lunes, 26 de febrero de 2024

LA CURIOSIDAD Y LOS EXTRATERRESTRES


Soy un asiduo seguidor del programa
Cuarto Milenio que dirige desde hace 19 temporadas  el vitoriano y gran apasionado por otros mundos que no son éste Iker Jiménez, y que los domingos por la noche se emite por el canal Cuatro. Aunque no os penséis que esta "asiduidad" va pareja con el interés. Bueno, sí, algo sí que va, ma non troppo. Y, en cualquier caso, siempre podría suscribir aquello de que en el país de los ciegos etc. y etc. Porque la tele de hoy en día bien que pudiera ser una réplica de los pistoletazos que hacen sonar al aire los jueces de salida en cualquier carrera de atletismo. Sí, enciendes la tele y echas a correr como un descosido. Mas llegados a las vísperas de los endemoniados lunes, estas ganas de correr brillan por su ausencia. Rendido estás. Por lo menos yo. Así que me apalanco frente al televisor y veo al bueno de Iker disertar sobre extraterrestres. Me entretiene, lo admito. Y sus contenidos me resultan, bastante a menudo, bastante curiosos. Me dan qué pensar.

Por ejemplo, una de las secciones que Cuarto Milenio ofrecía, uno de sus contenidos estrella, aunque hoy venido a menos, eran aquéllos relacionados con el mundo de los OVNIS y las visitas que, cada cierto tiempo, sí, bueno, de acuerdo: cada vez, cada más tiempo, y que Iker y sus tertulianos no ocultan y así reconocen, hacen a nuestro querido planeta, abordo de sus interestelares naves, y que también habría que apuntarlo, aún no se ha metido- que yo sepa- con nada ni nadie del más allá.

Pero, por lo visto, y nunca mejor utilizado el verbo, ello no habría evitado que extrañas naves, sin oficio ni beneficio, surquen nuestro espacio aéreo, se nos planten delante en mitad de la noche tranquilona, accionen las luces en toda su potencia cegadora, se esperen unos interminables segundos, en un suspense que-para-qué-te-cuetno, pero ¡ZASKA!, después de esos interminables segundos, se larguen por donde han venido y a la misma velocidad con la que se nos aparecieron. Y muchos han sido testigos de estas apariciones y... desapariciones, porque ninguno de esos objetos se ha quedado por estos lares terrícolas más que la duración de un suspiro.

Y sería aquí donde entra la tuerca; o sea, este blog en el que voy dando cuenta de mis neuras desde hace ya unos cuantos años y afirmo, entonces, desde mi cátedra de Científico Indocimentado, que estas visitas relámpago pueden obedecer a... y ser todo aquello que se nos ocurra que puedan ser, pero estemos bien seguros que no se trata de OVNIS que acogan en sus asientos o sean tripulados por seres humanos, como cualquiera de nosotros podríamos ser. Esos Objetos cargarán con lo que sea, pero con Humanos, nunca-jamás.

Y lo recalco desde la seguridad que tengo en que si algo nos caracteriza a los homines sapientes, si hay algo de lo que nuestra "sapiencia" no puede desembarazarse y que, de hecho, supone su primera y verdadera condición, es de la Curiosidad (dejadme que la escriba con mayúscula). Porque el homo sapiens si es sapiens es porque, primero, es homo curiosus y nunca pudo evitar mirar por el ojo de una cerradura o por ese pequeño hueco abierto en el muro. Le va en la sangre, en el ADN. Le intriga todo aquello que no conoce, que no sabe, a ciencia cierta, lo que es. Y pregunta, y le da vueltas y más vueltas (a la tuerca).

Por todo ello, si avistado, nada menos que el planeta Tierra, la nave vuelve por donde ha venido y a una velocidad más que notable, apuéstate una cena a que el piloto no se ha dormido nunca viendo la tele, ni ha cruzado un semáforo en rojo, ni ha gritado y saltado de alegría cuando su equipo ha marcado el gol de la victoria, ni se ha emocionado oyendo, por ejemplo, el Nessum Dorma cantado por Pavarotti. Sí, apúestate esa cena y no te irás a la cama con el estómago vacío, te lo prometo, porque esos seres nada curiosos serán todo aquello que quieras imaginar que puedan ser, pero humanos, ni por el forro.

Así que OVNIS, OK: naves no identificadas, OK, sí, OK, pero humanas, cero, cero patatero. Y es que la curiosidad pudo matar al gato, pero a nosotros, sapientes, nos dejó coleando y muy vivos.

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