremos de la televisión y del cine…

… y de dos injustas y dolorosas decisiones que este mundo del entretenimiento ha tomado sin que el pulso le haya temblado lo más mínimo. Y que es un mundo duro quedará con estos dos ejemplos exento de cualquier debate. Y serio. De ceño permanentemente fruncido. Pero también irrespetuoso, inmoral y falto de ética con las personas que se (pre)ocupan de él. O sea, además, ingrato  Y como demostraremos en las líneas que siguen, jugando sucio. Que es la única estrategia que a los jugadores no se les permite. Su particular línea roja. Y tendremos, así, la equivalencia que siempre habríamos querido establecer entre este inocente mundo del entretenimiento y el feroz mundo capitalista del que el primero, mal que le pese al mundo “entretenido”, es su vástago predilecto. Y pondremos sólo dos ejemplos confiando en que para nuestros propósitos valgan, en esta ocasión, dos botones, en lugar de uno. Luego vayamos con ellos. La paciencia y el tiempo apremian.
 

Y al primer botón le llamaremos Blanca Suárez, actriz española para más señas. Elegida, tras numerosas y arduas pruebas de selección y casting, para interpretar a Isabel de Portugal, la esposa del emperador Carlos V en la serie prime time y estrella de TVE para el Otoño 2015, Carlos, Rey Emperador. Y ni que decir tendría que, en este mundo espectacular, el apasionado romance y los turbulentos amores entre los dos personajes, entre Carlos e Isabel constituyeron uno de los principales reclamos de la serie para captar y enganchar a un público aún (supuestamente) ávido de tramas y avatares históricos tras el éxito y las más que decentes cuotas de audiencia de Isabel, serie que tuvo a las figuras de los Reyes Católicos como personajes principales. Y en estas tesituras entretenidas y espectaculares (claro, la belleza siempre es espectacular) a nadie extrañó que el bonito rostro y figura de Blanca Suárez fuera, además, el icono, la marca registrada por la cadena pública para anunciar y promocionar Carlos, Rey Emperador.

Y sin embargo, la serie no funcionó como la funcionó la anterior Isabel. Con las audiencias en las manos y el dinero en los bolsillos, por supuesto. Pero como entiendo que no es éste el momento ni el lugar para excavar y descubrir los motivos de este fracaso comparativo, lo resumiré recurriendo a la manida sentencia de que “segundas partes nunca fueron buenas”, y me quedaré tan ancho, sin atender al grado de acierto que pudiera tener o no tener la frase porque lo que aquí y ahora sí (me) importa iría por otros derroteros que no se relacionan con las cifras de audiencia, ni con los shares ni con otros conceptos que apelan directamente al éxito o fiasco de un producto televisivo medido en estos fríos baremos numéricos y sí, por el contrario, apelar a esas cuestiones respetuosas, éticas y morales a las que tanto me he referido anteriormente, y que nunca podrán ser valoradas ni contempladas con los anteojos de los shares o de las audiencias.

Y ya traídos hasta aquí, hasta la nunca suficientemente mencionada Ética o Moral o Respeto, habría que ir citando algunos incontestables resultados para resultar comprensibles en aquello que nuestra ética o respecto o moralidad quiere poner sobre el tapete (también hablamos de juego y entretenimiento, de acuerdo) y que denuncia. Vamos a ver. Carlos, Rey Emperador comenzó su primer capítulo con unas estimables cifras de audiencia. Se rondaron los tres millones de espectadores. No obstante, las sucesivas entregas demostraron que la serie no cuajaba, no conseguía atrapar al público y las audiencias fueron, progresivamente, desmoronándose hasta no alcanzar los dos millones durante la novena semana, en el Capítulo 9.

Y fue entonces cuando las cabezas pensantes o de chorlito de la dirección de la televisión pública, cansadas de que su serie estrella para el Otoño no pudiera competir y saliera derrotada en sus enfrentamientos directos (en términos de día y de horario, que nadie piense que se cruzaron puños entre ellos) con La voz kids y El hormiguero, programas (¡no lo olvidemos!) emitidos por cadenas ¡privadas!, toma la drástica decisión de suspender la emisión de Carlos… hasta después de las fiestas navideñas aduciendo que se trata de un buen momento para parar (sic), que la decisión ya estaba prevista (sic et sic) y asegurando que en 2016 la serie, con esta medida, volverá con mayor interés y fuerza (sic et sic et sic).

Pero tampoco es ahora éste el momento de desviarnos de nuestro ético, respetuoso y moral sendero y comentar las mentiras y sinrazones que alimentan estos argumentos y que atentarían contra la inteligencia del más sufrido de los telespectadores. Carlos, Rey Emperador constaba de 17 capítulos de emisión semanal. Y a nada que hagamos las cuentas, y sumemos con los dedos, no nos costaría deducir que con el Capítulo 17 se despediría no sólo a la serie sino al propio año 2015 (ya que Carlos, Rey Emperador empezó a programarse a mediados de septiembre).

Todo cuadraba: el número de capítulos y el final del año. Y sin embargo tampoco vamos a sacar la tierra del tiesto ni a rasgarnos las vestiduras. Esto de las mentiras disfrazadas de medias verdades y de improvisadas excusas está a la orden del día y por una más no vamos a montar un cristo. Pero el modo que tuvo TVE de cortar Carlos… sí que me resulta, además de patético, altamente reprochable y perseguible con todos esos ejércitos éticos, morales y respetuosos bien dispuestos y alineados y… armados hasta los dientes, por si las moscas.

Según mis notas, ocurrió más o menos así. Hastiados de perder en la franja horaria de los lunes contra dos programas que, repito, se emiten por canales privados, a los que obviamente deben mover otros intereses más crematísticos si cabe que los emitidos por una televisión pública, siempre más atenta al interés general y a otras cuestiones no tan puramente económicas, del tipo de aquel ¡¡enséname la pasta!! que gritaba Cuba Gooding Jr. en Jerry Maguire, decide hacer desaparecer de su parrilla a Carlos…, cuando incluso, si se mira bien, los tres últimos capítulos emitidos habían estabilizado la línea descendente de la audiencia situándose en torno a los dos millones de espectadores y adoptando, además, un método rastrero que algunas cadenas yankis ponen en práctica con espacios que no han enganchado al público como se pretendía, y que consiste en unir para la emisión de cierre y despedida y a modo, se supone, de espectacular traca final, dos capítulos y guardar los capítulos restantes (en el caso de Carlos… ¡¡sólo cuatro!!) para una mejor ocasión (sic) con un recuerdo imperecedero (sic et sic) en las memorias del público que, cuando se decida el ente disponga, serán consecuentemente saciadas.
 
