He soñado, cosa que ha podido suceder porque, últimamente, ando con el sueño un poco loco,, que recibía un montón de quejas por la entrada que el otro día dediqué a lo que podríamos llamar, y que yo de hecho llamaba, el Eje Franco-Alemán; ese extraño híbrido de amores y desavenencias que han cultivado, cultivan y, me supongo, continuarán cultivando estas dos potencias europeas.
Y las protestas me han llegado, cómo no, de las huestes británicas. Que buenos
son ellos a la hora de sacar pecho. Y junto a los clásicos, y nosotros qué, o
su variante, qué pasa con nosotros, he soñado que me encontraba en mi correo
con otras notas no tan educadas del tipo de, de qué hostias vas, Toni, los
ingleses son mucho mejor que esos continentales de curasanes y cabezas cuadradas.
Luego también soñé con que recibía alguna que otra amenaza sin ninguna gana de
tomármela a broma.
Así que he decidido dar marcha atrás, y sin admitir que los improperios me han acojonado, y sí que los anglosajones en general y los habitantes de Gran Bretaña, en particular, también gozan por su histórico y regio talante de un bien ganado reconocimiento, y a pesar del Brexit y de Boris Johnson, merecen, por lo tanto, esta humilde entrada que les dedico con todo, espero, mi esforzado buen hacer.
Para ello he fijado mi atención en la película que el australiano Peter
Weir dirigió bajo bandera estadounidense en 2003. Sí, esa: Master and Commander con Russell Crowe, el famoso actor
neozelandés, en el papel de Jack Aubrey, violinista aficionado y capitán del
navío inglés Surprise que es atacado,
durante las Guerras Napoleónicas (no he querido desmarcarme de La Marsellesa, que era la banda sonora
de la entrada anterior) por un buque de guerra francés.
El caso es que aquí, es decir durante la película de Weir (siempre exquisito para sus bandas sonoras), suena la increíble Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis, uno de los más importantes compositores ingleses de música sacra nacido en Kent en 1502 y muerto en Greenwich en 1585. O sea, más inglés que Isaac Newton, que los Beatles o que Sherlock Holmes.
Tallis escribió durante su carrera 9 salmos, cantos a cuatro voces para
el arzobispo (inglés, faltaría
más) Matthew Parker. Y uno de esos 9 salmos, el llamado Third Mode Melody (que en la ficción inspira a l capitán Aubrey) , sirvió para que ya en el siglo XX el infravalorado (al
menos para mí) Ralph Vaughan Williams compusiera su estremecedora Fantasía... (al menos para
mí), una obra para orquesta de cuerda que Weir usa para ambientar y
solemnizar, como sólo los anglosajones saben hacerlo, momentos inolvidables de su
film.
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