A mí Shutter Island me parece una película fallida. En realidad, como todas las que Scorsese ha hecho con Leonardo Di Caprio: la terrorífica Gangs of New York, El aviador, y otras de las que ahora no me apetece acordarme. No sé lo que el bueno de Martin ha visto en Di Caprio. Él dice que es como una joven y fresca réplica del mejor Robert de Niro. Yo tampoco le daría mayor importancia, y sus declaraciones y buenas intenciones las achacaría a los embates típicos de los años que no perdonan.
Sí, quizás Martin ya esté mayor y achacoso. Porque, ¿quién podría comparar al De Niro de Taxi Driver con el Di Caprio de El lobo de Wall Street y quedarse tan ancho? Sólo quien no se ha puesto todavía las gafas después de levantarse de la cama. Así que dejémosles tranquilos. A los dos. A Leonardo y, sobre todo, a Martin que tanto ha hecho por el cine (aunque quisiera no podré olvidarme nunca de la excelente El rey de la comedia,, y del papel que le brindó en bandeja de plata al gran Jerry Lewis) y por la… música (¿¡cómo iba a olvidarme tampoco de El último vals y de The Band, otra de sus mejores películas?!).
Aunque por esto mismo, por todo esto, Shutter Island me da pena y a la vez me pone de mala leche. Sus literales fusiladas a Vértigo, de Hitchcock, lejos de parecerme un entrañable homenaje al maestro de los maestros, se me antojan, por su pesadez y reiteración, el ejemplo más palmario de que Martin chochea, de que más vale de que nos vayamos convenciendo de que los años de Toro Salvaje pertenecen ya al siglo pasado. Qué se le va a hacer. La narración, el punto de vista que Scorsese maneja en Shutter, las trampas que tiende al espectador me parecen, realmente, impropias de un director de su envergadura, uno de los nuestros, citando el título que para su distribución española tuvo otra de sus más aclamadas películas y aunque nos cueste reconocerlo en esta isla, en este pastiche con Vértigo al frente, pero también con Zaroff y otras pajas cinéfilas detrás.
Pero el cine es una gozada. O al menos siempre lo es para mí. Y de lo más imprevisible, de la película que uno ya se no espera nada, de repente salta la más grata sorpresa. Y esto es lo que me pasa a mí siempre que veo esta farragosa e inverosímil Shutter Island. Porque viéndola tengo la oportunidad de escuchar durante los créditos finales (sí, hay que esperar hasta el último fotograma) una delicatessen u On the Nature of Daylight, de Max Richter, cantada no, acariciada por Dinah Washintong.
Sólo por esto Shutter Island no merece ser arrojada al
cubo de la basura. Claro, quizás Martin haya perdido con el paso del tiempo el
pulso cinematográfico, pero sigue teniendo un oído sabio y muy fino, como el de
esos viejos a los que todavía no se les escapa ni una. Y si por si acaso se le
escapaba ahí tenía (leo su nombre en los créditos) a su colega desde los tiempos
del vals, al irrepetible Robbie
Robertson, líder y alma mater de The Band, para echarle un capote y
recordarle, por ejemplo, que el tema de Max Richter es una de esas joyitas que
nunca hay que dejar de escuchar.
Os la adjunto, y a ver qué
opináis; sobre todo los que no la conocéis aún.
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