Todo, precioso. Muy bonito, sic. Y patético, decía antes. Y aún más en el caso que nos (pre)ocupa. Porque los dos capítulos juntos de Carlos…, a los que les tocaba la china, correspondían a los capítulos 12 y 13 (¡de 17, coño!), teniendo en cuenta que en este último, el 13, finalizaba con uno de los instantes cumbres de la serie como era la muerte de Isabel de Portugal dando a luz prematuramente. Y en él Blanca Suárez echaba el resto. La vi debatirse entre los abrazos de la muerte y de su amado esposo, el emperador Carlos en un momento excelente, con excelentes interpretaciones de la misma Blanca y de Álvaro Cervantes como Carlos, y con una excelente la realización. Estaba claro o, por lo menos, lo estaba para mí, que la serie en esas secuencias se ponía a pecho descubierto delante del toro, con toda la carne en el asador. Y, modestamente, pienso que con unos resultados más que dignos.
 

Pero como también soy, y al decir de muchos colegas, algo tocapelotas, desvié en esos álgidos y estremecedores segundos la mirada del televisor hacia el reloj que tengo sobre la mesa para consultar la hora. Y eran casi ¡la una de la madrugada! E Isabel agonizando… Como tantos inocentes y mortificados espectadores que habían llegado hasta esas altas horas de la noche. Como yo. Claro, el doble capítulo había comenzado pasadas las diez. Y el final del 13, después del 12, y el final de la estrella, de Blanca Suárez en la serie estrella del Otoño de TVE estaba aconteciendo pasadas la una. Luego en ésas estuvo Blanca, debatiéndose entre las desgarradoras convulsiones del parto, empapada en sudores, brindando con toda su alma su adiós a la serie para la que había sido elegida como uno de sus principales (si no el principal) reclamos publicitarios y muriendo delante de un millón escueto de valientes y medio adormecidos teleespectadores.

Y la pregunta se me cae de vergüenza, de la boca, ¿es ésta la manera de tratar a una persona, a una actriz en este caso, que entre castings, ensayos y rodajes habrá dedicado dos años de su vida, y calculo por lo bajo, en la preparación y grabación de su personaje; destinar su escena cumbre, su muerte y despedida de la serie, a unas horas infames de la madrugada sólo aptas para algunos noctámbulos de pro, o agotados y contumaces seguidores de Carlos…r? Pero qué importa, habrán pensado los rectores de TVE. Blanca Suárez ya ha cobrado, y muy bien por cierto, por su trabajo y debe atenerse a los criterios que en cada momento debemos, nos guste o no, seguir y que casualmente, ¿o no?, siempre se corresponden con esas malditas cuentas de pérdidas y ganancias que un ente público jamás debe tener como único patrón y señor.
 

Y pienso entonces no ya en la cruenta muerte de Blanca, física y televisiva, sino en aquellas famosas y sentidas palabras de Shylock en El mercader de Venecia del divino Shakespeare cuando recita aquello de (y cambiemos para nuestros intereses y los intereses de este artículo, la palabra “judío” por esta otra de “actriz”) (…), y ¿qué razón tienen para hacer todo esto? Soy una actriz. ¿Es que una actriz no tiene ojos? ¿Es que una actriz no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrida de los mismos alimentos, herida por las mismas armas, sujeta a las mismas enfermedades, curada por los mismos medios, calentada y enfriada por el mismo verano y por el mismo invierno que los demás? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso.

Y me detendría aquí. Incluso daría un poco marcha atrás, Blanca porque no están los tiempos para venganzas. Aunque razones las haya y las tienes. Y vamos a dejar pasar el ultraje. Conformémonos con que sepan que lo sabemos. Que el mundo del entretenimiento es algo muy serio y duro, pero que no por ello la jeta, a todos estos mandamases del entretenimiento pero que malviven de espaldas a las más elementales pautas de respeto, ética y moralidad, se les ponga roja como los tomates maduros. Y que sea para su escarnio. Y tú, Blanca, más chula que un ocho, como una reina auténtica, como la propia Isabel, mira hacia otro lado y perdónales porque no saben lo que hacen. Y que les den. Tu trabajo ahí está y ahí queda. Y quien lo sepa apreciar lo apreciará. Y con tal de que haya sólo uno de estos será más que suficiente. Porque el mágico e inigualable regusto personal por el trabajo bien hecho es algo que nadie nos podrá nunca arrebatar.

NOTA,- El "botón segundo" también queda aplazado hasta después de las Fiestas de Navidad. ¡Ja! 

 
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jueves, 3 de diciembre de 2015

ROBERTO DEVEREUX, UNA ÓPERA DE DONIZETTI: APUNTES PARA UN COLOQUIO

Apuntes para un coloquio sobre las representaciones de Roberto Devereux de Gaetano Donizetti que pudimos disfrutar (yo, al menos, así lo hice) en el mes de noviembre de 2015 en el Palacio de Euskalduna de Bilbao.

1. Un perito, de “pero”, para empezar; pero sólo uno y pequeño. La puesta en escena de la 1ª escena, y valga la redundancia, del Acto I: las plantas y los bancos corridos que adornaban el decorado… Como el escaparate de una moderna tienda de decoración. O los animados jardines de un cuadro de Renoir. O una típica cervecera de verano. ¡Toda una invitación para tomar el fresco y sentarse! ¡Y charlar! ¡Para que los personajes hablen o canten (estamos en una de las óperas “isabelinas” de Donizetti) sentados! ¡Para que no se muevan! ¡O se muevan poco!

Y en el siglo XVI en palacio sólo los reyes podían sentarse en tronos majestuosos. Y así, al resto de mortales, a la corte sólo le quedaba estar de pie y saludar los pasos reales concertando una reverencia que sólo desde la posición erguida podían tener el decoro debido a un monarca. De modo que los personajes sólo ven ante sus ojos espacios espartanos, despejados e inmensos en los que sus cuerpos son engullidos y minimizados entre las altas paredes, bloques macizos y (¡ojo!) sin ventanas: puntos trasparentes por donde entraría el aire y la claridad del día, y que ellos, los personajes, apenas si van a poder rellenar con sus frívolas intrigas, con los débiles armazones que sostienen, en definitiva, el argumento de la ópera.

