Suele decirse que la vida es
impredecible. Y si estamos de acuerdo en que la vida NO es sueño, tal y como
nos contaba el gran Calderón sino que la vida es juego, tal y como yo defiendo
en mi ensayo de próxima publicación (o eso espero), Las lágrimas de Roger, habrá que admitir entonces que el juego es
impredecible y que, como parte de él, el fútbol es asimismo impredecible.
Y si suelto este preámbulo lo hago
a cuenta de la Final
de Copa que el sábado disputaron el Athletic, como equipo local, y el F.C. Barcelona,
como visitante, en el ¡Nou Camp! (aunque sobre esta desafortunadísima circunstancia ya hablé en este mismo blog, en la entrada del 27 de marzo, Athletic, que nadie duerma en Barcelona). Y el partido, sobre las 23,30, concluyó con el resultado sabido ya
por todos de 1-3. Y así el Athletic tuvo que conformarse con la bandejita
plateada que distingue a los subcampeones. Y el Barcelona hizo lo propio con el
“Copón” de los Campeones. E Iniesta y Xabi: Tiqui
y Taca, como les llamó uno de los
comentaristas de la retransmisión, la levantaron por encima de sus hombros (pequeños
pero sólo en altura) ante la algarada de su afición. Y los nuestros con esa indudable
mezcla de envidia y tristeza en sus miradas. No en vano ésta era la tercera
Copa que desde 2008 el F.C. Barcelona nos arrebata en la Final , en el último suspiro.
En ése que es donde más nos duele perder las cosas porque es el instante que ya
no tiene vuelta atrás.
Luego compuestos y sin novia. Y
otra vez a casa con las manos vacías. Una maldita costumbre a la que nadie se acostumbra.
Y de la que ya empezamos a estar hasta los c… Porque no nos resignamos. Hemos
sido un equipo ganador. Y tenemos un orgullo que podríamos dar y regalar, y aún
nos sobrarían unos cuantos kilos. Por eso estas derrotas finales nos duelen tanto.
Pero, ¿qué podemos hacer ante tanta
adversidad? ¿No habíamos quedado en que el fútbol, como el deporte, como la
vida misma, era impredecible? A eso nos hemos agarrado, y más cuando nos
enfrentamos a un equipo que casi multiplica por diez nuestro presupuesto, con
una plantilla increíble y un jugador, Lionel Messi que sin duda es el mejor
futbolista de todos los tiempos; un compañero de Oliver y Benji, un jugador de
dibujos animados. Aunque en 1984, hace 31 años, el F.C. Barcelona también jugaba
con Bernd Schuster y Maradona, dos de los mejores futbolistas de aquella época
y, sin embargo, el Athletic le ganó 1-0 en aquella memorable final de Copa en
el Santiago Bernabeu; la de la tangana, sí, pero también, y sobre todo, la del
doblete porque unos días antes habíamos ganado la Liga.
Y ahora ya empiezo a comerme el
tarro. Este blog pretende ser, entre
otras cosas, eso: una invitación a comerse el tarro, un ataque frontal contra
los lugares comunes. Y me pregunto, por ejemplo, ¿son el fútbol, y el deporte,
y la vida, tan impredecibles como dicen… algunos amiguetes de esos lugares
comunes? ¿O es esta afirmación la que es ciertamente predecible?
Porque seamos sensatos y honestos.
El Athletic de la Final
del 84 era un gran y excelente equipo. Repasemos sino el once que presentó Javier
Clemente: Zubi, Urkiaga, Rocky, Goiko, Txato Núñez, Patxi Salinas, De Andrés, Urtubi, Dani, Endika y
Estanis Argote; y en la recámara, Gallego y Manu Sarabia. ¡Coño, casi nada! Y ya
teníamos en las vitrinas la Liga
del 83´ y la del 84´. Y cierto que el Barcelona jugó con Urruti, Tente Sánchez,
Alexanko, Julio Alberto, Víctor, Marcos, Juan Carlos Rojo, Carrasco y además
con Schuster y Maradona, y que también era un gran equipo. Pero entre dos grandes
cualquier resultado es posible. Y en aquella ocasión la moneda cayó de nuestro
lado.
Y sin embargo, 31 años después,
¿qué pasa? Que el F.C. Barcelona de Messi es también el F.C. Barcelona de
Neymar, de Suárez, de Mascherano, de Piqué, de Iniesta, de Rakitic, de Alves y
de Alba, de Busquets. … y de quién sé yo: un equipo no grande sino grandísimo.
Y si en la Liga
de 1984, con 18 equipos y dos puntos por victoria, el Athletic había sido 1º
con 49 puntos y 53 goles a favor y el Barcelona 3º con 48, y 62 goles, en ésta
del 2015, con veinte equipos, y tres puntos por victoria, el Barcelona ha
ganado la Liga con
94 puntos ¡y 110 goles a favor! Y el Athletic ha sido 7º con 55 y… 42 goles. La
duda y las diferencias ofenden. Y si además jugamos la Final , y sin desmerecer a
nadie por Dios, con Herrerín, Bustinza, Etxeita, Laporte, Balenciaga, Iraola,
San José, Beñat, Mikel Rico, Aduriz e Iñaki, las distancias con el once, que
sacó Clemente en aquel bendito día de 1984, se hacen dolorosamente mayores. Demasiada
diferencia para cualquier cuerpo. Así que mientras ellos ahora no son un “gran equipo”
sino un “grandísimo equipo”, nosotros habríamos dejado de ser “grande” para
ser, simplemente, un “buen equipo”. Y eso de vez en cuando. Porque aunque me
duela decirlo, durante la Final
del sábado, y durante muchos minutos, ni siquiera fuimos “buenos” y adolecimos
de furia y mordiente; de esa garra que afloraría rabiosa después del gol de
Iñaki. Y que sólo sería un canto del cisne.
Y esto fue todo. Cuando un
grandísimo equipo juega contra uno que es simplemente bueno y de vez en cuando,
el resultado quizás no sea imprevisible y responda, por el contrario, a la realidad
más cruenta: a recoger la bandeja en lugar de la Copa , y a maldecir en el
regreso al Botxo la mala suerte de
encontrarnos siempre con este F.C. Barcelona al que nadie quiere ver ni en
pintura en estas ocasiones. Pero no saquemos las cosas de quicio. Cuando fuimos
excelentes, cosechamos excelentes resultados. Y ahora que somos simplemente
buenos y de vez en cuando, tenemos lo que nos corresponde: simplemente buenos
resultados y de vez en cuando. Y el Subcampeonato de Copa forma parte de ellos,
de los buenos resultados de vez en cuando. ¿Impredecible? Y desgraciadamente me
temo que no. Y digo “desgraciadamente” porque detrás de la previsibilidad siempre
vienen de la mano la monotonía, el aburrimiento, el bostezo y el siempre-lo-mismo.
Por eso no nos queda otro remedio que continuar regocijándonos con aquella soleada
tarde del 84. Y no es que David, en estos tiempos que nos tocan sufrir, no
pueda ya derrotar previsiblemente a
Goliat sino que además el gigante abusón, y por si acaso, le ha quitado hasta la
honda.
Hasta los de cojones de siempre.
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