Esto es, viniendo de mí, con un poema en el que trato de recoger los mejores deseos y hacerlos extensibles a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, porque a aquellos o aquellas que no la tienen, ¡QUE LES DEN!
Año Nuevo,-
Cuando
los matasuegras y las cintas de colores
se hayan terminado avisadme
y bajaré a comprar más.
Llevo suelto. No importa.
Porque es mi intención que el Año Nuevo
se prolongue sine
die,
que el sano cachondeo y las risas
nos provoquen un esguince en los labios,
que el frío de Enero nos caliente
las ganas de vivir, que la tristeza
se prohíba bajo pena del más aburrido
e inconmutable arresto domiciliario.
Y que el Niño Jesús continúe siempre cerca,
durmiendo tan tranquilo,
abrigadito entre las mantas
para así poder recurrir a Él
siempre que nos falte el buen humor.
Y que el vinus,
como a los gloriosos romanos,
no nos traiga la resaca sino la veritas
que nos congracia con la vida
sin hacernos eternamente felices.
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