De esta forma la arquitectura nos hace sentir la fragilidad y grisura que atesoran estos hombres y mujeres renacentistas, más allá de las coronas y títulos que lucen sus cabezas y guardan en sus escritorios; fragilidad y grisura en la que también nosotros podemos vernos reflejados hoy en día logrando, así, que una ópera del siglo XIX, aparentemente inocua, conserve una actualidad a la que bien podemos atender en el siglo XXI.

Además, y después de esta primera escena, la cosa mejoró. Y mejoró bastante. Los escenarios se vaciaron. Y respiraron. Más oscuros, húmedos y fríos, lóbregos. Majestuosos también, … e inquietantes, sí. Que es lo que nunca debe faltar en un drama. Porque este Roberto Devereux, que nos visitó en Bilbao el pasado 21 de noviembre, fue antes una pieza dramática que un puro ejemplo belcantista. Y en esa amplitud escénica los personajes y cantantes pudieron, por fin, moverse, pasear a través de su regia grandiosidad su humana insignificancia.
 

Cierto es que alguno de ellos lo agradeció más que otro. Gregory Kunde es, en estas lides, un magnífico experto. No hay muchos como él. Verle cantar  su rol de Roberto y, sobre todo en esta ocasión, desenvolverse en la escena y con la escena ya es, de por sí, todo un privilegio.
 
2. Y, con estas formas, asistimos a una valiosa reflexión sobre el poder. Que hubiera hecho, sin duda, las delicias (salvando las distancias que cada uno o una quiera salvar) de Richard Wagner. Quizás por ahí pudiera rastrearse esa falta de belcantismo y lirismo a la que aludía antes y que el crítico Nino Dentici reprochaba a la representación. Y que yo no compartiría del todo… Porque, ¿ES ROBERTO DEVEREUX  UNA ÓPERA INEQUÍVOCAMENTE BELCANTISTA O BIEN PUDIERA ARRIMARSE, COMO LO HIZO EN SU REPRESENTACIÓN EN BILBAO, AL HIPOTÉTICO CATÁLOGO DE ÓPERAS DRAMÁTICAS?

No en vano Cesidio Niño, director artístico de ABAO, la entidad productora, en las notas incluidas en el programa de Escena, ya nos advertía de cómo durante la 2ª escena del 1º acto la mezzo tiene una manera de cantar muy diferente a la que pone en su voz en la escena de salida de ese mismo acto. Y anotaba, es un canto de tendencia más dramática (cursivas mías).

Así que, durante la representación, me atreví y disfruté trazando una imaginaria línea que fuera desde el anillo que luce en su dedo la Reina Isabel (1533-1603) al dramático Anillo de la Tetralogía wagneriana. ¿O no serían acaso estas dos joyas símbolos de un mismo poder absoluto, de aquél que dispondría sobre la vida y la muerte de las personas y que, desde el momento en que caen, casual y fatalmente, en manos de simples mortales, arrastran consecuencias aún más irreparables y dolorosas? Los celos del Duque de Nottingham provocan que éste guarde y retenga el anillo salvador de la Reina y desencadena, cuando puede evitarlo, la ruina y ejecución final de Roberto al que posiblemente la Reina, creyendo que posee el anillo que ella misma le dio lo usará para salvar la vida. Sí, enviándole a la Torre, tal vez, sólo haya querido poner a prueba su amor.

3. Y van a ser, por último, estas fatales consecuencias las
que hagan que Isabel renuncie al poder (¿como lo hace el Wotan wagneriano en El ocaso de los dioses?) y entregue el anillo a quien se convierte así en su sucesor, el rey Jaime I. E Isabel puede entonces soltar su desesperación y llorar como mujer que es.

4. Y por eso, quizás, me gustara también una de las últimas réplicas que canta dirigiéndose a los que han sido, hasta el desenlace final, sus amigos y consejeros de confianza, ese Duque de Nottingham y su mujer, Sara, que le ha engañado con Roberto, cuando la reina, la reina protestante, como es históricamente conocida, les dice ante sus peticiones de clemencia que no es ya ella la persona a quien deben dirigirse (una mujer ya normal- a la que histórica e irónicamente también se la conocerá como La reina virgen, aquel título de aquella mediocre película sobre su vida que interpretaba Jean Simmons y dirigía el también mediocre George Sydney, el de Los tres mosqueteros con Gene Kelly, teniendo en cuenta que Isabel, además de reina de Inglaterra ¡durante 44 años!: desde los 25 años hasta su muerte acaecida apenas 2 años después de la del personaje de su favorito Roberto Devereux,, ha sido, con la reforma protestante jefe, asimismo, de la Iglesia Anglicana). ¿Y NO SE PODRÍA PENSAR, ESCUCHANDO SUS PALABRAS, EN LAS RECIENTES DECLARACIONES DE VLADIMIR PUTIN CUANDO, REFIRIÉNDOSE A LOS YIHADISTAS, DICE QUE SEA DIOS QUIEN LES JUZGUE, QUE ÉL SÓLO PRETENDE LLEVARLES ANTE ÉL? BURLA BURLANDO, MÁS ACTUALIDAD…
 
5. Reflexiones sobre el poder que, al fin y al cabo, Donizetti extiende desde el siglo XVI, años en los que trascurre la ópera, hasta el momento histórico, siglo XIX, en el que la escribe (no sería otra mi interpretación del “anacronismo”, como desacertadamente se refiere a él, y que me perdone, el prestigioso estudioso William Ashbrook, en que incurre el músico italiano cuando introduce en la obertura de su ópera el Himno Inglés que data del siglo XVII y no del XVI), e incluso más allá, hasta nuestro siglo XXI en el oímos y asistimos a la representación de la ópera. Y comprobamos entonces que las cosas, desgraciadamente, no han cambiado demasiado en estos cinco siglos: el poder necesariamente discrimina, es injusto y, por lo tanto, abona el terreno para la corrupción. Aunque en cuanto pasa o se distribuye entre hombres y mujeres no tan reales y sí más corrientes (y dicho sea esto sin ninguna mala uva) las consecuencias de este “democrático” y corrupto poder pueden ser incontrolables.

