En estos tiempos de cierta, cuando no preocupante, apatía hacia todo aquello que a nuestro alrededor ocurre- aunque reconozca que esta cantidad de cosas muchas veces apabulla e invita a desconectar-, no es tiempo de dar nuestro brazo a torcer.
Bien que no nos vamos a echar el traje caqui sobre los hombros, reclamar un arma y liarnos a tiros contra cualquier bicho viviente que se cruce en nuestro camino pero sí que, de vez en cuando, pongamos pie en pared y pensemos- sólo eso: pensar, y de momento basta- unos minutos en tantas de esas cosas que nos vienen torcidas, y que tan necesario se nos hace enderezar.
Creo que el portaviones JC I que arrivó este fin de semana al puerto de Getxo- y de lo que dí cuenta en una entrada previa a ésta que estáis leyendo- me ha puesto el pin de la solidaridad en el bolsillo del niki y me ha hecho gritar aquello de ¡basta ya! aunque, de momento y por lo que continuamos viendo, aún no seamos suficientes y nuestras voces se queden en la pataletas de los eternos aguafiestas. Yo, sin embargo, aquí os dejo la mítica foto de Cappa, Muerte de un miliciano, ¡Camarades! o un poemita que dediqué a Walt Whitman, y la imperecedera canción de Leonard Cohen, El partisano. Y a ver si así vamos espabilando...
¡Camarades!
a Walt Whitman
¡Yo os saludo, camarades!
Vista al frente
y que a nadie le tiemble el pulso.
Hoy no se permiten descuidos.
Pasó el tiempo del borrón
y cuenta nueva.
Y me temo que esto es algo
que entre nosotros debería quedar muy claro.
Y el que no se encuentre en condiciones
hará bien en abandonar la fila.
No jugamos con las medias tintas,
pero tampoco guardamos rencor a nadie.
Que cada cual se ajuste a su Destino.
Que el Nuestro será plantarnos firmes,
muy firmes sobre la tierra,
y recibid los golpes más dolorosos
sin que nuestros pasos
retrocedan un milímetro.
¡Ni un milímetro, camarades!
Por desgracia, no están los tiempos
para lamentos de ancianos,
para preguntas sin interrogaciones,
para tal veces o
reagruparnos en la duda.
Y si alguien lo hiciera
le queremos,
pero no a nuestro lado,
porque esta empresa es mayúscula.
Y los vientos, posiblemente, resulten adversos.
Son las predicciones.
Trampas sin número
se nos abrirán a cada paso:
lo sospechamos.
Y en cada foso las mandíbulas
de una fiera nos estarán aguardando
para reducirnos a un polvoriento montón de cenizas:
lo sospechamos también.
No corren primaveras
para andarse con rodeos.
¡Sujetémonos bien los machos, camarades!
Nunca habrá empresa como ésta.
Aunque tampoco se habrán encontrado
nunca tantos valientes
como éstos que somos,
dispuestos a todo,
a dejarse el alma
por lo que tanta falta hace.
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