Artículo publicado, con pequeñas variaciones, en el deportivo digital de El desmarque de Bizkaia
Decía, más o menos y si la
memoria no me falla, aquel incombustible diplomático que fue Charles-Maurice de
Talleyrand, o Talleyrand a secas, que quien no ha vivido los años previos a una
revolución, no puede comprender lo que es la dulzura del vivir. Y a mí, después
de asistir ayer a la clasificación de nuestro glorioso Athletic para la Final de Copa, me vino
enseguida la sentencia a la cabeza. Sólo que cambiando las palabras necesarias
para que la frase pudiera ser pronunciada como sigue (y con el beneplácito de
Talleyrand, allá donde esté ahora), quien no haya vivido los días previos a una
Final de Copa del Athletic, no puede comprender lo que es la dulzura de vivir.
Porque estos 44 días (o más; que el coronavirus nos deje trankis), que
faltan hasta la celebración de la
Final en el estadio de La Cartuja de Sevilla, van a
ser inolvidables para muchos de nosotros, y en su discurrir podremos saborear,
sin duda, lo que es esa dulzura del vivir,
algo que, desgraciadamente, siempre está al alcance de muy pocos afortunados.
Porque en este país superar las semifinales de
¿Porque de qué trata esa
dulzura del vivir, de la que hablaba el sabio Talleyrand, sino desear, anhelar,
aguardar algo con tanta impaciencia como los niños esperan al Olentxero o a la Noche de Reyes teniendo, a
veces, la sensación de que ese momento nunca va a llegar o de que se perderá,
en un desgraciado descuido, entre cualquiera de los días que tejen una semana?
Aunque, según vamos haciéndonos
mayores, ya adivinamos que eso de que los días no lleguen o de que desaparezcan
por arte del birlibirloque nunca va a ocurrir; o sea que esa tarde, la que sea, nuestro Athletic pisará el césped sevillano, o el que sea, para disputar su Final. Pero hasta entonces ¡cuánto
tiempo, sí! Pero ¡qué dulce espera, también! Porque tendremos que organizar el
desembarco en Sevilla, concertar el viaje, si lo hacemos en avión, en coche o
en tren, si lo hacemos con mengano o fulano o en cuadrilla o con la novia o la
mujer, si bajaremos al Sur para ver el partido a secas o aprovecharemos y nos
quedaremos por ahí unos cuantos díitas (¿nos darán permiso en el currelo?), si
podremos alojarnos en Sevilla sin hacerle un roto al bolsillo o si habrá que
conformarse y dormir en algún lugar cercano.
Y ¡hablaremos también del
partido, cómo no!, que además de una finalísima es un derby contra la
Real. Y se discutirá por todas las esquinas
sobre si los donostiarras son más equipo que nuestro Athletic, pero si nosotros
tenemos más experiencia y, sobre todo, un once más armado y al que cuesta
hacerle un gol más que desmoralizar a Rafa Nadal. Y hablaremos también sobre si
es preferible una defensa de 5, o de 4, sobre si Aduriz debe jugar desde el
principio o si Garitazo debe guardárselo en el banquillo como un mago se guarda
sus mejores cartas en la manga del traje, para sacarlo cuando el partido ya
esté maduro y pueda actuar como revulsivo letal contra sus compatriotas. Y
alguno dirá, ¡si la Real
nos gana no sacaremos la
Gabarra pero yo me tiro a la ría porque… no sé nadar! Y otro
le contestará, ¡no te alarmes, a la 5ª la vencida! Porque sí, porque ya llevamos 4 finales de
Copa perdidas, desde que derrotamos al BarÇa 1-0 en aquel bendito año 84. O sea
que ya toca.
Y hablaremos de muchas más
cosas. Que si puede la Gabarra
flotar. Que si el campo duro y las gradas alejadas del campo de La Cartuja, si jugamos por fin en Sevilla, favorecen a uno u
otro equipo. Que si la Real
terminará pagando su bisoñez en estas lides. Y hablaremos atropelladamente.
Casi sin esperar a que nadie nos conteste. Sí, durante estos 44 días todos
aprenderemos a hablar por los codos. Del 11 inicial y del 11 final. Con esas
ganas de que el Día llegue por fin, y de que todavía no, no llega, como si por
unas horas nos hubiéramos cambiado de domicilio y todos estuviéramos viviendo
en Villar del Río, aquel pueblecito del Bienvenido
Mr. Marshall, de Berlanga, donde sus habitantes se mordían las uñas
esperando que los americanos hicieran acto de presencia en sus calles
repartiendo dólares a diestro y siniestro. Y todos soñando con lo que harían después…
Sí, a todo esto creo que es a
lo que Talleyrand se refería cuando hablaba de la dulzura de vivir, de los días
previos a una revolución o… a una Final de Copa de nuestro Athletic. Y por todo
esto, y 44 días antes de la
Final y de todo lo que en ella pueda pasar, yo escribiría, eskerrik asko, Athletic, bihotz bihotzetik!
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