Luego habría que aplicarse con todo lo que esté a nuestro alcance y en  nuestras manos sin anillos para evitar esta deriva funesta e intentar que, al menos, la esperanza sea lo último que se nos pueda sustraer. Donizetti y Wagner no creo que anduvieran demasiado distanciados en estas consignas. Roberto Devereux y la Tetralogía del anillo (y continuamos salvando las distancias que se quieran) son, en estas circunstancias, dos serios avisos para navegantes. Y el que tenga oídos y quiera oír, que los escuche. La modernidad de los clásicos, que dicen algunos.
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lunes, 30 de noviembre de 2015

MIKEl URRUTIKOETXEA, EL NUEVO SHERIFF DEL FRONTÓN


Hace unos meses cuando se proclamó Campeón del Manomanista dije de él (en la entrada en este mismo blog del 25 de junio de 2015: El manomanista no se merece semejante txapuza) que era un campeón con asterisco (Campeón*) ya que su pase a la Final se había producido de rebote (y valga la paradoja), después de que Oinatz Bengoetxea, el finalista por méritos propios, tuviera que renunciar a jugar el partido decisivo por una inoportuna (¿hay alguna que no lo sea?) lesión. Entonces Mikel Urrutikoetxea, que ¡había perdido contra el propio Oinatz la semifinal!, ocupó el lugar del delantero de Leiza en la Final en una decisión que, lejos de convencerme y dejarme tranquilo, me sumió en una profunda  discrepancia y malestar que, después de que Mikel se hiciera brillantemente (¡y qué!) con el campeonato, tuvo en el consiguiente asterisco (*) su gráfico reflejo.

Pero este domingo Mikel volvía a tener una oportunidad; y ésta, de verdad. Había alcanzado la Final del 4 ½  y nadie, en su sano juicio, podía discutirle la justicia de su logro. Había derrotado al mismo Bengoetxea en una semifinal excelente, para el recuerdo, reventando físicamente al bueno de Oinatz, en un partido jugado en el Labrit pamplonés a cara de perro; esa eléctrico rictus con el que a mí, por lo menos, me gusta que se jueguen los partidos. Sean estos del deporte que sean.

Y en esta segunda oportunidad, o segunda  Final que se disputó en un abarrotado Frontón de Miribilla, Mikel además no lo iba a tener fácil. Ninguna final lo es. Pero si hablamos de pelota y hablamos de Irujo la empresa no deja de parecer una ascensión al Everest sin un buen sorbo de oxígeno del que echar mano. Y así lo pareció en un principio y casi… hasta el final. El delantero de Íbero estaba a punto estaba de llevarse el partido a su zurrón con una incontestable comodidad: 10-20. Había jugado Juan como los ángeles y como los ángeles parecía que iba a llevarse la txapela de Bilbao por los aires. Como el Campeonísimo que es.

Pero entonces surgió Urruti. Que a mí que me gusta mucho el cine me recuerda al gran James Stewart. Mikel también es alto (pasa y de sobra el metro ochenta) y delgado (¡en la báscula apenas llega a los 68 kilos!). Y también es un tipo frío. De esos que dicen que no se cortan ni con el cristal. Camina por el frontón despacio. Como si recorriera, mirando a derecha e izquierda, a las ventanas, a cada rincón, a cada oscuro y sospechoso callejón, la céntrica calle de uno de esos pueblos del Far West que andan revueltos y en los que debe imponer el orden. Y nada parece alterar su propósito. Espera su momento. Y cuando lo encuentra, o sea, cuando se encuentra a gusto con el material, con el ambiente, con sus propias sensaciones se lanza a degüello. Y entonces sus rivales pueden echarse a temblar porque a Mikel no le va a temblar el pulso. Y Juan le vio venir. Poco a poco. A James Stewart, uno de los más despiadados bounty killers o cazadores de recompensas para los no familiarizados con las películas de vaqueros. Y así fue: poco a poco. 12-20, 14-20. Y Juan pedía tiempo muerto. Y resuello. Se retiraba a los vestuarios ante las pitadas de un respetable que empezaba a alucinar. Pero la refriega continuaba y continuaba la sangría: 16-20, 18-20, ¡20-20! Y Mikel ya era invencible. Por eso ganó la Final : 22-20 en uno de los duelos más increíbles que se han podido ver y disfrutar durante los últimos años; un partido que ya es Historia mayúscula.
 
Por eso hoy quisiera reconocer, y dar al César lo que es del César, que el viejo asterisco (*) se ha convertido en la más flamante estrella de marshall que puede cualquier ciudadano honrado lucir en su pecho. Sí, Mikel Urritkoetxea es el nuevo sheriff. El nuevo rey de la pelota a mano.



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jueves, 19 de noviembre de 2015

DOS CANCIONES, Y UNA POESÍA, POR SI ACASO


Ando dándole vueltas a un poemario. Quizás estos versos se contengan en él. Quizás no. Pero los trascribo aquí. Nunca se sabe.
 
Dos canciones

Ven,

sígueme siempre.

Aunque a veces

lo diga con mi particular

boca pequeña,

la bocca chiusa

que llama a Butterfly

durante el primo atto

sublime y frágil:

la que canta

a la ingenua,

a la que espera,

al sueño que se queda

y nos dice adiós agitando las manos,

flotando entre paneles vidriosos

de una China de juguete,

de afiladas esquirlas de cristal

que terminan

(ultimo atto)

fundiéndose en tu piel blanquísima.

Pero no pensemos en eso.

No lo hagamos todavía.

O mejor aún:

No lo hagamos nunca.

Y

ven, sí,

sígueme,

sígueme siempre.

Te espero y te persigo.

Yo invito. Entremos en una estrofa reducida

de esa mañana de domingo

que canta Lou

también con la bocca chiusa;

soñando con Butterfly,

posiblemente. Antes de que el crispado puñal

se hunda entre sus dedos.

Pero no pensemos en eso.

No lo hagamos todavía.

O mejor aún:

no lo hagamos nunca.

Y menos con la bocca chiusa,
 
mientras resuenan las campanillas

de una mañana de domingo.


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jueves, 12 de noviembre de 2015

NEIL YOUNG: 70 TACOS

Recordar que hoy 12 de noviembre de 2015 cumple 70 tacos Neil Young, que si de algo puede presumir es de ser la antítesis del altanero y presuntuoso Van Morrison. Modesto, genial, honrado, incansable, discreto pero atronador es, sin duda, uno de los grandes, uno de esos hombres (ya no cantantes ni artistas) que hacen que este mundo haya merecido y siga mereciendo la pena. Si escuchas su Helpless con The Band y con los estremecedores coros de Emmilou Harris y los pelos no se ponen de punta es que aún no te has levantado de la cama.
Por eso proponía en una entrada anterior que una de las cosas para hacer en Bilbao hoy (y siempre) cuando estás coñado es ésta de felicitar a Neil Young oyendo uno (por ejemplo, Helpless) o varios de sus temazos y discos,
Semper fidelis.

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QUE LE DEN AL LEÓN DE BELFAST

Que le den al León de Belfast que es Van Morrison y que ayer tocó en el Palacio Euskalduna de Bilbao, con las entradas desde ¡200€ la más cara, hasta 75€ la más barata!, y que si alguien ha asistido a algún espectáculo en el Euskalduna bilbaíno, se percatará de que no sólo son las más baratas sino que además son tuertas o casi ciegas Vaya, un robo con alevosía y a mano armada. Porque el León andará ya por los 70. Y además de no haber sido nunca muy simpático (aunque a un artista nadie puede obligarle a serlo) ya se ha dado varias vueltas por Bilbao. O sea que la primicia, de cachondeo. Al León ya le hemos visto la melena por aquí, más poblada y por muchísima menos tela. Y hemos asistido a sus desplantes, aguantado su mal humor y aplaudido y coreado el otro lado de su carretera.

Pero el tiempo no debe pasar en balde. Y si el León todavía ruge, pero menos y da menos miedo, en obvia relación con sus años, a nosotros en los bolsillos se nos han formado últimamente como cuevas de tela donde el eco resuena, demasiado a menudo, a sus anchas. Y no querer darse cuenta de esto, de la jodida crisis, y más aún volando desde Irlanda donde, por cierto, también se las están pasando canutas, y querernos sacar 200€ por hora y media de concierto molesta y decepciona.
 
Así que para mí, desde hoy, el León es historia. Sus discos, directos al aparador ese donde reposan olvidados, entre otros, el Grease de John Travolta, el Breakfast in America, de Supertramp y otras reliquias del pasado. Y me quedo tan ancho. Si el estúpido insiste en su estupidez, se hace viejo y persiste en su estupidez, qué le vamos a hacer: darnos la vuelta en cuanto le veamos asomar detrás de la esquina.
 
Y por supuesto, en esta entrada, ni una puta foto ni un puto vídeo suyo. Un coñazo, como él. Y lo siento. porque Astral Weeks me flipaba. Que lo sepas, León.
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lunes, 9 de noviembre de 2015

DANNY ELFMAN & BERLIOZ, PARECIDOS RAZONABLES

Y no es que los busque, sino que ellos me encuentran a mí. ¿O no os parece que estas músicas guardan entre ellas más que un parecido razonable, un similar y mágico "aire" ? Una de ellas se corresponde a la escena final, el coro Remonté au Ciel, de La condenación de Fausto, de Berliov, escrita a mediados del S. XIX y la otra es la más conocida Ice Dance, de Eduardo Manostijeras, la película que Tim Burton rodó ¡casi 150 años después! y a la que Danny Elfman le puso música.

Os las dejo ahí. Por orden de antigüedad. Vosotros diréis...

REMONTÉ AU CIEL
 
 
ICE DANCE
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sábado, 7 de noviembre de 2015

ALFONSO BASTERRA: EL VEREDICTO Y UN BORRADOR DE VERSOS




Ni es puro ni tiene sangre azul,

pero va a pasar en las mazmorras del delito

tantos años como su mente sea capaz de recordar,

casi tantos como Dumas imaginó

a su Edmundo Nantes aplastado contra las piedras y húmedos rincones

de una celda francesa,

greñudo y asalvajado,

sin voz ni perdones,

sin un ápice de alma de hombre.

Así lo ha decidido un tribunal popular.

Y pienso que eso de tribunal-popular

es como hablar de una sinagoga nacionalsolicialista,

Porque popular es una fiesta

a la luz de la luna,

popular es un carrera de diez kilómetros,

o una marcha,

o el tradicional partidito entre solteros y casados,

o la subida al monte ése que queda justo ahí,

a la vuelta de casa.

Pero un tribunal…

Un tribunal habla

y te corta las alas,

y el aire,

y tras dictar su anónimo veredicto

impone a tus idas y venidas

un antes y un salvaje después,

el más impertinente empujón,

el fuera de aquí más obsceno

e irreversible.

Y no me gusta.

No me gusta que detrás de lo popular

se esconda la inmundicia,

aquello para lo que hay personas instruidas

que saben

que conocen

que han estudiado

para bregar con esas ingratas tareas.

Y que por eso visten de negro.

Y dejemos a lo popular.

No le sustraigamos de sus risas,

de sus aromas a paella,

a fogatas,

a chiringuito,

a verbenas,

a kalimotxo,

a besos con quince años.

Sí, puede que a Alfonso se le haya torcido el camino

y la cabeza.

Puede que pensara

en lo que nunca debe pensarse

y se creyera un Basterra

que no hubiera compartido

ni mis pizarras, ni mis pasillos, ni mi colegio.

Y puede, entonces, que se lo haya merecido.

Pero nunca se habrá merecido esto.

Estoy seguro.

Lo popular no se abraza

con la desgracia.

No se entiende

con lo irremediable.

En su lugar lo popular me venda los ojos

y coloca un garrote a mi lado;

sí, también lo hace.

Pero luego nos arrima a donde cuelgan bolsas

repletas de arena o de los ansiados caramelos.

Y, a ciegas, tengo que acertar.

Y a veces lo hago y a veces no.

Y me cubro de confeti

o con lluvia sabrosa de dulces de colores.

Pero en cualquiera de los casos

siempre estoy vivo.



[1] Alfonso Basterra, compañero de la promoción del ´83 en el Colegio de los PPJJ de Bilbao, fue encontrado el 29 de octubre de 2015 culpable, junto a su ex mujer de la muerte de su hija de 12 años, por un tribunal popular. 
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miércoles, 4 de noviembre de 2015

PIQUÉ Y WILLIAMS, EL TONTO Y EL GRANDE


El mismo día lo vi en el mismo periódico.

Después de que el todopoderoso Barcelona derrotara al modesto Getafe 0-2, y mientras el jugador local Víctor Rodríguez atendía a los medios de comunicación en la sala de prensa del Coliseum Alfonso Pérez, y me imagino que con más ganas de irse a casa que un Casco Azul patrullando las aceras de Teherán, ahí que entra como elefante en una cacharrería el de siempre, el niño bonito y plomazo Gerard Piqué, ataviado con mascara y disfraz por la fiesta de Halloween, interrumpiendo las declaraciones de Víctor Rodríguez y soltando gritos y prepotentes cachondeos. Y sólo me pregunto. ¿Hubiera hecho la misma mamarrachada el muchachote de Barcelona si el resultado, por ejemplo, hubiera sido a la inversa, 2-0 a favor del Getafe?... ¡Qué lástima!

