miércoles, 29 de octubre de 2025

SOBRE EL ODIO Y A SANGRE FRÍA: UNA PREGUNTA

Me la planteé hace meses, la pregunta, quiero decir, coincidiendo con la polémica que se entabló a cuenta de la publicación, sí o no, de la novela de Luisge Martín que iba a titularse El odio, porque ahora parece que no se v a titular de ninguna manera, ni va a tener páginas, ni será nunca una novela publicada.

Y a decir verdad poco me importa. El odio no va conmigo. No lo echaré de menos. Ni a él ni a la novela de Luisge. Yo tiro hacia otro lado. Y me vendría entonces a la memoria A sangre fría, la excelente novela de Truman Capote con la que comparte la premisa inicial de un brutal asesinaro. Pero A sangre fría sí que fue publicada, y con elogiosas críticas  y ventas millonarias. Y me pregunto entonces: ¿dónde está, realmente, la diferencia? La diferencia que media entre el exhaustivo trabajo de campo que llevó a cabo Truman para redactar su novela y el, posiblemente menor, de Luisge. Pero Luisge no tendría en ese punto del todo la culpa. Porque hoy en día me temo que las cosas o se hacen rápidamente o no se hacen. Así que a la pregunta habría que buscarle la respuesta de marras por otra parte.

Así que decido retirarme, por ejemplo, a un remoto Reino de Oz y desde allí formular la pregunta con otras palabras: ¿y si, por una casualidad, El odio hubiera recibido, como obra literaria, elogios unánimes por parte de la crítica más sesuda y especializada?, ¿qué habría pasado en ese caso? Porque quisera creer que es la calidad la que decide, en última instancia, la suerte de nuestros manuscritos. Quisiera creer que Anagrama, la editorial que se planteaba publicar El odio, habría decidido posponer sine die su publicación ante las demoladoras críticas que habrían recibido sus impresentables páginas. Así todos podríamos poner el grito en el cielo y decir, ¡de buenas nos hemos librado!

Pero con estas reflexiones me temo que continuaría ocupando un pisito alquilado en el mencionado Reino de Oz y que, en realidad, el único motivo solvente para que El odio fuera a parar al cesto de la basura fue que la población bien educada y amaestrada decidió con los ojos cerrados que Luisge se pasaba de la raya dando líneas y párrafos a semejante y doloroso dramón- el padre que mata a sus dos hijos, por si alguien necesita hacer memoria.

¡Y qué pena que fuera ése el motivo! Pero es lo que hay, que diría Vonnegut.
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miércoles, 22 de octubre de 2025

DIVERSIDAD, DESAFECCIÓN,TRASCENDENCIA

Aún revolotean por mi cabeza las palabras pronunciadas por Jeffrey Marder, embajador de Canadá en España, durante la excelente conferencia que pronunció hace unos meses en el imprescindible  Club de Roma. En ella el señor Marder nos hablaba, entre otras cosas, sobre el cambio que nuestras sociedades occidentales están sufriendo en la actualidad aparcando la preocupante incertidumbre- ¿o habría algo más preocupante para nuestros modi capitalistas que la "incertidumbre", "el no saber lo que se nos va a caer encima"?- para pasar a ingresar en una más amable, y menos nociva a priori, diversidad.

Sí, menos nociva a priori porque, a nada que la analizáramos con el debido detenimiento, nos sorprendería descubrir que esta "feliz" diversidad, realmente, nos está arrastrando- como la mula al carro- hacia una desafección posiblemente tan preocupante como aquella incertidumbre a la que antes aludíamos. Únicamente que si ésta estaría referida y afectaría, sobre todo, a las instancias económicas, aquélla, o sea la desafección, se traduciría por un desinteres hacia todo aquello que no me incluya, de lo que yo no forme parte o, lisa y llanamente, hacia todo aquello que no sea yo mismo.

Y lo pude comprobar paseando un sábado-sabadete por las atestadas calles de un Bilbao que hervía con el calor y los turistas. Sí, diversidad al cuadrado: cada uno de su padre y de su madre, y tan al margen del uno como del otro. Y así, tampoco vamos a ningún sitio. Bueno sí, a ese precipicio por el que si te despeñas, difícilmente se te vuelve a ver el pelo.

Porque se precisa no, es urgente poseer algo en común. Si la incertidumbre se nos mostraba económicamente nociva, la desafección lo haría humanamente (nociva). Y entonces debería resultarnos comprensible que nos haga falta tener una partitura en común que todos podamos leer y aunar, de este modo, todas nuestras voces y producir con ellas un sonido nunca estridente y siempre afinado y fecundo.

Y así bien se puede cantar. Y vivir. Como miembros de una Orquesta Universal. Y la desafección ya no tendría sitio entre nosotros, sobre nuestros atriles. Cualquier sonido desfinado que estropeara la melodía de la música, se buscaría de inmediato e ipso facto la Orquesta procedería a corregirlo. Porque la Música- ¡mayúsculas, por favor!, es su verdadero objetivo. Sí, esa partitura que nos trasciende, Y que hace que a los músicos- todos los seríamos- se nos ponga la carne de gallina cuando la Orquesta ataque esos acordes memorables que suenan tan exactos como las campanadas del Big-Ben dando las horas.

Pero ahora la pregunta: ¿quién le pone el cascabel al gato? O preguntado de otro modo, ¿qué partitura será ésta que, trascendiéndonos, a todos nos reúne como a una Orquesta- de ciudadanos?... Sí, acaso esta cuestión de buscarla y encontrarla, resulte titánica. Aunque después de la incertidumbre, y de la diversidad, no me parecería tan mal negocio. Sin duda que con ella mucho habríamos avanzado, y todo se reduciría a una búsqueda concreta: la trascendencia, la partitura, quiero decir; la trascendencia que a todos nos acoge; a toda la orquesta, quiero decir.

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domingo, 12 de octubre de 2025

DIANE KEATON DEP

Diane Keaton murió el otro día. A los 79 que hoy en día tampoco son demasiados años. Pero para  para mí por lo menos, para los que Diane ha representado cierto ideal femenino al que siempre habríamos querido conocer y tratar, la muerte siempre llega demasiado pronto. Da igual a los 30 que a los 100 porque la vida de personas como ella no pueden medirse con los años. Demasiado vulgar. Eso es para el resto de los humanos. Para mí ella será, simplemente, inmortal porque mientras yo siga al pie del cañón ella continuará con vida. Lo prometo.

Y ahora entono un vergonzoso mea culpa porque dudé, ¡sí dudé!, en si Diane se merecía esta entrada-obituario. ¡Dios mío, ¿en que estaría pensando?! Porque sólo por la increíble secuencia de Annie Hall en la que, estremecedoramente, nos canta Seems Like Old Times, siempre tendrá su sitio entre mis musas favoritas.

Pero es que luego, además, estarían además Manhattan, El padrino, el El padrino IIIII, y esa maravilla, hoy casi olvidada (¡ay!), que responde al título de Buscando al Sr. Goodbar, película con la que el gran Richard Brooks se despedió del cine. Hasta el punto de ser junto a Katherine Hepburn la actriz que, según el American Film Institute, tiene más películas entre las 100 mejores de la Historia del Cine. ¡Ahí es nada, Diane, buen trabajo! Yo también tendría de ella cuatro títulos entre mis 90 Películas Que Me Enseñaron A Amar La Vida; (a saber, las ya mencionadas El padrino, Buscando al Sr. Goodbar Manhattan). Ahora DEP.


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domingo, 5 de octubre de 2025

¡NATURALEZA ALUCINANTE!

Este comentario no sabía muy bien donde insertarlo. Pensé en el en el Boletín de noticias pero, al final, me decidí por buscarle un espacio propio porque debo reconocer que, por lo menos para mí, fue la noticia de la semana, cuando no, el notición del año.

Porque ya desde los lejanos tiempos en los que me derretía la sesera estudiando Filosofía siempre me intrigaron los universales culturales; estos serían aquellos hábitos, costumbres que forman parte de los seres humanos, tomados en su conjunto viviente. Y es que aunque podríamos pensar que hay muchos de estos universales, en función de la tremenda diversidad humana que puebla el Planeta Tierra, en realidad estos universales no son tantos, sino que, más bien, pueden contarse con los dedos.

Y uno de ellos es el que haría referencia al incesto, como práctica prohibida en la gran mayoría- por no decir en casi todos- los pueblos por los que paseemos nuestros huesos. Pero hete aquí que ayer, visionando un estupendo documental sobre la vida de los árboles me enteré- ¡a buenas horas dirá más de uno- que la polinización, o lo que sería lo mismo, el transporte del polen que las abejas y otros insectos llevan a cabo acarreando el polen que recogen de las flores de un árbol para depositatla en la flor de otro árbol, lo hacen siempre recorriendo una distancia tal que les aleje de aquel árbol-madre. por decirlo de alguna manera, del que extrajeron el polen y así poder depositarlo en otro árbol diferente, cuanto más lejos del árbol-madre, mejor.

