Así estoy en condiciones de afirmar que la jodida depresión irá remitiendo poco a poco, con la inestimable ayuda de la imaginación y de YouTube, con breves poesías y grandes canciones. Probad, o leed y escuchad, estas pequeñas cápsulas. Nada vais a perder por ello:
Así que, ¡dentro vídeo! y píldorita (36) al canto (y nunca mejor dicho). Disfrutadla a tope. La depre se irá ella solita sin que nos demos cuenta.
El día 88,-
En una esquina de la casa
descansa sin hacerse notar.
Quizás el piano espera.
Quizás el piano confía
en que un día alguien
entre en el salón
y mezcle sus manos
con sus teclas de cebra dormidas,
y consiga entonces
obrar el milagro
de ponernos un mundo,
que no se ve,
delante de los ojos
para que podamos verlo,
sentirlo y estremecernos
en un descuido de esta rígida razón
que todos llevamos siempre encima, y
de la
que nadie se atreve a despojarse, y
que nunca nos deja en paz.
Y quizás pudieras ser tú
ese alquimista afortunado
que levante la tapa de sus sesos
sin que se escuche un disparo,
y en su lugar un humilde “do”
extienda un arco de emociones
infinitas
que apenas sería otro ruido,
pero que, sin embargo,
contiene el principio
de todo lo que vendrá después y
de todo lo que ha acontecido antes
de que pulsaras la tecla.
(29). Siempre tengo el pálpito cuando escucho esta canción de Neil Young, y sobre todo cuando también veo su video-clip oficial (que aquí os dejo, faltaría), que en ellos se plasma el buen rollo, el bien-estar, la tranquilidad, la armonía que todos desearíamos tener en nuestras vidas; un oasis, un Brigadoon (la mágica película de Minelli con Gene Kelly y Cyd Charisse), sí, un paraíso donde las preocupaciones, el trabajo o los impuestos se encontraran enterrados sin señal alguna que pudiera orientarnos para localizarlos. Olvidándonos, eso también, del banderón americano que luce sobre el escenario, Porque, además, entiendo que este buen rollo no puede circunscribirse a ningún lugar ni tiempo concretos sino, más bien, a una etérea frontera que sólo se experimenta y se disfruta, que nos deja sin palabras con las que poder encerrarla y definirla. Así que afanarnos en juntar esos mimbres que nos lleven a palpar y penetrar en esa sensación quizás debiera constituirse en la principal tarea de todos nuestros días. Lo que sería, sin duda, una manera muy efectiva de apartar a la jodida “depre” con una buena patada en los cujons. Y Harvest Moon nos ayuda a que todo esto pueda ser real.
Y así a estas Píldoras, y en concreto a esta Píldora
nº 24, le introduzco la idea de que a la “depre” también se la debe combatir
desde la misma “depre”; como una vacuna con la que te inyectan los mismos virus
que provocan la enfermedad que pudieras padecer. Se trata de inmunizarnos, lo
vemos a diario, contra el COVID metiéndonos, paradójicamente, pequeñas
cantidades de ese virus del COVID en vena con la esperanza de que nuestro
organismo cree, a partir de esas pequeñas cantidades, anticuerpos que hagan
frente o puedan radicar la enfermedad.
O sea que a lo que vamos, o a lo que esta entrada va: luchar contra la “depre” desde la
“depre” y con la misma “depre”; o sea, fortalecernos contra la “depre” pero con
la “depre”; engullir Píldoras depresivas
para fortalecer los ánimos y pelearnos, a brazo partido, contra esa “depre” que
nos trae por el camino de la amargura y con notables probabilidades de victoria.
Porque la depresión y la euforia no serían sino las
dos caras de una idéntica moneda. Y sin la una, no existe la otra; y sin
cualquiera de la dos, no existe la moneda. Ya lo escribía antes: Pessoa me lo
ha certificado. O leed sino este extracto del poema, el XXI, de sus ya
mencionados Poemas de Alberto Caeiro:
(…)
Pero
no siempre quiero ser feliz.
Es
necesario ser de vez en cuando infeliz
para
poder ser natural…
No
todo es días de sol.
Y la lluvia, cuando falta mucho, se ruega.
Por
eso tomo la infelicidad con la felicidad,
naturalmente,
como quien no se extraña
que
haya montañas y llanuras
y que haya peñascos y piedras…
Porque esto, sí, me "pone". No lo puedo negar. El reconocimiento (la haka fue espectacular, no me digáis que no) a un jugador, practicante de otro deporte, y más allá de sus luces y sombras venerado en esas tierras australes. Y sobre esto, los All Blacks no nunca tienen dudas. Y echaron el resto en su haka. Porque los mitos, y Maradona (nos guste o no) lo es, se merecen eso y más. Y por eso después, los All Blacks ganaron el partido 38-0. Sin bajar la guardia ni abandonar su espíritu competitivo ni por un segundo. Estuviera donde estuviera, Maradona no los habría perdonado. Y los All Blacks lo sabían. Por eso quizás el 38-0, y no tanto la haka, constituyera su mejor homenaje. "Dadle una vueltilla (de tuerca)" a esto último...
(21) Poesía de Emergencia, teléfono 659.86.10.32. Que la peña llame a este número. Os darán la bienvenida y os recitarán un poema, más o menos, cortito. Alucinaréis con los beneficios que la belleza puede obrar en vuestras cabezas y para vuestra salud, en general. Esta píldora sí que es un auténtico subidón (de animo), y más en estos jodidos tiempos que corren y que nos "contaminan". Y a modo de coraza-protectora, aquí va el precioso día del fin del mundo, de Jorge Teillier:
(20) Nick Cave siempre ha sido para mí un tipo misterioso. No he seguido demasiado sus avatares discográficos pero, desde la distancia, siempre he intuido que es un hombre que merece la pena. Son muchos los artistas con los que podríamos emparentarlo. A veces con Johnny Cash, a veces con Tom Waits o Leonard Cohen, o con el mismísimo Lou Reed, o, incluso, con el bendito Ian Curtis de los Joy Division… y seguro que de algún otro del que ahora no me acuerdo. Pero esto tienen los mejores artistas yanquis: que pareciéndose a muchos, son diferentes a todos.
Pero en lo que a mí, y a mi ignorancia respecta, últimamente ando poniéndome al día y escuchando el directo que Nick ofreció en Copenhagen hace unos años, un par de ellos antes de la trágica muerte de su hijo cuando cayó por un acantilado mientras andaba (cuentas las malas lenguas) puesto de ácido hasta las cejas. O sea que motivos para tomarse un par… de docenas de estas pastillitas que adornan esta entrada creo que Nick los tiene de sobra.
(16) Tiger Woods su reaparición, después de más de dos años retirado de la competición por múltiples problemas personales y lesiones, y su 80ª victoria en el PGA Tour, ¡5 años después!, lograda el pasado fin de semana en el Tour Championship de Atlanta es, sin duda, la mejor píldora contra la depresión que, en estos momentos otoñales, se me puede ocurrir.
(15) Leí el otro día el poema que León Felipe escribió sobre el Niño de Vallecas, el estremecedor retrato que pintó el genio de Velázquez, y me conmovió. Quizás sea porque ando estas veraniegas tardes dando los últimos retoques a un cortometraje de animación que tiene bastante que ver con estas cosas. Así que hoy incluyo el poema como la Píldora contra la depresión nº15. Y muchos pensaréis que me he equivocado, que más que contra la depresión, el poema y el Niño de Vallecas son un bajonazo. Yo también lo creía al principio. Pero ahora me doy cuenta que el poema y el Niño de Vallecas son justo lo contrario: un llamamiento para no bajar los brazos, para estar siempre alerta, para estar siempre de pie, con los puños apretados y dispuestos a luchar contra todas las injusticias que, a diario, se nos presentan por delante y que nos duelen con sólo mirarlas y batirnos, entonces, el cobre por todas, por todos los Niños de Vallecas que tenemos a nuestro alrededor… ; o sea, que en las condiciones actuales queda terminantemente prohibido deprimirse. Y punto. De este burro Sancho, no se baja nadie.
Este es el orden, Sancho.
De aquí no se va nadie.
Mientras esta cabeza rota
del Niño de Vallecas exista,
de aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Antes hay que deshacer este entuerto,
antes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre todos,
y hay que resolverlo sin cobardía,
sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo un agujero
en la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Y es inútil,
inútil toda huida
(ni por abajo
ni por arriba).
Se vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (¡un buen día!)
el yelmo de Mambrino
—halo ya, no yelmo ni bacía—
se acomode a las sienes de Sancho
y a las tuyas y a las mías
como pintiparado,
como hecho a la medida.
Entonces nos iremos todos
por las bambalinas.
Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas,
y el místico, y el suicida.
(14)
Una buena píldora contra la depre. Y más ahora que ya tocamos las costas del verano, donde vamos a dejar de jugar con negras, donde no se admite una cara mustia, un hombro encogido, un “me voy para casa” antes de las 12.
Así que la sintonía y los créditos de la vieja serie del capitán Stubing, nuestro capitán, y su leal tripulación nos alegre la vida. Por lo menos yo siempre he asociado esta música con los fines de semana y la ausencia de problemas.
Y es que entonces parecía que el mundo sólo podía ser bueno. La evasión de capitales, las prevaricaciones, los cohechos, las manadas, …, también estarían por ahí. No digo que no. Seguro. Pero nos gustaba creer que no estaban. O jugábamos a no verlas. Y esto sí que resultaba más divertido. Porque podíamos hacerlo. The Love Boat o Vacaciones en el mar, y otras cosas por el estilo, nos daban permiso, la ingenuidad necesaria que, seguramente, ahora nos falta.
(13)
Ésta es una píldora especial. Por algo es la nº 13, o la 12+1 para aquellos supersticiosos que monten en moto. Y de verdad creo que es especial e… infalible. Se trata de comenzar el día tarareando una canción. No se requiere saberse la letra de memoria, ni siquiera se requiere sabérsela. Para eso se inventó el tarareo. Y si la canción es alegre, mejor que mejor. Y si la tarareamos a gritos, dentro de un volumen que no nos cueste un disgusto con los vecinos, miel sobre hojuelas. Expulsar el aire de los pulmones siempre libera. Y habrá que tararear por todos los rincones de la casa, por donde quiera que vayamos pasando, hasta quedar exhaustos o, por lo menos, hasta sentir que la alegría nos cosquillea la coronilla, hasta que el subidón canoro nos ponga en predisposición de creer que cualquier pesadumbre puede ser derrotada por k.o. técnico con un sopapo bien dado.
(12)
Hay cosas a las que no me puedo resistir. Los bajonazos con ellas están penados con prisiones perpetuas "irrevisables".
Vamos a ella: Pfiezer es una compañía farmacéutica centrada en la fabricación de Viagra y en su momento instaló uno de sus principales centros de producción en el pequeño y bucólico pueblecito irlandés de Ringaskiddy. Como todos los pueblecitos irlandeses desde el Innisfree por donde pululaban John Wayne y Maureen O´Hara en El hombre tranquilo, esa entrañable película de John Ford. Hasta aquí todo bien: nada empinado.
Pero sólo hasta aquí, porque aquí es donde el terreno empieza a “mirar hacia arriba”, como escribiría un clásico comentarista de ciclismo. Y es que resulta que los vecinos de Ringaskiddy andan con la mosca detrás de la oreja o quizás, debiéramos matizar, con la mosca zumbándoles por los calzones. Y es que muchos de ellos aseguran que notan que
Incluso una camarera de un popular pub de la zona, Debbie O´Grady, en declaraciones a The Sunday Times, ha asegurado que a los ringaskiddenses les basta un soplo de ese aire para estar enseguida más tiesos que un poste de la luz, y la propia madre de Debbie, Sadie, con sus 60 años a cuestas, no duda en afirmar que sí, que todos los que los han olido ese aire han estado recibiendo los humos del amor durante años y gratis. Y todo porque los humos que emanan de las chimeneas de la susodicha planta, cuando ésta se encuentra a pleno rendimiento, provocan que los hombres y perros del lugar sufran erecciones esporádicas, pero bien prolongadas y muy admirables para quienes las han visto y catado
Claro que, por su parte, Pfizer niega la mayor (erección- jeje) y se lava las manos, como todo buen capitalista en cuanto se huele, y nunca mejor escrito, un problema, y apunta a que sus procesos de fabricación siempre han sido “altamente sofisticados y máximamente regulados”. Por supuesto (sic).
Pero los vecinos continúan en sus trece (¿centímetros?) afirmando que, incluso, Ringaskiddy habría experimentado un llamativo baby boom justo después de que Pfizer empezara a producir Viagra en sus contornos a troche y moche. De hecho, los lugareños se preguntan por qué los chavales acuden sino a las cercanías de la fábrica a inhalar el humo que despiden sus chimeneas. Mejor eso que oler pegamento, asegura más de uno socarronamente.
Sin embargo, y por si acaso, más de uno continúa dándose la vueltilla de rigor por los alrededores de Pfizer; sobre todo, durante las noches de los sábados, mientras aún resuenan en sus oídos, las maleducadas y cachondas risotadas que esa chica tan mona dejó escapar de sus labios cuando ese uno se bajó los pantalones. Y es que a muchos nos gusta creer que Love is in the Air. Eso nadie nos lo puede quitar.
(10)
También dice uno de mis tan odiosos refranes que cuando no puedas con tu enemigo te unas a él. Y esta 10ª píldora contra la "depre", en esta época heladora, de continuas y pertinaces lluvias y de días tan cortos como un susto, va por ahí. ¿Qué estamos deprimidos? Pues de p.m. Escuchamos el prodigioso adagio assai del Concierto para piano, de Ravel al mismo tiempo que leemos el no menos prodigioso Farewell, de Pablo Neruda, y nos quedamos tan pitxis, más relajados que una de esas hojas que lentamente se han caído de los árboles durante estos días puñeteros.
Adagio assai
Farewell
1
Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.
2
Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
3
Amo el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.
4
Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.
Amor que quiere libertarse
para volver a amar.
Amor divinizado que se acerca.
Amor divinizado que se va.
5
Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía ¿Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste; pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
Desde tu corazón me dice adiós un niño. Y yo le digo adiós.
(9)
Y el 9, la 9ª píldora es de Chiquito, del gran Chiquito de
(8)
... y no me he olvidado, ¡cómo iba a hacerlo!, de que el otro día nos dejó el gran Jerry Lewis: propietario de uno de los más completos surtidos de píldoras contra la depresión que yo conozca, cómico, actor, guionista, director y payaso, para más señas, sí, gran payaso, y a mucha honra.
Su manera de pasar a controlar sus propias películas y ofrecer, a través de ellas, una mirada sesuda y reflexiva, caótica y crítica sobre su propio papel de clown y el mundo en el que vive (nuestro mundo, vamos), es uno de los mayores logros del cine de los años 60´del siglo pasado, y razón más que suficiente para que despertara la mayor de las admiraciones en aquellos "jóvenes airados" de la nouvelle vague.
Después no dudo de que el propio Clint Eastwood se fijara en su trabajo para llevar a cabo una idéntica y ácida revisión de su personaje de "pistolero" (p.e. en Sin perdón), y que, incluso, el ya no tan agraciado Jim Carey (o ver si no esa mágica píldora o el sketch de la máquina de escribir que os dejo aquí abajo) tuviera que besar el suelo cada vez que el gran Jerry hollase las aceras con cualquiera de sus zapatos. DEP, maestro.
(7)
Hoy me he levantado con el pie torcido y propongo no tomar nada, pasar el día a pelo: pastillas al cubo de la basura, sumergirnos y dejarnos mecer por la tristeza. ¿O acaso no tenemos derecho a estar tristes? Lo decía Neruda en uno de sus más memorables poemas: Estoy triste; pero siempre estoy triste. Sí, ¡¿y qué pasa?! ¿O no escribió también Dylan esta increíble canción para gloria de la tristeza y de la emoción en su estado más puro? Así que por hoy, "pastis" no, gracias, y sí un poco de Sad Eyed Lady Of The Lowlands:
(6)
Un spot, pero no un spot cualquiera, sino un auténtico subidón, tal y como toca para esta prozaica sección: el anuncio que Hugh Hudson rodara para Fiat y el Reino Unido en 1979, a los irresistibles sones de El barbero de Sevilla, de Rossini, o sea, un spot que Hudson rodó un par de años antes de sus Carros de fuego, o unos cuantos más antes de su triste leyenda de Tarzán, o unos cuanto más antes de caer de cabeza en un olvido más que merecido.
Aunque aprovechando que estos "humildes" publicistas (siempre he pensado, parafraseando a Chandler, que no hay cosa más difícil de encontrar que un poco de humildad en una agencia de publicidad); que estos "humildes" publicistas, decía, que suelen referirse a sus "obras" de 20 o 30 segundos llamándoles "películas", como si se trataran de un Ciudadano Kane cualquiera, no estaría de más que se reconociera que la mejor "película" de Hudson es, sin duda, este spot para el Fiat Strada (creo que en España fue el Ritmo), uno de los mejores que he tenido ocasión de ver (Hecho a mano por robots), y una infalible "píldora" contra las depresiones.
(5)
Yo con el fútbol ando medio reñido. eso no es ningún secreto. Ahora mismo debajo de mi casa, mientras escribo esto, las txarangas y aficionados del Athletic están "calentando motores" para el partido de esta tarde contra el Madrid. Y de verdad, creedme, no tengo ninguna gana de unirme al jolgorio. Pero el psicoanalista siempre me dice que no sea tan drástico, y que si por él fuera, contra la depresión, me recomendaría un remedio infalible: ahorrar unas perras, pillar un vuelo barato, darme una vuelta por Alemania y, sobre todo, sacar una entrada para ver en vivo un partido del Borussia Dortmund en su estadio y unirme a su afición en el espectacular "muro amarillo". Me da un poco de yuyu pero me ha pasado este vídeo que comparto con vosotros, y me ha asegurado que no hay desgracias que lamentar y sí muchas alegrías que vivir.
(4)
Escuchar y ver (yo lo hice el sábado pasado en el Liceu catalán) a Plácido Domingo, a sus 77 años, con una vitalidad y buen rollo que muchos al escucharle y verle deberían agachar la cabeza y pedir perdón, junto a la excelente soprano, y un bellezón de quitar el hipo, Nino Machaidze, cantando la increíble aria final de Thäis, el C´est toi, mon pere!, debería levantar los ánimos a cualquiera. Lo míos, por lo menos, se levantaron y... pusieron de pie para aplaudir a rabiar y soltar un par de irrintxis que me pareció (¿o me lo quiso parecer?) que Plácido me los agradecía con la mirada y una sonrisa.
Carta a Donald Trump
La carta a Donald Trump decía,
(aún me la sé de memoria),
ahora vigilo la frontera.
Gracias a Dios.
Había terminado de cobrar el paro
con dos bocas para alimentar.
El pequeño Roberto come como una lima.
Gracias a Dios.
Y a veces los que cruzan se detienen cuando les doy el alto.
Gracias a Dios.
Aunque otras se resisten y tengo que disparar.
Manejo bien el rifle.
¿Gracias a Dios?
Además he oído que piensan construir más muros,
sin saber que con quienes nunca podrán terminar será con las pesadillas.
Ésas tienen el secreto de atravesar las alambradas sin que nadie las vea,
y después se ríen desde el otro lado,
desde
con el God Bless… aullando de fondo como una cantinela fantasmal.
Y con ellas, con las pesadillas,
créame, señor,
ni Dios podrá ayudarnos.
Al cruzar frente a la polvorienta mesa del rincón
escuchó aquella algarada de voces infantiles
que le llamaban por su nombre de niño.
Al instante
se giró y se metió bajo la mesa del escondite.
Desde entonces
los mayores con quienes trabajaba las jornadas que acababan en “s”,
y los mayores con quienes se aburría los fines de semana
no volvieron a saber nada más de él.
(1)
Me reflejo
en el cielo ardiente
plagado de conflictos.
Me reflejo
en la tierra oscura
plagada de estrellas;
a esa errante de 40 puntas
quiero escuchar.
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