Y por eso me volví rápidamente hacia el sabio diccionario. Por si encontraba respuestas. Y busque en la “T” de “tonto”. Y sí, menos mal, ahí estaba él.
                                                                           
                                                                              Tonto
 
Y ese mismo día leí también en el mismo periódico que durante las celebraciones en Twinkenham, el templo del rugby, del título de Campeones del Mundo por los All Blacks Charlie Line, un niño de 15 años, trató de acercarse a Sonny Bill Williams, el tres cuartos centro de Nueva Zelanda, 1,94 de altura y 108 kilos de peso (Piqué también está con 1,92 y 84kgs aunque antes que "grande", él es tonto). Pero cuando Charlie corría fue agarrado y tirado al suelo por un guarda de seguridad. Y el crío, ante la imponente estampa de Sonny Bill, cayó a sus pies, desolado y con la mirada implorante. Y entonces Sonny Bill le ayudó a levantarse, le abrazó y conversó con él. El fisioterapeuta de los All Blacks colocó al chaval un gorro de lana del equipo. Y con Sonny Bill Charlie se acercó hasta la grada y, en un gesto fuera de toda norma, el centro neozelandés le entregó su medalla de oro. Y añade la noticia unas declaraciones de Sonny Bill, “yo sólo traté de que esa noche fuese inolvidable para el crío. ¿Quién sabe? Tal vez sea un futuro all black. Los compañeros me gastaron muchas bromas en el vestuario porque la medalla es de oro macizo. Pero prefiero que esté colgada del cuello de ese niño que en mi casa. Él la apreciará más.”

Y pensé entonces en los dos. En el gran pero tonto Piqué y en el grande-grande Sonny Bill. Y me sorprendí por las distancias siderales que pueden existir entre unos “animales” exteriormente tan parecidos. Y busqué de nuevo en el sabio diccionario. Por si me aclaraba la duda. Y sí, él estaba ahí: en su sitio. Y me quedé más tranquilo. Sí, justo en la “G” de “grande” estaba Sonny Bill:
 
                                                                            Grande
 
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lunes, 2 de noviembre de 2015

MUNDIAL DE RUGBY: BYE ENGLAND 2015: ¡¡NOS VEMOS EN JAPÓN 2019!!


¡¡Nos vemos en Japón 2019!! La edición 2015 del Mundial de Rugby celebrada en Inglaterra ha finalizado con el triunfo de los All Blacks, de la Haka (ver la de la Final, especialmente emotiva y feroz, dirigida por el mítico MA Nonu en su último partido como All Black), y de las excelencias de un deporte increíble en el que muchos otros deberían mirarse y no ocultar su sonrojo.


Y si quisieran meterme en un aprieto sólo deberían preguntarme con qué me quedaría de estos 44 días de espectáculo total.... Sí necesitaría, por lo menos, un par de minutos para afinar la elección. Pero si este blog trata de presumir de no quedarse nunca con lo obvio y con el lugar común, ahora no iba a ser menos. Y me quedaría, para que no cayera en el olvido, con ese maravilloso partido de la fase de grupos entre Australia y Gales, y en concreto, con la defensa numantina y extraordinaria con la que los wallabies ¡jugando con 13 durante casi 10 minutos!, mantuvieron su línea de ensayo intacta contra los furibundos ataques de los galeses.

A ver si encuentro un vídeo ad hoc.

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lunes, 26 de octubre de 2015

TELVA BELLEZA: EL ENEMIGO ESTÁ EN CASA


Tu quoque Brute?[1]

Desde hace años dice el pueblo que las mujeres andan revueltas. Y como en estos lares presumimos de vivir en una democracia, parece que al pueblo nadie puede llevarle la contraria sin arriesgarse a recibir una justa coñeja. En todo lo que el pueblo dice siempre lleva la razón de su lado. Y esa compañía resulta demoledora. Aunque sean, sobre todo, los hombres quienes repitan la frase en cuestión como uno de esos lugares tan gratos y comunes al género masculino, las mujeres no les van a la zaga, aunque no la pronuncien tan a menudo y aunque, cuando lo hagan añadan a la sentencia un incontestable, nuestros motivos tendremos. Así que algo de muy cierto debe haber en todo esto.

Porque el caso es que, por uno u otro motivo, y con las necesarias matizaciones al margen, parece que, por una vez, todos y todas estaríamos más o menos de acuerdo. Y la frasecita se ha quedado en nuestros días como un remedo tan categórico como “el más vale pájaro en mano que…”. Y no continúo.

Porque los que me conocen ya saben que a mí el refranero me produce urticaria. O echaros un vistazo, por si os apetece conocer mis argumentos, a la entrada aquélla que subí a este mismo blog (lavueltaylatuerca.blogspot.com) en abril de 2013. Y ahí os daréis cuenta además que este blog es, precisamente, eso: una de esas “matizaciones al margen” a las que aludía en el párrafo precedente.

Porque hoy ando entretenido con la portada del número de Otoño-Invierno 2015 de la revista TELVA BELLEZA, un reconocido icono del universo femenino. Y me detengo un segundo, no, dos, no, … ¡un minuto! Porque la portada merece la pena. La reproduzco aquí abajo para que el que lea esto pueda emitir su pertinente juicio.


Yo estoy dispuesto a rebatir cualquier opinión en contra. Porque la modelo de la portada del TELVA BELLEZA del número de Otoño-Invierno 2015 es un reclamo a la felicidad. La chica se mordisquea o se acaricia los labios con el dedo índice. Y te mira, ¡Y cómo! Como si esperara paciente a que le dijeras algo que le va a divertir, algo que ella sabe muy bien que es una piadosa mentira y que tú, sin embargo, esperas que no sepa que lo es y esperas, por el contrario, que se la trague o que te haga pensar a ti que se la ha tragado.