Lo que llevó a pensar, ipso facto, en que este tabú del incesto que esiste en las comundidades humanas también existe dentro del mundo de las plantas. Porque la abeja nunca polinizará aquel árbol-madre de donde ha extraído el polen y que tendría más a mano, sino que se aleja de él- ¡los retos nos apasioan!-, polen en ristre, hasta que considera que el peligro ¡del incesto! ha pasado. ¡¿Y es o no es esto alucinante?! ¿Quién "demonios" está detrás de todo esto? Porque yo aún estoy restregándome los ojos e imaginando si lo que oí, lo oí bien. 
 
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miércoles, 1 de octubre de 2025

FRANCO, ¡PERO DE TENIENTE!

Trabajé durante 15 años en un comercio textil y cada cierto tiempo, no mucho, cada dos meses por ejemplo, nos visitaba un representante no sé de qué, porque no me acuerdo, pero cuyas apariciones por el negocio siempre resultaban memorables. El hombre no tenía desperdicio y aunaba a su indiscutible salero una suerte de sabiduría popular que nacía de sus humildes orígenes sumados a los largos y fructíferos años en los que se había pateado media España enseñando, a quien mostrara interés, los tesoros y prendas que guardaba en sus maletas.

El caso es que este buen hombre siempre tenía a mano un ocurrente comentario, una respuesta chispeante que, muy a menudo, te cogía a contrapié y que a mí, que andaba más aburrido que una ostra en aquel deprimente negocio, me llevó incluso a escribir alguna de esas frases en un cuaderno donde solía apuntar cosas bajo el anodino título de "curiosidades".

Y en estos tiempos en donde parece que los desastres nos esperan a la vuelta de cualquier esquina para sorprendernos con un ¡¿muerte o susto?!, como si fuera una cruenta reedición del inofensivo e infantilón ¿truco o trato?, me viene a la cabeza una de sus expreiones más desternillantes, al menos lo sigue siendo para mí después de tantos años, aquélla con la que se despachaba ante cualquier calamidad: que vuelva Franco..., ¡pero de teniente!, solía decir y se quedaba tan ancho mientras yo no dejaba de partirme la caja. Y mil veces podía repetirse la circunstancia y la afortunada frase, que mi caja siempre estaba a punto de abrirse y partirse en dos.

Así que ahora, que cuando no es el uno sino el otro el que la lía o se descuelga con algún comentario de verguenza ajena, cuando se arrojan bombas como migas de pan a los patos de un estanque, cuando los incendios, ¡provocados la mayoría de ellos!, nos han dejado la piel de toro deprimentemente chamuscada y luciendo calvas a lo Kojak, cuando aún siguen coleando los destinos que les,sonreirán a los Koldo, Ábalos y demás amiguetes del "aquí-vale-todo", o la resaca de las infaustas lluvias que casi se llevan por delante al litoral valenciano, buscando a los responsables de semejante irresponsbilidad, la consigna de aquel enrañable representante vuelve a resonar en mis oídos
 con una fuerza e insistencia que, entre risas- aquel "por un lado tiene gracia, pero por otro maldita gracia que tiene" que escuhábamos en una ¡película de Hitchcock!- me obliga a deternerme un segundo y hacerle caso. 

Porque, ¿por qué no se echa mano del Ejército en estas situaciones tan especiales y peliagudas? El Ejército te organiza cualquier contingencia en un boleo. No en vano ellos se habrían educado en el pormenorizado aprendizaje de la peor contingencia a la que los humanos podemos enfrentarnos: la guerra pura y dura, con lo que dentro de su gravedad, episodios como la fractura del Barranco del Poyo o aquella terrible erupción del volcán canario, sería para ellos peccata minuta y apostaría a que en menos que canta un gallo, las localidades y las poblaciones afectadas estarían convenientemente organizadas y abastecidas.

Ahora bien, ¿por qué no se echa mano del Ejército más que para acciones, muy necesarias nunca lo negaré, humanitarias en el Quinto Pino?, ¿no habrá detrás de todo ello un terror atávico a que del desastre surja el "salvador del desastre", el héroe popular, el vitoreado y aclamado hasta la ronquera; sí, el Franco de teniente, y volvamos con ello a empezar no desde "cero" sino desde "mil novecientos treinta y seis"?  



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