martes, 18 de marzo de 2025

LOS QUE ESCUCHAN


No estamos aquí para recomendaciones. Que cada cual se abra camino en esta jungla de asfalto, con el permiso de John Houston, pero resulta inevitable o, al menos lo resulta para mí, que cuando se escribe sobre cualquier cosa que pudiera rondarnos por la cabeza, las inclinaciones se noten y nos torzamos hacia uno u otro lado.

Todo lo cual viene a cuento porque hace unos día terminé de leerme la novela de Diego Sánchez Aguilar, Los que escuchan, editada hace unos añitos- no muchos- por la Editorial Candaya. Y si la saco a colación desde ese inmenso cajón de sastre en el que se apilan las novelas no del todo conocidas o injustamente desconocidas, lo hago porque su lectura me ha puesto delante de una de las mejores novelas, escritas en castelllano, que he tenido ocasión de leer en los últimos años. Sí, quizá desde aquellos detectives salvajes que escribiera Roberto Bolaños, no habría vuelto a sentir que la literatura en la lengua de Cervantes, puede servir para algo más que para pasar hojas.

Porque la novela de Diego Sánchez Aguilar aporta e interesa desde su primera página; luego el interés no decae durante su desarrollo; y al final se vuelve parte indisociable de aquellos ejercicios de admiración sobre los que, tan sabiamente, Emil Cioran llamaba nuestra atención. Porque Los que escuchan es un relato apasionante en donde podemos encontrar pasajes y citas que nos darán que pensar, y ahí nos encontraremos con ese peligro sobre el que tantas veces advierto: el peligro de "darle vueltas a las cosas", el peligro que te hace cuestionarte sobre aquello sobre lo que no albergabas ninguna duda, pero que, sin embargo, ¡hostias!...

Sí, éstas son las obras a las que me apunto y procuro no perdérmelas: las que me sacuden de los hombros, las que te invitan a espabilar. Y en esto Los que escuchan no tiene desperdicio. En ella leemos "cuando se tiene todo, el Sistema ya no puede vendernos nada, ni siquiera aquello con lo que ya hemos dejado de soñar, salvo que nos inocule el miedo a perder lo que tenemos".

Claro, y a mí se me ocurre, "hemos dejado de soñár" porque, precisamente, ya lo tenemos todo. Así que ésta, nuestra más fabulosa capacidad de ensoñación, se encuentra en la reserva, su aguja apuntando al desolador cero-patatero. Luego, catástrofe primera. Pero sin quedarnos en ella, porque aún habría más. Y, como Joe Rigoli sigo: "salvo que se nos inocule el miedo a perder lo que tenemos". Y sería entonces cuando me asalta la pregunta, ¿no estará el Sistema metiéndonos por vena una especie de miedo universalis en el que hasta cruzar un paso de cebra se ha convertido en una cuestión de vida o muerte? Luego, catástrofe segunda.

Sí, porque hoy todo es tremendo y todo eso se nos viene encima: la franja de Gaza, y la guerra de Ucrania, los dispatates de Donald- y no me refiero al Pato- y la DANA de Valencia, los inquiokupas campando a sus anchas, o los chavales que se cargaron el otro día a su cuidadora social porque, quizá, no les hubiera preparado la merienda. Y así podríamos seguir hasta hartar a Job, pero a lo que iba y con lo me quedo por ahora, o a lo que las páginas de Los que escuchan me enseñan es a admitir que situados en un Estado del Bienestar bastante aceptable- no seamos ciniquetes: Occidente nunca se ha visto en una de éstas: comida-vestido-techo garantizados, ¿el terrorífico COVID? y en menos de 2 años, no una sino tres vacunas que te criaron-; sí, que en este Estado del Benestar sólo la posibilidad de perderlo todo puede hacer que nos entre el canguelo. 
Luego seríamos víctimas de nuestra propia prosperidad, pero sólo porque esta prosperidad la habríamos construído sobre una flagrante ausencia de valores, sobre los cimientos de la más absoluta intrascendencia, la que nos aboca a ese "todo vale", la selva en la que los egos no dejan de ponerse de puntillas, de crecer más y más hasta alcanzar unas proporciones tan grandes y tan inútiles como el desierto del Gobi.

