Todo el mundo sabe que filmaffinity es un portal de Internet donde se habla de cine y se valoran las películas, después de dar cuenta del argumento y de sus principales créditos, en una escala que va del 0 al 10 en función de las opiniones que emiten los usuarios debidamente registrados.
Pero es que además, la ficha de cada película se completa
con un resumen de las críticas que algunos de los más renombrados expertos de
este país han publicado en la prensa y revistas especializadas; este es el caso
del señor Carlos Boyero, conocido y re-conocido crítico cinematográfico
(¿cuántas películas habrá podido ver en su vida?); sin duda, uno de los más
valorados y consultados por los aficionados después de haber trabajado para la
prensa escrita del todopoderoso El País,
perteneciente al más todopoderoso todavía Grupo
Prisa, y para el más modesto El Mundo.
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Por eso me importaba un carajo el adjetivo “aburrida” usado para
des-calificar la excelente Stalker,
porque tampoco quiero, ni me imagino que puedo, entrar en una discusión con el
señor Boyero. Con ella, además, tampoco iba a ir a ninguna parte. Luego quedamos
en eso de que para gustos no hay nada escrito y punto pelota.
Porque a lo que voy, o a lo querría ir con esta entrada, es
a otra parte porque, días después, me encontré con el cortometraje Los desheredados de la cineasta Laura
Ferrés nominado en su correspondiente categoría para los Premios de Cine
Europeo de este año, después de haber ganado el premio Leica Cinema Discovery al Mejor
Cortometraje en competición en el
Festival de Cannes, ni más ni menos.
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Sólo sé que no sé nada, decían aquellos benditos griegos del
pasado y nosotros, en este siglo XXI, nos vamos acercando a ellos, pero por
caminos opuestos, por la puerta de atrás. No pensamos que no sabemos nada, sino
justo al contrario, que lo sabemos todo o, por lo menos, tanto como cualquiera,
y así nos van las cosas.
El relativismo nos obliga a caminar entre arenas movedizas,
y con el arte y con el cine, que es de lo que estamos escribiendo, este terreno
es, particularmente, pantanoso. ¿Qué película está bien o mal o regular, y en
función de qué criterios? Y oímos la respuesta, todo depende y todo depende de
cada uno. O sea, que no hay criterios. Y las consecuencias a este aserto nos
esperan a la vuelta de la esquina, a la salida del cine: si la película te ha
gustado, la película es buena; si no te ha gustado, la película es mala. Y
punto pelota otra vez.
Pero yo a lo mío: así no vamos a ningún lado… o a lo mejor
sí: al lado en el que todo da igual, en el todo se olvida a toda leche, al lado
en el que, parafraseando a Woody Allen, el cachondeo no deja de ser la mayor de
las tragedias más el tiempo necesario para que las lágrimas dejen de resbalar
por nuestras mejillas, a ese lado, en definitiva, del todo depende y depende de
mí, que para eso sé más que nadie o tanto como cualquiera, ¡¿qué pasa?!
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