lunes, 7 de marzo de 2016

AND THE OSCAR GOES TO....


No he querido darme mucha prisa para escribir algo sobre la última edición de los Oscar, la 88ª si no me equivoco. Y es que estos premios no me quitan en absoluto el sueño y no dejan de parecerme una “gracieta” más o menos entretenida, más o menos coñazo de cómo reparte Hollywood los pasteles y el prestigio entre las distintas películas estrenadas a lo largo del año en cuestión.

Pero ya digo eso me trae, y dicho sea con todos los respetos, al pairo. Reconozco, por ejemplo, que no he visto ni una sola de las películas nominadas al Oscar a la Mejor Película de este año. Pero también reconozco que, poco a poco, a lo largo de los próximos meses o… años iré viéndolas, más que nada, por curiosidad, por saber qué es lo que más gusta y más se valora en la Meca del Cine y, de rebote, qué es lo que más gusta y se valora entre los millones de espectadores que, adocenados y amaestrados como los perritos más fieles que uno pueda imaginar, acuden puntualmente a las salas comerciales para ver esa ingente cosecha de oscars y de talento yankee a raudales.

Pero a lo que yo voy es a otra cosa. Como siempre. Pero a otra cosa a cuenta de los Oscar, de esta última edición de las estatuillas que reparte Hollywood. Para extraer con ello, y ésta es siempre mi esperanza, alguna conclusión que nos ayude a entender un poco mejor este mundo-de-mil-demonios en el que andamos metidos ya que, entre otros motivos, parecemos empeñados en construirlo así: con mil demonios, ni uno más ni uno menos. Y a veces, lo apunto por las risas y el cachondeo que en ocasiones atruenan nuestros oídos, hasta parece que nos gusta. O que tantos demonios nos la ponen

Pero a lo que voy, o a lo que iba es que esta en esta última edición de los Oscar, la 88ª ya lo sabéis, se decidió entregar los premios atendiendo al orden cronológico que lleva la realización de una película. De esta forma los primeros premios es ser entregados fueron los oscars a los guiones, germen escrito del que nace lo que posteriormente será la película. Así el Oscar al Mejor Guión Adaptado fue para La gran apuesta. Y el Oscar al Mejor Guión para Spotlight. Y siguiendo durante el transcurso de la velada con las sucesivas entregas se finalizó, como objetivo y colofón en el que confluyen las restantes categorías, con el Premio Gordo, con el Oscar a la Mejor Película que fue a recaer, asimismo, en Spotlight.

Y hasta aquí nada demasiado novedoso bajo el sol. Un nuevo criterio a la hora de entregar las estatuillas y poco más. Pero…, ¿estamos seguros? Porque cuando las categorías intervienen y contribuyen al unísono en el acabado de la película, ¿qué premio se concede en primer lugar y cuál en segundo, que en este caso es el primero en importancia ya que el último, el Oscar a la Mejor Película, es el más importante?

Y ya voy a lo que voy. Entre el director de la película y el actor protagonista, ¿a quién damos el Óscar primero? Tradicionalmente siempre se entrega el Oscar al Mejor Director antes que el Oscar a la Mejor Película; esto es, el Oscar al Mejor Director es el 2º premio en importancia, el que más se acerca, reloj en mano, al Oscar a la Mejor Película.

Pero, ¿qué iba a pasar este año aplicando el nuevo criterio a la hora de repartir los preciados Oscar? Pues que el Oscar al Mejor Director, que fue a parar a las manos de Iñarritu, quedó relegado al tercer cajón del podium y fue entregado en tercer lugar, empezando por el final, claro. Una medalla de bronce, para entendernos. Y el Oscar al Mejor Actor, que recogió Di Caprio, subió un peldaño en el figurado podium y se colgó la hipotética medalla de plata. Luego, por último y ya para el anecdotario, Oscar para Spotlight. Y medalla de oro que te crió.

Pero creo que todo esto, este nuevo orden no había ocurrido hasta la fecha o llevaba muchos años o ediciones de Oscar sin ocurrir. ¿Y qué me pasa?, ¿qué tengo que añadir? Pues que no me parece baladí. Que Iñarritu, el Mejor Director, suba primero a recoger su premio y que después lo haga Di Caprio, el Mejor Actor es una manera, tan decorosa como otra cualquiera, de prestigiar al actor o a los actores por encima del director o los directores; una manera, tan decorosa como otra cualquiera, de reconocer que son ellos los que llevan y llenan, principalmente, las salas del cine(y por favor que nadie me salga con la aburridísima guerra de sexos; yo hablo de ellos y de ellas también, de los actores en general), los que hacen que el negocio les dé a todos ellos, a sus niños y mujeres, de comer.

Y así Hollywood fue fiel a su regla de oro, al principio que le dio, le da y le dará su auténtica razón de ser y de continuar siendo. Hollywood es la Meca del Star System. Él inventó el sistema y el sistema, agradecido, le llena la boca y los bolsillos. Luego es normal que Di Caprio recogiera su estatuilla después de Iñarritu. Las peores películas de Leo seguirán viéndose durante muchos años porque en ellas sale y están protagonizadas por Di Caprio.

Como ahora continuamos viendo algunos engendros de Mickey Rooney sin que acertemos a decir ni una letra del nombre del director. Y simplemente porque esas películas las protagoniza él, una estrella, aquel actor que no aprendió nunca a crecer o Mickey Rooney.

Y así creo que el orden en la entrega de estatuillas en la Edición 88ª de los Oscar no fue casual. Con él Hollywood se reafirmó en sus postulados. Uno de los cuales reza, la estrella por encima del director; la star y después, el director; la star apoyando la punta de su increíble Alexander Mc Queen sobre la espalda del directed by. Y de paso con esto Hollywood nos lanza el guante a los que estamos en la otra orilla, a los europeos del Zinemaldi, de la Mostra, de la Berlinale y, sobre todo, de Cannes. Porque ellos se quedan con las estrellas, con su Star System y a Cannes le ceden los directores, el cine más sesudo, el cine de autor. No nos peleemos, parece decir desde la colina de Hollywood. Hay pastel para todos. Para nuestra colina (ver foto arriba) y para vuestro paseo (la promenade de la croisette, ver foto sobre estas líneas). No nos enzarcemos en vanas disputas. Si mantenemos el orden, el negocio, repartido como buenos colegas (sic: ¿no serán gangsters repartiéndose sobre plano la Ciudad del Ocio?), nos rentará pingues, incalculables beneficios. A los dos. Pero siempre que tú estés a lo tuyo. Y yo a lo mío…

Sí, a mí los Oscar de este año bisiesto me han sugerido reflexiones como ésta. Y no me parece ni mal ni bien. En realidad son los hechos. Los mismos que continúan diciéndome que este mundo de las alfombras rojas y del entretenimiento es algo pero que muy, muy serio...
 

Sí, Al Capone lo hubiera firmado.

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