domingo, 15 de septiembre de 2024

37 PÍLDORAS CONTRA LA DEPRESIÓN


Propongo unas píldoras, que sólo aquí, en esta entrada, pueden adquirirse, y sin receta. Se ingerirán una al día o todas de golpe, no tienen contraindicaciones, o según le dé al paciente, porque también advierto que en este blog todos los médicos estarán de baja, como en el bendito Reino de los Cielos de Jorge Teillier.


Así estoy en condiciones de afirmar que la jodida depresión irá remitiendo poco a poco, con la inestimable ayuda de la imaginación y de YouTube, con breves poesías y grandes canciones. Probad, o leed y escuchad, estas pequeñas cápsulas. Nada vais a perder por ello:



Y más musicón porque el otro día me encontré con esta "multitudinara" versión del mítico Bitter Sweet Symphony de los Verve y si no nos sirve para levantar los ánimos es que tenemos un serio problema. Así que ¡dentro vídeo!: píldora 37. Que en el mogollón se puede vivir mejor. Que en él estamos obligados a elegir. Y que elegir bien nos lleva a estar preparados para que el acierto nos acompañe más a menudo que el (maldito) error.





El otro día escuché este temazo por indicación de mi cuñado. Se ve que por mucho que escuchemos, que aprendamos y memoricemos, siempre estaremos en la mitad del camino; esto es, que de la otra mitad nunca tendremos ni idea.
Así que, ¡dentro vídeo! y píldorita (36) al canto (y nunca mejor dicho).  Disfrutadla a tope. La depre se irá ella solita sin que nos demos cuenta.




¡Más madera!, que diría Groucho, porque ayer tuve la oportunidad de escuchar la increíble aria Pur ti miro, pur ti godo, de la no menos increíble ópera La coronación de Poppea, de Monteverdi. Y si esto, y a pesar de su extrema delicadeza, no es un auténtico subidón que nos congracia, por lo menos a mí sí que me congracia, con el género humano con todos sus pesares, que son mogollón, lo admito, que baje Dios y lo vea y... lo oiga. Así que píldora (35): ¡toda pa´dentro!



Y con esto los bajonazos, más prohíbidos que pegar a la abuela, ¡píldora (34), dentro vídeo!:



¡¡¡Cómo nadie me había dicho nada de esto!!!: píldora nº33 (33):



(-) Hoy no vamos a tragar nada porque esto no es otra pildorita sino un homenaje al piano, ese majestuoso instrumento del cual hoy celebramos su particular Día y que no es otro sino el 88º día del año (29 de marzo de 2023), en recuerdo a sus 88 mágicas teclas. Así que hoy prohibido cobijo a la depre en nuestro cuerpo  aunque, por si la onomástica no fuera suficiente, aquí os dejo con la increíble interpretación que Yuja Wang hace de El vuelo del abejorro, de Rimski-Korsakov, y con un pequeño poema, a modo de aportación personal a tan señalada fecha.



El día 88,-

En una esquina de la casa

descansa sin hacerse notar.

Quizás el piano espera.

Quizás el piano confía

en que un día alguien

entre en el salón

y mezcle sus manos

con sus teclas de cebra dormidas,

y consiga entonces

obrar el milagro

de ponernos un mundo,

que no se ve,

delante de los ojos

para que podamos verlo,

sentirlo y estremecernos

en un descuido de esta rígida razón

que todos llevamos siempre encima, y de la

que nadie se atreve a despojarse, y

que nunca nos deja en paz.

Y quizás pudieras ser tú

ese alquimista afortunado

que levante la tapa de sus sesos

sin que se escuche un disparo,

y en su lugar un humilde “do”

extienda un arco de emociones infinitas

que apenas sería otro ruido,

pero que, sin embargo,

contiene el principio

de todo lo que vendrá después y

de todo lo que ha acontecido antes

de que pulsaras la tecla.



(32) Os paso, de extranjis, otra pildorita que el otro día un amiguete me la pasó a mí. Y con la que flipé. Es un spot, y de Coca-Cola para más inri, pero de los que te congracian... ¡con los creativos de publicidad! y esto ya es, por sí sólo, un milagro. Y de los grandes. Así que si de "milagrazos" estamos hablando, ¿cómo vamos a pensar que nuestra "depre" no va a tener remedio?


¡Vamos entonces, y arriba los ánimos, que la chispa de la vida no nos fallado en esta ocasión! 

(31) Otra pildorita con dos ingredientes: poemita que te crió y súper canción de Loquillo para escuchar mientras lo leéis. y los ánimos rozarán las nubes. Prometido:

Que haya calma.

Que no cunda el pánico.

Que somos más y mejores.

Que ellos siempre serán menos y peores.

Que sólo son más cobardes.

Que sólo inventan fechorías para hacernos daño. Pero

que no saben que, además de muchos, somos indestructibles.

Que somos inaccesibles al desaliento.

Que nos colocan una zancadilla y saltamos por encima, y

que si tropezamos y caemos, nos levantamos y seguimos como si nada.

Que no hemos aprendido a guardar rencor a nadie.

Que la vida nos va como nos va y

que, cuando falta nos hace, nos defendemos con uñas y dientes. Pero

que nos lo pensamos,

que respiramos tres veces antes de soltar un improperio, antes de levantar una mano

que siempre tendremos tendida para ayudar, para buscar un amigo, y

que juntándose con otra, con otra y con otra ya tendremos eso

que queremos ser: Humanidad. Pero

que no nos asalten esas prisas

que siempre les consumen a ellos, a los malos.

Que a nosotros nos va mejor despacito. Con mucha calma.