Y mientras, te observa. Sus ojos te desafían divertidos. Te proponen un juego; un juego al que a ti te apetece jugar. ¡Por supuesto! Y todo el tiempo que haga falta. Infinito. Infinitamente. O hasta que uno de los dos se dé por vencido. O hasta que haya que irse a la cama. Y empezar a darle vueltas a la cabeza… E imaginar que mañana, con dos c…, te despides del trabajo, saqueas la entidad bancaria de la vuelta de la esquina a punta de pistola de `pega sin que se note, y te fugas con ella, con esa mirada segura y desafiante hasta cualquier isla paradisíaca donde el móvil sea un artilugio tan extraño como un bolígrafo para un Neandertal.

Y tuerzo la hoja, la portada del TELVA BELLEZA, del número de Otoño-Invierno de 2015 y busco el nombre de la modelo entre la lista de directores, subdirectores, redactores, maquetadotes, colaboradores, técnicos de fotomecánica, secretarias, archiveros, coordinadores, grafistas y… su puta madre, ¡Y no la localizo! ¡¡TELVA BELLEZA, ese icono del imaginario femenino, ni tan siquiera la cita, se olvida de ella, pasa de largo sobre su nombre y apellido, sobre esa mujer que ha ilustrado su portada de Otoño-Invierno de 2015 y que le habrá hecho vender ¿cuántos ejemplares?!! ¿Cómo no van a estar todas las mujeres revueltas! ¡El enemigo se les ha metido en su propia casa!

Una verdadera lástima, sí. Casi una calamidad. Cuando el ninguneo, cuando el sopapo en el amor propio viene de tu propia mano. Cuando no se le reconocen a uno, a ella en este caso, en realidad a todas las mujeres que salen retratadas en las páginas del TELVA BELEZA, los méritos indiscutibles de un trabajo muy bien hecho. ¿TANTO COSTARÁ, ME PREGUNTO, INCLUIR, Y HACER DE PASO JUSTICIA, UN PIE DE FOTO CON SUS NOMBRES?

Pero yo continúo con esos ojos que me miran desde el Otoño-Invierno 2015. Y no, nada hay, no busques, ni una miserable pista que me oriente sobre tu nombre. Sí, porque a menudo para deshacer los desaguisados y las discriminaciones conviene también que echemos un vistazo a nuestro propio colectivo discriminado. Y ni lo dudes. Porque seguro que ya has roto más de un plato. Nosotros los hombres también hacemos lo que hacemos. Burradas, muchas veces. No lo niego. Pero tampoco vosotras debierais iros de rositas. TELVA BELLEZA, en ese número de Otoño-Invierno 2015 te ha enseñado muy bien cómo se las gasta. ¡Ni una diminuta referencia te ha dedicado para sacarte del fatal anonimato! Porque, no te engañes, ser anónima es el primer paso, el primer y firme paso que antecede a cualquier prejuicio bien orquestado. Y os la hacen a todas vosotras, anónimas, y a ti, desconocida a mi pesar, que ojala mañana a estas horas hayas aceptado mi propuesta y estés a mi lado en esa isla donde los teléfonos no existen todavía.




[1] El famoso ¿Tú también Bruto? que le espetaba Julio César a Bruto cuando descubría que éste, al que quería como a un hijo, formaba parte de la caterva que le estaba matando. Y es que, según lo que expongo, también TELVA BELLEZA, detrás de su lujosa e inofensiva presentación, se estaría revolviendo contra sus propias “hijas” o modelos.
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sábado, 17 de octubre de 2015

JOKIN ALTUNA: YOU´RE A BIG BOY NOW

Escribí esta carta a los amigos/as de Aspe, la empresa de pelota. Siempre me han contestado. Siempre una palmadita en el hombro. Siempre, unas pocas palabras. Pero esta vez, ni “mu”. Y de momento no tengo ni la menor idea de a qué obedece ese silencio. Tampoco es que moleste mucho. Sería como pretender que todas mis ocurrencias encontraran respuesta. Y no es eso. Tampoco voy de tan “servido” por la vida. Simplemente si me acuerdo, y veo a alguno de sus directivos por cualquier frontón, se lo preguntaré. Y a ver lo que dice.

Pero si en la carta (que incluyo abajo) me refería a Jokin Altuna exclamando eufórico “¡ha nacido una estrella!", lo que aconteció ayer en Donosti no hace sino reafirmarme en lo escrito. Jokin es ya una de las estrellas de los programas de pelota. Ganó 22-14 en la liguilla de Cuartos de Final del 4 ½ al otro gallito de las jóvenes camadas pelotatzales, al mismo Iñaki Artola que le había derrotado en la Final de Promoción el año pasado. Así que el enfrentamiento olía a deliciosa revancha.

Y Jokin empezó muy bien: 10-3. Pero Artola se recompuso y puso brillantemente en el marcador los cartones en 13-14. Y además parecía que las cosas en su sitio. Y sin embargo, cuando peor pintaban las cartas, cuando hacía tiempo que no tocaba un comodín, Jokin sacó fuerzas de flaqueza, dicen, y visto y no visto: 22-14. Si eso no es una estrella que baje Dios y nos enseñe lo que es sacando alguna que lleve por los bolsillos.

Y con lo que empezaba sigo. Ahí os va la carta, aunque antes el temazo original (nada de covers) de Bob Dylan, y que recomiendo escuchar como banda sonora del presente artículo, You´re a Big Girl Now, cuyo título espero que no necesite traducción, ¡cambiando por supuesto, Girl por Boy! en homenaje a Jokin. Y la carta, después de la paradita dylaniana (al txoko, claro):


“Queridos amigos/as, dos cosas, nada más.
Primera cosa. Quisiera pensar que, a pesar de todas las precauciones a las que su edad, 19 años, nos pudieran llevar a tener en cuenta, ¡ha nacido una estrella! Detalle del que siempre habría que congratularse porque por muchas que veamos brillar en el cielo, durante las noches claras de verano, no hay tantas como parecen, y menos aún que hagan las paraditas tal y como Jokin Altuna se las saca de la manga o… de la mano ya que estaríamos hablando de pelota.

Porque Jokin ha ganado su primer torneo importante, la Feria de San Mateo 2015, después de derrotar a la pareja formada por Irujo y Merino 21-22, y de hacer después lo mismo en la Final contra Urruti, que probó y muy bien como ¡zaguero!, y al que una vez llamé Campeón con asterisco; en lo que, desgraciadamente, la temporada estival me ha dado la razón o ¿ha habido en los últimos años un Campeón del Manomanista que no se haya subido a lo más alto del podium en alguna de las Ferias de Verano? Eso: un Campeón* que jugó en San Mateo con Olaizola y a los que Jokin junto con David Merino venció por idéntico y mínimo margen: 21-22.

