Cosa muy rara en mí, pero el martes me acerqué al cineclub FAS para ver la película No esperes demasiado del fin del mundo atraído por su título. El fin del mundo siempre ha sido algo que me ha dado qué pensar y procuro no dejar pasar ninguna propuesta que se relacione con él. Y no suele fallar aunque, en esta ocasión, la película y el disparatado sentido del humor de su director, el bueno de Radu Jude, deje bastante que desear. O al menos lo deja para mí, al que no le gusta equiparar la noble gracia con el gamberro petardo.
Lo cual no quita- ¡faltaría más!- para que durante
su proyección estuviese dándole vueltas al coco y divagando sobre el- muy loable
a priori- intento que demuestran muchos cineastas por realizar películas que
ronden las 3 horas (largas o cortas) de duración. Porque cierto es- y habría
que reconocerlo- que en nuestro imaginario occidental el nº3, la trilogía goza
siempre de un especial predicamento. Sobre que la Santísima Trinidad tendría
algo que ver en todo ello yo no albergaría duda alguna.
Y así tendríamos- y no me enrollo- al Padrino 1, al Padrino II, y al Padrino III, o a El señor de los anillos 1, 2, y 3. Sí, es como si el trío nos pusiera- jeje-, como si la trilogía otorgase al artista que está detrás del proyecto un indudable aura de genio, de número redondo, de completitud. Y las películas de 3 horas no estarían sino abrevando en similares estanques trinitarios.
O, ¿o qué podríamos decir de la reciente y decepcionante substancia o de Emilia Pérez, o ya más en serio, de Rocco y sus hermanos, o de El Gatopardo, por no salirnos de Visconti, o de los maravillosos Andrei Rublev o Solaris del siempre añorado Tarkovski o del hipnótico En el curso del tiempo, de Wenders, etc.? Sí, parece que las 3 horas apuntan hacia una obra de pelo-en-pecho; y a veces, hacia la Obra Total. Y así yo no le buscaría mayores explicaciones a los 168 minutos con los que carga No esperes demasiado… Sí, la ambición pura y dura, aunque no lo parezca, de la que hace gala Radu Jude,con esos slow motions que nos remiten a las maravillosas cosas de la vida de Sauset, y aunque intente disimularla con esa estética chapucera, a lo Pedro Lazaga, con ese blanco y negro que se me aparece cercano al inclasificable cine hecho con dos (de los antiguos) duros.
Por eso me molesta, sí, me molesta, que Radu realice su película dándoselas de “que-paso-de-todo” pero que, luego, inunde sus fotogramas de decenas de puristas referencias literarias, cinéfilas, musicales que no están al alcance de muchos (os dejo los 3 minutitos del mítico y original clip de Dylan Subterranean Homesick Blues, al que Radu le dedica la última ¡media hora de su película!, ¿o conté de mas?- se me hizo eterno).
Aunque al finalizar la proyección y después de todo, también después de esos interminaaables planos consagrados a las personas fallecidas por accidente en una carretera comarcal; al finalizar la proyección digo, salvara los muebles- ¡bueno soy
yo!- y una cosa me llevara a la otra o el título de la película de Radu- ¿somos
colegas, no?- a los increíbles versos que Jorge Teillier escribió para su
particular día del fin del mundo, y que siempre que los leo me ponen la carne
de gallina- lo siento, Radu, pero tú ni te acercas a eso, pero colegas, ¿eh?- y
que disen algo así como…
El día del fin del mundo
será limpio y ordenado
como el cuaderno
del mejor alumno.
El borracho del pueblo
dormirá en una zanja,
el tren expreso pasará
sin detenerse en la estación
y la banda del regimiento
ensayará infinitamente
la marcha que toca hace veinte años en
la plaza.
Sólo que algunos niños
dejarán sus volantines enredados
en los alambres telefónicos
para volver llorando a sus casas
sin saber qué decir a sus madres,
y yo grabaré mis iniciales
en la corteza de un tilo
pensando que eso no sirve para nada.
Los evangélicos saldrán a cantar
a las esquinas sus himnos de costumbre.
La anciana loca paseará con quitasol.
Y yo diré ‘El mundo no puede terminar
porque las palomas y los gorriones
siguen
peleando por la avena en el patio‘.
Y que a mí, que procuro no estarme quieto aunque no lo parezca (jeje), junto al inspirador título de la película de Radu Jude, me inspiraron, súper modestia aparte, estos otros versosque me atrevo a dejaros sabiendo que sois buena gente y que no volarán cuchillos.
Jorge Teillier y el fin del mundo,-
No esperes demasiado
del
fin del mundo
es el título de una película.
Y me ha dado qué pensar.
Al título, me refiero.
Me trae a la memoria
a Jorge Teillier y sus inolvidables
versos
para El
día del fin del mundo.
Tampoco el poeta espera
demasiado de semejante fecha,
aunque lo haría por motivos
bien diferentes: para él el fin del
mundo
es la última mentira; un del todo
imposible
mientras- y así nos lo cuenta- las palomas
y
los gorriones continúen peleando
por
la avena en el patio. Sí, y yo me apunto
al banquete. Bien como gorrión,
bien como paloma. Me resulta indiferente
el tamaño de las alas. Si lo garantiza
el divino Teillier, ¿quién soy yo
para llevarle la contraria,
y con la boca llena?
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