Titulaba una anterior entrada a este blog (4/7/2014) Salvemos al
Manomanista. Y, sin embargo, este año me encuentro con lo me encuentro. Y creedme que lo siento la h... pero cuando las cosas no
están bien hechas creo que es nuestra obligación como aficionados a
este deporte, el más bonito del mundo, decirlas y confiar en que aquéllos a los
que les toca, puedan y sepan corregirlas.
Y si ando con estas cosas es, como podéis imaginar, a cuenta de la
próxima final del Manomanista que no se merece semejante txapuza. Y más aún
cuando haber solucionado de otra manera el problema habría sido relativamente
sencillo. Nos hubiera bastado con mirar lo que, en circunstancias similares, hacen
otros deportes.
Y me acuerdo, por ejemplo, del tenis. Del año pasado, del Máster, de la final que tenían que
disputar Djokovic y Federer, la final soñada por todos. Y que sin embargo Federer,
lesionado, no pudo jugar. ¿Y qué hizo la
ATP ? Sencillo, escribía antes. Djokovic ganó la final por
incomparecencia de Federer. Y punto. Una lástima: el negocio, al traste. Pero
el deporte, el tenis y el Master, con los muebles a salvo. Y lo más importante,
con el prestigio intacto.
Y ahora vamos a lo nuestro. ¿Qué ha pasado con el Manomanista? Olaizola y Oinatz, a la final. Para frotarse las manos. El negocio y el espectáculo, garantizados. Aimar, todo un seguro. Y Onatz, por momentos, un pelotari de dibujos animados. Todo “parecía” servido. Pero entonces ocurre lo que nadie hubiera querido que ocurriera. Oinatz se lesiona. ¡¿Y qué hacer?! Un aplazamiento… Y se pide y se concede. Pero después de 10 días el dedo de Oinatz continúa sin recuperarse. Y se anuncia lo peor: que es imposible que Bengoetxea se encuentre en condiciones de disputar
¡¡¿Qué hacer?!! Y yo repito, muy sencillo. Olaizola, campeón
del Manomanista 2015. Bemgoetxea no ha
podido disputar la anhelada final. El negocio, al traste. Pero el prestigio de
la competición, ¡que es lo que verdaderamente nos debe importar más allá de los
billetes de euro!, a salvo. Y en el primer partido importante que dispute Aimar
se le coloca la txapela de Campeón.
Pero en su lugar, ¿qué ha sucedido?, ¿qué se ha decidido hacer? Jugar la final a toda costa. Caiga quien caiga. Aunque caiga el prestigio. Y como Oinatz no puede jugar se recurre al pelotari que ha quedado en tercer lugar. Al pobre Urruti. Que hará lo que se le diga que haga. Y
Pero supongamos otra vuelta de tuerca. Que Urruti gana la
Final. Y así Urruti, primero y con txapela.
Y Aimar, segundo. Y otra vez: Oinatz, tercero. Y otra vez: ¡pero si Oinatz ganó
su semifinal y etc. y etc.! Y lo que es peor. Tendríamos a un campeón del
Manomanista que perdió su semifinal. A pelotazos. Y por aquí sigo perdiéndome…
Y lo que sería aún peor.
Como Phil Jackson, aquel entrenador que tuvieron los Bulls de Michael Jordan, con la socarronería y mala leche de los viejos luchadores, dijo acerca de los Spurs de San Antonio, campeones dela NBA
el año en que en la
Temporada Regular , por culpa de una inoportuna huelga, tuvo
60 jornadas en lugar de las 82 habituales, “campeones, sí, pero campeones con asterisco”. ¿Y no será este mismo e ingrato
asterisco lo que le espera al Urruti campeón? Campeón sí, pero con asterisco…
Sólo que en este caso el asterisco, además, se lo llevaría puesto la propia
competición, el Manomanista; la especialidad reina de este deporte al que
algunos insistimos en calificar como “el más bonito del mundo”.
Como Phil Jackson, aquel entrenador que tuvieron los Bulls de Michael Jordan, con la socarronería y mala leche de los viejos luchadores, dijo acerca de los Spurs de San Antonio, campeones de
Así que estas cosas pasen… Pero que pasen sólo una vez. En
vuestras manos, en las de la Liga
Profesional (sin tacos pero con bolígrafos) estará que no se
repitan.
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