Fueron dos partidos tremendos y memorables. Con un chaval que lo da todo. Con unas ganas de triunfar y de entusiasmar a la afición que se le escapan por ese cuerpo aún casi adolescente pero que atesora más malicia en sus golpes que el más curtido villano del Far West, que el Jack Palance de Raíces profundas, por ejemplo.

Aunque el punto sobre el que quisiera hacer especial hincapié es que el tanto definitivo de la Final, con el marcador 21-21, se jugó con el material, la pelota que escogió Aimar ya que él efectuaba el saque y que, a pesar de ello, Jokin ejecutó la Final con un magistral golpe, una volea desde el 3 ½ a la que apenas si le faltaron dos pelos para hacer sonar la txapa. Y eso creo que es de un mérito tremendo porque si nos fijamos bien cuando Jokin juega con su material, y eso hace que los tantos sean rápidos, eléctricos y se resuelvan en un plis-plas, su estrella luce en todo su esplendor y el respetable se cansa de aplaudir puesto en pie; pero, sin embargo, cuando es el contrario el que pone sus pelotas en juego consigue que Jokin se sienta más desplazado en el juego. Esas pelotas no corren tanto y ¡cómo cuesta moverlas! Y es entonces cuando los 19 años de Jokin y sus músculos y fibras aún de niño, livianos se quejan. Y se queda viendo cómo el mazacote en cuestión le pasa por encima, y si lo golpea siente que el mazacote apenas se mueve como si sus manos en lugar de imprimir más velocidad amortiguaran la carrera y la velocidad del cuero. Y entonces los tantos se ralentizan y la chispa y los 19 años se quedan como el pez sobre la piedra del estanque, añorando el momento de volver al agua o de volverse al cestaño y sacar de él su pelota. Por eso decía que hacer subir a su marcador el cartón 22 , y hacerlo como lo hizo, fue para enmarcar.

Con la pelota de Aimar. Porque además el fabuloso delantero de Goizueta se le resistía. A Irujo, el otro genio en esto del “frontón a mano”, le va más el cuerpo a cuerpo, es más alocado, entra en la refriega sin importarle el número de heridos que llenen los hospitales de campaña. Pero esto a Jokin le va. Le va la marcha de Juan. ¿Cómo no iba a ser así con 19 años? Por eso ya le ha ganado varias veces.

Pero con Aimar es diferente. Aimar es como un francotirador que espera su momento en lo alto del edificio por donde sabe que, tarde o temprano, pasará su víctima. Y no tiene prisa. Y si cae la noche, se abrocha la cazadora y a esperar más todavía. Con un cafecito bien cargado para combatir el relente de la madrugada. Para no dejar que su alma de killer cicatrice y se enfríe. Y por eso cuando parece que los partidos no le van de cara, que pintan bastos, Aimar no se altera, espera su momento y entonces se gira y lentamente saca y soba como si de una bolita mágica se tratara ese mazacote, ese leño que sólo él y sus facultades prodigiosas saben, ¡y cómo!, mover. El mismo material que Jokin siente que se le incrusta en las tripas. Con el que a Jokin le duele hasta respirar.

Por eso el chaval no había ganado al becadero, al francotirador. El de Goizueta se le resistía. Hasta la final matea. Por eso cuando Jokin enganchó la volea con la pelota pesada de Aimar e hizo el tanto 22 salté de la butaca. Porque la primera vez, el primer gran torneo, siempre tiene un regusto especial. Sabes que has asistido a un instante que tardarás en olvidar porque instantes como esos tardarán en repetirse. Así que, ¡enhorabuena, campeón!

Con lo que voy ya a la segunda y última cosa al hilo de esta memorable final. Al dichoso y eternamente controvertido asunto del material. Y lo he puesto antes o ¿no ganó Jokin el partido jugando con la pelota que Aimar había escogido como la más conveniente para él? ¡Por eso no le demos tantas vueltas al tema de las pelotas! Aunque nos baile el agua y nos sirva para llenar muchas páginas en los periódicos. O reconozcamos que la polémica nos pone.


Y viendo los partidos de Jokin contra Juan y Aimar  se me ha ocurrido preguntarme, ¿no vendría a ser el material en los partidos de pelota, y salvando todas las distancias que se quieran salvar, como las diferentes superficies sobre las que los tenistas disputan sus partidos? El material rocoso, pesado, con poca salida como la tierra batida de Roland Garros, y más rocoso, pesado y con menos salida aún, como la tierra batida de Montecarlo, al nivel del mar, al ladito de la playa y con una humedad que te invitaría a calzarte una gabardina aún en pleno mediodía.

Y por otra parte, el material liviano, rápido y con una salida del frontis como perdigones que disparara una escopeta como la hierba de Wimbledon. Y los tenistas saben lo que hay y nadie se queja. lo que hay en el cesto. Y así también deberán saber si les resultara más o menos fácil ganar el partido. Y no quejarse tanto. ¿O le hemos oído alguna vez a Federer decir que en Montecarlo ¡no se puede jugar al tenis!? Sería ridículo. Simplemente a él, por sus características y las características de la arcilla de Montecarlo, le costará más ganar en la Costa Azul.

Y así debe ser. Y los pelotaris, lo mismo. Después de la elección de los miércoles o jueves también ellos saben, más o menos.

Y pasa lo que ha pasado hasta hoy: que en Montecarlo, o con ese material, el gran Roger nunca ha ganado. Pero nadie se rasga las vestiduras. Un mes más tarde le llega Wimbledon. Y con ese material él ya ha ganado en Londres 7 veces. Más que nadie.

Por eso pienso, y lo propongo también, como anexo a estas (siempre largas: así me salen) líneas, ¿por qué no enseñamos a los aficionados y a los que pretenden serlo las características de cada frontón donde se juegan los partidos, porque éste es un frontón pesado, un Montecarlo para entendernos tenísticamente, un frontón con poca salida, donde la pelota bota poco y con menos rapidez, donde desde los cuadros largos la devolución de la pelota cuesta un mundo…; en definitiva de qué forma va a contribuir ese frontón al partido, beneficiando de esta o de aquella manera a uno u otro pelotari? Y hacer lo mismo con el cestaño y su gramaje. Yo creo que con ello todos saldremos beneficiados y entenderemos un poco mejor los entresijos de este inagotable deporte.”
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