miércoles, 22 de octubre de 2025

DIVERSIDAD, DESAFECCIÓN,TRASCENDENCIA

Aún revolotean por mi cabeza las palabras pronunciadas por Jeffrey Marder, embajador de Canadá en España, durante la excelente conferencia que pronunció hace unos meses en el imprescindible  Club de Roma. En ella el señor Marder nos hablaba, entre otras cosas, sobre el cambio que nuestras sociedades occidentales están sufriendo en la actualidad aparcando la preocupante incertidumbre- ¿o habría algo más preocupante para nuestros modi capitalistas que la "incertidumbre", "el no saber lo que se nos va a caer encima"?- para pasar a ingresar en una más amable, y menos nociva a priori, diversidad.

Sí, menos nociva a priori porque, a nada que la analizáramos con el debido detenimiento, nos sorprendería descubrir que esta "feliz" diversidad, realmente, nos está arrastrando- como la mula al carro- hacia una desafección posiblemente tan preocupante como aquella incertidumbre a la que antes aludíamos. Únicamente que si ésta estaría referida y afectaría, sobre todo, a las instancias económicas, aquélla, o sea la desafección, se traduciría por un desinteres hacia todo aquello que no me incluya, de lo que yo no forme parte o, lisa y llanamente, hacia todo aquello que no sea yo mismo.

Y lo pude comprobar paseando un sábado-sabadete por las atestadas calles de un Bilbao que hervía con el calor y los turistas. Sí, diversidad al cuadrado: cada uno de su padre y de su madre, y tan al margen del uno como del otro. Y así, tampoco vamos a ningún sitio. Bueno sí, a ese precipicio por el que si te despeñas, difícilmente se te vuelve a ver el pelo.

Porque se precisa no, es urgente poseer algo en común. Si la incertidumbre se nos mostraba económicamente nociva, la desafección lo haría humanamente (nociva). Y entonces debería resultarnos comprensible que nos haga falta tener una partitura en común que todos podamos leer y aunar, de este modo, todas nuestras voces y producir con ellas un sonido nunca estridente y siempre afinado y fecundo.

Y así bien se puede cantar. Y vivir. Como miembros de una Orquesta Universal. Y la desafección ya no tendría sitio entre nosotros, sobre nuestros atriles. Cualquier sonido desfinado que estropeara la melodía de la música, se buscaría de inmediato e ipso facto la Orquesta procedería a corregirlo. Porque la Música- ¡mayúsculas, por favor!, es su verdadero objetivo. Sí, esa partitura que nos trasciende, Y que hace que a los músicos- todos los seríamos- se nos ponga la carne de gallina cuando la Orquesta ataque esos acordes memorables que suenan tan exactos como las campanadas del Big-Ben dando las horas.

Pero ahora la pregunta: ¿quién le pone el cascabel al gato? O preguntado de otro modo, ¿qué partitura será ésta que, trascendiéndonos, a todos nos reúne como a una Orquesta- de ciudadanos?... Sí, acaso esta cuestión de buscarla y encontrarla, resulte titánica. Aunque después de la incertidumbre, y de la diversidad, no me parecería tan mal negocio. Sin duda que con ella mucho habríamos avanzado, y todo se reduciría a una búsqueda concreta: la trascendencia, la partitura, quiero decir; la trascendencia que a todos nos acoge; a toda la orquesta, quiero decir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario