jueves, 3 de agosto de 2023

EL VERANO Y LOS LIBROS

 

Ya estamos en agosto. El mes de bakatas por excelencia, el mes para tocarse las partes pudientes más a gusto, pero para no dejar descansar a la más pudiente de todas; ésta sería, la cabeza. ¡Esto nunca! La cabeza siempre debe estar en funcionamiento. No sabrían las neuronas lo que es pasarse un minuto, si acaso, tumbadas a la bartola. Por eso, incluso en agosto, debemos darles cañota. Con un libro, por ejemplo. Y dejarlas que se ejerciten en la lectura. Y el tiempo libre, y agosto sería  el mes que más tiene de esto, es el terreno ideal donde explayarse repasando con la mirada esas líneas paralelas donde se nos cuentan tantas cosas.

Yo, por esto, siempre con un libro en mente o bajo el brazo. E incluso, el libro que ahora me traigo entre manos, en este caso, Un brindis por San Martiriano, del cineasta Albert Serra, el de Pacificion (Mejor Película del 2022, según la mítica revista Cahiers du Cinema, y como podéis suponer, cuasi-desconocida por estos lares nuestros), y donde se recoge, sí, el brindis, el pregón que Albert pronunció con motivo de las fiestas de su pueblo natal, Banyoles, y que estaría ahondando en lo mismo que llevo escrito hasta ahora: si las neuronas no descansan ni en agosto, carnaza, y de la buena como el propio Serra señala en su libro, en una cita que no le corresponde precisamente a él, pero que es mérito suyo (y, obviamente, de Charlie Munger que es el autor) haberla incluido en el libro. Y dice algo así como que, no he conocido nunca a una persona sabia (sobre una gran cantidad de materias) que no se pasara el día leyendo: ni una, cero.

Y así, démosles a las neuronas material con el que distraerse, letras con las que poder enredarse de los pies a la cabeza, ideas, ideas nuevas o viejas (ésas que corroboran lo que ya sabemos y que, por eso, tanto nos ponen y congratulan,…o, incluso, ninguna idea… ¡¿Cómo que ninguna?!, saltaría al momento el interpelado, y yo reafirmándome, sí, sí, has oído bien: ninguna idea. Y entonces, quizás, el aludido me respondiera, sí, me estás leyendo el pensamiento, Toni: eso me pasa a mí, como nada se me queda y todo se me olvida, decidí en su momento pasar de leer. Y en éstas sigo. Y yo repetiría el consejo, porque incluso en esa circunstancia, lee y le citaría, a continuación, aquel ejemplo del sabio que colocaba un cedazo debajo de un chorro de agua cristalina, y después de unos segundos cerraba el grifo y preguntaba a su alumno, qué ha quedado del agua en el cedazo. A lo que el alumno, mirando perplejo el brillante cedazo, respondía, nada, maestro, no ha quedado nada. Efectivamente, respondía el sabio, no ha quedado nada, pero ¿no luce el cedazo más limpio, más brillante? Y al alumno no le quedaba más remedio que asentir. Pues esto pasa con los libros y con la mente, concluía el sabio su master class: aunque creas que nada se ha quedado en ella, con la lectura siempre estará más limpia, y será más brillante.

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