Este año, y van ya 15 ediciones, el Festival Ja! que, dedicado al gratificante mundo de risa como su onomatopeya nos enseña, se viene celebrando en nuestro querido Bilbao durante el mes de octubre ha estado dedicado, en el centenario de su muerte, al escritor... ¡Franz Kafka! Sí, sí, el de La metamorfosis, sí, sí el de El proceso.
Y cualquiera hubiera dicho a priori que semejante genio tuviera alguna relación con la carcajada. Incluso yo no hubiera apostado 1 euro por semejante relación pero como en muchísimas otras ocasiones estaba equivcado, porque cierto que Kafka no es Chquito de la Calzada y nos cuesta imaginárnoslo vestido de arlequín, pero con motivo de la efemérides había decidido leerme su última e inconclusa, El castillo, y en ella me encontré, ¡oh, sorpresa entre las sorpresas!, con un autor con un originalísimo sentido del humor; sí, un humor afilado y caústico, terriblemente irónico y, eso sí, mucho más cerca de la socarronería de Buñuel o del vertiginoso surrealismo que vertebran las páginas de Alicia en el País de las Maravillas que de la limpia risa que pudiera provocarnos Charlot (y eso que Eduardo Torres-Dulce- sí, él junto con el periodista César Coca dirigieron y presentaron la charla que se enmarcó bajo el título de Kafka va al cine- ya nos advirtió sobre aquello que alguien dijera en alguna ocasión de que "a quien no le gusta Charlot no es una buena persona"; adagio que, sin ningún género de dudas, yo suscribiría).
Pero ahora mismo me bajo de las ramas, y a lo que iba y a lo que voy. Porque, de entrada, no tuve más remedio que reconocer que esa faceta de un Kafka realacionado con la risa me cogió en el pié cambiado. Y por todo esto, y por el imborrable recuerdo que aún conservo de aquel programa de televisión que se llamó ¡Qué grande es el cine! decidí acudír a la mencionada charla que mantendrían César Coca, y el ex-fiscal general del Estado, y asiduo contertulio al mencionado programa, Eduardo Torres-Dulce (¡Dios mío, que diferencias de carácter y, aunque nos suene viejuno, de señorío respecto a lo que actualmente se destila en estos mundos nuestros y, más en concreto, en los mentideros fiscales que llenan con su pestilencia nuestros ojos y oídos allá por donde miremos u oigamos!)
Y me preparé para la ocasión anotando algunas frases extraídas de la lectura de El castillo que, según mi parecer- ¡sorpresas te da la vida!- ligan a Kafka con la sorna más hiriente y demoledora, aquélla que, cierto es también, nace del escepticismo más doloroso. Y llevé los apuntes a la charla aunque, después, no tuve oportunidad de intervenir dado que el tiempo se nos había echado encima y tuvimos que plegar velas y recoger si no queríamos quedarnos a pasar la noche en las dependencias del Auditorio donde la charla había tenido lugar. Lo que no era plan.
Pero como los apuntes aún los conservo, he pensado dejarlos a disposición de este blog, y de todos aquéllos/as que en su momento decidáis echale un vistazo, porque parece increíble, a mí, por lo menos, me lo parece que semejantes extractos hayan salido de la pluma de ese escritor atormentado por excelencia que fue Franz Kafka. O si no vosotros/as diréis:
“(…) era sólo un mensajero, no conocía el contenido de las cartas que tenía que llevar, pero también su mirada, su sonrisa, su forma de andar parecían un mensaje, aunque tampoco supiera nada de ello”.
“Desconfía de todo el mundo; aunque, por ejemplo, haya conocido a alguien en innumerables ocasiones como la persona más digna de confianza, en la ocasión siguiente desconfiará de él, si es que no lo considera un granuja.”
“(…) no es alguien que sepa hablar, pero sí gritar y
eso a muchos les basta.”
“(…) es muy vivo, lo cual forma parte de su
estupidez.”
“Para alguien que sabe leer los documentos oficiales
y, en consecuencia, mejor aún los no oficiales.”
“La bendición estaba sobre ellos pero no supieron
hacer que descendiera.”
“Si al menos- exclamó la posadera- no lo quisiera
siempre todo, como un niño, en forma comestible.”
“Tu forma de ser era tan distinta a la nuestra que,
hasta cuando hablabas sinceramente, nos resultaba difícil creerte.”
“Ese funcionario se parece mucho a Klamm; si tuviera su propia secretaria, su propia mesa
y en la puerta su nombre… no tendría ya dudas.”
“Por mucho que animes a alguien que tiene los ojos
vendados a que mire a través del pañuelo, nunca verá nada; sólo si le quitas el
pañuelo podrá ver.”
“(Sobre Erlanger, secretario de Klamm): se limita a
fruncir las cejas y eso le basta para conocer a todos.”
“Dicho exactamente, está muy desesperado; dicho más
exactamente, es muy feliz.”
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