Que no esperamos recompensas. Ni falta

que nos hacen por-

que siendo buenos, seremos mejores.




(30)
Propongo una pildorita doble. Es una, pero consta de dos que se ingieren simultáneamente. La primera, a través de la vista; la segunda, a través del oído. La primera es el Pajaro en el espacio, la escultura de Brancusi sobre la que, en alguna otra ocasión, ya hemos llamado la atención en este mismo blog. La segunda, The Lark Ascending o quizás, El vuelo de la alondra, una cortita pero increíble partitura para violín que nos dejó el nunca suficientemente valorado Ralph Vaugham Williams. 
Escuchar la música (15 minutos, no muchos más) mientras contemplamos la obra de Brancusi, creo que es una alucinante terapia, y si la piel se nos pone de gallina que ninguno se alarme: es simplemente la Belleza que está actuando, la Belleza que también quiere ayudarnos a levantar cabeza.




(29). Siempre tengo el pálpito cuando  escucho esta canción de Neil Young, y sobre todo cuando también veo su video-clip oficial (que aquí os dejo, faltaría), que en ellos se plasma el buen rollo, el bien-estar, la tranquilidad, la armonía que todos desearíamos tener en nuestras vidas; un oasis, un Brigadoon (la mágica película de Minelli con Gene Kelly y Cyd Charisse), sí, un paraíso donde las preocupaciones, el trabajo o los impuestos se encontraran enterrados sin señal alguna que pudiera orientarnos para localizarlos. Olvidándonos, eso también, del banderón americano que luce sobre el escenario, Porque, además, entiendo que  este buen rollo no puede circunscribirse a ningún lugar ni tiempo concretos sino, más bien, a una etérea frontera que sólo se experimenta y se disfruta, que nos deja sin palabras con las que poder encerrarla y definirla. Así que afanarnos en juntar esos mimbres que nos lleven a palpar y penetrar en esa sensación quizás debiera constituirse en la principal tarea de todos nuestros días. Lo que sería, sin duda, una manera muy efectiva de apartar a la jodida “depre” con una buena patada en los cujons. Y Harvest Moon nos ayuda a que todo esto pueda ser real.

NB,- No es casualidad que un tal ginny escribiera este comentario en you tube, Not sure if any one’s gonna read this, but I’m 15 and started highschool recently and I have terrible anxiety. I listen to this song almost everynight before school and it calms me down so much. It’s like a routine now I always look forward to listening to this. Thanks neil young for this song 🧡 (Por si acaso: No estoy seguro que alguien vaya a leer esto, pero tengo 15 años y he empezado el instituto hace poco tiempo, y con una terrible ansiedad. Escucho esta canción casi todas las noches antes de ir a clase y me calma a tope. Ahora es como una rutina y siempre espero a poder escucharla. Gracias Neil Young por esta canción💛).



(28)
. Una de las mejores pastis contra la depre se me antoja que, bien pudiera ser, esta nº28. Llegué a ella por casualidad, como a tantas otras cosas, y ¡además por casualidad el Día de Todos los Santos!. Esa tarde tuve la posibilidad de ver y escuchar la ópera bufa de Jacques Offenbach, Orfeo en los infiernos. Y como siempre me ha llamado la atención el variado cúmulo de razones que hace que una Ópera entre a formar parte del repertorio (traviata, rigoleto, elixir, Andrea Chenier, boheme, etc.) y otras, sin embargo, no, me animé con el título fuera-de-repertorio de Offenbach, más allá de su barcarola y de su Hoffmann. Y a ver qué pasaba entonces. La opereta era corta y, sin un esfuerzo excesivo por parte de mi maltrecha espalda, bien podía visionarla en el ordenador.

¡Y cuál no sería mi sorpresa y mi sonrisa de oreja a oreja cuando descubro que el final de Orfeo en los infiernos reproduce literalmente el que luego sería el popular, gamberro y extravagante Can-Can que las vedettes de Moulin Rouche popularizaron e hicieron intemporalmente famoso.



Cierto es que en la opereta de Offenbach el baile tiene lugar en los infiernos, y no tanto en el centro de una pista de baile, y dirigidos por Pluto al que se unen el mismísimo Júpiter, algunas divinidades (Mercurio, Diana, Cupido, Venus,  etc.) y la propia Euridyce que ha decidido, por fin, abandonar a su aburrido marido (Orfeo) y entregarse al desenfreno de las Bacantes, esos seres para quienes la diversión y empinar el codo suponen la mayor alegría que esta Vida sabe dar. 


Por eso si existe un contumaz enemigo contra la depre, éste no es otro que el bullicioso y las risotas del Can-Can y que el final de la opereta de Offenbach no ha hecho otra cosa que descubrírmelo para asignarle con todo merecimiento esta píldora nº28.



(27) Escribía abajo en la píldora (26) que "hacía tiempo que no añadía una pildorita a esta sección". Pues ahora no contento con una, añado otra, la (27). También musical. Para oídos finos. Porque se trata de Júpiter, el portador de la alegría, que el compositor inglés Gustav Holst incluyó en su famosa suite orquestal en siete movimientos The Planets, compuesta entre 1914 y 1917. Cada uno de los 7 movimientos de los que consta la suite lleva el nombre de uno de los planetas acompañado de su supuesto carácter astrológico.

Para mí, la suite entera no tiene desperdicio y si se escucha, con meridiana atención, no es difícil comprobar las numerosas influencias que ha ejercido sobre la música posterior y, sobre todo, sobre la música cinematográfica.

