No quisiera parecer un muermazo dejando constancia de los puntuales fallecimientos que van produciéndose y borrando, literalmente, del mapa a esos grandes que, entre otras cosas, han hecho que yo sea como soy.
Ayer le tocó el turno a John Mayall. Tenía 90 años. Lo que no está mal. Pero sabiendo que ya nunca estará entre nosotros, duele. Y mucho. Porque yo tendría 16. Sí, creo que estaba en 2º de BUP. Y en aquellos días su mítico JAZZ BLUES FUSION era, para mí, el no va más. Todavía, más de 40 años después, lo conservo en esas alturas reservadas a lo más granado, a lo que, sin duda, puede recibir el calificativo de "imperecedero".
Pero entonces, a mis 16 años, y en plena fiebre mayalesca, una enfermedad que cuesta radicar, sobre todo porque se está muy a gusto padeciéndola, no se me ocurría otra gracieta que grabar en cada uno de los pupitres que me tocaba ocupar en el inolvidable colegio de los Jesuitas de Indautxu, agarrando firmemente la punta de un bolígrafo, la leyenda JAZZ BLUES FUSION para que quedara, supongo, constancia de mi paso por ahí y de la veneración que sentía por el disco y por su autor.
Claro que lo poco quizás agrade, y lo mucho quizás canse, pero el caso es que el Hermano Iriarte, nuestro insigne profesor de Pretecnología, descubrió- sólo le faltaba mrar- lo que, a todas luces, le parecía una audacia, cuando no una chorrada, o tal vez un puro acto terrorista contra la madera merecedor de un ejemplar castigo. Ahí era nada que en la clase de Pretecnología aparecieran lo menos veinte pupitres (sí, y no sé por qué, pero en cada clase de Pretecnología los alumnos ocupábamos el pupitre que más nos apeteciera) con la leyenda ariba mencionada y que, para mí, era más sagrada que la misa de los domingos.
Claro que el Hermano Iriarte no era de la misma opinión. Y después de preguntarnos a todos por el responsable de semejante desaguisado y de reconocer yo que yo era el único responsable de mancillar la madera de los pupitres con semejante chorrada (él así me lo dijo), procedió a suspenderme la Asignatura en esa evaluación, sin obviar que, en el caso de que persistiera con mi manía (él así me lo dijo), se vería obligado a comunicarlo al Jefe de Estudios o, incluso, al Rector, lo que eran sin duda palabras mayores. Así que dejé mi "manía" para mejores momentos, y con el suspenso a cuestas me refugié, supongo, en mi cuarto escuchando, por ejemplo, este increíble Mess Around que, hoy, os dejo aquí abajo:
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