Y ésta es una mala jugada. Con ella el Sistema nos aguijonea con continuos dardos envenenados que no hacen sino incrementar las taras en las que persistimos en enredarnos pero que, en realidad, no dejan de ser micro-conflictos, pequeños problemas- y ya sé que resulta impresentable escribir "micro" cuando nos enfrentamos a tantos muertos-, pero que bien pudiéramos solucionar si realmente importara y le interesara al Sistema pero que, por lo visto, no es así, y hace que las calamidades se prolonguen un poco más, que el miedo siga entrando en nuestros cuerpos, sin llegar a dejarnos paralizados- ¡eso nunca!: el Sistema no quiere más parálisis que las que no se ven, las que están debajo del pelo-, pero sí más desorientados que un esquimal en aquel desierto del Gobi al que antes hacía alusión.
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domingo, 16 de marzo de 2025

DOCTOR ATOMIC O EL ASOMBRO CONTINUO

Sé que posiblemente ande un poco plomazo, pero es que la verdad cada vez que escucho el Doctor Atomic, la ópera que John Adams compuso en 1987 basada en las horas previas al lanzamiento de la siniestra bomba atómica me quedo de piedra. O alucino. Y lo hago con cualquier pasaje relacionado con ella, dígase, la hermosísima aria para barítono con la que se cierra el 1ª acto de la ópera- el Batter My Heart según los versos de John Donneque os dejo abajo con el impresionante registro de George Findley- y que ya os lo había dejado antes, creo, en otra entrada, pero ¡qué coño, repito!- o con la Doctor Atomic Symphony que escuché el otro día con la Sinfónica de Bilbao dirigida por una entregada Joana Carneiro y que me inspiró el poema que también os dejo aquí.

Sí, con lo realmente bueno, el tan necesario asombro no deja de perseguirme. ¡Bienvenido sea entonces! ¡Los ojos, siempre como platos!

PD larga,- Y reconozco la falta (imperdonable, pero que muy pronto será corregida y entonces volveremos a hablar)) de no haber visto todavía Oppenheimer, la oscarizada película del solvente Christopher Nolan, que está basada igualmente en similares premisas "atómicas" a las que cuenta Doctor Atomic, pero tan solo con que la película le llegue a la ópera a la altura del hombro... ¡¿dónde se habrá metido el canto?!, sí, porque estoy dispuesto a pegarme con él en los dientes hasta convertirlos en pura cascarilla. Pero lo dicho: hablamos. 

                                                    Doctor Atomic,-
                                      para John Adams

El doctor Atomic

continúa al aparato.

Sí, tremendo cataclismo,

el hongo atómico,

las pieles desprendiéndose

a tiras, los ojos viendo

aquello que nunca desearon ver,

aquello se cae de pura vergüenza,

como los edificios que antes

estuvieron ahí y ahora

ya no están: se han derretido.

Tremendo, y sin embargo Adams

consigue emocionarme,

y el escalofrío me conmueve.

A pesar de los 140.000 muertos.

O… gracias a ellos,

a que fueron tantos

que a ninguno

conocí ni con ninguno

volveré a cruzarme.


 

Batter my heart, three-person'd God, for you / As yet but knock, breathe, shine, and seek to mend;/ That I may rise and stand, o'erthrow me, and bend /Your force to break, blow, burn, and make me new. /
I, like an usurp'd town to another due, / Labor to admit you, but oh, to no end; / Reason, your viceroy in me, me should defend, / But is captiv'd, and proves weak or untrue. /  Yet dearly I love you, and would be lov'd fain, / But am betroth'd unto your enemy; /  Divorce me, untie or break that knot again, / Take me to you, imprison me, for I, / Except you enthrall me, never shall be free, / Nor ever chaste, except you ravish me. (JOHN DONNE 1572-1631)

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miércoles, 5 de marzo de 2025

CUADERNO DE BITÁCORA

Sin duda, animado por los versos de José Mª Alvárez, aquéllos que hablan de La hora envidiable en la que abrimos por / Primera vez el ROBINSON CRUSOE y que de hecho hacen que esté embarcado, ¡por primera vez!- ya me vale-, en su lectura, me propongo asimismo, y ya que esto pretende ser un blog, o sea, algo bastante personal, ir relatando cosas que no sé muy bien cómo llamarlas, aunque espero saberlo cuando las haya escrito, porque eso sí, continúo formando parte de ese club que no sabe lo que va a decir hasta que lo ha dicho. Por ejemplo,