Pero, sobre todo, si me lo piden yo me quedaría con ese 4º movimiento (como pidió Lady Di para sus funerales), el dedicado a Júpiter o Júpiter, el portador de la alegría, tan necesaria "contra la depre", y un chute de energía y grandiosidad que espero suponga el más perfecto ansiolítico que nos imbuya del mejor humor, y sin más efectos secundarios que el desear oír la Suite completa.




(26) Hace tiempo que no añadía una pildorita a esta sección. En estos tiempos no es fácil encontrar algo que "nos ponga". Yo, por mi parte, prometo que no dejo de buscar y si, de repente, me encuentro con algo así como este espeluznante Batter My Heart de la ópera de John Adams Doctor Atomic, cantada, ¡y cómo!, por el el gran Gerald Finley, pues como que no lo dudo, y aquí os la dejo para regocijo de algún que otro alicaído corazón.

Pero si luego además descubro que la ópera de Adams está fechada en 2005, o sea ya en pleno siglo XXI, pues me agarro a ello con más fuerza y arremeto contra todos aquellos que continúan apalancados en el triste adagio de que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Así que ¡arriba las cabezas! George Finley, el mejor barítono del momento y posiblemente que yo haya escuchado, está vivito y coleando, y del Doctor Atomic apenas si nos separan un par de paradas de Metro.



(25) Aquí os va una pildorita, pildoraza: el ballet Fancy Free de media horita de duración- sin duda para espíritus sin ninguna prisa- y que a mí, por lo menos, se me hace corta y me arranca una triple sonrisa por la excelente música que escucho (Leonard Bernstein), por la magnífica coreografía (Jerome Robbins)- antecedente la propia película Un día en Nueva York (1949), de Gene Kelly y Stanley Donen, y por el impagable trabajo de los bailarines.


Cierto es que, como dice Nanni Moretti en Caro diario, si alguna vez me preguntaran qué hubiera querido hacer en esta vida que no haga, respondería sin dudarlo que saber-bailar-bien. Y por eso, en el fondo, esta pieza es una gozosa debilidad y, espero, que para vosotros/as también y hará, os lo aseguro, que la pandemia y el procés pasen a ocupar el último lugar de la fila de vuestros pensamientos.


(24)
Va a haber un cambio de rumbo o un cambio en la fórmula con el que estas Píldoras se fabrican desde hace años. Barajaba la posibilidad de este cambio desde hace tiempo y ahora que ando leyendo al alucinante poeta portugués Fernando Pessoa, y más en concreto, sus fantásticos
Poemas de Alberto Caeiro, este cambio, la necesidad de introducir este cambio se me ha presentado de manera tan clara y diáfana como un crochet directo al mentón.

Y así a estas Píldoras, y en concreto a esta Píldora nº 24, le introduzco la idea de que a la “depre” también se la debe combatir desde la misma “depre”; como una vacuna con la que te inyectan los mismos virus que provocan la enfermedad que pudieras padecer. Se trata de inmunizarnos, lo vemos a diario, contra el COVID metiéndonos, paradójicamente, pequeñas cantidades de ese virus del COVID en vena con la esperanza de que nuestro organismo cree, a partir de esas pequeñas cantidades, anticuerpos que hagan frente o puedan radicar la enfermedad.

O sea que a lo que vamos, o a lo que esta entrada va: luchar contra la “depre” desde la “depre” y con la misma “depre”; o sea, fortalecernos contra la “depre” pero con la “depre”; engullir Píldoras depresivas para fortalecer los ánimos y pelearnos, a brazo partido, contra esa “depre” que nos trae por el camino de la amargura y con notables probabilidades de victoria.

Porque la depresión y la euforia no serían sino las dos caras de una idéntica moneda. Y sin la una, no existe la otra; y sin cualquiera de la dos, no existe la moneda. Ya lo escribía antes: Pessoa me lo ha certificado. O leed sino este extracto del poema, el XXI, de sus ya mencionados Poemas de Alberto Caeiro:

(…)

Pero no siempre quiero ser feliz.

Es necesario ser de vez en cuando infeliz

para poder ser natural…

No todo es días de sol.

Y  la lluvia, cuando falta mucho, se ruega.

Por eso tomo la infelicidad con la felicidad,

naturalmente, como quien no se extraña

que haya montañas y llanuras

y que haya peñascos y piedras…


Y es por esto mismo que os dejo, para terminar, con Ich bin der Welt abhanden gekommen (He abandonado el mundo) esta canción de los Rückert lieder de Gustav Mahler (yo que nunca he sido muy amigo de los lieder, aunque poco a poco…), estremecedora y triste, pero que cuando terminamos de escucharla, cuando hemos engullido la Píldora, lo prometo: nos deja con la insustituible sensación de que ya estamos inmunizados contra la “depre”, que un mágico bienestar se ha adueñado de nuestro cuerpo y que una sonrisa y una irresistible luminosidad se extiende por el aire sin que acertemos a saber de dónde coño ha salido. No importa. Esta nueva Píldora nº24, de reciente fabricación, y con la fórmula renovada, está dando, según me cuentan, excelentes resultados.


Y para el que no sepa alemán, el texto: He abandonado el mundo/en el que malgasté mucho tiempo,/hace tanto que no se habla de mí/¡que muy bien pueden creer que he muerto!/Y muy poco me importa/que me crean muerto;/no puedo decir nada en contra/pues ciertamente estoy muerto para el mundo./¡Estoy muerto para el bullicioso mundo/y reposo en un lugar tranquilo!/¡Vivo solo en mi cielo,/en mi amor, en mi canción!
 

