Pero el tiempo no debe pasar en balde. Y si el León todavía ruge, pero menos y da menos miedo, en obvia relación con sus años, a nosotros en los bolsillos se nos han formado últimamente como cuevas de tela donde el eco resuena, demasiado a menudo, a sus anchas. Y no querer darse cuenta de esto, de la jodida crisis, y más aún volando desde Irlanda donde, por cierto, también se las están pasando canutas, y querernos sacar 200€ por hora y media de concierto molesta y decepciona.
Así que para mí, desde hoy, el León es historia. Sus discos, directos al aparador ese donde reposan olvidados, entre otros, el Grease de John Travolta, el Breakfast in America, de Supertramp y otras reliquias del pasado. Y me quedo tan ancho. Si el estúpido insiste en su estupidez, se hace viejo y persiste en su estupidez, qué le vamos a hacer: darnos la vuelta en cuanto le veamos asomar detrás de la esquina.
Y por supuesto, en esta entrada, ni una puta foto ni un puto vídeo suyo. Un coñazo, como él. Y lo siento. porque Astral Weeks me flipaba. Que lo sepas, León.
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