viernes, 8 de agosto de 2025

CUANDO ÉRAMOS UNOS NIÑOS

Para escribir algo sobre Scarface, el terror del hampa, la obra maestra que Howard Hawks relizó en 1932, en los trepidantes albores del cine conoro, habrá que empezar diciendo que, después de una decena de visionados, continúa siendo una de mis películas fetiches. Recuerdo que cuando la vi por primera vez, me la vi 3 vces seguidas, de un tirón, en sesión de 4, de 6 y de 8.. Claro que eran otros tiempos y tenía yo  otros años, pero ya desde su primera secuencia la película me atrapaba y no me soltaba hasta 90 minutos después. Incluso había leído en alguna parte que numerosos criticos conssideraban la muerte en la bolera de Boris Karloff como la Mejor Secuencia de la Historia del Cine. Yo no diría que "sí" pero jamás se me ocurriría decir que "no".

Luego, ya más de 50 años después, el muy desigual Brian DePalma dirigió un remake de la película de Hawks con Al Pacino, pero sobre este engendro permitidme corrrer un tupido velo. Por fortuna la obra maestra de Howard Hawks navega por otras aguas, y sobre éstas voy a tratar de nadar un rato mientras el sol calienta. Y hablaría entonces que detrás de las imágenes de Scarface, el terror del hampa se recoge una idea muy apetitosa, al menos para mí, como es ésa que alude al rito de paso en el que dejamos de ser niños para pasar a convertirmnos en adultos.

O fijaos sino en cómo los personajes principales de la película de Hawks son, en realidad, unos niños que no acaban de terminar de crecer. En realidad "juegan" a ser malos, a realizar travesuras aunque éstas al final deriven en sngrientas muertes. Pero para ellos la muerte es otro juego: el juego supremo. ¿O no se inicia la película con un precioso plano-secuencia en el que el lugarteniente de Osgood Perkins, Paul Muni, asesina a su jefe durante una fiesta de cumpleaños, con confetis y guirnaldas colgando de las paredes?¿O no juega continuamente George Raft con una moneda a la que lanza al aire y recoge en su mano?, ¿o no le deslumbra a Paul Muni el luminoso letrero que anuncia THE WORLD IS YOURS como a un niño le deslumbran los regalos el día de Reyes o no silba, haciéndose el despistado, cada vez que va a asesinar a un rival?,  ¿o no se monta un tremendo lío el ingenuo Vince Barnett cada vez que tiene que atender un teléfono, sin dejar de repetir que él "no sabe escribir"? Y con todo esto no puedo dejar de abrir un paréntesis y situar en él los espléncidos recuerdos que Patti Smith recoge en su bonito Éramos unos niños, donde relata la relación que mantuvo con el fotógrafo Robert Mapplethorpe y que me dio pie y mano para una vieja entrada en este mismo blog (Billie Holiday, Patti Smith, Frank y Lou- 2 de febrero de 2017). Sí, todos ellos niños que no quieren crecer, lo que en el caso que nos ocupa, en Scarface, el terror del hampa vendría a significar algo así como "no dejar nunca de jugar a policías y ladrones".

Y la película seguiría por estos derroteros si no se chocara de frente con una importante y decisiva excepción. La hermana de Paul Muni, Ann Dvoral coquetea con George Raft y éste se deja hacer. Pero para Paul Muni esto es terreno minado. Sin atender a razones su hermana es sagrada; un totem al que nadie puede ponerle las manos encima. y es en estas tribulaciones (¡incestuosas!) donde aflora  ese mundo adulto al que sus actitudes infantiles se niegan a admitir e insisten en dar la espalda.

Pero la tragedia se rige por sus propias normas. Y Scarface, el terror del hampa- repito el título para evitar cualquier equívoco con la cinta de De Palma- lo es. Y como en todas las grandes tragedias- ¿o acaso ese periplo que nos lleva desde la infancia hacia el mundo adulto, siempre que no se sepa afrontarlo, no lo es?, el fatum estalla al final. Y con la muerte nuestros personajes se hacen, por fin, mayores aunque no vivan para contarlo. A George Raft, disparado a  traición por un celoso Paul Muni,  la jueguetona moneda se le queda suspendida en el aire, negándose a continuar con el juego; Vince Barnett por fin atiende correctamente el teléfono y es ¡capaz de anotar un mensaje! Pero también muere en el intento. Y Paul Muni y Ann Dvorak le siguen los pasos después de reconocer su incestuosa relación.

Así, todos los personajes de Scarface, el terror del hampa terminarán haciéndose mayores, pero abonando un precio tremendo. No concibo mayor tragedia. Porque los humanos no tendríamos otra alternativa (genética y social) que tirar para arriba, crecer y hacernos muy mayores y "sensatos".



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