(23) No tenía intención de hablar de Maradona, principalmente porque el "Pibe" tampoco me ha dicho nunca gran cosa. De su época como jugador en Argentina no tengo demasiadas imágenes en mi cabeza; de su época en el Barcelona, tampoco retengo grandes jugadas y sí, ¡cómo no!, su derrota en la Final de Copa del 84´contra el Athletic, y también, ¡cómo no!, la escalofriante entrada de Goiko directa al tobillo, como podríamos haber dicho que a la yugular. Y después, su etapa en el Nápoles italiano me pilló a desmano y tampoco me interesa hasta ese punto el Calzio.

Pero, sin embargo, debo reconocer que el Mundial que jugó y ganó en México 86´, con increíbles jugadas en cada partido, culminadas con el segundo golazo que marcó a Inglaterra saliendo desde más allá del medio campo, o con el primero que metió con la cabeza y con la inestimable ayuda de la "mano de Dios", y con su soberbia actuación en la final contra Alemania, pueden auparle a un pedestal donde figurarían esos escasos hombres que durante un tiempo concreto, no muy largo, han actuado bendecidos por todas las circunstancias favorables que pudiéramos imaginar. Sobre eso sí que Maradona, como muy escasos hombres, puede presumir.

Aunque lo que, por fin, me ha llevado a incluir su nombre como la 23ª píldora contra la "depre" ha sido el homenaje que los All Blacks le rindieron en los prolegómenos de su partido contra Argentina, antes de salvaje y, más ruidosa que nunca, haka. Echadla un vistazo. 


Porque esto, sí, me "pone". No lo puedo negar. El reconocimiento (la haka fue espectacular, no me digáis que no) a un jugador, practicante de otro deporte, y más allá de sus luces y sombras venerado en esas tierras australes. Y sobre esto, los All Blacks no nunca tienen dudas. Y echaron el resto en su haka. Porque los mitos, y Maradona (nos guste o no) lo es, se merecen eso y más. Y por eso después, los All Blacks ganaron el partido 38-0. Sin bajar la guardia ni abandonar su espíritu competitivo ni por un segundo. Estuviera donde estuviera, Maradona no los habría perdonado. Y los All Blacks lo sabían. Por eso quizás el 38-0, y no tanto la haka, constituyera su mejor homenaje. "Dadle una vueltilla (de tuerca)" a esto último... 


(22) Llevaba meses sin añadir un píldora anti-depre al frasco, pero el otro día me entrevistaron en la radio a cuenta de mi poemario Pórtate bien aunque sea aburrido, finalista en los Premios de Literatura de Euskadi 2020, ¡toma ya!, y volví a escuchar en la sintonía del programa el delicioso tema musical Summer de Joe Hisaishi perteneciente a la BSO de la película de Kitano El verano de Kikujiro, al que tenía medio olvidado y que, sin embargo, si no nos pone de pie y con una sonrisa en los labios sería, como única explicación, porque aún no nos hemos lavado las orejas.

Aquí os dejo, además, una versión del tema interpretado en vivo por el propio Hisaishi y que ya de por sí es todo un subidón de energía y buen rollo.

                                



(21) Poesía de Emergencia, teléfono 659.86.10.32. Que la peña llame a este número. Os darán la bienvenida y os recitarán un poema, más o menos, cortito. Alucinaréis con los beneficios que la belleza puede obrar en vuestras cabezas y para vuestra salud, en general. Esta píldora sí que es un auténtico subidón (de animo), y más en estos jodidos tiempos que corren y que nos "contaminan". Y a modo de coraza-protectora, aquí va el precioso día del fin del mundo, de Jorge Teillier:

El día del fin del mundo
será limpio y ordenado
como el cuaderno del mejor alumno.
El borracho del pueblo
dormirá en una zanja,
el tren expreso pasará
sin detenerse en la estación
y la banda del regimiento
ensayará infinitamente
la marcha que toca hace veinte años en la plaza.
Sólo que algunos niños
dejarán sus volantines enredados
en los alambres telefónicos
para volver llorando a sus casas
sin saber qué decir a sus madres,
y yo grabaré mis iniciales
en la corteza de un tilo
pensando que eso no sirve para nada.
Los evangélicos saldrán a cantar
a las esquinas sus himnos de costumbre.
La anciana loca paseará con quitasol.
Y yo diré: "El mundo no puede terminar
porque las palomas y los gorriones
siguen peleando por la avena en el patio".
    

 (20) Nick Cave siempre ha sido para mí un tipo misterioso. No he seguido demasiado sus avatares discográficos pero, desde la distancia, siempre he intuido que es un hombre que merece la pena. Son muchos los artistas con los que podríamos emparentarlo. A veces con Johnny Cash, a veces con Tom Waits o Leonard Cohen, o con el mismísimo Lou Reed, o, incluso, con el bendito Ian Curtis de los Joy Division… y seguro que de algún otro del que ahora no me acuerdo. Pero esto tienen los mejores artistas yanquis: que pareciéndose a muchos, son diferentes a todos.



Pero en lo que a mí, y a mi ignorancia respecta, últimamente ando poniéndome al día y escuchando el directo que Nick ofreció en Copenhagen hace unos años, un par de ellos antes de la trágica muerte de su hijo cuando cayó por un acantilado mientras andaba (cuentas las malas lenguas) puesto de ácido hasta las cejas. O sea que motivos para tomarse un par… de docenas de estas pastillitas que adornan esta entrada creo que Nick los tiene de sobra.

Pero lo más grande y lo que le hace, sin duda, ser uno de los preeminentes candidatos a ocupar esta página es que lejos de dejarse llevar por la tristeza o por la angustia, lejos de quedarse sentado en un butacón llorando sus penas, lejos de pensar en sus 62 tacos como en una losa que le hubiera caído sobre los hombros y que le gritara, ¡vamos, Nick, déjalo estar, ya has hecho suficiente!; sí, lejos de todo esto, Nick continua juntándose con las “malas semillas”, con sus queridos Bad Seeds, poniéndose en pie y sacando fuerzas de flaqueza para ofrecernos más conciertazos memorables, como éste que protagonizó en Dinamarca.


Y éste sería también el espíritu con el que me gustaría embadurnar a mis píldoras contra la depresión; el espíritu de no darse nunca, ni en las peores circunstancias, por vencido, de persistir en continuar vivito y coleando, dando que hablar, dando guerra, y presentándonos ante los demás, ante todos los que quieran vernos, como ejemplo de que esta vida es así, de que o la tomas o la dejas, y de que gente como Nick Cave (y nosotros, ¿por qué, no?) la toma, la agarra con fuerza, sin ninguna intención de soltarla mientras le quede el más diminuto hálito de energía.

Y así os dejo aquí con el enlace de la increíble versión de Jubilee Street que nos regaló en el mencionado concierto de Copenhagen: oscura (como él), lenta, pesada, y salvaje (como él también, sí) y atronadora; energía en estado puro, como esta vida de la que tanto nos empeñamos en hablar.

(17) + (18) + (19) Mejor todavía, decía que como posiblemente la peñota anduviera un poco de bajón porque, sin darme cuenta, hace tiempo que no recetaba una de estas pildoritas contra la “depre”, aquí os van no dos, si no ¡TRES DE GOLPE! Pero cuidadìn de no atragantarse.

Una, la versión del Paradise (emblemático título, ¿no?) que Coldplay ofreció en su concierto de Sao Paulo de 2017, para deprimidos convulsivos y desahuciados: pura adrenalina en vena y con muy favorables efectos secundarios; proponiendo, simple y llanamente, que tratáramos de transmutarnos en la piel de Chris Martin, y el subidón se nos enganchará sin remedio hasta en el último pelo de la cabeza. Palabra de doc.


  

Segunda, y ya que dentro de nada, el próximo 21 de abril, se cumplen 3 años de la muerte de Prince, y que algunos, entre los que estaremos, sin duda, aquellos buenos gamberros que cerrábamos el Crystal moviéndonos, como podíamos (eran ya las 4 o 5 de la madrugada), bajo los acordes de Purple Rain, un recuerdo para el Príncipe. ¡Cuánto tiempo ya sin él, ¿verdad?!




Y la tercera, but not the least, más musicón con la impagable escena final de La vida de Brian, de los Monthy Python, toda una declaración de intenciones, un canto a la risa y a la vida, más claro que el agua del manantial ese que baja fresquita de las grutas de Covadonga, por ejemplo.






(16) Tiger Woods su reaparición, después de más de dos años retirado de la competición por múltiples problemas personales y lesiones, y su 80ª victoria en el PGA Tour, ¡5 años después!, lograda el pasado fin de semana en el Tour Championship de Atlanta es, sin duda, la mejor píldora contra la depresión que, en estos momentos otoñales, se me puede ocurrir.


Tiger ha vuelto. Y lo ha hecho al máximo nivel. Sólo los que están en esas cumbres deportivas saben lo complicado que es llegar hasta ahí. Y, claro, sólo ellos saben lo más complicado que es volver hasta esa cumbre una vez se ha descendido de ella y nos hemos vuelto a partir los morros contra el suelo-nuestro-de-cada-día.

Pero Tiger ha vuelto- como el Eddie Felson en el fotograma final de El color del dinero. Verle recorrer el último hoyo, el 18 de Atlanta, camino del tee, rodeado de una enorme multitud enfebrecida, que coreaba entusiasta su nombre, porque hace apenas un año nadie hubiera dado un duro por él, ha sido lo más gratificante que he tenido ocasión de presenciar en mucho tiempo.


Pura emoción. Es lo que sucede cuando alguien sube en el ascensor de los Infiernos. Después de Tiger, ¿quién puede pensar que no todo es posible? Después de Tiger, ¿quién no puede sentir esa pizca de fuerza que le haga apoyar los pies firmemente en la tierra, y tirar el cuerpo para arriba, y decir, ¡coño, ¿aquí estoy?, ¿quién es el capullo que se ha olvidado de mí?!


Por eso Tiger será siempre mucho más que un jugador de golf, aunque sea uno de los más brillantes que este deporte ha dado en su Historia. Será un subidón literal. ¿Quién habla de depresiones? Él es la prueba fehaciente que nadie podrá hundirnos jamás si no cuenta con nuestra colaboración (desinteresada). Uno como nosotros. Sólo que con un palo (de golf ) en las manos. Como Eddie Felson. Pero con otro palo. El de éste de billar. ¿Irá la vida de palo?

Y este fin de semana el Tigre estará en París. Jugando la Ryder. Ni que decir tiene que la expectación es enorme. No todos los días alguien levanta la tapa de su tumba y nos saluda con una sonrisa y los brazos victoriosos apuntados hacia el azul de los cielos. La píldora 16 es suya por pleno derecho.
     
