No me consta ningún antecedente familiar, ni yo mismo, es decir, por mí mismo, cultivo apego alguno hacia las instituciones militares o los titulares patrióticos del signo que sean, pero siempre me han llamado la atención esas milenarias afinidades existentes entre Francia y Alemania, o viceversa, y que les lleva y les ha llevado en numerosas ocasiones a estrecharse sonrientes las manos.
Hoy, a esto sobre lo que escribo se le llama, más o menos, el Eje Franco-Alemán, posiblemente, la columna que sostiene (en pie) Europa, y casi siempre enfrentada a Gran Bretaña y al conjunto de países que pudieran moverse bajo las órbitas anglosajonas. Aunque de cegatos, sería negar que estas mismas afinidades han dado, históricamente, lugar a furibundas a contradicciones, cuando no a sangrantes desavenencias.
La fulgurante llegada, sin apenas oposición, de los ejércitos del III Reich a la emblemática capital francesa durante la 2ª Guerra Mundial, seguida por ese extraño y silenciado (aún hoy en día) proceso que constituyó el régimen de Vichy durante la 2ª Guerra Mundial son, sin duda, sólo un par de esos callos en los empeines franceses sobre los que siendo mucho más aconsejable no mirar y pasar de largo, antes que detenerse e hincarles los talones.
Francia y Alemania, como dos buenos amigos, se han colocado, cuando ha tocado hacerlo, de uñas frente a un mismo rival: Gran Bretaña y toda aquella lengua que se exprese en inglés; aunque también como los mejores colegas se han visto, a menudo, enredados en diferentes trifulcas y malentendidos, de los que al final, sin embargo, han salido como habían entrando: chocando esos cinco, mon petit ami, oui; mein kleiner Freund, ja.Todo lo cual no hizo que dejara de sorprenderme cuando escuché la Obertura de Hermann y Dorothea, que Robert Schumann compuso inspirándose en el poema épico de Goethe, uno de sus escritores favoritos (alemán + alemán), y en el que se abordaba el destino trágico de dos amantes (Hermann & Dorothea, of course) durante la Revolución Francesa. Porque si la mencionada obertura fue compuesta por Schumann en unos pocos días durante el mes de diciembre de 1851, el músico utilizó en ella, y sin que le temblara el pulso lo más mínimo, me supongo, reconocibles pasajes de la famosísima Marsellesa francesa.Sobre que Francia y Alemania se quieren y siempre se
han querido, no albergo el menor titubeo. Y ahora Schumann me lo corrobora. Sí,
es este un mundo curioso. ¿De dónde le habrá venido a le coq (al gallo, oui) su
afinidad con la Dammerung (con la
aurora, ja)?
Escuchad la bonita obertura de Schumann y luego hablamos,
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