5 de marzo de 2025
Esta mañana me he enterado- ¡a buenas horas!- que Harry Belafonte falleció hace un par de años. En su larga vida (96 años) fue un poco de todo, músico, actor y activista social conocido como el Rey del Calipso- le concedo, sin problemas semejante "honor"- al popularizar este ritmo musical caribeño durante la década de los 50´ aunque a mí, la vedad, nunca me dijo gran cosa, por no decir nada. Pero hoy enredándome entre las redes (sociales) me he encontrado con este vídeo que recoge una actuación suya en 1960 interpretando la conocida canción The Banana Boat Song, sobre los esclavos que en Jamaica cargaban los barcos con semejante fruta y que le llevaría en 1957 a las primeras posiciones en las listas de éxito. Y aún así no me esperaba gran cosa- las listas de éxito me traen, más bien, al pairo- pero, como a menudo me ocurre, entre el listo y el listillo apenas una "o" y una "ll" les separan, y la realidad, ¡otra vez y van...!, me ha cogido por sorpresa. Y ya que el "¡oh! no resulta fácil compartir os dejo con el vídeo en cuestión y ya me diréis si no es una agradable sorpresa.



31 de enero de 2025
Ayer me enteré que el vuelo 5342 de la compañía American Airlines que cubría la ruta de Wichita, Kansas, a Washintong DC, colisionó con un helicóptero militar cuando iniciaba las maniobras de aterrizaje. Los 60 pasajeros del avión, sus 3 tripulantes más los 4 ocupantes del helicóptero murieron en el instante del impacto, del que hasta el momento se desconocen las causas. Se espera que la recuperación de las cajas negras aclare las circunstancias del accidente, aunque Donaldus Trump, tal y como se le conoce en Ephemeris, el diario digital editado en latín y que suelo leer, ya ha culpado a los, literalmente, deficientes psíquicos (¡!) que se encargan de las labores de control del aeropuerto.
Sí, ¡¿adónde vamos?! El viejo chiste del manicomio en el que en el primer piso estaban los locos, en el segundo los que lo están un poco más, en el tercero un poco más aún y en el último el Director, vuelve a asomar a mis labios. Aunque yo, mientras se aclaran las dudas, sigo con lo mío y ya que en la noticia se menciona a la ciudad de Wichita, me he acordado de Pat Metheny y de su increíble As Falls Wichita, So Falls Wichita Falls, y que, al instante, me he bajado de esa maravilla llamada youtube y que, después de cerrar los ojos, me ha puesto a escuchar. ¡Hostias, qué gozada!, ¡hostias, menudo temazo! Y a Donaldus que le den. 
 

30 de enero de 2025
Me supuran los oídos de tanto decreto omnibus. Cuando una expresión se pone de moda, ¡con qué (patética) facilidad la adoptamos todos! Nadie se cuestiona nada. Todos papagayos. Pero eso sí, al pie del cañón. Pero para nada. Porque alguien con omnibus podría plantearse ponerse a hincar codos y aprender latín. La lengua de donde venimos. Lo que, sin duda, sería una sabia decisión entresacada de una chapuza. En alguna parte leí que en Italia se pretende volver a incluir al Latín en los Planes de Estudio desde los 12 años. ¿Habrá sido una alucinación?, ¿o será verdad eso de que aún no todo está perdido?

18 de enero de 2025
Dicen que hace un frío que pela. En el interior está helando por las mañanas. Aquí en Bilbao, todavía no. y ciertamente a escasos 4 metros sobre el nivel del mar es difícil que hiele. Pero aún y así la gente se queja: 5º, 6º; por las noches, 2. Yo, sin embargo, estoy curado de espanto. El 2-3 con el Osasuna nos dejó fuera de la Copa el jueves, sí que me dejó helado. Después de eso confío en que este invierno ya nada pueda hacerme tiritar.

15 de enero de 2025
Ayer volví a ver La Estrella Azul, la deslumbrante ópera prima de Javier Macipe que es, para mí claro, la Mejor Película Española del Año y con una sustancial diferencia respecto a la siguiente. No es que me espere gran cosa- tal y como están los tiempos- pero todo lo que no sea que se alce con el Goya que acredite su enorme valía, sería un despropósito. Uno más, sí. Pero no perdamos la esperanza. Porque 
para el sábado dispongo de otra bala en el revólver o de una entrada para la representación de Tristán e Isolda en el Palacio Euskalduna de Bilbao. Y quizás el domingo, si el cuerpo me responde, suba hasta Miribilla para ver jugar a Martxel Iztueta, la joven promesa de la Pelota, auténtica revelación, para mí sí, del Campeonato de Parejas y al que, con su desparpajo, es una gozada verle atizar a la pelota como si le debiera dinero; dicho esto con el permiso del mítico Jaime Ugarte. Y creo que por esta semana ya voy bien servido. 
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