(15) Leí el otro día el poema que León Felipe escribió sobre el Niño de Vallecas, el estremecedor retrato que pintó el genio de Velázquez, y me conmovió. Quizás sea porque ando estas veraniegas tardes dando los últimos retoques a un cortometraje de animación que tiene bastante que ver con estas cosas. Así que hoy incluyo el poema como la Píldora contra la depresión  nº15. Y muchos pensaréis que me he equivocado, que más que contra la depresión, el poema y el Niño de Vallecas son un bajonazo. Yo también lo creía al principio. Pero ahora me doy cuenta que el poema y el Niño de Vallecas son justo lo contrario: un llamamiento para no bajar los brazos, para estar siempre alerta, para estar siempre de pie, con los puños apretados  y dispuestos a luchar contra todas las injusticias que, a diario, se nos presentan por delante y que nos duelen con sólo mirarlas y batirnos, entonces, el cobre por todas, por todos los Niños de Vallecas que tenemos a nuestro alrededor… ; o sea,  que en las condiciones actuales queda terminantemente prohibido deprimirse. Y punto. De este burro Sancho, no se baja nadie


Pie para el Niño de Vallecas
Bacía, Yelmo, Halo.
Este es el orden, Sancho.

De aquí no se va nadie.
Mientras esta cabeza rota
del Niño de Vallecas exista,
de aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.

Antes hay que deshacer este entuerto,
antes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre todos,
y hay que resolverlo sin cobardía,
sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo un agujero
en la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.

Y es inútil,
inútil toda huida
(ni por abajo
ni por arriba).
Se vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (¡un buen día!)
el yelmo de Mambrino
—halo ya, no yelmo ni bacía—
se acomode a las sienes de Sancho
y a las tuyas y a las mías
como pintiparado,
como hecho a la medida.
Entonces nos iremos todos
por las bambalinas.
Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas,
y el místico, y el suicida.



(14)
Una buena píldora contra la depre. Y más ahora que ya tocamos las costas del verano, donde vamos a dejar de jugar con negras, donde no se admite una cara mustia, un hombro encogido, un “me voy para casa” antes de las 12.

Así que la sintonía y los créditos de la vieja serie del capitán Stubing, nuestro capitán, y su leal tripulación nos alegre la vida. Por lo menos yo siempre he asociado esta música con los fines de semana y la ausencia de problemas.

Y es que entonces parecía que el mundo sólo podía ser bueno. La evasión de capitales, las prevaricaciones, los cohechos, las manadas, …, también estarían por ahí. No digo que no. Seguro. Pero nos gustaba creer que no estaban. O jugábamos a no verlas. Y esto sí que resultaba más divertido. Porque podíamos hacerlo. The Love Boat o Vacaciones en el mar, y otras cosas por el estilo, nos daban permiso, la ingenuidad necesaria que, seguramente, ahora nos falta.

(13)
Ésta es una píldora especial. Por algo es la nº 13, o la 12+1 para aquellos supersticiosos que monten en moto. Y de verdad creo que es especial e… infalible. Se trata de comenzar el día tarareando una canción. No se requiere saberse la letra de memoria, ni siquiera se requiere sabérsela. Para eso se inventó el tarareo. Y si la canción es alegre, mejor que mejor. Y si la tarareamos a gritos, dentro de un volumen que no nos cueste un disgusto con los vecinos, miel sobre hojuelas. Expulsar el aire de los pulmones siempre libera. Y habrá que tararear por todos los rincones de la casa, por donde quiera que vayamos pasando, hasta quedar exhaustos o, por lo menos, hasta sentir que la alegría nos cosquillea la coronilla, hasta que el subidón canoro nos ponga en predisposición de creer que cualquier pesadumbre puede ser derrotada por k.o. técnico con un sopapo bien dado.


Yo, en estas circunstancias, aconsejaría probar (aunque vale con cualquier melodía) con Singin´In The Rain, la canción que interpreta Gene Kelly en la película del mismo nombre, bajo una torrencial lluvia que vendría a ser lo que los bajonazos nos echan encima cada vez que queremos salir de la cama por las mañanas, y a la que Gene Kelly, con sus bailes y chapoteos, lleva a su terreno musical y desenfadado; y ante la inquisidora mirada final de un policía que, quizás, sea el responsable de la lluvia y del bajonazo, y de que la alegría no campe a sus anchas.

Pero Gene Kelly y Singin´In The Rain salen triunfantes del envite. Del amargo rostro de ese policía no se acuerda más que su madre; de la canción, sin embargo, quién no; y tarareándola, y por muy malo que se nos presente el día, una sonrisa asomará desafiante en nuestros labios. Estoy seguro de ello. Sólo tenéis que intentarlo.   

(12)
Hay cosas a las que no me puedo resistir. Los bajonazos con ellas están penados con prisiones perpetuas "irrevisables".


(11)
Wences me dio la idea, a Wences se la devuelvo con un abrazo,-
Para terminar el año con una buena sonrisa que, después de todo, no deja de ser el mejor antídoto contra la depre, hagámoslo con una noticia que pulula por las redes y que sea verdad o mentira, como todo lo que, por otro lado, se pesca en esas redes, tiene su coña. 

Vamos a ella: Pfiezer es una compañía farmacéutica centrada en la fabricación de Viagra y en su momento instaló uno de sus principales centros de producción en el pequeño y bucólico pueblecito irlandés de Ringaskiddy. Como todos los pueblecitos irlandeses desde el Innisfree por donde pululaban John Wayne y Maureen O´Hara en El hombre tranquilo, esa entrañable película de John Ford. Hasta aquí todo bien: nada empinado.


Pero sólo hasta aquí, porque aquí es donde el terreno empieza a “mirar hacia arriba”, como escribiría un clásico comentarista de ciclismo. Y es que resulta que los vecinos de Ringaskiddy andan con la mosca detrás de la oreja o quizás, debiéramos matizar, con la mosca zumbándoles por los calzones. Y es que muchos de ellos aseguran que notan que la Viagra flota en el aire. Y sin receta. Eso, como la canción: Love is in the Air.

Incluso una camarera de un popular pub de la zona, Debbie O´Grady, en declaraciones a The Sunday Times, ha asegurado que a los ringaskiddenses les basta un soplo de ese aire para estar enseguida más tiesos que un poste de la luz, y la propia madre de Debbie, Sadie, con sus 60 años a cuestas, no duda en afirmar que sí, que todos los que los han olido ese aire han estado recibiendo los humos del amor durante años y gratis. Y todo porque los humos que emanan de las chimeneas de la susodicha planta, cuando ésta se encuentra a pleno rendimiento, provocan que los hombres y perros del lugar sufran erecciones esporádicas, pero bien prolongadas y muy admirables para quienes las han visto y catado

Sadie añade, además, en el rotativo que en el pueblo llevaban ya ciertos meses sorprendidos por la cantidad de gente que se acercaba a Ringaskiddy, y que luego nunca se iban. La Viagra debe haberse colado en los suministros de agua, aventura la buena de Sadie, que sería lo que habría ocurrido antes que la fábrica fuera regulada con las consabidas y pertinentes medidas de seguridad, pero que esto, lejos de suponer un problema, hacen del pueblo un lugar privilegiado; sobre todo, continúa Sadie toda embalada, para muchos hombres que, sin meterse con nadie, han pasado de ser inofensivos hombrecitos a poder presumir no solo de beber mucha cerveza.

Claro que, por su parte, Pfizer niega la mayor (erección- jeje) y se lava las manos, como todo buen capitalista en cuanto se huele, y nunca mejor escrito, un problema, y apunta a que sus procesos de fabricación siempre han sido “altamente sofisticados y máximamente regulados”. Por supuesto (sic).

Pero los vecinos continúan en sus trece (¿centímetros?) afirmando que, incluso, Ringaskiddy habría experimentado un llamativo baby boom justo después de que Pfizer empezara a producir Viagra en sus contornos a troche y moche. De hecho, los lugareños se preguntan por qué los chavales acuden sino a las cercanías de la fábrica a inhalar el humo que despiden sus chimeneas. Mejor eso que oler pegamento, asegura más de uno socarronamente.

Pero según Pfizer, poco o nada hay de cierto en esto que los calenturientos vecinos de Ringaskiddy cuentan. No hay Viagra, repite categóricamente la empresa; apenas si se trata de un mito divertido, añaden, que se ha propagado entre los habitantes de la localidad.

Sin embargo, y por si acaso, más de uno continúa dándose la vueltilla de rigor por los alrededores de Pfizer; sobre todo, durante las noches de los sábados, mientras aún resuenan en sus oídos, las maleducadas y cachondas risotadas que esa chica tan mona dejó escapar de sus labios cuando ese uno se bajó los pantalones. Y es que a muchos nos gusta creer que Love is in the Air. Eso nadie nos lo puede quitar.
 



(10)
También dice uno de mis tan odiosos refranes que cuando no puedas con tu enemigo te unas a él. Y esta 10ª píldora contra la "depre", en esta época heladora, de continuas y pertinaces lluvias y de días tan cortos como un susto, va por ahí. ¿Qué estamos deprimidos? Pues de p.m. Escuchamos el prodigioso adagio assai del Concierto para piano, de Ravel al mismo tiempo que leemos el no menos prodigioso Farewell, de Pablo Neruda, y nos quedamos tan pitxis, más relajados que una de esas hojas que lentamente se han caído de los árboles durante estos días puñeteros.





Adagio assai





Farewell
1
Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.
2
Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
3
Amo el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.
4
Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.
Amor que quiere libertarse
para volver a amar.
Amor divinizado que se acerca.
Amor divinizado que se va.
5
Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía ¿Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste; pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.



 (9)
Y el 9, la 9ª píldora es de Chiquito, del gran Chiquito de la Calzada, aquel innovador y soberbio humorista al que su alucinante éxito popular provocó que le salieran imitadores hasta debajo de las piedras, con el irónico efecto de que muchos de ellos superaron el éxito del original y consiguieron, así, que el auténtico, el auténtico Chiquito tuviera que bajar la cabeza y hacer un noble mutis por el foro.

Por eso, esta 9ª píldora estará exclusivamente dedicada a él y que sirva, además, como justísima reparación a todos esos agravios comparativos que su persona y talento han sufrido por parte de facilones imitadores. Porque él siempre será único, y los otros, por el contrario, siempre multitud.

Y hoy que el tiempo ha pasado, y que quizás ni Chiquito, ni sus chistes, ni nada, sea igual, aquí os dejo con su chiste del burro, que a mí, posiblemente, haya sido el chiste que más me ha hecho reír, tanto que me costó escucharlo 4 o 5 veces para poder entenderlo sin que las risas me taponaran estruendosamente los oídos.


(8)
... y no me he olvidado, ¡cómo iba a hacerlo!, de que el otro día nos dejó el gran Jerry Lewis: propietario de uno de los más completos surtidos de píldoras contra la depresión que yo conozca, cómico, actor, guionista, director y payaso, para más señas, sí, gran payaso, y a mucha honra.

Su manera de pasar a controlar sus propias películas y ofrecer, a través de ellas, una mirada sesuda y reflexiva, caótica y crítica sobre su propio papel de clown y el mundo en el que vive (nuestro mundo, vamos), es uno de los mayores logros del cine de los años 60´del siglo pasado, y razón más que suficiente para que despertara la mayor de las admiraciones en aquellos "jóvenes airados" de la nouvelle vague.

Después no dudo de que el propio Clint Eastwood se fijara en su trabajo para llevar a cabo una idéntica y ácida revisión de su personaje de "pistolero" (p.e. en Sin perdón), y que, incluso, el ya no tan agraciado Jim Carey (o ver si no esa mágica píldora o el sketch de la máquina de escribir que os dejo aquí abajo) tuviera que besar el suelo cada vez que el gran Jerry hollase las aceras con cualquiera de sus zapatos. DEP, maestro.


(7)
Hoy me he levantado con el pie torcido y propongo no tomar nada, pasar el día a pelo: pastillas al cubo de la basura, sumergirnos y dejarnos mecer por la tristeza. ¿O acaso no tenemos derecho a estar tristes? Lo decía Neruda en uno de sus más memorables poemas: Estoy triste; pero siempre estoy triste. Sí, ¡¿y qué pasa?! ¿O no escribió también Dylan esta increíble canción para gloria de la tristeza y de la emoción en su estado más puro? Así que por hoy, "pastis" no, gracias, y sí un poco de Sad Eyed Lady Of The Lowlands:


(6)
Un spot, pero no un spot cualquiera, sino un auténtico subidón, tal y como toca para esta prozaica sección: el anuncio que Hugh Hudson rodara para Fiat y el Reino Unido en 1979, a los irresistibles sones de El barbero de Sevilla, de Rossini, o sea, un spot que Hudson rodó un par de años antes de sus Carros de fuego, o unos cuantos más antes de su triste leyenda de Tarzán, o unos cuanto más antes de caer de cabeza en un olvido más que merecido.

Aunque aprovechando que estos "humildes" publicistas (siempre he pensado, parafraseando a Chandler, que no hay cosa más difícil de encontrar que un poco de humildad en una agencia de publicidad); que estos "humildes" publicistas, decía, que suelen referirse a sus "obras" de 20 o 30 segundos llamándoles "películas", como si se trataran de un Ciudadano Kane cualquiera, no estaría de más que se reconociera que la mejor "película" de Hudson es, sin duda, este spot para el Fiat Strada (creo que en España fue el Ritmo), uno de los mejores que he tenido ocasión de ver (Hecho a mano por robots), y una infalible "píldora" contra las depresiones.



(5)
Yo con el fútbol ando medio reñido. eso no es ningún secreto. Ahora mismo debajo de mi casa, mientras escribo esto, las txarangas y aficionados del Athletic están "calentando motores" para el partido de esta tarde contra el Madrid. Y de verdad, creedme, no tengo ninguna gana de unirme al jolgorio. Pero el psicoanalista siempre me dice que no sea tan drástico, y que si por él fuera, contra la depresión, me recomendaría un remedio infalible: ahorrar unas perras, pillar un vuelo barato, darme una vuelta por Alemania y, sobre todo, sacar una entrada para ver en vivo un partido del Borussia Dortmund en su estadio y unirme a su afición en el espectacular "muro amarillo". Me da un poco de yuyu pero me ha pasado este vídeo que comparto con vosotros, y me ha asegurado que no hay desgracias que lamentar y sí muchas alegrías que vivir.


(4)
Escuchar y ver (yo lo hice el sábado pasado en el Liceu catalán) a Plácido Domingo, a sus 77 años, con una vitalidad y buen rollo que muchos al escucharle y verle deberían agachar la cabeza y pedir perdón, junto a la excelente soprano, y un bellezón de quitar el hipo, Nino Machaidze, cantando la increíble aria final de Thäis, el C´est toi, mon pere!, debería levantar los ánimos a cualquiera. Lo míos, por lo menos, se levantaron y... pusieron de pie para aplaudir a rabiar y soltar un par de irrintxis que me pareció (¿o me lo quiso parecer?) que Plácido me los agradecía con la mirada y una sonrisa.


(3)

Carta a Donald Trump
La carta a Donald Trump decía,
(aún me la sé de memoria),
ahora vigilo la frontera.
Gracias a Dios.
Había terminado de cobrar el paro
con dos bocas para alimentar.
El pequeño Roberto come como una lima.
Gracias a Dios.
Y a veces los que cruzan se detienen cuando les doy el alto.
Gracias a Dios.
Aunque otras se resisten y tengo que disparar.
Manejo bien el rifle.
¿Gracias a Dios?
Además he oído que piensan construir más muros,
sin saber que con quienes nunca podrán terminar será con las pesadillas.
Ésas tienen el secreto de atravesar las alambradas sin que nadie las vea,
y después se ríen desde el otro lado,
desde la Tierra de los Sueños,
con el God Bless… aullando de fondo como una cantinela fantasmal.
Y con ellas, con las pesadillas,
créame, señor,
ni Dios podrá ayudarnos.

Y combinar la lectura del poema con esta preciosa canción, El largo adios, que se incluye en la cuasi desconocida película 98 segundos sin sombra: resultados sorprendentemente positivos:

(2)
Al cruzar frente a la polvorienta mesa del rincón
escuchó aquella algarada de voces infantiles
que le llamaban por su nombre de niño.
Al instante
se giró y se metió bajo la mesa del escondite.
Desde entonces
los mayores con quienes trabajaba las jornadas que acababan en “s”,
y los mayores con quienes se aburría los fines de semana
no volvieron a saber nada más de él.




(1)
Me reflejo
en el cielo ardiente
plagado de conflictos.
Me reflejo
en la tierra oscura
plagada de estrellas;
a esa errante de 40 puntas
quiero escuchar.






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