Muhammad Ali ha muerto. Y son ya muchos los grandes
que se nos adelantan y se marchan antes de tiempo. Pero, en realidad, Ali
nunca será tanto "uno de los muchos grandes" como "uno de los
más grandes". Porque en él caben muchas de las cosas que hacen que los
hombres, después de todo, merezcan la pena.
Cabrá siempre en él siempre esa juventud
osada que deslumbró y se colgó la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos
con tan sólo 18 años;
y la figura del soberbio campeón de los pesos pesados que
se ajustó el cinturón dorado en una velada contra el invencible Sonny Liston;
el genial deportista que deslumbró con su juego de pies (a lo Fred Astaire, según la acertada expresión de Garci) y su portentosa y precisa pegada (como una avispa);
el rebelde y
contestatario que, en la cumbre de su carrera, cuando más tenía que
perder, es desposeído del título por dar la espalda a la Guerra de Vietnam,
y condenado a no subirse a un ring durante 3 años;
cabe también en
Ali ese´deportista que no deja de perseverar y consigue regresar y
recuperar el cetro de campeón, que nunca le habrían
arrebatado, contra Foreman en la inolvidable jungla del Zaire, en un
combate que hizo que el mundo entero contuviera el aliento y se detuviera
durante 1 hora;
caben en él, en fin, los míticos y encarnizados, pero
los más nobles también, enfrentamientos contra el infatigable Frazier;
y el
hombre que nunca dejó pelear contra todo aquello que se le pusiera por delante
y que considerara injusto;
contra el Parkinson, por ejemplo, que le
propinó el golpe más bajo y rastrero y le perseguiría durante los
últimos años de vida;
pero, sobre todo, en Ali cabe la más hermosa
definición que la palabra "Dignidad" pueda tener entre nosotros, la Dignidad con mayúscula,
la que hace que su estrella sea la única colocada de pie, en
vertical, en el Paseo de la Fama
hollywoodense; esa Dignidad (¿o acaso podemos verle- adjunto abajo el enlace- encendiendo, enfermo y
tembloroso, el pebetero de Atlanta sin que la emoción nos haga
también a nosotros temblar?) que sólo los seres humanos retienen y atesoran, y por la que, en este cuadrilátero que es
la vida, nunca habría que dejar de luchar si no quisiéramos con ello dejar de
llamarnos "seres humanos".
Cuanta razón... Lástima que no haya llegado a el nuevo salto que se avecina, la inmortalidad sin degradación. La Nasa y Google han empezado tarde sus investigaciones para un hombre que cambio un poco el mundo de su tiempo.
ResponderEliminaroso ondo lagun
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