lunes, 18 de noviembre de 2024

LORCA: UN ÁNGEL NACIÓ EN GRANADA

Reconozco una cosa: nunca he sido un lorquiano de pro. Me gustaban algunas de sus poesías, y otras se me hacían duritas. Vaya que en mi mesa nunca ha estado junto a los Whitman, Neruda, o Manuel Machado, por citar sólo algunos de los que más me gustan.

Aunque también reconozco una cosa más: cada día la poesía de Lorca me gusta más. Y a él, cada día, le entiendo mejor. Hasta el punto de que el pasado fin de semana se me apareció, mientras leía, donde se citaba el irresistible Cantan los niños, una de las novelas cortas candidatas al Premio Ramiro Pinilla 2025, del que formo parte de su Comité de Lectura, una certeza a la que no pude dar la espalda: Federico García Lorca (Granada, 1898- 1936) fue, en realidad, un ángel, con dos piernas en lugar de dos alas, un ángel-niño; tierno y fiero como suelen ser los niños. Por eso su cruel final se nos antoja tan terrible.

Y es entonces cuando su poesía, leída desde ese punto de vista angelical, cuando sus versos cobran una señera dimensión. Porque su voz baja desde el mismísimo Cielo y, por ello, su acento nos estremece y sus terribles imágenes se nos aparecen de la mano de un ángel-niño disgustado porque se le ha mandado a la cama sin cenar por haber llegado tarde a casa.

Sí, y es esa imagen de ángel-niño la que hace, por ejemplo, que su Poeta en Nueva York se alce como otro grito de Munch, y cobre un valor singular y muy especial; un valor que coloca, sin duda, a ese libro entre los poemarios más alucinantes jamás escritos: el ángel abrumado por el frío acero en punta, el niño perdido y asustado en la inhóspita ciudad de los rascacielos.

Y por eso cuando me encontré el otro día con Cantan los niños supe que el ángel-niño me seguía hablando y contando cosas tiernas (¡Arroyo claroCorazón en fiesta) y amargas (Una rosa de sangre / De mi gran calavera) que, en realidad, son cosas de este mundo pero, que puestas en sus labios angelicales, me parecen eternas, mágicas, como pronunciadas desde otro planeta. Y si no haced la prueba vosotr@s:

           Cantan los niños

Balada de la placeta

Cantan los niños

En la noche quieta:

¡Arroyo claro,

Fuente serena!

 LOS NIÑOS

¿Qué tiene tu divino

Corazón en fiesta?

   YO

Un doblar de campanas,

Perdidas en la niebla.

   LOS NIÑOS

Ya nos dejas cantando

En la plazuela.

¡Arroyo claro,

Fuente serena!

¿Qué tienes en tus manos

De primavera?

   YO

Una rosa de sangre

Y una azucena.

   LOS NIÑOS

Mójalas en el agua

De la canción añeja.

¡Arroyo claro,

Fuente serena!

¿Qué sientes en tu boca

Roja y sedienta?

   YO

El sabor de los huesos

De mi gran calavera.

   LOS NIÑOS

Bebe el agua tranquila

De la canción añeja.

¡Arroyo claro,

Fuente serena!

¿Por qué te vas tan lejos

De la plazuela?

   YO

¡Voy en busca de magos

Y de princesas!

   LOS NIÑOS

¿Quién te enseñó el camino

De los poetas?

   YO

La fuente y el arroyo

De la canción añeja.

   LOS NIÑOS

¿Te vas lejos, muy lejos

Del mar y de la tierra?

   YO

Se ha llenado de luces

Mi corazón de seda,

De campanas perdidas,

De lirios y de abejas,

Y yo me iré muy lejos,

Más allá de esas sierras,

Más allá de los mares

Cerca de las estrellas,

Para pedirle a Cristo

Señor que me devuelva

Mi alma antigua de niño,

Madura de leyendas,

Con el gorro de plumas

Y el sable de madera.

   LOS NIÑOS

Ya nos dejas cantando

En la plazuela.

¡Arroyo claro,

Fuente serena!

Las pupilas enormes

De las frondas resecas,

Heridas por el viento,

Lloran las hojas muertas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario