Pero sobre esto último no voy
a entrar porque además de no llamar y desconocer, por lo tanto, si estos
“vergonzantes y típicos contratiempos” tuvieron o no lugar, la naturaleza de la
pregunta sobre el Hombre del Año ya me resulta de por sí suficientemente
llamativa.
Porque muy mal andamos si en esta
elección debemos optar por uno de estos dos políticos. ¡Socorro! Peor que mal. Por
lo que inmediatamente me puse a pensar en otros dos candidatos entre los que yo
plantearía la pregunta…. Y pasaron los segundos. En
blanco. Y esperé un poco más. No podía la pregunta contener al “conjunto vacío”
entre sus interrogaciones. ¡Busco a un hombre ejemplar! Y, sin embargo, trascurrieron otros
cinco minutos y… lo mismo. No, pésimo: en blanco y avergonzado de sentir que la
pregunta era, en el fondo, una pregunta trampa porque el Hombre del Año no
tenía nombre ni apellidos.
Luego se me ocurrió poner
manos a la obra para que, otro año, esto no volviera a suceder. Y en eso estoy
ahora. Aunque sea un currelo inmenso. Lo reconozco. Pero también creo que, solo
con la intención, esta inmensidad se hará más pequeña cada día. Y esto también
vale. No me cabe duda que buscar a los mejores ya nos hace mejores.
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