domingo, 13 de agosto de 2023

EL VERANO Y LOS INCENDIOS





Aunque por los lares por donde resido y por donde me suelo mover, no azota la chicharra, sino que es más bien, y por momentos, el vientecillo norte, con una notable dosis de humedad, el que hace que no pierdas de vista dónde coño has dejado la chupa, no por ello, digo, me olvido del resto de la "piel de toro" donde al calor, los metereógos de la televisión, le han colocado un color rojo intenso que asusta por sus similitudes con el color que bien pudiera tener las paredes del mismísimo Infierno.

Y no es para menos. En muchas zonas del Sur, o a decir verdad, en casi todas, de Madrid para abajo, los 40º se han convertido en el nuevo miembro de la cuadrilla: un espantoso pelmazo al que nadie ha invitado a unnirse a la fiesta y que no te lo quitas de en medio ni a cañonazos. Pero el cabrito de él, no contento con eso, con meterse en nuestra misma cama e impedirnos conciliar el sueño durante toda la noche con su insufrible y calurosa verborrea, se ensaña con nuestros montes y les mete un repaso que los deja más pelados que al mismísimo Kojak, calcinados hasta las uñas, y con más parecido a la Luna que a la Tierra que es donde, realmente, están o... ya no: donde estaban.

Y cuento toda esta batalla al hilo de que el otro día un amiguete me envió la presente peliculita (apenas un par de minutos, y que os he dejado arriba) y que es, sin embargo una gran película. Y eso que tiene ya casi 100 años sobre sus espaldas pero que, ya en su momento, ya fue reconocida con el Oscar al Mejor Cortometraje de Animación del Año. Y alguno me dirán que ya no tienen años para dibujitos pero yo, entonces, les recordaría que estamos en verano, y que en verano a todos nos sale esa vena infantil o juvenil (¡esas terribles bermundas!) que nunca deshechamos del todo y que, además o sobre todo, se trata de una (digámoslo ya) peliculaza que nos podría alertar sobre los peligros de esos incendios provocados que, ahora en veranito, se convierten en tan cotidianos como los turistas que inundan esas ciudades conocidas por todos, y que haría palidecer a más de uno de esos súper creativos de publicidad que atestan cualquier Agencia y cuya última y lamentable ocurrencia habría podido ser aquel y yo no soy tonto con el que se despachaba a MediaMarkt, y que no sólo es un malísimo anuncio sino que, además, es mentira.


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