miércoles, 1 de noviembre de 2017

POR DIOS Y POR TODOS LOS SANTOS

Escribo esto para la festividad del 1 de noviembre, Todos los Santos, y creo que fue hace 10 días, sobre el 20 de octubre o por ahí, pero lo que leí, fuera cuando fuera, me dejó perplejo y, ¿por qué no decirlo?... acojonado.


Un turista de 52 años había fallecido mientras contemplaba los interiores de la Santa Croce, la bonita iglesia florentina, al desprenderse de sus cimientos una piedra que fue a estrellarse fatalmente contra su cabeza. Cuando las asistencias se personaron en el templo para socorrerle ya no había nada que hacer. La muerte había sido casi instantánea.

Y enseguida a la perplejidad y al acojono que me produjo la noticia vino a añadírsele una perpleja, y acojonada también, reflexión personal porque algunos, entre los que insistimos en creer en Dios o, al menos, en que Algo que nos trasciende y que se encuentra más allá de todas estas circunstancias temporales que nos rodean y con las que, ¡maldito remedio!, no nos queda más opciones que convivir, existe y… puede, no sé cómo, vernos por aquí abajo.

Y asumo, ya desde que las películas de Bergman me lo enseñaron, en que este Dios, desde que Eva mordisqueó la manzana del Árbol de la Ciencia, no aparece por ningún lado, no nos habla y  guarda, erre que erre, un completo silencio. Pero es que además, como si su mutismo e invisibilidad Le parecieran poca cosa, muchos de los consecuentes de sus comportamientos, ¡tiene que ser Él!, nos dejan con la boca abierta en un sentido (asombro) o en otro (desconcierto y estupefacción). Sí, y eso ya me cuesta más. Aunque también intento asumirlo poco a poco. A regañadientes…

Porque cuando leo noticias como ésa sobre la desgraciada muerte del turista que había ido a la Santa Croce a visitar a Dios ¡a su propia casa! (Dios tiene varias distribuidas por el mundo y la Santa Croce es una de ellas), a rendirle sus más humildes y amables respetos, y al que lejos de honrarle con su presencia (sería demasiado pedir, lo sé), permite directamente o le arroja un ladrillazo a la cabeza (sin mediar palabra, como siempre), que se ha desprendido de las vigas de su casa, causándole la muerte, me parece, por decir algo, una de esas bromas macabras sobre las que ese personaje de Hitchcock (eso sí, ¡más cine!) decía que, por un lado, tiene gracia, aunque por el otro, maldita la gracia que tiene.

Sí, porque este Dios, ¿qué demonios es? A su Hijo nunca se le vio reír en los 33 años que nos cuentan los Evangelios. Y a Él menos todavía. De hecho la risa ha sido anatema para la comunidad católica hasta hace bien poco; un rictus más propio del Ángel Caído, del Diablo que siempre andaría riéndose por cualquier cosa. De hecho a los sacerdotes no se les ha permitido asistir a funciones de teatro y otros espectáculos de feria hasta antesdeayer.

Entonces, a lo que voy: si la piedra de la Santa Croce no se desprendió para servir de hazmerreír en cualquier fiesta celestial,  entonces, ¿qué pasa? ¿Que este Dios es un cachondo?, ¿un descerebrado con mucho talento?, ¿y que, a pesar de que se diga lo contrario, nos toma a todos nosotros, sus criaturas, hombres y mujeres, por el pito de un sereno, su entretenimiento favorito?
 
¿O acaso la piedra se cayó sola y solo porque la argamasa que la sostenía al techo se secó y dejó de servir como argamasa, y el turista se plantó justo debajo de su trayectoria porque en algún sitio tenía que estar, y entonces todo coincidió para desgracia del hombre y de sus familiares y amigos más cercanos?

Y así, ¿todo ocurre porque sí?

Entonces, tal vez, los que creamos algo en Algo, tengamos que admitir que ese Algo, ¡y todas las demás cosas detrás de Ello!, también podrían ser porque sí. Y no darle más vueltas. Y si no, ¿por qué se me ha ocurrido precisamente a mí esta entrada en este blog? Pues porque sí, y punto pelota.  

Quizás sólo apostillaría un detallito al hilo de lo que llevo escrito, que este mundo me coge siempre desprevenido, y que apenas si acierto a retirarle una esquina de la tapa sin poder, o sin atreverme, a retirarla por completo, porque seguramente, como escribe el poeta y como yo repito muchas veces, For us there is only the tryng./The rest is no our business.

Sí eso: para nosotros, levantar la esquina de la tapa; lo demás, lo que contiene realmente el frasco, no es asunto nuestro. Y, ahora sí, por Todos los Santos amén y punto pelota.

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