Casi nadie se dio cuenta. ¡Qué
pocos leen mi blog! Porque si lo
leyeran, hubieran reparado en el artículo que subí del 6 de diciembre de 2016, Ocurrió el 27 de noviembre, por la tarde:
Del Potro & Bengoetxea, y hubieran sabido que Oinatz Bengoetxea ocupa desde
ese día un puesto en el Olimpo de los dioses del deporte, y que eso es decir
muchísimo y, lo más importante, no se hubieran llevado las manos a la cabeza ni
rascado el bolsillo cuando el domingo 28 de mayo el de Leitza derrotó en la Final del Manomanista (18-22)
a Iker Irribarría, el vigente campeón, y súper favorito (100 a 60 cantaron por él los
corredores).
Y cierto que aquella entrada
obedecía a ese hecho concreto: la llegada con todos los honores de Oinatz al
Olimpo. Aquella tarde había ganado a Asier Altuna la Final del 4 ½ y conseguía,
con ello, la Triple Txapela , por llamarla
de algún modo; esto es, Oinatz era ya campeón del 4 ½, Campeón del Parejas, y Campeón
del Manomanista, especialidad esta última en la que había vencido a su paisano,
Abel Barriola, allá por ¡¡2008!!
Y echemos, ahora, mano a las
hemerotecas y comprobemos cuántos pelotaris hay que puedan presumir de haber
sido campeones en la modalidad reina de la pelota con nada menos que ¡¡9 años
de diferencia!! Así que si Oinatz había entrado en el Olimpo no era,
precisamente, porque alguien le hubiera regalado un bono. Si un deportista ha
sudado la camiseta por conseguir un puesto entre los elegidos, ése bien puede llamarse
Oinatz Bengoetxea. Pero esto no deja de ser un pequeño apunte de la épica que envuelve
a estos dioses del Olimpo; y si para muestra un botón, no, para muestra, Oinatz
Bengoetxea, y con todos los merecimientos.
Pero, y lo escribía al
principio, sobre todo esto nadie parecía haberse dado cuenta: ni los
apostadores, que alegremente cantaron 100 a 60; ni los aficionados, que no llenaron
el Frontón: claro, pan comido para Iker, seguro que será un visto-y-no-visto,
¿para qué gastarse, entonces, la “tela” (que no sobra)?, ¿para qué acudir a
Miribilla?, si además lo echan por televisión y cuando la paliza ya sea de
escándalo podremos levantarnos de la butaca y tomarnos la merienda. ¿Y la
prensa?, ¿qué podríamos contar de ella y de sus pronósticos? Pues más de lo
mismo, añadiendo que para el negro sobre
blanco Oinatz nunca ha sido un pelotari de esos que llenan las portadas.
Sí, aún recuerdo cuando Oinatz
derrotó a Abel en la Final
del 2008. Las crónicas no se refirieron, entonces, a Oinatz como a un campeón menor directamente, pero lo
sentían sin escribirlo. Para ellas Oinatz era un pelotari menudo, sin demasiado
carisma, revoltoso, habilidoso tal vez, pero poco más. Había derrotado a Abel
plantándose heroicamente, eso sí, en el cuadro 5 y entrando al aire a todo lo
que salía rebotado del frontis, hasta que Abel bajó los brazos, agotado,
derrotado.
¿Y poco más? Yo creo que más
no, suficiente. Pero en aquellos
tiempos, los imperiales tiempos de los Irujo, Olaizola, Titín, e incluso Xala,
las maneras que exhibía Oinatz se antojaban acaso pillerías infantiles; sí, un
buen pelotari pero muy poco más si lo comparamos con los otros monstruos, con la seriedad y el talento que repartían a borbotones
aquellos que he mencionado más arriba, con los que competía día sí, día no, y
no siempre con los resultados que Oinatz hubiera deseado.
Sí, aquel fue el sambenito de
Oinatz. No haber sido otro de esos monstruos.
Pero es que de esos salen uno o dos cada ¿cuánto tiempo? Así que no debimos ser
tan exigentes con él, y confiemos en que ahora el sambenito de Oinatz se haya esfumado
para siempre, que hayamos acabado con la murga esa que cuenta que Oinatz sí,
pero… Pero, ¿qué?, digo yo. Porque
desde el 28 de mayo Oinatz ya será para siempre un pelotari mayor, pero como una directa extensión de
aquel mismo pelotari de play-station
que nos deslumbraba antes de romperse en vísperas de la Final de 2015 y, sobre todo,
de aquel glorioso día del mes de noviembre cuando pudo lucir sobre su cabeza la Triple Corona de la Pelota a Mano.
