A cuenta de la Sinfonía nº25 de Mozart, y de lo apuntado en las notas al Programa escritas por Mercedes Albaina, pude enterarme de cómo un rabioso arrebato llevó a un adolescente de apenas diecisiete años a componer ¡en sólo dos días" esta magnífica partitura- os la dejo aquí abajo dirigida por el carismático Leonard Bernstein para que podáis opinar "a sabiendas".
Porque Mozart había regresado de un viaje a Viena adonde había acudido con su familia en busca de un puesto de trabajo en la corte de la emperatriz María Teresa. Su hijo Fernidand Karl le había prometido un puesto como compositor en la corte pero la emperatriz tenía la última palabra. Y a pesar de tener ya 24 sinfonías bajo el brazo, algunas óperas- entre ellas Ascania in Alba que compuso para la boda del propio Fernidand- y un montón de excelentes composiciones- nótese que esta Sinfonía nº25 hace ya el K 183 de su portentoso catálogo- María Teresa le dio con la puerta en las narices.
No parece que aquella illuminatia que, desde la capital austríaca, dominaba el panorama musical mundial tuviera los oídos suficentemente afinados para constatar que se hallaba ante un fenómeno irrepetible por mucho que viniera desde "provincias"; esto es, Salzburgo. Y de esta forma sus biógrafos afirman que esta Sinfonía nº25 no es sino el resultado de la frustración y desconsuelo de un joven genio, que sabía que lo era, y al que acababa de tratar injustamente. Aunque no por ello Wolfgang se vendría abajo o daría su brazo torcer. Y persistió. Incansable. A esto debemos apuntarnos.
Véase sino: según las ediciones traadicionales Mozart llegaría a compone 41 sinfonías, o sea, 16 más de las que su catélogo contenía "después del chasco". Pero, incluso, otros especialistas elevan el número de sinfonías hasta el 68. o sea,¡43 más! Sin duda, como reza el adagio: genio y figura hasta la sepultura.
Y no lo entendamos mal. No seamos insensatos y nos creamos únicos y desgraciados. Porque de éstos los ha habido y los habrá siempre. Y entonces deberá bastarnos con pensar, como pensaría, sin duda, Mozart, que confiar en uno mismo no supone cerrarse en banda a las críticas que pudieran venirnos desde fuera sino, simplemente, ponerlas entre interrogaciones, darles, acaso, una atenta vuelta, y seguir adelante con lo que hayamos aprendido de ellas: mucho o poco o nada. Y sin que nadie se moleste por ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario