Si una tarde, esta tarde por
ejemplo, me lo cruzara por la acera nos saludaríamos efusivamente e incluso
podría darle un abrazo, gesto que tengo reservado para los que son muy amigos o
para los que son bastante conocidos y a los que hace mucho tiempo que no veo. Y
sin duda que Alfonso entraría dentro de este segundo grupo. Porque si me lo
encontrara por la calle, esta tarde digo, por ejemplo, se romperían los 20 años
(o más) que llevaría sin saludarle en vivo y en directo. Así que si tuviéramos
un rato quizás hasta nos iríamos a tomar un café o lo que fuera y hablaríamos
resumidamente (el tiempo sigue siendo oro) de nuestras cosas, de cómo nos va la
vida y de qué ha sido de nosotros en estos últimos 20 años.
Sí, y creo que además yo estaría a
gusto. No recuerdo que Alfonso fuera un mal chaval, agresivo o borde sino más
bien al contrario, tranquilo, hasta pánfilo, un buenazo, hasta la ingenuidad,
como suelen serlo casi todos los hombres un poco pasados de peso, tripones, a
lo oso panda; un tipo, en resumen, que no molesta en absoluto y que tampoco
asusta a nadie.
Y sin embargo, Alfonso Basterra, que así se apellida, lleva casi dos años en la cárcel. A la espera de que se abra el juicio o, por el tiempo que lleva esperando, a la espera de que se abran nuevamente las aguas del Nilo (que parece que, ¡¡¡por fin!!!, lo van a hacer). Acusado de asesinato o de homicidio que, a decir verdad, nunca he tenido muy claro qué es lo uno y lo otro, y que ni me importa ya que el resultado de ambas palabras es igualmente aterrador. Y Alfonso Basterra ahí sigue, en Galicia adonde se fue a vivir después de acabar sus estudios de periodismo en
Y, ¿dos años, veinticuatro meses,
setecientos veinte días esperando no son mucho tiempo para que se continúe
hablando de Justicia? ¿O quizás sea que la Justicia y la Injusticia , como tan a
menudo ocurre con todos los términos contrarios, se dan efusivamente y demasiado
a menudo la mano? Porque una Justicia lentísima, ¿es justa o es una tortura añadida que ningún ser humano debería
merecerse simple y llanamente por el hecho irrefutable de que somos humanos?
Sí, a mí estas cosas me estremecen.
Como me estremecen los refugiados sirios o los que ocupan las dependencias de
Guantánamo. O quien esté jodido. Cuando estás frente al dolor, pisas territorio
sagrado, decía más o menos Oscar Wilde. Y esta frase es hoy, y más que nunca,
una categórica afirmación. Cuando disponemos a nuestro alcance, en pleno siglo
XXI, de los mayores y mejores medios de los que jamás la humanidad ha dispuesto,
sino para eliminar por completo el dolor (me temo que éste siempre se empeñará
en caminar a nuestro lado mientras andemos por aquí), sí, por lo menos, para
atenuarlo hasta límites soportables (que esa compañía no nos resulte tan ingrata
y desagradable). Y esto lo escribiría y se lo diría a todos aquellos que en
algún desafortunado momento se ven las caras, frente a frente, con esa
Justicia-Injusticia, y se enredan en su tela de araña; en unos hilos que
amordazan, humillan y no te dejan ver más allá de ellos, como si el fino pero
indestructible tejido del que se componen les hiciera infinitos y se alargaran
y se alargaran hasta que sólo cabría arreglárselas como buenamente se puede y,
de este modo, vivir, no, sobrevivir en la tela procurando que la araña no nos engulla
en un descuido.
Así que desde aquí ¡¡ánimo Alfonso
Basterra!! Que algunos y alguien como yo nos acordamos de ti de vez en cuando.
A distancia, sí. Pero pensando también en que lo que a ti te está ocurriendo podría
habernos ocurrirnos a cualquiera de nosotros. Porque como tú, ¿no estudié
también yo en Bilbao con los Jesuitas de Indautxu?, ¿y no pertenecemos a la
misma Promoción, a la del 83?, ¿y no subiste y bajaste de Lejona, dos veces al
día, durante los cinco años que dura la carrera de Periodismo con uno de mis
mejores amigos?
Sí, la vida pasa, Alfonso. Sólo que
a veces a unos les pasa por encima. Como te ha pasado a ti. Y que nadie me pregunte porqué a unos sí y a otros,
no. Porque no tengo ni idea. Toca y te ha tocado. Porque muchos no tienen tan
mala suerte. Y lo leemos en las páginas de esta Revista de Antiguos Alumnos,
por ejemplo. Con sus éxitos llenando líneas, párrafos y pies de fotos. Porque
es bonito reconocer que ese flamante y nuevo Director para Hispanoamérica de X estuvo
en mi clase, a mi lado, en un pupitre a dos metros apenas de distancia, y durante
tres años, 6º, 7º y 8º si no recuerdo mal. Pero también es hora de que nos
acordemos que un infortunio ha “colocado” a otro de nuestros compañeros en una
celda de una prisión gallega. Y que tiene nombre como ese flamante y nuevo
Director para Hispanoamérica de X. Se llama Alfonso. Y se apellida Basterra. Y él
también estuvo en nuestra clase, a nuestro lado o en ese pupitre a dos metros
apenas de distancia. Porque, que no se nos olvide, el Triunfo y la Desgracia no dejan de
ser sino las dos caras de una misma moneda; la moneda que todos (y sin
excepción) llevamos en el bolsillo y con la que cada día compramos el pan.
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