Porque su triunfo contra
Irribarría se debió, precisamente a eso, a palabras mayores: a saber estar, a saber empezar perdiendo 5-1, a saber no ser favorito, a
saber no perder la cabeza ni el norte durante toda la contienda, cuando Iker le
remontó un 12-17 y le empató a 18,
a saber buscar las cosquillas al rival, a saber volverle
loco, con los saques al ancho o contra la pared, a saber desquiciarle, a saber
hacerle fallar ese pelotazo facilón y decisivo con el 18 iguales, a saber
tantas cosas, y saber más por diablo que por viejo.
Sí, y no me equivoco de
orden: a saber más por diablo que por
viejo (Oinatz aún no tiene 33 tacos).
Porque a Oinatz le ha tocado bailar no con la más fea, sino con toda la
cuadrilla de feas, y en pleno apogeo; los Irujo, Olaizola, etc., a los que
antes aludía. Y no sólo ha bailado con todas ellas sin excepción, sin dejar que
ni una se quedara aburrida esperando en el taburete, sino que en la discoteca,
perdón, en el frontón ha aprendido todos los pases de baile que esos callos le han enseñado.
Por eso ganó Oinatz. Por ser
el mejor alumno de los profesores más feos,
y saber demostrarlo: por pillo, por jugar con el cuchillo entre los dientes, por
buscavidas, por astucia, por malicia, por no querer coger prisioneros, por… diablo, pero diablo de los buenos, no de
esos con cola y cuernitos, y cuando, además, toca ser diablo.
Y por eso perdió Iker. No por
buenísimo, sino por buenazo, por no haber roto un plato en su vida y no
llevarse nunca el cuchillo a la boca, por noblote, por respetar hasta las comas
de la Convención
de Ginebra, por buen chaval, por pensar que ese diablo sin cola ni cuernos no existe y creer que la Cátedra siempre tiene la
razón, por no haber leído tampoco mi blog y no saber, por ello, que Oinatz
reside en el Olimpo de los dioses desde hace unos cuantos meses, por todo eso que
le hizo cometer 12 errores, por todo eso que al no saberlo le colocó allá donde
ni en sus peores pesadillas se imaginó estar: 18-22.
Y sospecho que en el Olimpo hubo
juerga esa noche de domingo, y juerga de la buena. Creo que todos esos maestros
que Oinatz ha tenido en su larga carrera y que, tan a menudo, le han zurrado
con la regla en punta de los dedos y obligado a morder el polvo, habrán
sonreído. Con malicia y hondo respeto. Porque Oinatz había enseñado a todo el
mundo (la Cátedra
no volverá a cantar en su contra un 100 a 60 con ese entusiasmo de los Niños de San
Ildefonso, la prensa se lo pensará dos veces antes de lanzar un pronóstico en
su contra, y los buenos aficionados no lo dudarán y llenarán los frontones
cuando vean su nombre en los carteles del Festival) que la lección se la ha
aprendido de memoria y que ya no la olvidará mientras viva, esa lección que
cualquier diablo que se precie, te la suelta de corrido, pero diablos de los
buenos, de esos que no tienen ni cola ni cuernitos, de esos que, hayan ganado o
perdido, aún compiten en la duchas con el puño cerrado, mientras, con una mueca
contrariada, se repiten, ¡ese j. dos
paredes no estuvo bien tirado!, y un chorro de agua les aclara y les recuerda, tranquilos, muchachos,
el partido ya se ha terminado.
Aunque tampoco habría que
sacar las cosas tan de quicio. Iker sabrá sobreponerse. ¡Cómo no! Sólo tiene 20
años, y pegada y talento para dar y regalar. Pero aprenderá también, ¡cómo no!,
que para ganar algunas finales no hay más remedio que vestirse de diablo, aunque todas las madres del
mundo sigan queriendo casar a sus hijas contigo.
Ah, sí, y ya lo veis: ni una
palabra sobre la 12ª Champions. No
pensaba decir nada sobre ella, pero es que ahora, además, con los atentados de esa
misma noche en Londres, la solidaridad con las víctimas, familiares y
amigos de las víctimas, y con el pueblo británico que, después de todo, son los
inventores de esto del fútbol y de la Champions ,
por extensión, debería ser total. Así que silencio doble, un recuerdo sentido, y sepamos
estar a la altura de las circunstancias… y no miro a nadie de blanco, aunque me temo que, en este mundo nuestro, esto sea lo más parecido a pedir peras al olmo.
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