El fin de semana del 8 de
febrero di cumplida cuenta de uno de mis añorados viajes; a la 1ª parte de uno
de mis añorados viajes, para ser más exactos. La cosa consistía en presenciar,
como primer objetivo, en directo un Escocia versus Inglaterra en Murrayfield
con la Copa Calcuta
en juego; o sea, el partido que enfrenta a estos dos equipos dentro del VI
Naciones de Rugby, y en Edimburgo, en la guarida escocesa y lugar de nacimiento
de mi admirado Robert Louis Stevenson.
Porque visitar la Stevenson House , donde el escritor
residió desde los 7 a
los 30 años, y recitar (soy un romántico o un colgao, ¿qué se le va a hacer?)
junto a la farola que preside, desde la acera, la subida por las escaleras que
conducen a esa puerta del 17 de Heriot Street, el precioso poema de El farolero, era el segundo de mis
deseos:
(En traducción de Txaro Santoro
y José María Álvarez)
Mi té está a punto y el sol
se va;
es hora de apostarme en la
ventana para ver pasar a Leerie;
cada atardecer a la hora de
sentarnos a tomar el té,
con su escalera y su luz pasa
Leerie encendiendo las farolas.
Tom será conductor y María
irá al mar,
y papá es banquero, el más
rico de los banqueros;
pero yo cuando sea mayor y
pueda decidir qué quiero ser,
oh Leerie, iré contigo para
hacer cada tarde la ronda de las farolas.
Nosotros somos muy
afortunados; tenemos una farola junto a la puerta.
Y Leerie se detiene para
encenderla igual que hace con todas;
oh Leerie, antes de marcharte
con tu escalera y tu luz
esta noche saluda al niño que
te estará mirando.
Y para concluir el finde, y
como tercer deseo, y ya que viajaba con Paula, mi mujer, no demasiado
aficionada al rugby y todavía menos a la lluvia, al viento (¡y con
la borrasca Ciara cayendo sobre nuestras cabezas por si no teníamos suficiente!)
y al frío-que-pela y que asola durante estas fechas las Highlands, había
reservado una habitación en el mítico Caledonian,
un hotelazo, para dos noches (¡nuestro bolsillo no va más!) que suponía iba a
gustarle (¡cómo no!), y con el que además rendía el más que merecido homenaje a la
película Promesas del Este, de David
Cronenberg, una de las últimas obras maestras que he tenido ocasión de ver en
una sala de cine.
Y es que en la mencionada
película Viggo Mortensen, enrolado en la mafia rusa que opera en Inglaterra,
tiene que esconder al tío Stefan, el tío de la enfermera que interpreta Naomi
Watts, su amor imposible, ya que la mafia quiere asesinarle, para lo cual le
inscribe en el Caledonian en lugar
de enviarle con un tiro en la cabeza al cielo tal como le han pedido sus jefes,
a ese hotel que también está muy arriba y tiene también estrellas (5). Aparte de todo esto
el papel del tío Stefan esté interpretado en la película de Cronenberg por
Jerzy Skolimovski, el gran director polaco de El buque faro o El año de las
lluvias torrenciales, lo que no hacía sino añadir (al menos lo hacía para mí)
mayor mítica y placer al viaje.
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